Taller de Amereida 2014/2T/Clase 4

De Casiopea
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AsignaturaTaller de Amereida
Del CursoTaller de Amereida 2014
2T 4
Fecha2014/07/23

Nota 26

“Ellos, estos hombres de aquí, en el fondo aman cuanto parece adverso, como si lo adverso fuera el modo de esconderse púdicamente. ¿Esconder qué? Esconder la profunda libertad en cuerpo y alma que ellos tienen. Ellos conocen y saben del riesgo y por lo tanto de la generosidad. El saludo es aquel gesto de todas las rutas. Ellos aman no tener fronteras ni países, aman el aire siempre abierto e impalpable que quieran o no es implacable a su vez y que hace al ser humano siempre más sapiente”.

La Clase

A diferencia de las veces anteriores, esta vez, y respecto de esta nota no voy a leer la bitácora. Creo que esta nota tiene una cierta belleza extraña que depende de sus propias palabras.

Cuando dice “ellos, estos hombres de aquí” se refiere por cierto a los habitantes de la Patagonia con quienes se encontraban en aquella primera travesía. Sin embargo, siempre he sentido que la cita me está hablando a mi; que se refiere también a nosotros, a quienes vamos de travesía. Como si esta constatación; que ellos aman lo adverso, fuese una invitación para nosotros. Yo quisiera también amar lo adverso, eso adverso con lo que nos hemos encontrado tantas veces en cada travesía: climas, ausencia, lejanías, carencia, frío, etc. Todos lo hemos padecido, lo adverso, en diferentes formas y potencias. Como si situarse siempre sólo en lo favorable nos fuera haciendo débiles o cómodos, sin poder aprender a considerar los obstáculos de la vida como la belleza de la vida.

Porque parece ser que allí, en lo adverso, se esconde la profunda libertad del cuerpo y del alma que cada uno de nosotros lleva consigo. ¿Será verdad que así sucede la libertad; que en lo adverso se esconde la profunda libertad del cuerpo y del alma que cada uno de nosotros lleva consigo? Es una de las preguntas con las que siempre me encuentro en las travesías, y es una de las preguntas que, por suerte, siempre se ha mantenido justamente como pregunta. Pareciera, luego, que para poder hacernos sinceramente esta pregunta, debemos tomar riesgos. La sugerencia es que en el riesgo surge la generosidad. Esta no aparece sin riesgo, en lo asegurado, en lo planificado. Siempre una travesía ha de tomar un riesgo para que la obra pueda ejercer la generosidad, es decir, para que esta obra pueda constituirse y convertirse ella misma en regalo. Regalo para nosotros mismos, para las gentes que visitamos en los climas extremos, para el continente, para el oficio. Cada travesía acomete un riesgo en muchos frentes; en la obra, en el viaje, en la peripecia, incluso en la palabra y en el lenguaje. Y así se nos desvele el continente mismo. Un continente sin países ni fronteras, unificado y hecho o desvelado en común por la palabra de la poesía y las obras regaladas de los oficios.

Allí y entonces, en plena travesía, estaremos en el aire siempre abierto. No puedo dejar de recordar la exhortación de Hölderlin: “Ven a lo abierto amigo, para que encontremos lo propio, por distante que esté”[1].

Este es el verso fundador de la Ciudad Abierta y creo que consuena profundamente con nuestras travesías, con este afán de ir y atravesar un continente y dejarse atravesar por un continente donde aún existe la vastedad. En Europa no existe la vastedad; allí todo el territorio está construido o normado; aún los recodos más alejados. Pero en América la vastedad se expande aún dentro de las ciudades mismas. Y todos ustedes pueden tener una experiencia de la vastedad; desde el centro de cualquier ciudad basta andar un poco, doblar una esquina equivocada y encontrarse en mitad de lo no construido. Ni qué decir de alejarse apenas un poco de esos centros urbanos y llegar a la montaña, a las selvas y los bosques, a la pampa, a los archipiélagos.

Cualquiera que haya vivido en la Ciudad Abierta, en estas arenas, especialmente en su noche, o cualquiera que haya ido de travesía, comprenderá que este aire siempre abierto es una vastedad real aún cuando sea impalpable. Y sabemos que es implacable, en el sentido que sus dones nos son y serán concedidos, querámoslo o no.

Por eso mañana partimos a recorrer América.

Notas

  1. En su elegía "Pan y Vino" dice Hölderlin: "¡Ven, pues! Salgamos al aire libre,
    vayamos a buscar lo que es nuestro, 
    por lejos que sea…". 
    Luego en su poema Ida al campo:
    
    Ida al Campo
     
    Ven! A lo abierto, amigo!
    Cierto, lo brillante restado,
    hoy, bajo y estrecho, nos encierra el cielo,
    ni los cerros están ni aun abiertas de los bosques
    las cumbres, al deseo
    y vacío descansa de canciones el aire.
    Nublado está hoy, dormitan callejuelas y calles
    y casi quiere aparecérseme, sea, como la plomiza edad.
    Sin embargo logrado el deseo,
    no por una hora el recto creyente desespera.
    Y al gozo queda consagrado el día.
    Pues, no menos alegra, lo que recibimos del cielo,
    cuando él se resiste y protege a los niños al cabo
    solo que semejante palabra, así mismo el paso y el ánimo,
    merezcan el fruto pleno y veraz sea el deleite.
    Por eso espero, aun, y si lo deseado comenzamos,
    y, antes, nuestra lengua, decidimos y hallada la palabra
    y abierto esté el corazón, de frentes ebrias
    brotarán las más altas reflexiones
    y con las nuestras, junto,
    comenzará el apogeo del cielo
    y a la abierta mirada lo luminoso se abrirá.
    
    Pues no es grandioso, mas a la vida pertenece
    lo que deseamos y aparece, a la vez digno y espontáneo
    así también vienen las golondrinas, portadoras de prosperidad
    siempre, tantas, prematuras del…”
    
    Poema “der gang aufs land / ida al campo” en traducción de Godofredo Iommi