Lo adverso como regalo en lo creativo

De Casiopea
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TítuloLo adverso como regalo en lo creativo
AsignaturaTaller de Amereida
Del CursoTaller de Amereida 2014
CarrerasArquitectura
Alumno(s)Ivannia Masias

Desde que el hombre es hombre, es conocido que el instinto aventurero lo ha llevado más allá de donde pertenece, ese querer saber de dónde provienen las cosas, explicarse lo inexplicable y querer tener todo el conocimiento al alcance ha sido una permanente a lo largo de nuestra historia como seres humanos… ¿Pero es posible lograr conocerlo todo? ¿Qué nos queda si se lleva a cabo? ¿Realmente vale la pena? Es en ese ir a descubrir al otro, como persona, al otro como cultura, en ese revelar lo nuevo es que uno va con un propósito, envuelto por un sentimiento o quizás simplemente acompañado por una palabra. Podríamos remontarnos a cualquier pasaje de la historia y podemos hallar situaciones, momentos, vivencias de celebres personajes, que decidieron desprenderse de lo propio y quedarse con un solo motivo, que ese motivo fuera el que lo moviera a encontrarse con lo no-conocido pero que al fin de cuentas termino llevándolo con otro, con otro no-conocido, con otro distinto; por ejemplo Colón en busca de nuevas rutas hacia las indias se chocó con un nuevo mundo, con la América que recién nacía para los del viejo continente pero una América que estaba más viva que nunca. « Luego que amaneció vinieron a la playa muchos de estos hombres, todos mancebos, como dicho tengo, y todos de buena estatura, gente muy hermosa: los cabellos no crespos, salvo corredios y gruesos, como sedas de caballo, y todos de la frente y cabeza muy ancha más que otra generación que hasta aquí haya visto, y los ojos muy hermosos y no pequeños, y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios, ni se debe esperar otra cosa, pues está Este Oeste con la isla de Hierro, en Canaria, bajo una línea. Las piernas muy derechas, todos a una mano, y no barriga, salvo muy bien hecha. Ellos vinieron a la nao con almadías, que son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo, y todo de un pedazo, y labrado muy a maravilla, según la tierra, y grandes, en que en algunas venían cuarenta o cuarenta y cinco hombres, y otras más pequeñas, hasta haber de ellas en que venía un solo hombre. Remaban con una pala como de hornero, y anda a maravilla; y si se le trastorna, luego se echan todos a nadar y la enderezan y vacían con calabazas que traen ellos. Traían ovillos de algodón hilado y papagayo y azagayas y otras cositas que sería tedio de escribir, y todo daba por cualquier cosa que se los diese. Y yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro, y vi que algunos de ellos traían un pedazuelo colgado en un agujero que tienen a la nariz, y por señas pude entender que yendo al Sur o volviendo la isla por el Sur, que estaba allí un rey que tenía grandes vasos de ello, y tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá, y después vi que no entendían en la ida. Determiné de aguardar hasta mañana en la tarde y después partir para el Sudeste, que según muchos de ellos me enseñaron decían que había tierra al Sur y al Sudoeste y al Noroeste, y que éstas del Noroeste les venían a combatir muchas veces, y así ir al Sudoeste a buscar el oro y piedras preciosas. Esta isla es bien grande y muy llana y de árboles muy verdes y muchas aguas y una laguna en medio muy grande, sin ninguna montaña, y toda ella verde, que es placer de mirarla; y esta gente harto mansa, y por la gana de haber de nuestras cosas, y temiendo que no se les ha de dar sin que den algo y no lo tienen, toman lo que pueden y se echan luego a nadar; que hasta los pedazos de las escudillas y de las tazas de vidrio rotas rescataban hasta que vi dar dieciséis ovillos de algodón por tres ceotís de Portugal, que es una blanca de Castilla, y en ellos habría más de una arroba de algodón hilado. Esto defendiera y no dejara tomar a nadie, salvo que yo lo mandara tomar todo para Vuestras Altezas si hubiera en cantidad. Aquí nace en esta isla, mas por el poco tiempo no pude dar así del todo fe. Y también aquí nace el oro que traen colgado a la nariz; más, por no perder tiempo quiero ir a ver si puedo topar a la isla de Cipango. Ahora, como fue noche, todos se fueron a tierra con sus almadías.»

                       Diario de viaje de Cristóbal Colón- 13 Octubre 1492

Según la cita anterior, Colón nombra a estas personas que les parece hermosamente extrañas, las cuales describe detalladamente. Pero aun así, a pesar de notar en sus escritos que todo le parecía perfectamente desconocido, él todavía pretendía encontrarse con la isla de Cipango (Japón), dejando ver su claro desconocimiento a lo que realmente se enfrentaba. Encontrarse con el otro, ese otro que tiene otros intereses, otros pensamientos, ese otro que es distinto, es acaso posible reconocerlo primeramente, o es que ese revelarse a lo ajeno nos provoca cierto aturdimiento y no somos capaces de darle su lugar como algo que difiere a lo propio? Volviendo al caso del navegante portugués, es sabido que Colón nunca supo que en realidad piso tierra Americana, pero quienes llegaron después de él ya teniendo conocimiento de este hecho, sabiendo a quienes se enfrentaban eran otros con distintos pensares y formas de ver el vivir, no fueron capaces de respetar ese otro personar, ese otro vivir. Entonces es allí cuando me pregunto, vale la pena ese despojarse de lo que nos pertenece para ir en busca de lo nuevo y al hallarlo no reconocerlo como tal, como algo distinto, en esencia, en forma, en ideología, de qué vale el descubrir si no va acompañado del aceptar. Fue así como el inicio conocido de América como continente, está empapado de la enajenación de la cultura amerindia. Ir y atravesar y dejarse atravesar, por un continente lleno vastedad, una América llena de esta vastedad, en medio de la ciudad podemos encontrarnos con lo no vasto, con lo no construido. Encontrarnos con esa vastedad aunque sea impalpable. ¿Es por eso que partimos a recorrer América? ¿Es acaso que en ese ir a recorrer e intentar hallar lo otro, en que tocamos el riesgo? ¿Y al tocar el riesgo nos vemos enfrentado a lo generoso o a lo abierto? ¿Es acaso que lo abierto también aplica a aceptar lo distinto? Ahora como alumna, en mi poco tiempo en la escuela, logro vislumbrar algunas cosas y preguntarme otras tantas, ¿es acaso que por hechos, como los anteriormente nombrados, la travesía pretende irse encontrando a otro pero reconociendo en todo momento al otro como un distinto? ¿Es por ello que cuando uno va de travesía, uno es enviado con una palabra, con un propósito, pero ello puede transformar en el camino? ¿Los cambios son debido a lo que recogemos de los otros? En mi primera y única experiencia de travesía hasta el momento, me di cuenta de esa dimensión de conocer lo otro, ese otro propio de América que está presente cada uno de sus rincones, que al avanzar nos damos cuenta de lo adversa que es, multifacética que nos da a mostrar distintas realidades tanto en el camino como al llegar a nuestro destino. ¿Puede que nuestro destino al final del recorrido sea otro? Recuerdo que en Octubre del año pasado iniciamos la primera travesía de nuestro taller como alumnos de primer año, en un principio se habló de bahía inútil en Tierra del Fuego pero luego el destino recayó en Punta Arena. El viaje lo realizamos en un buque de la Armada, un viaje que suponía alrededor de 6 días por las aguas del sur de nuestro país y las de los confines del continente. Más de alguna vez pude ir al sur, en algún viaje familiar, encontrarme en esa tierra maravillosa y ver como el agua acompañaba esa pasmosa vista… Pero esa vez, sobre el buque en travesía vi todo de otra forma, no me encontré con mar que acompañaba hermosos paisajes, si no con otro mar que era protagonista de la belleza misma, canales, estrechos, sentir el oleaje mismo, fue conocer ese otro lado del mar, ese otro que no percibimos; también recuerdo de haber pasado varios días dibujando en cubierta, nuestros profesores insistían en dibujáramos otra vez pero muchas veces me pregunté ¿qué más puedo dibujar si siempre es lo mismo? Agua, agua y más agua, si estamos en medio de la nada. Pero era en ese insistir en que los profesores pretendían que fuéramos capaces de reconocer lo adverso, pero realmente no fue fácil. Quizás es ahí cuando comprendo a Colón, verse maravillado con tanto de lo novedoso y no saber reconocerlo. Es por eso que las jornadas de dibujos fueron decisivas para poder dilucidar que era lo diferente que podíamos encontrar en los kilómetros y kilómetros de recorridos por el altamar, ese otro mar que encontrábamos que nos trajo cosas nuevas. En el camino sobre el buque también conocimos otros ‘otros’; una noche salimos a cubierta a una clase que recibimos sobre las estrellas y las constelaciones, a partir de ese momento, se comenzó un juego poético que al final del viaje dio paso al trazado final del espacio que se intervino, trazado que realizaron los compañeros de diseño gráfico. Ese ‘otro’ que encontramos una noche estrellada en medio del negro del mar, que se presentó ante todos destellante y luminoso, ese otro lado de las estrellas que no conocíamos, dio paso a algo concreto que se materializó en la obra. Un trazado que le dio sentido a la obra completa, a la travesía en sí. Es así también, como a su vez, al estar en la travesía nos encontramos con otro lado del oficio, en realidad fue tropezar con el oficio mismo, hallarnos con esa parte en la que hay que llevar tantas cosas a cabo. Es la primera vez que nos veíamos enfrentados con el ejercer el oficio con nuestras propias manos en una obra, es en esa faena de trabajo donde también conocimos a otros quienes nos ayudaron a faenar y también el otro lado de nosotros mismo, ese otro lado que aflora en el quehacer. Pues en este caso, podríamos responder a la pregunta que me hice al inicio de si realmente vale la pena conocerlo todo, pues quizás sí, nos ayudaría a llevar a cabo nuestro oficio como arquitectos, o nuestros compañeros diseñadores, de mejor forma, de una forma más integral. Pero de que basta saberlo todo y no estar en ese constante aprender y descubrir ese otro lado de todas las cosas que desarrolla y colabora constantemente con el proceso creativo como artistas, ese ir y venir de ideas, de descubrir y meditar y maravillarnos con lo que va surgiendo en el camino. ¿Realmente vale la pena saberlo todo? Pues ahora al final de mi escrito me convenzo firmemente de que no lo vale, contrariándome a mí misma en mis frases escritas con anterioridad. No habría un proceso creativo si tuviésemos el conocimiento a mano, el proceso creativo consta de ese surgir de ideas, motivos, ideologías y realidades, son esas distintas vivencias las que van empapando al artista y a quien obra de lo mejor y más rescatable de cada hecho y nos ayuda a juntar y crear algo propio. Ver en el otro lo diverso reconocer eso diferente como algo autentico y algo respetable, ver en ese otro a alguien igual y genuino a mí, ver en ese otro algo o alguien de quien puedo aprender y que me inspira a lograr la obra. ¿Pero es posible lograr conocerlo todo? ¿De verdad lo es? Creo que no, el proceso creativo en el mundo entero es constante, es algo que va renovando el mundo de las ideas, y es así como los artistas tendremos que conocer y musas con que inspirarnos eternamente.