Diferencia entre revisiones de «La moral poética»

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Revisión del 12:21 6 sep 2016





TítuloLa moral poética
Año2015
AutorGodofredo Iommi
CoautoresJaime Reyes
Tipo de PublicaciónInédito
EditorialArchivo Histórico José Vial Armstrong
ColecciónPoética
CiudadViña del Mar
Palabras Clavepoética, moral, iommi, santidad de la obra
Carreras RelacionadasArquitectura, Diseño, Diseño Gráfico"Diseño Gráfico" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Diseño Industrial"Diseño Industrial" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Náutico y Marítimo"Náutico y Marítimo" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Ciudad y Territorio"Ciudad y Territorio" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Formación y Oficio"Formación y Oficio" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Interacción y Servicios"Interacción y Servicios" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Doctorado en A&D"Doctorado en A&D" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property.
NotaTranscripción de la clase Magistral del poeta Godofredo Iommi M., de marzo de 1980

La Moral Poética

Este libro presenta la transcripción de la clase Magistral del poeta Godofredo Iommi M., de marzo de 1980, a propósito de la Moral Poética, para la recepción a los alumnos de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Pero sobretodo, esta edición digital está dedicada a la voz del poeta; y entonces junto con la transcripción de su clase presentamos el audio original, además de unas breves notas que intentan contextualizar o profundizar algunos de los contenidos expuestos por el poeta.

La obra de Godofredo Iommi M., hasta ahora, constaba de sus poemas y sus textos sobre poética. En estas ediciones del Archivo de la Palabra presentamos sus clases, discursos o conversaciones, las que sostuvo durante más de cincuenta años tanto en la Escuela como en la Ciudad Abierta. Así quisiéramos extender una parte de los contenidos creados por un poeta cuya vida, trabajo y estudio son esenciales tanto para quienes formaron y siguen aún formando parte de un pueblo poético, como para quienes están comenzando a andar estas las rutas abiertas donde se reúnen los oficios y la poesía.

La Moral Poética

Yo tomo como testigos a todos los demás alumnos, desde primer año a décima etapa, para hablarle específicamente a los titulantes, a los que se van a titular, y también a todos los que se titularon desde hace 28 años. Y de lo que voy a hablar es de la moral poética.

Cuando a uno le hablan de moral, lo primero que acude a la cabeza es un conjunto de normas, de deberes que cumplir y de cosas prohibidas a hacer. Y naturalmente siente casi instintivamente una rebelión. Y no está mal pensar así porque es un falso criterio de la moral. La moral, que en griego se dice ethos (1), es en sustancia la apertura del ser; es el ser que se abre. Se puede hablar en ese sentido, en forma figurada, del ethos del universo. Es decir el ser que se abre y se expande y para mayor lucimiento, para mayor luz, para que esplenda todo lo que es posible que esté contenido en él. Y para que esplenda todo lo que es posible que esté contenido en él, inmediatamente, para que eso pueda suceder y sea múltiple y de varios y de todos y de muchos y de infinitos seres que existen y que no conocemos, se necesita un orden. Orden quiere decir en griego cosmos; se necesita un orden, es decir, aparece instintivamente, precisamente para poder abrirse, un rigor (2). Por lo tanto no es un conjunto de normas; puede tomar esa forma para memorizarla, pero el fundamento no está allí; el fundamento es que el rigor es inherente a la posibilidad de que esplenda en toda su plenitud el propio ser: nuestro, del universo y de las cosas.

Por ejemplo, desde este punto de vista… voy a dar dos puntos de vista; el de la apertura y el del placer. Desde este punto de vista, no robar, no matar, no es una lata prohibición. De hecho es tan poco lata que se roba y se mata. Sino es no impedir que algo que pueda ser sea, es darle curso al mundo. Si yo cerceno una vida no la dejo ser, si yo robo algo no lo dejo ser. El fundamento de esos no, son para que esplenda la plenitud de cada cual.

Tomo otro ejemplo —no se escandalicen—. El placer. Es evidente que los sentidos causan placer y que el intelecto causa placer y que la voluntad causa placer y que la memoria causa placer. Es evidente que una buena comida como la que vamos a tener hoy causa placer. Es evidente que andar en una moto magnífica causa placer. Y después dentro del placer de los sentidos está el placer de los placeres, que no necesito nombrar (como lo saben) [risas del auditorio].

Bueno, todos esos placeres no sólo son legítimos, no sólo son reales: son morales. ¿Cuando puede aparecer un no? Cuando uno no ama en la totalidad a ese placer. Por ejemplo: qué mayor placer que el de vivir, qué mayor placer entonces que amar mi vida. Pero si la amo poco, no amo verdaderamente la plenitud del placer (3). Como yo la quiero plenamente y la quiero en su máxima expresión, puedo llegar a pensar, como pensaban los antiguos y piensan todas las religiones, que la vida es eterna. Entonces yo amo la vida en tanto cuanto es eterna, y en tanto cuanto es eterna la vivo con ese rigor que me permite el acceso a la eternidad. Porque la amo mucho; mucho más que si no fuera eterna, porque no acepto que mi vida termine; porque me causaría pena y no placer. Entonces la sed de placer infinito es también el fundamento del rigor moral.

Hecho este alcance con respecto de la palabra moral que es fundamentalmente apertura y placer, esta moral se transmite y se confunde con la moral propia del hacer, del hacer obra. Si yo me propongo tener un máximo placer con el hacer obras entro al rigor de la obra; al verdadero rigor de la obra y nada —nada— puede traicionarla. Porque si yo desciendo de ese rigor pierdo placer y consecuentemente pierdo apertura, no dejo ser la obra en su propia plenitud.

Esto, en esta Escuela, es el ABC. Esta Escuela, fundada hace muchos años pero refundada después, desde hace 28 años no sólo cree en esta moral; eso no tendría ningún sentido; no es una cosa en la que se cree o no se cree. Como decía recién Alberto respecto de la observación: no es un ornamento, ni tampoco es un procedimiento; para la Escuela esto ‘es’ el camino de la plenitud de la obra.

Qué significa entonces una moral poética; la moral poética significa algo muy claro y transparente. Yo parto de la base que la obra se funda en una disputa secreta que tengo que descifrar mediante la observación y en las otras artes de otro modo. Pero es una disputa secreta que no puedo ignorar porque si no partiera de eso, la obra partiría de cánones preestablecidos que aseguran un buen resultado. Eso es un modo de trabajar completamente distinto de como trabajamos aquí. Aquí la obra parte de una disputa secreta que hay que descifrar. Y ¿cuál es el rigor? la fidelidad absoluta, mía, personal, a esa disputa secreta que tengo delante. Aunque naufrague. En el orden de la Escuela naufragar puede querer decir salir mal, en el orden del trabajo fuera quiere decir otras cosas, por ejemplo la miseria; el no tener dinero para vivir. Son dos extremos. Pero yo no doy un solo paso, no retrocedo un solo milímetro…

Había una célebre frase de Alberto en un trabajo de hace treinta años, en que proponía una gran obra aquí en Achupallas. Y él mismo se planteaba las dificultades para que eso se realizara y llegaba al extremo último en que ya no había ni un solo peso; que nadie tenía nada para hacer nada; que lo único que había era un maestro con una pala… y entonces Alberto decía —lo pueden leer en la biblioteca—, tomaba al maestro y le decía —por favor maestro, con la palita, corte un poco más acá la tierra— pero ¡jamás la arquitectura traicionada! ¡jamás! (4).

Esta es la moral poética.

Ustedes se preguntarán —y los titulantes con más filo, con más agudeza, porque están al borde de la batalla— bueno, pero con ese criterio estamos todos condenados al fracaso porque lo que vemos edificarse —no acá— en el mundo, es cualquier cosa menos arquitectura y porque en la mayoría de los oficios la situación está condicionada por cierta perversión respecto de la disputa secreta que tiene que descifrar. Es cierto, completamente cierto.

Pero podemos hacer un balance rápido de los años que llevamos en este verdadero baluarte, en esta verdadera trinchera. Aproximadamente se han graduado por esta Escuela unos 150 arquitectos. Bueno, más de un tercio, más de un tercio, lo que es enorme, no ha cejado nunca en dar la batalla. Y algunos de ellos —bueno, todos ellos— viven y pueden vivir de la arquitectura, pero ninguno ha dejado de dar la batalla; algunos más otros menos, pero un tercio la ha dado. No sólo aquí sino también en el exterior, también en otros países, manteniéndose fieles a esa disputa secreta sin abandonarla.

¿Cuál es la tentación máxima del abandono? Vamos a hablar claro: el dinero.

Entonces el dinero, que es una maravilla para poder dar lugar a las cosas, se convierte en lápida tumbal que encierra y hace desaparecer la razón de ser del oficio. Pero nosotros estamos convencidos, porque hemos perdurado, y gracias a ese tercio, de que tampoco es verdad eso. No es verdad de esa manera, porque es posible que la gente que haya permanecido fiel también haya podido vivir. Por supuesto que teniendo otras ambiciones que las que tienen los del dinero. Me explico; vuelvo a la teoría del placer. Si yo no encuentro placer, no quiero vivir mi placer a muerte, al máximo, transo enseguida. Pero si yo quiero vivir el placer al máximo de mi obra, entonces todos los otros placeres son secundarios, son menores, no son los importantes. El decisivo es el de esta disputa que yo descifro y traigo a luz. Y la traigo a luz —esto yo quiero referirlo con mucha claridad y subrayarlo mucho sobretodo para los titulantes y para que se lo digan a los ya titulados, y para que lo sepan los de primer año— que no importa, no importa que me parezca a mi fragmentaria la cosa que he hecho, que me parezca a mi que no he logrado hacerla en su máxima totalidad y en su máxima plenitud. Eso no tiene ninguna importancia, en la vida del arte un artista no hace todos los días la máxima obra. Como decía Picasso, en verdad en la vida del arte lo que interesa es la suite de las ideas del artista. Y en algunos momentos se produce la catálisis de esta obra genial que puede recogerlo todo. Lo que sí importa en cambio; jamás la arquitectura traicionada.

Muchas veces yo me he preguntado cuando me encuentro con algunos amigos, ya más viejos que yo —porque uno se mantiene joven en esto ¿no?— que fueron alumnos y que son ricos, que no han sido fieles a su disputa. Y tienen razón, si la vida es más compleja, esto no es ninguna acusación a nadie, pero siempre me he preguntado esto otro: ¿valdrá la pena un esfuerzo de 7 u 8 años, mínimo casi de promedio, de estudiar en esta Escuela, pasar por una serie de experiencias artísticas, para hacer después lo que con menos tiempo y más fluidez se puede hacer estudiando en otras escuelas? Si nosotros lo que queremos es que haya muchas escuelas, y que cada una piense diferente, no una sola cosa.

Bien. Yo termino incitándolos a todos los que salen, a dar la lucha por esta fidelidad. Y si quieren una lucha pública. Siempre me llamó la atención que en todos estos 28 años —como nosotros nunca hemos dado una lucha de manifiestos ni nada de grupos, a lo mejor eso ha influido también en todos los que salieron— pero que no hayan expresado en alguna parte públicamente, de algún modo, vívamente, su criterio arquitectónico. En ese sentido nosotros reafirmamos esta moral poética y se me ocurre en este momento que podríamos pensar con el Centro de Estudiantes, que al comenzar el tercer período, lo comenzáramos por ejemplo —bueno es una locura, pero si uno no dice locuras— con un gran viaje; que nos fuéramos a ver las primeras obras edificadas por la Escuela, después de un enorme y terrible terremoto, desde Puerto Montt viniendo hacia arriba, todas las que hemos hecho (5). Para que se vea lo que es una pura batalla arquitectónica; mucho más allá de si las iglesias son lindas o feas (que desgraciadamente es un muy buen criterio pero muy demasiado usado, como ustedes saben, por las tías). [risas del auditorio]. Bueno. Ahora les van a repartir una edición de algo que es muy caro para la Escuela, que se llama la Santidad de la Obra. Haga quien haga una obra buena o bella, dice San Ambrosio, le pertenece por derecho propio al Espíritu Santo. Es decir, en lenguaje de no creyentes podría ser, el amor sublime, o de la divinidad, es el verdadero dueño y el verdadero autor de cualquier obra que sea buena o bella. Esto canta el salmo 104 de la Biblia y se ha hecho una edición para que se lo guarden como texto, si pueden, de aquí hasta que sean los grandes arquitectos que esperamos todos que sean (6).

Notas

(1) La Gran Moral, libro primero, capítulo VI. De la influencia del placer y del dolor sobre la virtud: “y he aquí de donde toma la virtud moral el nombre con que se la designa, si es posible en la letra misma de una palabra descubrir la verdad y encontrar en ella la realidad, medio que quizá es tan aceptable como cualquier otro. Lo moral, que en la lengua griega se llama ethos con e larga, tiene también la denominación del hábito, que también se dice ethos con e breve; y la moral, ethike, se llama así en griego, porque resulta de los hábitos y de las costumbres, ethidzesthai”.

Azcárate, P. d. (2005). "La gran moral." Obras de Aristóteles, 2011.

(2) La Gran Moral, libro primero, capítulo XVII.

“Es preciso que digamos a qué va unida y a qué aspira la virtud. ¿Es al fin mismo? ¿Es sólo a las cosas que conducen a él? Por ejemplo: ¿es al bien mismo a que se aspira? ¿O simplemente a las cosas que contribuyen al bien? Pero ante todo, ¿qué es lo que toca hacer a la ciencia en este punto? ¿Pertenece a la ciencia de la arquitectura definir bien el fin que se propone al hacer una construcción? ¿O sólo le corresponde conocer los medios que conducen a este fin? Fijo bien este, que no es otro que el de hacer una casa buena y sólida, sólo al arquitecto toca procurar y encontrar todo lo que se necesita para realizar su obra. La misma observación puede hacerse respecto a todas las demás ciencias”.

(3) En La Gran Moral, libro segundo, capítulo IX, Del placer:

“Para completar todas las teorías precedentes, debemos tratar del placer, puesto que se trata de la felicidad, y todo el mundo está acorde en creer que la felicidad es el placer y en que consiste en vivir de una manera agradable, o por lo menos, que sin el placer no hay felicidad posible. Los mismos que hacen la guerra al placer y que no quieren contarlo entre los bienes, reconocen cuando menos que la felicidad consiste en no tener pena, y no tener pena es estar a punto de tener placer. Es preciso, pues, estudiar el placer, no sólo porque los demás filósofos creen que deben ocuparse de él, sino también porque en cierta manera es una necesidad que lo hagamos. En efecto, tratamos de la felicidad, que hemos definido diciendo que es el acto de la virtud en una vida perfecta; pero la virtud se refiere esencialmente al placer y al dolor, y por consiguiente, es imprescindible hablar del placer, puesto que sin placer no hay felicidad”.

“Lo mismo sucede respecto a las ciencias, pues también las hay de escasa elevación, por ejemplo, todas las mecánicas, y sin embargo no por esto la ciencia es mala. Todo lo contrario, la ciencia y la naturaleza son generalmente buenas, porque así como el mérito de un estatuario no debe graduarse por las obras que ha ejecutado mal, sino por las que ha hecho de una manera acabada y perfecta, en igual forma ni la ciencia, ni la naturaleza, ni las cosas en general deben apreciarse por los malos resultados que producen, sino por los buenos”.

“Cuando se obra con placer es uno virtuoso, y se cesa de serlo, si sólo se hace el bien con dolor. El dolor no se encuentra más que en las cosas que se hacen por necesidad, y si se experimenta dolor al obrar bien, es porque se ejecuta bajo el imperio de la necesidad. Pero desde el momento en que se obra por necesidad, ya no hay virtud. La razón es que no es posible practicar actos de virtud sin experimentar pena o placer; no hay otro remedio”.

(4) En la lámina 33 del proyecto conocido como Achupallas se lee (Cruz 1954):

“La improvisación de maestro.

Entonces el urbanista, el que ama el espacio y la ciudad y comprende las manifestaciones espaciales de la vida en la ciudad, no desmaya y se va a los cerros de Achupallas y a los nuestros les dice:

Maestro por favor tráceme por aquí la platica.

Maestro por favor largue por aquí su calle.

Maestro por favor ensáncheme un poquito esta avenida.

Jamás el destino traicionado”.

(5) Estas obras son las conocidas como Iglesias del Sur. La Escuela de Arquitectura asumió como autoencargo la reconstrucción de algunas iglesias que habían sido destruidas por el terremoto de Valdivia de 1960. El Archivo Histórico ha venido publicando el material fotográfico Iglesias del Sur y Comunidades Religiosas - A y 2A (http://www.flickr.com/photos/archivo-escuela/collections/72157624239167034/) (Armstrong 2011)

(6) El Salmo 104 de la Biblia:

1 Bendice a Yahveh, alma mía. ¡Yahveh, Dios mío, muy grande eres!; De majestad y belleza estás vestido.
2 Envuelto estás de luz como de un manto, despliegas los cielos como lona de tienda;
3 Construyes en las aguas tus altos aposentos; pones las nubes por carroza, caminas sobre las alas del viento;
4 Los vientos te sirven de mensajeros, el fuego llameante, de ministro.
5 Cimientas la tierra afirmada sobre sus bases; no será jamás removida.
6 Lla cubriste con el manto del de océano; ante los montes detuviéronse las aguas.
7 Ante tu amenaza huyen; A la voz de tu trueno se precipitan;
8 Suben a los montes, descienden a los valles, Al lugar que tú les fijaste.
9 Les pusiste término, el cual no traspasen; Ni han de volver a cubrir la tierra.
10 Tú eres el que envías las fuentes por los valles; las cuales corren entre los montes.
11 Abrevan a todas las bestias del campo: apagan su sed los asnos salvajes.
12 Junto a aquéllos habitan las aves de los cielos; que hacen oír su voz entre las frondas.
13 Riegas los montes desde tus moradas: Del fruto de tus obras se sacia la tierra.
14 Haces brotar la hierba para el ganado, Y las plantas para el servicio del hombre; haciendo salir el pan de la tierra.
15 Y el vino que alegra el corazón del hombre, Y el aceite que hace lucir el rostro, Y el pan que sustenta el corazón del hombre.
16 Llénanse de jugo los árboles del Señor. Los cedros del Líbano que él plantó.
17 Allí anidan las aves; en los cipreses pone casa la cigüeña.
18 Los montes altos son para los gamos; Las peñas, madrigueras para los tejones.
19 Hiciste la luna para indicar los tiempos, y el sol, que conoce el punto de su ocaso.
20 Pones las tinieblas y viene la noche: En ella corretean todas las bestias del bosque.
21 Los leoncillos rugen por la presa, y solicitan de Dios su alimento.
22 Sale el sol, recógense ellos, Y échanse en sus madrigueras.
23 Entonces sale el hombre a su tarea y su labranza hasta la tarde.
24 ¡Cuán numerosas son, Yahveh, tus obras! Hiciste todas ellas con sabiduría: La tierra está llena de tus creaturas.
25 Ahí esta el mar, tan grande y espacioso: En él hay infinidad de seres, animales pequeños y grandes.
26 Lo surcan los navíos; y el Leviatán que modelaste para que juegue con el mar.
27 Todos ellos esperan en ti, Para que les des su comida a su tiempo.
28 Cuando tú se la das, ellos la toman; Abres tu mano, se sacian de bienes.
29 Si ocultas tu rostro, se turban: Si el soplo les retiras, fenecen, Y se tornan en polvo.
30 Sin envías tu espíritu, son creados: Y renuevas la faz de la tierra.
31 Sea la gloria de Yahveh por siempre; Alégrese Yahveh en sus obras;
32 El cual mira a la tierra, y ella tiembla; Toca los montes, y hechan humo.
33 A Yahveh cantaré mientras dure mi vida: A mi Dios celebraré mientras yo viva.
34 Ojalá penetre en él mi discurso: Yo me alegro en Yahveh.
35 Sean borrados de la tierra los pecadores, Y los malvados no existan más. Bendice, alma mía, a Yahveh. Aleluya.

Bibliografía

  1. Armstrong, A. H. J. V. (2011). "Colección Fotográfica." en http://www.ead.pucv.cl/mundo/archivo/.
  2. Azcárate, P. d. (2005). "La gran moral." Obras de Aristóteles, 2011, en http://www.filosofia.org/cla/ari/azc02a.htm.
  3. Cruz, A. (1954). Estudio Urbanístico para una Población Obrera en Achupallas. Anales UCV. Valparaíso, Universidad Católica de Valparaíso. En http://wiki.ead.pucv.cl/index.php/Achupallas