Persiles

De Casiopea
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TítuloPersiles
AutorGodofredo Iommi
Páginas4
Imágenes4
Ancho 21,5 cms.
Alto 28 cms.
Fecha1995
ColecciónPoética
FondoIommi-Amunátegui
ConjuntoCarpeta 03
Número de Ingreso003
NotaLa fecha no está muy clara, en los papeles no la indica; se tenía referenciado antes en 1995.
PDFArchivo:Persiles.pdf
Código
IOM-PRO-IAM-C03-PER-995-003


Persiles, el mejor libro

(al curso de un libro

no releído)


Nota.- Puede producir un placer siempre renovado leer un bueno libro. Sospecho que hay otra alternativa. Si uno considera que es el mejor libro de toda la literatura queda la posibilidad de no releerlo. Y tampoco recordado. Sino la de abandonarse al curso que en el lector produjo la primera vez. Y los acordes o circunstancias se esa lectura enamorada pero no vuelta a tocar –como una composición musical.


a) El curso:

A travesía blanca entre tanto blanco. De tal blanco aún la desaparición del cielo.

¿Aquel blanco es de hecho el color más color? ¿Así, de súbito desaparecen las teorías físicas del color, en cuanto ese blanco no engloba colores?

¿Mas por qué estamos así y aquí (para mejor cuidado digamos “allí”).

En este libro tuyo, como una reverencia, tan a solas, sin circundante.


b) No es lícito, el texto no lo admite –mejor dicho el modo de cursarse la palabra en la ficción– si tú optaste o te llevó consigo el fuego.

Pues casi es excesivo pasar de página a página para seguir el curso de aquella blancura. Una hoja va tras otra como el eco desaparecido de la próxima. No. No es su eco pues es en sí misma página desaparecida.


c) Permítaseme un excurso:

¿Cómo se construye un libro y su ventura sin a-ventura? Tú, maestro en pérdidas y reencuentros; en introducir los metalenguajes novelísticos en el propio lenguaje de la novela; en retener como propio texto y a propósito del mismo. Maestro de tramas y finas urdimbres para retahilar saberes herméticos, mundanos, contingentes; en llevar como trama discursos fundantes de la poesía desatada.

Poesía como terraza absoluta de abstracción en el misterioso juego de arabescos. Sin generalizar jamás y como tantas veces lo señalabas escurriendo en la melodía de “un maravilloso silencio”. Tu, y el Quijote por ejemplo. Pero en el curso de Persiles (tu mismo supiste que era el mejor libro) se evaporan los análisis y exégesis. No pueden con la delicadeza y el transcurso límpido y sutil, más que de una presencia, de un estado.

Cierro el ex-curso. Vuelvo al eco que desaparece al girar la página conducido por el relato de la nueva página promisoria nunca veraz o mejor dicho nunca cierta y siempre veraz.


d) Pero la admiración al leerte se conmueve pues lo que pasa no se disipa por ya haber pasado. La danza de desapariciones no es como la desaparición de singladura marina. Las desapariciones van por delante. Por ejemplo la pasión de tu personaje enamorado. Ella emerge en la tenue niebla de aquellos nortes helados.

Atrae con pasión de lector, más que la visibilidad, que la atracción de leer, la estancia firme de un acto. Un acto construido que se auto-tiene, se rige por sí mismo. A veces la memoria me traiciona pero se aleja de lo que narras y se queda como entre sueños como una estatua. Siempre límpida, con sus ademanes perpetuos, su apoyo inamovible –de tan presente– muda, enmudecida de blanco en todo su presente simultáneo.

Como la estatua cuya mano recogió toda posibilidad de ademán, los ojos la desnudación más intima de lejanías inaprehensibles, asume, acaso, el aire de toda la blancura bajo las apariencias de la luz.

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Fondo Iommi-Amunátegui / Carpeta 03:

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