Ricardo García Vargas /Observación acto reverente

De Casiopea
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El encuentro en la lateralidad

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Domingo de resurrección, Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Quilpué.

Por la mañana, el atrio del templo es silencioso. De manera gradual comienzan a llegar los fieles, con un paso demorado, en silencio. Un silencio que incluso se traspasa al cuerpo, que entra con ligereza al templo a través de la puerta central para quedar frente al altar. De inmediato la tensión es dual, adelante está el lugar sagrado, adelante está Dios, el atrás queda para el fiel que accede. Es una tensión entre la humanidad y la divinidad que se arma en ambos extremos de la nave central. Tras el saludo del fiel ante Dios, el adelante y el atrás, se vuelven un eje expedito. La lateralidad de la nave es en donde los fieles se reúnen, tratando siempre de quedar cerca, buscando ese adelante de manera lateral, como queriendo respetar la pulcritud y la holgura de la nave central.

Entonces comienza la misa, el acto reverente entre el fiel y Dios, canalizado a través del sacerdote. El altar no da la espalda, mira al fiel, Dios mira a sus fieles, y estos miran y escuchan la palabra de su Dios. No hay un centro, pero si un elemento central, en el cual todos buscan arrimarse para mirar y escuchar. La lateralidad de la iglesia es humana y el eje central lleno de holgura, es para Dios. Entonces, es en ese momento cuando se rompe ese eje. La lateralidad permite poder mirar al otro, reconocerlo. Mirar al rostro al otro que escucha, mientras se sigue escuchando, a pesar de que la disposición espacial de las bancas no lo permita. El fiel lo logra, cuando transgrede ese eje central intentando arrimarse al altar. Cuando vuelca la mirada al costado y reconoce a sus pares.

El saludo es con la mirada lateral que deja de buscar a Dios y al costado encuentra al otro, lo reconoce, le extiende la mano, le saluda, le sonríe. Entonces, podemos afirmar que existen dos momentos de encuentro. El encuentro inicial que es con Dios, que da cuenta de un adelante y un atrás, y el encuentro con el otro, que da cuenta de la lateralidad de la nave central. Encuentro en que se reconoce al otro a través de la dispersión de la mirada, que rompe con el eje central de la nave, que rompe la estructura de lo pre concebido, que rompe la tensión Humana-Divina y genera el encuentro de la humanidad consigo misma.