Nicole Hernández

De Casiopea

Del Cuatrocento al Cinquecento: Una nueva perspectiva desde la obra como regalo para el habitante.

El apogeo del comercio abrió las puertas a un nuevo descubrimiento del entorno para el hombre medieval. El deseo por conocer el paisaje desde una nueva mirada impulsó el surgimiento de obras que trajeron a presencia los clásicos greco-romanos. Las villas hasta estos días permiten apreciar desde lo alto los valles donde se sitúan otras obras icónicas, como lo es Santa María del Fiore. A su vez los espacios públicos siguen generando asombro al momento de encontrarse frente a su magnitud.

Dos de los aspectos de las obras tanto del Cuatrocento como del Cinquecento que más me llaman la atención son: Primero, el constante acceder en ascenso contemplativo hacia el recinto, ya sea privado o público, e incluso en exteriores como plazas. Con el cuerpo (subiendo escaleras/rampas) o bien con la mirada guiada por verticales presentadas ante ella, hacia un interior/exterior amplio. Y segundo, el aplazamiento de la llegada mediante corredores, galerías y paseos “escondidos” para adentrarse en el aire místico que, tanto quien solicita la construcción como el arquitecto encargado, desean crear. Todo tiene un aire ceremonioso.

“La orientación de los templos de los dioses inmortales debe establecerse de la siguiente forma: si no hay ningún obstáculo y si se presenta la oportunidad, la imagen sagrada, que será colocada en la cella, se orientará hacia el occidente, con el fin de que quienes se acerquen al altar para inmolar o sacrificar víctimas, miren hacia el oriente y hacia la imagen sagrada situada en el templo; así, quienes dirijan sus súplicas contemplarán al mismo tiempo el templo y el oriente y dará la impresión de que las mismas imágenes son las que contemplan a los que elevan sus súplicas y sacrifican sus víctimas, por lo que es preciso que los altares de los dioses queden orientados hacia el este” Marco Lucio Vitruvio. 1414. "Los diez libros de arquitectura" Amsterdam: Alianza editorial.

El recorrido completo por estas obras tiene un carácter ceremonioso. En el caso de las villas del Cinquecento, un largo sendero concluye en la fachada simétrica, armoniosa con el entorno, bella. El punto al cual la persona desea llegar aparece hacia el final, entre los árboles. Tal como si llamara al caminante “perdido” en el bosque, como un “paraíso”. La obra se va descubriendo a medida que se avanza. Los elementos arquitectónicos juegan un papel clave para la fluidez de la permanencia apreciativa: las galerías que por la altura quedan abalconadas, “suspendidas” estando fijas en la tierra, haciendo ligera la villa ante los cerros.

En los espacios públicos (el caso que escogí fue la Piazza di Campidoglio de Miguel Ángel) Si bien la subida de escaleras puede parecer extenuante, esta se da con paso holgado. Inicialmente era ideal para subir a caballo, pero también el habitante a pie realiza un recorrido con la libertad que la era renacentista le ha regalado. La huella de las escalinatas es prolongada, retrasando la llegada. Se descubren las verticales. Densas en lo más alto, llenas de ventanas y ornamentaciones, y leves en la base. Incluso para acceder al palacio se debe subir por escaleras, lo que mantiene el ritmo visual de encumbramiento.

Gracias a estas verticales, se construyen distintas perspectivas. Siempre se incentiva el ir a descubrir lo que está más allá.


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Imagen conducente vinculado al texto del ensayo.