Introducción: El mar en el Nuevo Mundo, consecuencias del descubrimiento de América.

América. Su nombre y aquello que es nombrado, señas del origen de quienes aquí habitamos, y que yacen ahí, presentes, sin más, casi como una trivialidad, como algo que escuchamos todos los días y que olvidamos permanentemente, a propósito de nuestra identidad aún no resuelta.

Nombre y continente, evidente hallazgo gracias al cual hoy podemos hablar de una era de los descubrimientos, iniciados a fines del siglo XV, por Cristóbal Colón, dados a conocer a través de cartografías firmadas por Américo Vespucio, ambos, por oficio, navegantes.

Esto, que para nosotros tiene un gran sentido poético vinculado a la aventura y la navegación por los entonces desconocidos océanos del mundo, ocurre en un contexto europeo marcado por la búsqueda de nuevas rutas comerciales tras la caída de Constantinopla. Luego, posterior al descubrimiento, ocurre la Conquista de este nuevo territorio y la imposición cultural de parte de los Reinos Europeos, que vieron en este lugar la posibilidad de extender sus redes de poder y de riquezas, motivos por los cuales se vieron favorecidas nuevas expediciones.

Tras el tratado de Tordesillas en 1494, entre los representantes de Isabel y Fernando, reyes de Castilla y de Aragón, y los del rey Juan II de Portugal, se estableció un reparto de las zonas de navegación y conquista del Océano Atlántico y el Nuevo Mundo, mediante un meridiano situado 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, con el fin de evitar conflictos de intereses entre la Monarquía Hispánica y el reino e Portugal. Tal tratado significó la exclusión de Inglaterra, Francia y los Países Bajos, potencias que también fijaron sus intereses en las riquezas halladas en América. Este escenario fue propicio para la práctica de la piratería.

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Los Corsarios, legitimización de lo ilegítimo.

En 1521, pese a los esfuerzos de los monarcas españoles y portugueses por mantener en secreto lo descubierto en América, piratas franceses a las órdenes de Juan Florin, lograron capturar parte del tesoro de Moctezuma, hecho que abrió nuevas vías para asaltos y abordajes en busca de botines.

Acto seguido, para defenderse de piratas franceses e ingleses, los españoles comenzaron a invertir en la construcción de galeones armados y preparados para frustrar el abordaje con la descarga de enormes piezas de artillería. Ante esta situación, corsarios franceses y españoles enrolados con ellos probaron cruzar el Océano y asentarse en las islas del Caribe, posicionándose para el ataque de pequeñas embarcaciones y poblaciones indefensas.

A ellos se sumaron los corsarios ingleses, navegantes respaldados por el rey u otro gobernante con la Patente de Corso, una licencia para robar y saquear ciudades, puertos y mercancías ajenas a la jurisdicción de quienes les otorgaban tales atribuciones. Esta patente era privilegio de Francia e Inglaterra, haciendo lícita esta práctica en tiempos de guerra.

Para quienes eran atacados, los corsarios eran simplemente piratas o mercenarios, mientras que para la corona que les respaldaba, eran patriotas o incluso héroes, haciendo de su labor un negocio legítimo, considerando que muchas veces eran comerciantes que vendían productos necesarios para los colonos, y que compraban a buen precio los artículos que éstos debían vender exclusivamente a la Casa de Contratación. Por lo tanto, en muchas ocasiones, la presencia permanente de piratas en el entonces casi despoblado mar Caribe era bien vista, tanto para los habitantes como para las élites españolas residentes en América.

De los primeros corsarios en alcanzar fama en el siglo XVI, se reconoce a John Hawkins, negrero que vendió esclavos traídos desde África, poblando de negros africanos toda el área del Caribe, y que compró especies a mucho mejor precio que el pagado desde Sevilla, y también su sobrino Francis Drake, explorador, comerciante de esclavos, político, vicealmirante de la Marina Real Británica.

De entre las hazañas a las que se debe el reconocimiento de Francis Drake, se cuenta con el asalto a Veracruz en 1568, cuando aún carecía de fortificaciones; también el haber sido la segunda persona en circunnavegar el mundo, tras Sebastián Elcano; el haber participado en el ataque a Cádiz en 1587, la derrota de la Grande y Felicísima Armada, y el ataque a la Coruña en 1589; y el hecho de haber contado con el botín más cuantioso registrado en la historia, consistente en dos buques españoles que transportaban oro y plata americanos desde Nombre de Dios. Este último acto, fue honrado por la reina Isabel I en agradecimiento a los servicios prestados a la corona, siendo elevado a la categoría de Sir. Su vida es el claro ejemplo de los anhelos de quienes se desempeñaban en esta profesión.

El Mar Caribe, lugar de paso y encuentro entre navegantes.

Las rutas que seguían las embarcaciones españolas cruzaban el océano Atlántico rumbo a Cuba o La Española, isla de las actuales Haití y República Dominicana, conocida por ser el primer lugar de asentamiento europeo en el Nuevo Mundo, tras ser descubierta por Cristóbal Colón en su primer viaje. Desde estas islas, las rutas partían hacia el continente: a Veracruz, Portobelo y Cartagena de Indias. De esta manera, el Mar Caribe fue un lugar ideal para el robo de valiosos cargamentos de oro y otras mercancías por su abundancia de islas en donde los piratas podían refugiarse.

Sumado al escenario político-estratégico de los corsarios, también se contó con la presencia de bucaneros, aventureros y ladrones que debían tal connotación al nutrirse de bucán, carne de cerdo ahumada. A ellos se atribuye el terror y la desolación en las poblaciones situadas en el Golfo de México y el Caribe. Veracruz, San Francisco de Campeche, Cuba, Santo Domingo, Cartagena de Indias, Honduras, Venezuela, Panamá y Nicaragua fueron los lugares más castigados, víctimas de saqueos, asaltos y asesinatos.

Tras estos acontecimientos, Felipe II tomó medidas para evitar el ataque de piratas a navíos españoles, ordenando que ningún barco hiciera la Ruta de las Indias sin contar con protección, optando por la formación de convoyes en los que carabelas y naos fueran escoltadas por galeones y carracas, armando sistemas de flotas y galeones. Tal medida significó un gran éxito para la corona española, pues, de cuatrocientas flotas fletadas, solo dos fueron atrapadas, y no por la acción de piratas y corsarios, sino por la intervención de marinas de guerra pertinentemente armadas.

La tónica de éstas estrategias de guerra consistió en carreras militares en las que el fortalecimiento de un bando implicaba a su vez el fortalecimiento y la implementación de nuevas medidas de parte del otro, como es el caso de las coronas de Inglaterra, Francia y los Países Bajos, que participaban de estos conflictos, siempre indirectamente, a través de los corsarios que se enfrentaban a las naves de dominio español, a cambio de parte del botín. Producto de estos conflictos y otras disputas políticas entre España e Inglaterra, se estableció la Guerra Anglo-Española entre 1585 y 1604.

Gracias a las medidas tomadas por Felipe II, invirtiendo en la flota, defensas y guarniciones, y a medida que las colonias iban aumentando en población, a finales del siglo XVI los principales piratas y corsarios habían muerto o estaban prisioneros:

- Richard Grenville fue derrotado y muerto en 1591 en las Azores.

- Thomas Cavendish fracasa en una expedición y fallece en 1592 posiblemente en aguas fuera de la isla Ascensión, en África.

- David Middelton fracasa también en las Azores.

- George Clifford perdió 14 de sus 28 naves salidas de Plymouth en la Operación Raleigh en 1595; entre ellos cayeron John Hawkins y Francis Drake.

- Sir Walter Raleigh fue condenado a muerte, sufrió suplicio y fue posteriormente decapitado en 1618.


El dominio Inglés en las costas del Caribe.

A pesar de la derrota de muchos corsarios, y un tratado entre España e Inglaterra que favorecía al entonces imperio español, la piratería continuó siendo una práctica común en los mares del Caribe durante el siglo XVII.

A pesar de las derrotas, la corona inglesa, años después, insistió en establecer sus dominios en esta zona, es así que tras varios intentos fallidos, logró establecerse en la isla de Jamaica.

Fue en 1494 cuando Cristóbal Colón llegó a esta isla, después de visitar Cuba y La Española, donde le informaron de la existencia de Xaymaca, "lugar del oro bendecido" en lengua indígena. A pesar de su desilusión por no encontrar oro en ella, hizo de ella un mini-estado para su familia, como parte del régimen colonialista español.

Así fue hasta que, tras sufrir constantes ataques de piratas, bucaneros y corsarios que desafiaron la Bula Papal que declaraba todos los territorios del nuevo mundo como pertenencias de España y Portugal, fuese tomada por los ingleses.

Los ingleses atacaron la isla en 1596, 1603, 1640, 1643, hasta que finalmente en 1655 fue tomada por William Penn y el general Robert Venables, por orden de Oliver Cromwell, aún cuando no hubo una previa declaración de guerra contra España.

El propósito inicial era capturar La Española y el pueblo de Santo Domingo, mas las defensas españolas lograron frenar el ataque enemigo. Con el afán de no volver con las manos vacías a Inglaterra, fue que se llevó a cabo el ataque y la captura de la isla de Jamaica, en ese momento, ligeramente fortificada y con una población muy esparcida.

La Fundación de Port Royal, un punto estratégico perfecto para los ingleses, un lugar perfecto para piratas

El lugar escogido establecer la sede del poder inglés, fue un recodo bien defendido por una gran barrera de arena, situado en la Bahía Kingston, conocido inicialmente como Punto Cagway, y renombrado en 1660 como Port Royal. Constituía un lugar perfectamente situado entre las líneas marítimas que unían España con Panamá. Además, la bahía tenía las dimensiones idóneas para resguardar un gran número de barcos y al mismo tiempo permitirles realizar el carenado y otras labores de mantenimiento.

La ciudad creció rápidamente y para 1659 ya constaba de un fuerte y 200 edificios aledaños entre viviendas, tiendas y almacenes. Fue desde ese entonces la principal base pesquera y comercial de la isla durante el siglo XVII.

Si bien en sus inicios existía el Fuerte Charles y otros 4 fuertes menores alrededor del pueblo, existían pocos hombres capaces de defender la ciudad en caso de ataque. En ese entonces, los ingleses no podían desplegar suficientes tropas en Jamaica como para resistir una eventual invasión española o francesa. Ante esa posibilidad, los administradores del pueblo comenzaron a invitar a piratas y bucaneros a instalarse en este lugar, asegurando de este modo que existiese abastecimiento de naves y veteranos disponibles para luchar.

La medida los llevó a tal punto de contactar a la Hermandad de la Costa ("Brethren of the Coast"), asociación de piratas y bucaneros asentados en Isla Tortuga, en las costas de Haití. Esta asociación estaba compuesta, principalmente, por Hugonotes Franceses y Protestantes Británicos, a los que se sumaron otros aventureros de distintas nacionalidades, como españoles, marineros africanos y esclavos fugitivos.

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Este arreglo fue benéfico tanto para el pueblo como para la piratería, para evitar de este modo los ataques de los españoles y otras fuerzas navales, y así, Port Royal se transformó en un lugar perfecto para piratas y corsarios. Tenía un gran puerto natural de gran profundidad para proteger barcos anclados, además de estar muy cerca de los puertos y las rutas de navegación españolas. Una vez que ganada la fama de ser un paraíso para la piratería, el lugar se llenó de prostíbulos y tavernas.

Mercaderes que buscaban comprar mercancías de los piratas instalaron sus tiendas, y en poco tiempo, se transformó en uno de los puertos más activos de América, dirigido y operado por piratas y bucaneros.

La prosperidad de Port Royal y sus personajes ilustres.

El boom de los negocios de piratas y corsarios en el mar Caribe pronto se expandió a otras industrias, transformándose en un centro de intercambio de esclavos, azúcar y materias primas como la madera. El contrabando floreció a medida de que los puertos españoles del nuevo mundo fueron declarados oficialmente cerrados para extranjeros, presentando así una gran posibilidad de mercado para los esclavos africanos y las mercancías manufacturadas en Europa. No existían barreras religiosas, y al poco tiempo se transformó en el hogar de Anglicanos, Judíos, Cuáqueros Puritanos, Presbiteranos y Católicos. En 1690 Port Royal era tan importante como Boston y muchos de los mercaderes locales eran muy adinerados.

La prosperidad de este lugar guarda relación con la acción de sus personajes ilustres. El más notable de ellos es el Capitán Henry Morgan, quien en 1668 dirigió un ataque a la ciudad de Portobello, en 1669 al lago Maracaibo, y en 1671 el ataque y saqueo a la ciudad de Panamá, desde Port Royal. También se instalaron en la ciudad durante algún tiempo piratas famosos como Bartholomew Roberts, Roche Brasiliano, John Davis y Edward Mansvelt.

En la década de 1660 la ciudad ya era conocida como "la Sodoma del Nuevo Mundo". La gran mayoría de los hombres que la habitaban se dedicaban a la piratería y las mujeres a la prostitución. El escritor Charles Leslie, en su Historia de Jamaica, describía a los piratas de la siguiente manera:

"El vino y las mujeres menguaban su riqueza hasta tal punto... que algunos de ellos llegaban a ser reducidos a la mendicidad. Se sabe que han llegado a gastarse hasta 2 ó 3.000 piezas de a ocho en una noche; y uno dio 500 a una prostituta [sólo] por verla desnuda. Acostumbraban a comprar un tonel de vino, ponerlo en una calle, y luego obligar a todo aquel que pasase a beber."

Port Royal creció hasta convertirse en la segunda ciudad más grande y el puerto con mayor tráfico de las colonias británicas. En su época de esplendor contaba con una taberna por cada diez residentes; sólo en julio de 1661 se concedieron 40 licencias para abrir una taberna en la ciudad (a las que probablemente haya que sumar unas cuantas más ilegales). Para finales del siglo XVII, la población había llegado a los 6.500 habitantes, quienes, además de los habituales bucaneros y prostitutas, incluían cuatro joyeros, 44 taberneros y un número indeterminado de artesanos y comerciantes, distribuidos en 200 edificios que ocupaban 206 kilómetros cuadrados. 230 barcos visitaron el puerto en 1688. Tal era la riqueza que se encontraba en la ciudad que todos las transacciones se hacían con moneda, en lugar de utilizar el más simple y extendido trueque. Tras el nombramiento de Henry Morgan como gobernador, la vida en Port Royal experimentó algunos cambios. Los piratas ya no fueron necesarios para defender la ciudad y el tráfico de esclavos tomó mayor relevancia. Los ciudadanos de las clases altas aborrecían ahora la reputación que había adquirido la ciudad, aunque fuese en gran parte por las acciones que precisamente les habían convertido a ellos en miembros de la alta sociedad. En 1687 Jamaica comenzó a adoptar medidas contra la piratería, tornando lo que hasta entonces había sido un paraíso para los corsarios en un lugar común para su ejecución.

El 5 de agosto de 1688, muere el Capitán Morgan en Port Royal, siendo considerado el más grande de los corsarios. El acto de su muerte fue celebrado disparando los cañones de los buques de guerra, y trasladando su cuerpo en el carruaje de un cañón desde la Casa del Rey, hasta el lugar de su descanso.

La pronta decadencia de Port Royal: el terremoto de 1692 y otros desastres.

El 7 de Junio de 1692 hubo un gran terremoto en Port Royal que afectó principalmente al puerto. Se estima que murieron 5.000 personas en la catástrofe o al poco tiempo después producto de heridas o enfermedades. La ciudad estaba en la ruina, el saqueo fue desenfrenado y el orden que alguna vez tuvo se acabó. Muchos pensaron que la ciudad fue devastada como un castigo de Dios por la maldad imperante. Se hizo un esfuerzo por reconstruir la ciudad, pero fue devastada nuevamente en 1703 producto de un incendio. Fue repetidamente arrasada por huracanes y otros terremotos en los años venideros. En 1774 era una aldea tranquila.

(imagen del terremoto)

Sumada a los desastres naturales que asolaron la isla, las medidas adoptadas por el gobierno inglés para acabar con su mala fama pusieron fin al esplendor de la era de la piratería. En Diciembre de 1718, John "Calico Jack" Rackham, capturó el buque mercante Kingston a la vista de Port Royal, enfureciendo a los mercaderes locales, que enviaron cazarrecompenzas en su búsqueda. En noviembre de 1720, Rackham y otros 4 piratas fueron capturados y colgados en Gallows Point en Port Royal. Dos de sus compañeros de tripulación, Anne Bonny y Mary Read, fueron perdonadas por estar embarazadas, luego, en Marzo de 1721, Charles Vane fue ahorcada en Gallows Point, en Port Royal. En 1722, llegaron a colgarse 41 piratas en menos de un mes.

(imagen de las ruinas)

(imagen del cambio geográfico)

Port Royal hoy.

Hoy, Port Royal es una pequeña aldea costera de Jamaica destinada a la pesca. Poco queda de su antigua gloria. Algunas construcciones antiguas están aún intactas, y ha adquirido valor para los historiadores. Es un valorado sitio arqueológico, y las excavaciones en el antiguo puerto han encontrado objetos invaluables. Producto del interés por la Era de la Piratería, el lugar a renacido estableciendo parques temáticos, museos y otras atracciones.

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Hitos arquitectónicos: Los Fuertes.

Incluso después de la captura de Jamaica en 1655, la necesidad de fortificar se hizo inmediata, debido a la constante amenaza de invasiones extranjeras. Como resultado de esto, se construyeron muchos fuertes alrededor de las costas para defender el país. Inicialmente, Port Royal, el centro naval y comercial de la isla, fue la primera en potenciarse defensivamente.

Recursos para edificar

El dinero para construír las fortificaciones fue otorgado por la Casa de la Asamblea que se reunió en el pueblo español Santa Catarina. Incluso en el siglo XVIII, en tiempos de paz, la Asamblea votó por otorgar 1,250 Libras anuales para trabajar en los fuertes, gastando un pozo total de 7.000 libras. Sin embargo en 1746, la Asamblea votó por otorgar 9.000 libras para la construcción de fuertes. A finales del siglo XVIII, cuando la isla se hizo más rica, y ante la posibilidad de ataques franceses, la Asamblea votó por otorgar 20.000 libras para fortificaciones.

Usualmente, los recursos para la construcción de fuertes era otorgado a través de un comité asignado por la Casa de la Asamblea, destinado a supervisar el trabajo en los fuertes. Los contratos para la construcción de fuertes fueron otorgados a constructores locales maestros en la materia. Gran parte de los materiales usados para la construcción de fuertes consistía en piedras de canteras ubicadas en la isla, e incluso, algunas traídas de Bath, en Inglaterra.

La labor

Esta labor fue posible, en gran medida, por el trabajo de esclavos de estados vecinos y otros traídos de las cárceles de la época. A veces, se recurría al trabajo de 500 esclavos en un solo sitio. Los fuertes que fueron construidos, usualmente, se ubicaban en altura apuntando hacia el mar, sin embargo, hay algunos también ubicados en planicies muy cercanas al mar. Fueron construidos con variantes en sus grados o potencias, dependiendo de las necesidades y del número de cañones montados. Su capacidad también era variable. Durante el período de fortificación, Jamaica contaba aproximadamente con 20 fuertes.

Fuertes en Port Royal

Fuerte Charles

Fue el primero en ser erigido en Port Royal, entre 1650 y 1660. Su nombre original era Fuerte Cromwell, pero posteriormente fue renombrado. Sufrió grandes cambios entre 1656 y 1670. En 1667, el fuerte tenía 36 cañones, y en 1765 contaba con 104 cañones y una gurnición de 500 hombres.

Fuerte Carlisle

Fue construído en 1678, próximo al Puerto. Su nombre fue otorgado en honor a Charles Earl de Carlisle, gobernador de Jamaica entre 1678 y 1680. El fuerte, que contaba con 14 cañones, fue destruído por el terremoto de 1692.

Fuerte James

Fue construído en 1673, con la forma de un hexágono de piedra, erigido en Bonham's Point, nombrado en honor de James, hermano del rey Charles. Al interior de este se montaron 26 cañones. El fuerte fue destruído en 169e producto del terremoto.

Fuerte Morgan

Entre 1678 y 1680, una zona vulnerable entre el Fuerte Rupert y el Fuerte Charles fue protegido por la construcción del Fuerte Morgan. Contaba con 26 cañones, pero se cree que en realidad contaba con una línea de baterías de cañones a lo largo de la playa, nombrada algunas veces como la Línea de Morgan.

Fuerte Rocky

Fue el último de los grandes fuertes, construído en tiempos bastante posteriores, en la segunda guerra mundial. Fue construído como medida preventiva en caso de una invasión alemana a la Isla. En el lado del fuerte que apunta hacia la costa, estaba equipado con inmensos cañones, capaces de disparar a grandes distancias. El fuerte Rocky hoy yace en ruinas.

Fuerte Rupert

Construído en 1678, contaba con 22 cañones que daban a Port Royal una seguridad considerable en caso de un abordaje a la isla a través de las costas situadas en el lado oriente de la misma. Fue conocido después de la revolución de 1688 como "El Fuerte del Mar". Fue destruído en el terremoto de 1692.

Fuerte Walker

Es el último de los fuertes construidos en Port Royal, antes de 1692. Fue erigido en 1680, al norte del Fuerte Charles. Contaba con 18 cañones, y fue nombrado en honor al Coronel Walker, comandante del Fuerte Charles. Este fuerte fue destruido por el terremoto de 1692.

Ubicación estratégica de los fuertes

Con el Fuerte Walker terminado, el pueblo de Port Royal contaba con un poderoso anillo de protección constituido por estructuras defensivas. Todo enemigo potencial, debía pasar desde el este a través de la zona de fuego de los fuertes Rupert, Morgan, y Charles, mientras atravesaba un angosto canal, y luego, rodeando este punto, debía vérselas con los fuertes Walker y James.

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De la Artillería

En estos momentos las piezas de artillería son de dos tipos: por un lado, el cañón, pieza larga en relación a su calibre, pensado para disparar sobre un blanco que está a la vista de los artilleros en una trayectoria casi plana en lo que se denomina tiro directo o tiro tenso y, por otro, el mortero, con un cuerpo metálico corto y ancho, que permite inclinaciones entre 45° y 90° para bombardear objetivos dentro de posiciones fortificadas o desde detrás de muros o elevaciones de terreno con municiones explosivas. Las piezas son generalmente de fundición de bronce o latón. La mayoría de la artillería se destina a atacar o defender ciudades y fortificaciones por su escasa movilidad, aparte de montarse en navíos. El alcance máximo eficaz era entre uno y dos kilómetros.

La munición empleada hasta el siglo XVII consistía normalmente en bolas de piedra o metal, adecuadas para derribar muros o atacar barcos en el mar, pero con muy poco efecto sobre la infantería o caballería, aparte de asustar a los caballos. En ese mismo siglo se desarrollaron nuevos tipos de municiones:

- Bolas metálicas huecas rellenas de munición de mosquete o fusil, que al chocar contra el suelo o un muro desparraman su contenido.

- Saquitos rellenos de balas que al salir del cañón se desintegraban desparramando las balas por un frente amplio; esta clase de munición recibe el nombre de "metralla".

- En las batallas marinas se empleaban dos bolas unidas por una cadena o barra que partían aparejos, mástiles o personas encontradas a su paso.

- También se empieza a utilizar munición explosiva para potenciar la penetración de la metralla, colocando en las bolas rellenas de balas un núcleo de pólvora con una mecha lenta que se encendía antes de meter el proyectil en el cañón o mortero. Ya anteriormente las bombardas o morteros empleaban en ocasiones bombas, esferas metálicas rellenas de material explosivo e incendiario con una mecha lenta que se debía encender antes de cargarla en la pieza.

Poética de un desastre

Charles Baudelaire, dedica un texto de prosa poética al desastre ocurrido a Savannah-La Mar, pueblo costero ubicado en Jamaica que sufrió el mismo destino de Port Royal tras el terremoto de 1692. De este hecho interpretado por el poeta, podemos obtener una lección a propósito de la levedad y el respeto por el lugar en el cual decidimos hacer obras de arquitectura. Podría poner en duda la existencia de Dios, sin embargo, la fuerza y la majestuosidad de la tierra siempre cambiante en la que vivimos, merece de toda nuestra admiración y cuidado. Cito:

“Dios ha herido a Savannah­la­Mar y, en una noche, la ha hecho descender con todos sus monumentos aún en pie y su población dormida, desde los sólidos cimientos de la ribera al lecho de coral del océano. Dios dice: “He enterrado y amortajado a Pompeya y la he ocultado a los ojos de los hombres durante diecisiete siglos; enterraré esta ciudad, mas no la amortajaré. Será para los hombres un monumento de mi cólera misteriosa, fijado durante las generaciones venideras en una luz azulada; pues la engastaré en el domo cristalino de mis mares tropicales.” Y con frecuencia, en los períodos de límpidas calmas, a través del medio transparente de las aguas, los navegantes que pasan perciben esta ciudad silenciosa, que se diría conservada bajo una campana, y pueden recorrer con la mirada sus plazas, sus terrazas, contar sus puertas y los campanarios de sus iglesias. “Amplio cementerio que hechiza la mirada como mágica revelación de la vida humana y que persiste en los retiros submarinos, al abrigo de las tempestades que atormentan nuestra atmósfera.”

[...] “Esperan el alba celestial – se dice a sí mismo muy bajo el Negro Intérprete­ y cuando esa alba aparezca, campanas y órganos lanzarán un grito de júbilo repetido por los ecos del Paraíso. Y luego, volviéndose hacia mi, decía: he aquí algo melancólico y lamentable; pero una calamidad menor no habría bastado para los designios de Dios. Comprende bien esto... el tiempo presente se reduce a un punto matemático, y hasta ese punto matemático perece mil veces antes de que hayamos podido afirmar su nacimiento. En el presente todo es finito, y ese mismo finito es infinito en la velocidad de su huida hacia la muerte. Pero en Dios no hay nada finito; en Dios no hay nada transitorio; en Dios no hay nada que tienda hacia la muerte. De ello se sigue que, para Dios, el presente no existe. Para Él, el presente es el futuro, y con vistas al futuro sacrifica el presente del hombre. Por ello opera mediante el temblor de tierra. Por ello trabaja a partir del dolor. ¡Oh! ¡Cuán profunda es la labor del temblor de tierra! ¡Oh! ¡Cuán profundo (y aquí su voz se henchía como un sanctus que se eleva desde el coro de una catedral), cuán profundo es el trabajo del dolor! Pero no menos que esto se necesita para la agricultura de Dios. Sobre una noche de temblores de tierra ha construido al hombre agradables moradas para mil años. Del dolor de un niño obtiene gloriosas vendimias espirituales que, de otra forma, no habrían podido ser recolectadas. Con arados menos crueles, el suelo refractario no habría podido ser removido.

A la Tierra, nuestro planeta, a la morada del hombre, le es necesaria la sacudida: y el dolor es con más frecuencia necesario por ser el más poderoso instrumento de Dios; ¡Sí (y me miraba solemnemente), es indispensable para los misteriosos hijos de la tierra!”

Bibliografía

- History of Port Royal, JNHT Research File Senior Olive (1988)

- A-Z of Jamaican Heritage, Kingston: Heinemann Educational Books Ltd

- Charles Leslie - Historia de Jamaica

- Charles Baudelaire - Savannah La Mar

Bibliografía en la web:

http://latinamericanhistory.about.com/od/historyofthecaribbean/p/The-History-Of-Port-Royal.htm

http://nautarch.tamu.edu/portroyal/

http://nautarch.tamu.edu/portroyal/archhist.htm

http://www.icomos.org/risk/2006/17hamilton2006an.pdf

http://www.jnht.com/forts_text.php

http://www.wikipedia.org

imágenes de Fuertes Ingleses en Jamaica http://www.jnht.com/showcase_forts.php

información general de los fuertes de Port Royal

http://www.jnht.com/site_port_royal_forts.php