¿Cómo y cuándo hay ciudad?
Título | ¿Cómo y cuándo hay ciudad? |
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Autor | Godofredo Iommi |
Páginas | 9 |
Imágenes | 10 |
Ancho | 21,5 cms. |
Alto | 28 cms. |
Fecha | 1990 |
Colección | Poesía |
Fondo | Iommi-Amunátegui |
Conjunto | Carpeta 05 |
Número de Ingreso | 008 |
Nota | Documento manuscrito original que contiene 9 páginas; en Carpeta 06/010 está la pagina 10 que cierra el poema. |
Archivo:¿Cómo y cuándo hay ciudad?.pdf | |
Código | IOM-POE-IAM-C05-COM-990-008 |
p. 1
¿Cómo
y cuando
hay ciudad?
¡Aquí, aquí
mira como suelta mundo el mundo!
Nombres en la construcción
que llegan al rostro,
de frente;
carteles de indicaciones,
advertencias
que destruyen el ojo
al par que instruyen
y construyen
el lugar.
Pero ¿cómo, cuando
hay ciudad?
Hago elusión a tal o cual
definición
– manías de educar –
y veo vastas excavaciones
junto a súbitas alturas
p.2
Tanto trajín entusiasta
y oficios pagados
que ya no se oyen
los ecos de los propios pasos
Eco emigrado de mis pasos
casi como
el de estas pájaras
crueles
en bandada hacia sus peces.
¿qué decir
qué murmurar
en este poema?
¡ Ah ! si ellas a sus peces
mis labios renuevan
en su soplo distraído y furtuvo
las preces
– este saludo siempre invicto
por tanto hacerse mundo el mundo.
p. 3
Pero llegan y llegan
titulares, informaciones
noticias siempre de
último minuto
como pan cocido y fresco
crocante
que dan cuenta
sacan cuentas
y cuentan y cuentan
De pronto
pasa ante la ventana larga
del café
un monja
– tan leve dentro de su hábito –
con manos
escondidas
que también cuentan otra cuenta
dispensando un invisible silencio
sobre el tumulto
p. 4
sobre el viento lluvioso
e invernal
y el tedio melancólico
de este vago e impreciso
aburrimiento
que no puedo ocultarme
(Sé, presiento
que la monja leve
repite en su silencioso hábito y
sus pasos sutiles
y presiento
el sentido).
Pues, para siempre
ella sabe
que tantas cóleras, tantos crímenes,
asaltos sordos, sorpresivos (camino
a Farellones) del dañino suelto que va
p. 5
sembrando daño
como esta leva de perros
que acierta a cruzar la calle internacional
ignorando el tráfico
corriendo en manada
como aquella bandada
hacia la avenida (av. Perú de Viña)
que más allá emparalela el mar
con sus pájaras voraces
Ella, la monja
sabe que los dañinos del Daño
han sido vencidos
y que no prevalecerán.
Entra ahora al café
una joven.
Me apela,
levanto el rostro
y me pide un óbolo para “Laura Vicuña”
p. 6
– hoy es día de su evocación –
Y entre la luz neblinosa
del frío
se ve sin sin verse ya
que la sutileza de la monja
alude a la sangre regalada
de la única y múltiple
divinidad que mueve
su gloria invisible en esas
altas nubes grises
que
transcurren mirándonos
desde allá
con el amor amante
del celo materno
coronado por aquel
amor sin límites que elevó la justicia
a perdón y que aquí
p. 7
rueda
en estos momentos
como el aro que un niño hace rodar
sobre la vereda
y jugando ante el café
Rueda el silencio
en el inaudible silencio
en este mero mundo
del propio hacerse mundo
desde la yema mental
de los dedos
entre la gente y la edad
¿ Más
cómo,
cuando hay ciudad ?
¿De donde recibe esa última luz
oculta
que la hace ciudad?
p. 8
Entre daños, condonaciones,
imprecaciones,
excusas,
bandadas esparcidas,
reglas ajustadas
y quebrantadas
y el atardecer
de la melancolía; el tedio
e inefable aburrimiento
pues el hombre
va tendido (¿qué no?) hacia dicahs
infinitas e irreversibles.
Como un dulce secreto
joya iridiscente brotada
de la sangre sacra
expandida en gloria resurrecta.
Si,
adivino que la ciudad celeste
aunque invisible todavía
p. 9
empero
construida ya
para siempre
viene desde ella – adivino – cayendo
sin cesar como don o viento
o susurro
calando tedios
y cuidados
a este mundo
haciéndose mundo
La ciudad que con sus bajuras
y alturas aquí
en Viña del Mar,
entre todos – buenos y malos, falsos y justos –
mediocres, talentosos, todos
concurrimos a construir
De pronto
me sorprende el lápiz
escribiendo este texto
y con temor
p. 10
saludo el origen
de la ciudad terrestre
en la ciudad celeste. Tal su real origen
para ser ciudad.
Sorbo lentamente el café cortado,
el último trozo de torta helada.
Y espero que la lluvia fina y gris
que cae,
ya no me alcance.
“ Ah, perdón ” – digo –
y vuelvo apresurado
a pagar la cuenta
que olvidé en mi distracción
o lábil memoria
Y dando una generosa propina
imito las manos del único dador
gratuito que mueve toda donación
Hablo del eterno y triduo providente
Amor del único dios Señor sobre todo Señor.
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Fondo Iommi-Amunátegui / Carpeta 05:
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