Diferencia entre revisiones de «Técnica y Poética»

De Casiopea
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Las cuestiones que provienen directamente de un poema son siempre cifradas y no pueden resolverse con la simple lógica del lenguaje corriente. Pero no se trata, para descifrarlas, de la elaboración sofisticada de argumentos académicos ni de producir conceptos intelectuales. Tampoco es esto un acercamiento literario a esta relación entre la técnica y la poesía. Podría pensarse que antes de continuar siquiera un paso, se hace necesario definir lo que aquí se entiende tanto por técnica como por poesía. Pero como definiciones para ambos términos existen muchísimas, y ninguna de ellas definitiva, escogemos dos insinuaciones planteadas por Heidegger, sólo como indicaciones para comenzar:  
Las cuestiones que provienen directamente de un poema son siempre cifradas y no pueden resolverse con la simple lógica del lenguaje corriente. Pero no se trata, para descifrarlas, de la elaboración sofisticada de argumentos académicos ni de producir conceptos intelectuales. Tampoco es esto un acercamiento literario a esta relación entre la técnica y la poesía. Podría pensarse que antes de continuar siquiera un paso, se hace necesario definir lo que aquí se entiende tanto por técnica como por poesía. Pero como definiciones para ambos términos existen muchísimas, y ninguna de ellas definitiva, escogemos dos insinuaciones planteadas por Heidegger, sólo como indicaciones para comenzar:  


<blockquote>La palabra “técnica” deriva del griego technikón. Y technikón significa lo perteneciente a la téchne. Esta palabra significa ya en la lengua griega temprana lo mismo que epistéme, es decir, estar al frente de algo, gobernarlo, manejarlo, entenderlo. Téchne significa: entenderse en algo, tener práctica en algo y, por cierto, en la fabricación de algo”(Heidegger 1962)<ref> “Pero para entender cabalmente la téchne tal como los griegos la piensan, lo mismo que para entender adecuadamente la técnica posterior y la técnica moderna, todo depende de que pensemos la palabra griega en su sentido griego y evitemos introducir en ellas ideas posteriores y actuales. Téchne: el entenderse en, el arreglárselas en, el tener práctica en el fabricar. Este entenderse-en, tener-práctica-en, es una especie de conocimiento, de estar-en-algo y de saber. El rasgo fundamental del conocimiento radica según la experiencia griega, en el abrir trayendo algo a luz, en el hacer manifiesto aquello que está presente ahí-delante. E igualmente, el fabricar y el producir, entendido como lo entendían los griegos, no significa tanto poner a punto, manipular y operar, sino lo que nuestra palabra alemana “herstellen” y el término latino “producere”, literalmente dicen: pro-ducere,  es decir, sacar y traer a luz algo que antes no estaba ahí como presente.
<blockquote>La palabra “técnica” deriva del griego technikón. Y technikón significa lo perteneciente a la téchne. Esta palabra significa ya en la lengua griega temprana lo mismo que epistéme, es decir, estar al frente de algo, gobernarlo, manejarlo, entenderlo. Téchne significa: entenderse en algo, tener práctica en algo y, por cierto, en la fabricación de algo” (Heidegger 1962)<ref> “Pero para entender cabalmente la téchne tal como los griegos la piensan, lo mismo que para entender adecuadamente la técnica posterior y la técnica moderna, todo depende de que pensemos la palabra griega en su sentido griego y evitemos introducir en ellas ideas posteriores y actuales. Téchne: el entenderse en, el arreglárselas en, el tener práctica en el fabricar. Este entenderse-en, tener-práctica-en, es una especie de conocimiento, de estar-en-algo y de saber. El rasgo fundamental del conocimiento radica según la experiencia griega, en el abrir trayendo algo a luz, en el hacer manifiesto aquello que está presente ahí-delante. E igualmente, el fabricar y el producir, entendido como lo entendían los griegos, no significa tanto poner a punto, manipular y operar, sino lo que nuestra palabra alemana “herstellen” y el término latino “producere”, literalmente dicen: pro-ducere,  es decir, sacar y traer a luz algo que antes no estaba ahí como presente.
Dicho de forma breve y sumaria: téchne no es un concepto concerniente al hacer, sino un concepto concerniente al saber. Téchne y, por tanto, técnica significan propiamente: que algo es traído a lo manifiesto, a lo accesible, y al ámbito de lo disponible, dejándolo en pie en cuanto presente en el sitio que le toca. Pero en cuanto que en la técnica domina como rasgo básico el saber, la técnica ofrece por sí misma la posibilidad de (y la invitación a) que ese saber que le es propio cobre una configuración y desarrollo asimismo propios, tan pronto como se desarrolla y ofrece la ciencia que le es correspondiente. Esto sucede, y en el decurso de toda la historia humana sólo sucede, dentro de la historia del occidente europeo, al principio, o mejor dicho, como principio de aquella época que llamamos Edad Moderna.”
Dicho de forma breve y sumaria: téchne no es un concepto concerniente al hacer, sino un concepto concerniente al saber. Téchne y, por tanto, técnica significan propiamente: que algo es traído a lo manifiesto, a lo accesible, y al ámbito de lo disponible, dejándolo en pie en cuanto presente en el sitio que le toca. Pero en cuanto que en la técnica domina como rasgo básico el saber, la técnica ofrece por sí misma la posibilidad de (y la invitación a) que ese saber que le es propio cobre una configuración y desarrollo asimismo propios, tan pronto como se desarrolla y ofrece la ciencia que le es correspondiente. Esto sucede, y en el decurso de toda la historia humana sólo sucede, dentro de la historia del occidente europeo, al principio, o mejor dicho, como principio de aquella época que llamamos Edad Moderna.”
Heidegger, M. (1962). Lenguaje tradicional y lenguaje técnico. A. Comburg. Comburg, Alemania. </ref>.
Heidegger, M. (1962). Lenguaje tradicional y lenguaje técnico. A. Comburg. Comburg, Alemania. </ref>.

Revisión del 12:51 15 abr 2012







TítuloTécnica y Poética, las preguntas de amereida
Año2004
AutorJaime Reyes
Tipo de PublicaciónEnsayo, Inédito
Palabras Clavepoética, técnica, amereida
LíneaFormación y Oficio
Carreras RelacionadasArquitectura, Diseño Gráfico"Diseño Gráfico" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Diseño Industrial"Diseño Industrial" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Náutico y Marítimo"Náutico y Marítimo" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Ciudad y Territorio"Ciudad y Territorio" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property.

Técnica y Poética, las preguntas de amereida [1]

Resumen

Se trata de la relación que existe entre la técnica y la poesía, dilucidada desde los horizontes abiertos por una fábula que aparece en un poema épico escrito hace ya casi cincuenta años: Amereida. Dicha relación viene a iluminar particularmente las debatidas interrogantes que plantea un mundo unificado por las comunicaciones y las tecnologías de toda laya, especialmente la información digitalizada.

La fábula está acompañada de preguntas fundamentales provocadas por el desconocido portentoso que plantea el hecho exacto de América ante sí misma, ante los americanos y ante el total del mundo. Preguntas que permanecen hoy lúcidas y necesarias especialmente frente a complejidades propias del proceso de globalización. Dichas preguntas, al provenir de un poema, no pueden resolverse con la simple lógica del lenguaje corriente. Pero no se trata, para descifrarlas, de la elaboración de sofisticados argumentos académicos. Tampoco es un acercamiento literario a esta relación entre la técnica y la poesía. Se trata de proponer una visión desde la cual emprender la construcción de un mundo.

Abstract

This Article is about the relationship that exists between technique and poetry; explained from the opened horizons by means of a fable that appears in an epic poem written fifty years ago: Amereida.

The fable is accompanied by several fundamental questions caused by the unknown of poetry, it outlines the fact of America facing itself, and in front of the americans themselves. Questions that still remain lucid and necessary nowadays. The above mentioned questions, coming from a poem, cannot be solved by the simple logic of the ordinary, common language. But it is not about trying to decipher them with the elaboration of sophisticated academic arguments, nor getting a literary approximation to this relation between technology and poetry. It is about proposing a point of view from which it is possible to undertake the construction of a world.

Introducción

Intentaré acercarme a la relación que existe entre la técnica y la poesía desde los horizontes vislumbrados y extendidos por un poema escrito hace ya casi cincuenta años. Existe, en el volumen segundo de Amereida, una fábula, de cuya lectura intentaremos escindir una experiencia. La fábula está acompañada de una serie de preguntas fundamentales que podrían ser aptas para comenzar en esta extraña relación. Preguntas que fueron enunciadas por los requerimientos internos y propios de un poema, pero que además surgen provocadas por el desconocido portentoso que plantea el hecho exacto de América ante sí misma, ante los americanos y finalmente ante el la totalidad de un mundo. Preguntas que no sólo permanecen enteramente vigentes –después de 50 años– sino que son hoy más lúcidas y necesarias.

Las cuestiones que provienen directamente de un poema son siempre cifradas y no pueden resolverse con la simple lógica del lenguaje corriente. Pero no se trata, para descifrarlas, de la elaboración sofisticada de argumentos académicos ni de producir conceptos intelectuales. Tampoco es esto un acercamiento literario a esta relación entre la técnica y la poesía. Podría pensarse que antes de continuar siquiera un paso, se hace necesario definir lo que aquí se entiende tanto por técnica como por poesía. Pero como definiciones para ambos términos existen muchísimas, y ninguna de ellas definitiva, escogemos dos insinuaciones planteadas por Heidegger, sólo como indicaciones para comenzar:

La palabra “técnica” deriva del griego technikón. Y technikón significa lo perteneciente a la téchne. Esta palabra significa ya en la lengua griega temprana lo mismo que epistéme, es decir, estar al frente de algo, gobernarlo, manejarlo, entenderlo. Téchne significa: entenderse en algo, tener práctica en algo y, por cierto, en la fabricación de algo” (Heidegger 1962)[2]. La poesía no es un adorno que acompaña la existencia humana, ni sólo una pasajera exaltación ni acaloramiento y diversión. La poesía es el fundamento que soporta la historia, y por ello no es tampoco una manifestación de la cultura (Heidegger 1988) Pág. 139).

Luego, la pretensión es aún más ambiciosa. Se trata escuchar una indicación para seguir impulsado por la sospecha de que, al ir así indicado, será posible obtener una visión desde la cual emprender la construcción de un mundo. Se trata, por cierto, de una visión original que implica necesariamente entonces un mundo elaborado a partir de un paradigma propio y peculiar. Pero las preguntas poéticas –aún las dirigidas al corazón de los oficios– no se plantean exigiendo una respuesta que las resuelva, sino se cantan para que sus cuestionamientos permanezcan como tales, siempre lanzados hacia las aberturas desconocidas por donde intentar llegar a los campos nuevos para el hombre.

La Fábula

La técnica, según Ortega y Gasset es “lo contrario de la adaptación del sujeto al medio, puesto que es la adaptación del medio al sujeto” (Ortega y Gasset 1939-1961) Pág. 10). Hoy día la humanidad entiende esta afirmación como el llevar a cabo la sumisión total de la naturaleza –la Tierra– a las empresas humanas. Desde aquí continuamos con la fábula:


Pero había una vez un pueblo de montañas que ha- 
bía adquirido por larga práctica una maestría ca- 
si entera sobre todo lo que tenía que ver con el 
fuego.   Alimentaban en sus cavernas braseros in- 
mensos a los que sacrificaban hasta niños chicos 
     La altura de las llamas era tan grande que de- 
voraban todo 
Los amos del fuego hasta vertían, por burla, gran- 
des cantidades de agua sobre las llamas y se reían 
al ver cómo desaparecía, en un momento, todo en 
vapor. 
Ahora bien, un día vinieron de la llanura unos men- 
sajeros para pedir socorro.    Anunciaron que el Di- 
luvio había comenzado     y que el mar invadía sus 
tierras. 
Los amos del fuego respondieron:  ¿Por qué tienen 
miedo?  ¿No saben que el Fuego es amo de todo? 
Les
ordenaron a los extranjeros que construyeran  unos 
carros enormes para que en ellos se pusiera   el 
fuego para bajarlo a la llanura.  - “Allí -  agre- 
garon - opondremos nuestro fuego al mar  y el agua 
será reducida a vapor”. 
Pronto estuvieron prestos los carros.     Se pusieron 
en camino 
Mientras tanto      Noé trabajaba en el Arca 

(Amereida II Pág. 79)

Esta fábula, tiene como todas, su moraleja. Pensemos ahora en lo que esa moraleja tenga en relación con la técnica. ¿Cuál es la diferencia, desde el punto de vista de la técnica, entre el Arca y los carros del fuego? El Arca aprovecha las fuerzas de la naturaleza. Los carros del fuego combaten contra la naturaleza.

Como el Arca, toda embarcación es eminentemente un objeto técnico, los carros de fuego también. Sin embargo entre ambos existe una diferencia bastante simple y esencial. Los carros de fuego son el uso de la fuerza bruta contra la fuerza bruta; son el intento de dominar, por la fuerza, a los poderes de la naturaleza; el intento de someter a la Tierra, mediante el ejercicio de la guerra, a las empresas humanas. Esto es lo mismo que sucede hoy día con las más sofisticadas naves espaciales, que deben vencer a la fuerza de la gravedad con carros de fuego: toneladas de combustible que se queman para que estos cohetes puedan abandonar la atmósfera.

En cambio un barco existe de otra manera, porque en éste no está el afán de vencer a la naturaleza sino de traducirla creativamente. La flotabilidad es un ingenio para que la presión, que es la fuerza residente en los mares, no tenga que ser derrotada sino al contrario, sea precisamente aquello que hace flotar al barco. Un barco, en cuanto objeto técnico, es la práctica de la imaginación de suerte que la interacción entre la empresa humana y la naturaleza resulta ser una relación de mutua maravilla.

Un planeador opera de la misma forma. Todos los intentos por volar moviendo las alas como los pájaros fueron un fracaso, que es como si intentáramos que un barco, para flotar y navegar, tuviese que impulsarse con aletas igual que un pez. El hombre para volar no se construye las alas con plumas como las de los pájaros, sino que traduce las fuerzas que operan en el vuelo (la presión por ejemplo) y desarrolla la hélice o alas fijas con una geometría específica que le permiten aprovechar –jamás vencer– la presión de los fluidos.

Las diferencias entre ambos métodos técnicos no están solamente en que una invención obtenga mejores resultados que otra, es decir no se trata de que un tal intento tuvo menos fortuna que tal otro, o que resultó poco avanzado para solucionar el tal problema. La diferencia está en el fundamento mismo de la pregunta que nace desde un anhelo interior y anterior. Si el anhelo es volar podemos hacernos la pregunta ¿cómo volar? O como en el caso de la fábula ¿cómo sobrevivir al diluvio? Pero estas preguntas, si se intentan responder con una mera solución práctica, probablemente tendremos producciones técnicas como los carros del fuego o aparatos voladores que baten alas. La verdadera cuestión es la admiración profunda por el vuelo o por la navegación. Es decir, la construcción de un real elogio a las fuerzas de la naturaleza y no su sometimiento. La diferencia está en un universo elogiado en lugar de un universo vencido. Esta diferencia está en la esencia de la verdadera innovación.

Tecnología y Producción

Decíamos que casi toda la tecnología actual tiende hacia la tarea de la sumisión total de la Tierra a las tareas o empresas humanas:

El progreso tecnológico (única manifestación real del progreso) es el nombre del mito con que la sociedad se representa y legitima éticamente su proceso evolutivo desde una perspectiva teleológica, o sea de tipo religioso. Con “progreso” se hace referencia a un crecimiento del dominio sobre la naturaleza; crecimiento que va creando nuevos sistemas de valores ideológicos y culturales en los cuales la cuota de disfunción se mantiene estable (Chaves 2001) Pág. 126).

Nuestro mundo es gobernado y orientado a nivel filosófico por los amos del fuego. No hablo solamente de la elaboración de máquinas, sino de una sociedad cuyos ámbitos son predominados con una idea del conocimiento y de la verdad que comenzó a germinar hace unos 500 años y que remata durante la revolución industrial. “Además, la educación debía disciplinar a la fuerza laboral para el cumplimiento preciso de las tareas que conforman la base de la producción industrial. No es la creatividad o iniciativa personal lo que se premia en la línea de producción, sino el exacto ejercicio de las actividades propias del puesto de trabajo” (Brunner 2003) Pág. 36). Las sociedades post industriales del siglo XXI mantienen y extreman la idea. Dicha idea consiste básicamente en que la realidad está construida como una inmensa maquinaria compuesta por casi infinitas partes, que agrupadas o sumadas constituyen un todo. Esta concepción mecánica posibilita un pensamiento que ordena factores lógicamente, sin contradicción, separándolos según fórmulas y procedimientos para reagruparlos continuamente. Es el mundo de la causalidad, en donde interesan los fenómenos en cuanto sus mediciones y cálculos, no ya en cuanto a su esencia. Los fenómenos y las relaciones entre estos se miden y se calculan mediante procesos matemáticos racionales, y no cuentan aquí aquellas clases de relaciones imponderables o probables. Sólo es útil aquello que conduce a la producción, a la obtención de recursos, al manejo de las energías. De ahí que estas sociedades no puedan comprender ni incorporar el rol de las artes o de los artistas, porque el ocio se considera improductivo. El arte hoy está fuera de la realidad y quienes lo ejercen están ubicados en los márgenes inútiles e indeseables de lo establecido como lo normal, lo anhelable, lo que conduce a la producción de bienes o la acumulación de capital.

La mayoría de los padres de familia, en la cultura occidental, considera hoy un desperdicio, si es que no un desastre, la vocación artística de algunos de sus hijos o hijas. A la sociedad sólo alcanza a interesarle el arte cuando alguna de sus obras se convierten en inversiones rentables dentro del mercado. Y el mercado invierte en el arte no por un afán de mecenazgo ni por puro altruismo, sino por intereses creados en la publicidad, la imagen pública o propaganda, la rebaja de impuestos, etc.

La Planificación

El modo en que una sociedad así se sostiene y se perpetúa es a través de la perfección del cálculo; lo que hoy se llama la planificación. No existe ninguna empresa que pueda darse el simple lujo de prescindir de la planificación. Incluso los matrimonios deben calcular la cantidad y el momento de llegada de los hijos a través de la planificación familiar. La educación se planifica a largos años plazo; desde que los niños entran en los jardines infantiles las familias y la sociedad les apuesta todo al futuro: En el colegio deben estudiar para llegar a la universidad; allí deben estudiar para ser profesionales y tener una buena situación; luego deben trabajar para mantener una familia. Recién cuando jubilan pueden dedicarse al presente, a hacer lo que quieren (aunque hoy día la sociedad del conocimiento considera la educación como un continuo inacabable). Es decir, la planificación se ha extendido incluso hasta una zona cuya esencia es ser precisamente lo incalculable: El futuro. Y al mismo tiempo se deja en el futuro, que es de suyo lo imprevisto, justo la posibilidad de trastornar la planificación presente. Esto significa que Occidente siente y considera al futuro como una amenaza. Nuestro tiempo actual se descompone en dos momentos o formas: a) Una realidad determinada por cálculos universales y globales y b) Una amenaza para esta realidad. Y es espantoso vivir pendiente de una amenaza. Vivimos en un mero tránsito; por un lado indiferentes al pasado, al presente y al futuro y por otro lado aterrados ante la amenaza que podría romper esa indiferencia.

Para modificar este orden actual de la vida se requiere romper esta doble mutilación del tiempo. ¿Cómo se hace esto?

Las Preguntas Esenciales

Tenemos a la técnica por un lado y a la poesía del otro. La tradición actual tiende a considerar que ambos conceptos son opuestos en cuanto a su utilidad a la hora de construir el mundo. Nadie se atrevería a decir hoy día que una nación productiva –en vías de desarrollo como la nuestra, por ejemplo– requiere tanto de técnicos como de poetas o artistas. Probablemente esto sea razonable desde ciertos afanes específicos y por cierto necesarios, pero una nación llena de técnicos o tecnólogos no tiene en absoluto asegurada la creación o desarrollo de más o mejor verdadera técnica.

La relación de la técnica con la poesía es una cuestión de la mayor importancia porque, de hecho, todos los oficios tienen un mismo nivel de intimidad con la técnica, a pesar de todas las apariencias y definitivamente la poesía se encuentra en el origen de las posibilidades de cualquier oficio de ser lo que es. “El lenguaje poético cobra en manos de Heidegger una primacía antes insospechada: es nada menos que fundación del ser, Stiftung des Seins” (Barceló 2009). Más aún, así como “poéticamente habita el hombre sobre esta tierra” según Hölderlin, donde “habitar poéticamente significa estar en la presencia de los dioses y ser tocado por la esencia cercana de las cosas” (Heidegger 1988) Pág. 139) es también parte de la esencia del hombre su relación con la técnica y es fundamental que tal relación sea enunciada apropiadamente para la comprensión de nuestros propios proyectos en la construcción de nuestra actualidad, de nuestras vidas. En suma, del mundo.

Heidegger insiste en que algo, en este caso la técnica, no es lo mismo que su esencia. Pero comenzaré respetando el método elegido para dar forma a este excurso, es decir preguntando y respondiendo lo más simplemente que sea posible: ¿Qué es la técnica? ¿Cuándo comienza la técnica? En definiciones corrientes, recogidas del uso cotidiano he oído: “Es un método de trabajo; son las invenciones; es una manera de hacer algo; de hacer algo distinto; hacer que algo sea más fácil… para tener más tiempo; comenzó con el hombre mismo…”

Dicho por personas cualesquiera, que la técnica es un hacer. Un hacer de los hombres que se inicia cuando estos aparecen sobre la tierra. Es decir, que la técnica reside en el hombre y es su habilidad inherente o esencial. Primeramente el hombre se procuró ciertas invenciones para hacer de su habitar una realidad más cómoda de lo que ésta se le presentaba en estado natural, esto es configurar una situación que le permitiese estar en la naturaleza con una cierta holgura. “El hombre dispara un nuevo tipo de hacer que consiste en producir lo que no estaba ahí en la naturaleza, sea que en absoluto no esté, sea que no está cuando hace falta” (Ortega y Gasset 1939-1961) Pág. 10). Se llama aquí invenciones a la domesticación de los animales, al uso del fuego o al aprovechamiento de la agricultura. No es menor el hecho de que estas ‘invenciones’ suelen también ser llamadas ‘descubrimientos’. Esto porque el desarrollo de la técnica no responde exclusivamente al uso concertado de las habilidades intelectuales o físicas de uno o más individuos, sino también al azar, a una vigilia en la observación y el aprovechamiento de los regalos que la naturaleza ofrece. Tampoco responde la técnica exclusivamente a la necesidad de salvar los problemas básicos de la vida como la alimentación, el refugio, etc., porque al principio también existió la música, la pintura, los rituales religiosos, la fiesta poética o artística, que son todos quehaceres técnicos. De hecho las necesidades básicas son transformadas constantemente y varían a tal punto que ciertos enormes progresos técnicos de algunas civilizaciones y culturas fueron abandonados y desaparecieron no porque fuesen de escaso valor, sino porque ya no tenían interés. Y me refiero no al interés práctico sino al interés del espíritu.

La vida humana, entonces, es una gran invención y no una mera respuesta a las condiciones externas o estímulos del ambiente. Y el fondo mismo de esa invención es que se trata de una respuesta ‘no natural’. Como ya vimos, la técnica es “lo contrario de la adaptación del sujeto al medio, puesto que es la adaptación del medio al sujeto”. Esto supone que los quehaceres técnicos humanos no pueden definir ni establecer los programas u horizontes de su propia materia. El fin último que pretende toda técnica no puede ser fijada por ella misma, sino por algo anterior y definitivamente más profundo en la esencia del hombre. Pensar que lo que la técnica pretende hacer es dejarnos más tiempo es con toda exactitud cierto, pero también sabemos que todas las fantásticas invenciones que permiten ahorro de tiempo derivan finalmente en que ese tiempo sobrante no se usa en otra cosa que más quehaceres técnicos y menos tiempo libre. Sucede así porque la gran invención humana de lo humano mismo es consecuencia de lo que Ortega y Gasset llama “el deseo original”. “Hay pues, una invención pre-técnica, la invención por excelencia, que es el deseo original” (Ortega y Gasset 1939-1961) Pág. 47). Los hombres tienden a ser humanos, se inclinan hacia el ser esencial que hay en cada uno de ellos y cuando ese anhelo se confunde o no sabe de qué se trata, la técnica se extravía sin saber a quien servir. En una sociedad en que los hombres no pueden, en palabras del filósofo español, “inventar el argumento de sus propias vidas”(Pág. 49), la técnica pierde su orientación. Puesto que la técnica por sí misma no sabe discernir, entre la infinita gama de posibilidades, cuáles son las cosas que conviene inventar. “De puro llena de posibilidades, la técnica es mera forma hueca –como la lógica más formalista–; es incapaz de determinar el contenido de la vida” (Ortega y Gasset 1939-1961) Pág. 84). Sólo en una sociedad en que la inteligencia sirve a la imaginación creadora, puede constituirse adecuadamente la capacidad técnica. Este es un punto fundamental, sobre todo a la hora de pensar los paradigmas de nuestros sistemas de educación (especialmente aquellos sistemas y parámetros que pretenden acreditar la calidad de nuestra educación). Ni qué decir respecto de que estas cuestiones fueron planteadas por Ortega y Gasset hace más de sesenta años, cuando aún no intervenía la computación o el ser digital.

Están entonces esas otras preguntas, las del poema, que conviene volver a traer sobre la discusión. Preguntas planteadas hace ya casi cincuenta años y que a pesar de todo ese tiempo, me parece, mantienen vigente la hondura de sus interrogantes. Son un ejemplo de cómo los cuestionamientos que apuntan a los principios esenciales de las cosas no sólo no envejecen sino que se van haciendo cada vez más actuales y presentes. Estas preguntas aparecen en el volumen segundo de amereida entre las páginas 77 y 89.

¿Puede ser fundadora la técnica? ¿Qué cosas son susceptibles de ser fundadas? Podríamos responder: Una ciudad, un movimiento político o artístico, etc. Quedémonos por un momento con la posibilidad de la ciudad, entregándole a la palabra fundar una connotación urbanística. ¿Qué ejemplos de ciudades, en Chile, fundadas por un origen técnico conocemos?: Sewell, Lota, Humberstone, Calama, etc.

Es cierto que éstas y tantas otras ciudades han existido a partir de requerimientos de empresas de carácter técnico, como es la explotación minera, por lo que podríamos afirmar, en primera instancia, que puede el habitar de los hombres ser determinado u originado por la técnica. Pero pensemos bien en los enclaves como el petrolero de Cerro Sombrero mencionado en Amereida, o la ciudad salitrera de Humberstone o la minera de Sewell que acabamos de nombrar. Todos estos lugares nacieron por y para mantener alguna empresa de explotación, empresas de naturaleza técnica. De antemano sabemos que todos estos lugares que pretenden ser ciudades, desaparecen y se convierten en pueblos fantasmas en cuanto el yacimiento se agota. Es decir, asentamientos humanos que dependen del yacimiento y de la empresa que lo explota. Allí todos los oficios, todas las actividades, el bienestar o el perjuicio, la salud y la recreación dependen de una sola empresa. Son asentamientos en los que no existe el ocio, sólo el negocio. No hay una multiplicidad de oficios sino una sola dedicación. Esto en el ámbito del habitar del hombre se llama campamento y no ciudad. Luego, podríamos cambiar nuestra primera aseveración al respecto y responder ahora que, desde este punto de vista, la técnica no puede generar el habitar de los hombres, al menos no el habitar con plenitud. También podríamos transpolar esta conclusión hasta la posibilidad de toda creación, es decir, concluir que no puede la técnica, por sí misma, ser creadora. Quisiera sostener como verdadera esta hipótesis aún cuando su demostración nos lleve por un largo camino. Pareciera que debemos aclarar antes ¿Qué es exactamente fundar? Supongamos por un momento una indicación poética al respecto: Fundar es confundirse con la tierra. Luego debemos preguntarnos ¿qué es confundirse? ¿quién se confunde con qué, es decir, la tierra se confunde con uno o es uno que se convierte en aquello con lo que se va a confundir? Tal vez estas fáciles preguntas sean más difíciles de responder que otra aparentemente más complicada: ¿Qué es la Tierra? Un planeta, un espacio, un lugar. La Tierra es un ‘lugar’. Pero entonces es obligatorio preguntar ¿Qué es un Lugar?

El Lugar

Los antiguos emigraban religiosamente; el descubrimiento de los lugares para habitar era siempre divino (Eneas saliendo de Troya y llegando al Lazio; los sacerdotes aztecas viendo al águila y la serpiente para fundar Tenochtitlán, Moisés vagando en los desiertos hacia la Tierra Prometida, etc.). Pero hoy se emigra técnicamente: todo el mundo puede irse a trabajar a cualquier parte del globo. Son las cuestiones económicas las que, al interior de los mercados de trabajo (donde las humanos ya no son personas sino recursos) las que determinan los movimientos de población de un lugar que ya no ofrece condiciones hacia otro que pueda ofrecerlas (como las grandes masas de gentes que huyen de la pobreza de los países del llamado tercer mundo hacia las naciones desarrolladas convirtiendo las fronteras en zonas de permanente conflicto). Pero ¿es bueno o es malo que podamos irnos a trabajar a cualquier parte? O mejor preguntar ¿qué es o cuál es la esencia de un lugar? Normalmente respondemos: Su gente, su naturaleza, sus productos típicos, su historia, su cultura. Todo esto es cierto, pero voy a preguntarlo de otra forma ¿cuándo se genera un lugar? Y no pensemos sólo en las partes, pensemos en algo que está más allá de la mera composición espacial. Se genera un lugar cuando yo establezco lazos afectivos, y ¿cuál es el primer lazo afectivo posible? La amistad es ya un segundo paso. El saludo, esto es: ¿Qué sucede cuando hay un saludo? Hay un encuentro. Allí donde hay saludo hay encuentro y así hay Lugar; LUGAR DE ENCUENTRO. ¿Encuentro de qué? Aunque sea cifradamente voy ir hacia una definición, que ya aclararemos mejor más adelante. Pareciera que en la medida en que la técnica no encuentra nada más que un objeto-técnico, es decir la Tierra en tanto que explotable, surge el fin de todo lugar, o dicho de otro modo, encontrando a la Tierra como objeto de explotación la técnica transforma todo encuentro en un solo tipo de encuentro y así toda la variedad de lugares en un solo lugar.

Nosotros en cambio definimos la esencia de un Lugar cuando él ya no es más que encuentro de sí mismo, cuando el lugar ya no es más que encuentro… del Lugar.

El Tiempo como Fruto

En “Ciencia y Técnica” el filósofo alemán Martin Heidegger concluye, entre otras cosas y después de su larga meditación, que la esencia de la técnica es ambigua y que observar esa esencia desde cerca puede conducirnos a la verdad. Pero Heidegger ve también que el modo actual en que nos relacionamos con la técnica presenta un peligro para lo humano. Y un peligro mayor, de esos que pueden llegar a destruirnos enteramente. Recoge entonces y justo en este momento a la poesía. Específicamente los versos de Hölderlin “donde está el peligro nace también lo salvador” y “poéticamente habita el hombre sobre esta tierra” (Heidegger 1977) Pág. 20). Sucede que “la esencia de la técnica no es nada técnico. La reflexión sobre la técnica y la contraposición decisiva con ella, tiene que tener lugar en un ámbito que, de un lado, está emparentado con la esencia de la técnica y que, de otro, es sin embargo fundamentalmente distinto. Tal ámbito es el arte” (Heidegger 1984) Págs 106-107). Es decir, le entrega la solución final de toda la problemática a la palabra poética y desde ella al arte. Pero no dice más, no explica, al menos no en este texto, el paso práctico por el cual podríamos comprender, o alguna suerte de procedimiento o tal vez alguna explicación, para seguir comprendiendo. ¿Por qué hace esto?, ¿qué pueden hacer los poetas o la poesía o los artistas frente a esta amenaza?

Hubo movimientos artísticos a comienzos del S. XX que pretendieron cambiar el mundo a través de la política; los surrealistas se hicieron comunistas, los futuristas ingresaron al fascismo, etc. No dio resultado. Nunca ha dado resultado –si por resultado comprendemos consecuencias directas, de fondo y de largo plazo– la poesía comprometida. El relato de los mitos, concedido a los poetas por las musas griegas tiende hacia otra cosa que el compromiso. No importa si el mito es verdadero o falso porque está lanzado hacia la fuente original de la realidad, hacia el fundamento del mundo y por lo tanto hacia su devenir. La poesía opera sobre el destino, pero no en la forma que quisiera la política o la guerra o la economía. Vuelvo a las preguntas esenciales del poema, entre las páginas 77 y 89. ¿Cuál es la condición para que la Tierra pueda encontrarnos como tal Lugar? ¿Qué es lo que debe tener-lugar para que un tal encuentro sea posible? Romper la doble mutilación del tiempo. La primera: La planificación transforma en presente anticipado todo lo que puede en él calcularse. La segunda: No dejando al futuro más que su que su parte de imprevisto, imprevisibilidad, en pocas palabras; la amenaza que él presenta contra toda previsión. Así el hombre sólo puede vivir en tránsito, es decir, en la indiferencia del pasado, del presente y del porvenir con solamente la posibilidad amenazadora de la ruptura de esa indiferencia. Romper esta doble mutilación es la condición previa a toda modificación de la vida. El tiempo ha de aprehenderse como fruto.

Y ahora yo pregunto ¿Qué es un fruto? un alimento, proteínas y vitaminas, un producto, una cosa natural. Está bien un fruto es todo esto, pero más simplemente aún ¿qué es un fruto? Una ‘manzana’. Esto es; una manzana, ¿qué hacemos con ella? La comemos. Y en este comer está involucrado el gusto, el olfato, el tacto, la vista, el oído y muchos otros sentidos que no son físicos. Pero hablemos de los sentidos; comerse una buena manzana es una experiencia sensorial, es decir sensual y erótica. Nosotros no comemos nada intelectualmente sino con todas las posibilidades de nuestros cuerpos, mentes y espíritus. Pues bien, así mismo ha de ser el proceso de aprehensión de la realidad. Los niños aprenden la realidad llevándose todo a la boca porque sabor es saber, porque literalmente se la comen y así son transformados. Lo que comemos nos transforma efectivamente a través de un proceso orgánico y la realidad viene a constituirse exactamente igual. No es cierto que la verdad se descubra a través de un proceso intelectivo mediante el cual separamos objeto y sujeto u observador y observado. Nuestro conocimiento se inicia con la actividad de los sentidos, con la representación de imágenes de origen sensorial. Aquello que observamos es transformado en el proceso de la observación y no puede existir así una verdad del todo objetiva. “La cultura occidental, proyectando la filosofía aristotélica, ha tratado la realidad sensorial como si fuese algo externo e independiente del ser vivo”, pero “lo que un humano conoce por realidad sensorial no es algo objetivo que esté definido exteriormente” (Ruiz (Ruiz Barría 2008) Pág. 199-214).

Un tiempo aprehendido como fruto es un tiempo que no se fuga hacia la muerte, como lo explica Baudelaire:

Comprende bien esto… El tiempo presente se reduce a un punto matemático, y este punto matemático perece mil veces antes de que hayamos podido afirmar su nacimiento. En el presente todo es finito, y ese mismo finito es infinito en la velocidad de su huída hacia la muerte. Pero en Dios noy hay nada finito; en Dios no hay nada transitorio; en Dios noy hay nada que tienda hacia la muerte (Baudelaire 1998).

Un presente que se parezca a la eternidad, pues en ella nada tiende hacia la muerte, como nos lo cuenta magníficamente C.S. Lewis en la carta XV de sus “Cartas del diablo a su sobrino”: “Los humanos viven en el tiempo, pero nuestro Enemigo les destina a la Eternidad. Él quiere, por tanto, creo yo, que atiendan principalmente a dos cosas: a la eternidad misma y a ese punto del tiempo que llaman el presente. Porque el presente es el punto en el que el tiempo coincide con la eternidad”[3] (Lewis 1993). Es decir un tiempo en donde el futuro no se presenta como amenaza. Y es más, un fruto –incluso etimológicamente– esplende como tal cuando sirve más para el regalo que como alimento. Un tiempo regalado, como la semilla que es un signo viviente que guarda y cuida en secreto la maravilla de la creación, porque a través de una maduración y un florecimiento ya no perece. Un tiempo como un hijo –fruto del amor- que encarna el renacimiento y la resurrección atravesando la muerte para que recomience el ciclo de la vida.

El tiempo del mito, como el de la fiesta religiosa, o el de los cuentos infantiles, no tiene fechas: “hubo una vez…”, “En la época en que los animales hablaban…”, “en el principio…” Y ese Principio –que no es el año tal ni el día tal- contiene todos los principios y nos introduce en el tiempo vivo, en donde de veras todo principia todos los instantes. Por virtud del rito, que realiza y reproduce el relato mítico, de la poesía y del cuento de hadas, el hombre accede a un mundo en donde los contrarios se funden (Paz 1993) Pág. 229).

Nosotros no sólo llevamos inexorablemente esta condición –porque somos hombres y mujeres- sino que debemos manifestarla, hacerla presente, convertirla en regalo. Y esto es la creación de un mundo.

Conclusión

Hoy día se exige que países como el nuestro comiencen a gastar un mayor porcentaje de su PIB en investigación, como único camino posible hacia la meta del desarrollo, cuyo modelo son las naciones desarrolladas del hemisferio norte. Se copia también entonces un paradigma de investigación para la ciencia y la tecnología. Este es el mismo sostenido por Occidente desde hace más de 500 años, y que a estas alturas se muestra decididamente incompleto, si es que no equivocado. Este paradigma ubica primero a la ciencia -en la partida- y después a la tecnología en el siguiente paso hacia el desarrollo industrial, económico, material e incluso humano. Se exige así que tanto los académicos como sus universidades recorran este camino por el cual supuestamente alcanzaremos a vencer a la naturaleza. La investigación científica se comporta con la arrogancia de los amos del fuego. Si un universitario es preparado en conocimientos de última tecnología estará irremisiblemente perdido mucho más temprano que tarde. Le mienten a los jóvenes quienes les prometen una carrera exitosa basada en la utilización y aprendizaje de las últimas herramientas de la tecnología. De hecho mienten quienes ofrecen una ‘carrera’ en lugar de una vida de oficio. En un primer momento de la educación es preferible aprender los fundamentos esenciales de la técnica que la tecnología; los principios de la naturaleza que el procedimiento científico experimental. En suma, debemos enseñar a los niños y jóvenes a admirarse de la realidad, de la naturaleza. Enseñarles a hacerse preguntas, no a responderlas. Todo esto para que un pueblo pueda efectivamente generar verdadera técnica y desde allí nueva tecnología. Las artes están no sólo esencialmente preparadas para llevar a cabo esta clase de enseñanza sino que su esencia las faculta para generar precisamente esas preguntas esenciales, no importa dirigidas a quien o quienes. Se trata de que cada profesión tenga una formación ‘artística’, entendiendo esta como la capacidad de crear, de hacer aparecer, de traer la novedad desde allí donde no había nada. Esto es una formación que les va a permitir a los jóvenes y futuros oficiantes ser consecuentes con sus propios intereses, los que irán cambiando con el tiempo. La poesía no es ni una disciplina ni un arte, sino más bien el rumbo primero desde el cual comenzar a abrir el mundo. La palabra poética se ubica justamente en un punto de la realidad desde donde es posible comenzar no sólo a comprenderla sino incluso a crearla. La experiencia épica de la poesía le indica al hombre, cualquiera sea su oficio, un modo de relacionarse con la técnica. Modo enteramente creativo y eficaz, incluso práctico y útil. La relación entre la técnica y la poesía no está basada en ideas románticas o superfluas, sino que dicha relación es profundamente fructífera y hasta productiva. En términos de resultados, serán mejores nuestros trabajos técnicos sólo en la medida en que sepamos escuchar el canto poético que nos llama hacia la creación de un mundo.

Bibliografía

  • Autores, V. (1986). Amereida volumen II. Valparaíso, Taller de Investigaciones Gráficas, Escuela de Arquitectura y Diseño, PUCV.
  • Barceló, J. (2009). "LENGUAJE POÉTICO Y METÁFORA EN LA OBRA DE ERNESTO GRASSI." Revista de filosofía 65: 143-159.
  • Baudelaire, C. (1998). Pequeños poemas en prosa / paraísos artificiales. Madrid, Cátedra.
  • Brunner, J. J. (2003). Educación e Internet ¿la próxima revolución? Santiago, Fondo de Cultura Económica.
  • Chaves, N. (2001). El oficio de diseñar, propuesta a la conciencia crítica de los que comienzan. Barcelona, Gustavo Gili.
  • Heidegger, M. (1962). Lenguaje tradicional y lenguaje técnico. A. Comburg. Comburg, Alemania.
  • Heidegger, M. (1977). "Poéticamente Habita el Hombre." Humboldt 62.
  • Heidegger, M. (1984). Ciencia y Técnica. Santiago, Universitaria.
  • Heidegger, M. (1988). Arte y Poesía. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
  • Lewis, C. S. (1993). Cartas del diablo a su sobrino. Santiago, Andrés Bello.
  • Ortega y Gasset, J. (1939-1961). Meditación de la Técnica. Revista de Occidente. Madrid, Fundación José Ortega y Gasset.
  • Paz, O. (1993). El Laberinto de la Soledad / Postdata / Vuelta a el laberinto de la soledad. Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica.
  • Ruiz Barría, G. (2008). "Reflexiones y definiciones desde la teoría del conocimiento: Aprendizaje y competencia en la universidad actual." Estududios pedagógicos 34.

Notas

  1. El contenido de este artículo corresponde a las materias tratadas durante el curso de “Presentación al Diseño”, para todos los alumnos de las carreras de Diseño de la Escuela de Arquitectura y Diseño. Amereida es un poema épico escrito por varios autores -poetas, pintores, escultores, arquitectos- y publicado en 1965. Amereida es la reunión de las palabras América y Eneida; este poema es la eneida de América. Canta el regalo que es nuestro continente, su permanente posibilidad de ser original, su presente, pasado y destino propios. Un poema que es una visión acerca de lo que es en verdad América, de lo que significa, para todos nuestros oficios, ser americanos. A la luz de este poema se realizó, también en 1965, la primera Travesía de Amereida. Un viaje poético entre Tierra del Fuego y Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. En este viaje, que recorrió el continente celebrando actos y construyendo pequeñas obras, participaron poetas, diseñadores, escultores, filósofos, pintores y arquitectos americanos y europeos.
  2. “Pero para entender cabalmente la téchne tal como los griegos la piensan, lo mismo que para entender adecuadamente la técnica posterior y la técnica moderna, todo depende de que pensemos la palabra griega en su sentido griego y evitemos introducir en ellas ideas posteriores y actuales. Téchne: el entenderse en, el arreglárselas en, el tener práctica en el fabricar. Este entenderse-en, tener-práctica-en, es una especie de conocimiento, de estar-en-algo y de saber. El rasgo fundamental del conocimiento radica según la experiencia griega, en el abrir trayendo algo a luz, en el hacer manifiesto aquello que está presente ahí-delante. E igualmente, el fabricar y el producir, entendido como lo entendían los griegos, no significa tanto poner a punto, manipular y operar, sino lo que nuestra palabra alemana “herstellen” y el término latino “producere”, literalmente dicen: pro-ducere,  es decir, sacar y traer a luz algo que antes no estaba ahí como presente. Dicho de forma breve y sumaria: téchne no es un concepto concerniente al hacer, sino un concepto concerniente al saber. Téchne y, por tanto, técnica significan propiamente: que algo es traído a lo manifiesto, a lo accesible, y al ámbito de lo disponible, dejándolo en pie en cuanto presente en el sitio que le toca. Pero en cuanto que en la técnica domina como rasgo básico el saber, la técnica ofrece por sí misma la posibilidad de (y la invitación a) que ese saber que le es propio cobre una configuración y desarrollo asimismo propios, tan pronto como se desarrolla y ofrece la ciencia que le es correspondiente. Esto sucede, y en el decurso de toda la historia humana sólo sucede, dentro de la historia del occidente europeo, al principio, o mejor dicho, como principio de aquella época que llamamos Edad Moderna.” Heidegger, M. (1962). Lenguaje tradicional y lenguaje técnico. A. Comburg. Comburg, Alemania.
  3. “Del momento presente, y sólo de él, los humanos tienen una experiencia análoga a la que nuestro Enemigo tiene de la realidad como un todo; sólo en el presente la libertad y la realidad les son ofrecidas……Nuestra tarea consiste en alejarles de lo eterno y del presente. Con. esto en mente, a veces tentamos a un humano (pongamos una viuda o un erudito) a vivir en el pasado. Pero esto tiene un valor limitado, porque poseen algunos conocimientos reales sobre el pasado, y porque el pasado tiene una naturaleza determinada, y, en eso, se parece a la eternidad. Es mucho mejor hacerles vivir en el futuro. La necesidad biológica hace que todas sus pasiones apunten ya en esa dirección, así que pensar en el futuro enciende la esperanza y el temor. Además, les es desconocido, de forma que al hacerles pensar en el futuro les hacemos pensar en cosas irreales. En una palabra, el futuro es, de todas las cosas, la menos parecida a la eternidad.” Lewis, C. S. (1993). Cartas del diablo a su sobrino. Santiago, Andrés Bello.