LA CIUDAD COTIDIANA Y SU DINÁMICA: EL REFLEJO DE UNA CONDICIÓN TEATRAL CONSTANTE - Thaís Rosales

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TítuloEnsayo 1-2ºS 2021
AsignaturaTaller del Programa y Forma de la Edificación
Del CursoTaller del Programa y Forma de la Edificación 2º Semestre 2021
CarrerasArquitectura
8
Alumno(s)Thaís Rosales

LA CIUDAD COTIDIANA Y SU DINÁMICA: EL REFLEJO DE UNA CONDICIÓN TEATRAL CONSTANTE.

Palabras claves: pausa, contemplar, dinamismo, exaltación, cotidianidad.

Resumen:

La dinámica que constituye a la ciudad debela dos estancias que, dentro de lo evidente de la cotidianidad, pasan desapercibidas: el acto de contemplar, y la permanente exaltación de aquel que habita. Estas cualidades permiten ahondar más en el comportamiento de la urbanidad que compone a la ciudad, escondiendo esta una condición teatral implícita e interminable en la que los habitantes son sus actores y el vacío que conforma a la ciudad, su escena. A través de este principio de teatralidad que se presenta de manera orgánica dentro de la sociedad, es que ella misma puede observarse a sí misma desde un punto ajeno y reencontrarse con su núcleo; reflejar la sustancia real de la ciudad y darle un sentido a esta cotidianidad.

"croquis - creación propia"


Introducción

El acto de contemplar -y ser contemplado- logra facilidad al existir distintos tipos de dinamismo en la ciudad: por un lado, al presentar un sector una diferencia de distancias, condiciones y profundidades, ya trae a lugar un dinamismo de actos que decanta en la disponibilidad de diferencias estructurales y que, por tanto, acogen a cada una de estas estancias.

Por otro lado, este dinamismo de actos, muchas veces acontecidos por un sólo perímetro espacial, crea esta facilidad de contemplar cualquiera de la gama de cosas que ocurren al rededor de aquel espectador; siendo esta una condición natural, tomando en cuenta que cada estancia que construye a este dinamismo anteriormente mencionado proyecta una imagen al exterior, crea un momento tanto para la persona que es parte de como para la persona que mira desde afuera. Al mismo tiempo, observado por cualquiera del resto de actos y proyecciones.


La gratuidad del contemplar

El constante contemplar que lleva consigo habitar a la ciudad, es una condición que trae a lugar la dinámica más sustancial de ella: la exaltación. La atención y la precaución son posiciones comúnmente observadas en aquellos que habitan la ciudad y de ella decanta un momento de exaltación permanente y explícito, al mismo tiempo complementado con los ritmos rápidos, los sonidos fuertes e incluso el mismo dinamismo anteriormente mencionado. Esta exaltación encierra a cada persona dentro de su umbral de protección, separándola de las verdaderas instancias que puede ofrecer la ciudad tras un estado de alerta frente a sus posibles peligros.

En La Sociedad del Espectáculo (pag. 8), Guy Debord afirma: “Las imágenes que se desprenden de cada uno de los aspectos de la vida se funden en un flujo común en el cual la unidad de esta vida no puede más ser restablecida. La realidad considerada parcialmente se despliega en su propia unidad general en tanto que pseudo mundo a parte, objeto de la pura contemplación”. Al momento de ocurrir cualquiera de los momentos de pausa que ofrecen los espacios, estancia estimulada por los actos de su alrededor, es consolidado un contemplar diferente al resto: esta vez despojado del estado de alerta inicial, impulsado por esta gratuidad de permitirse observar su alrededor desde un afuera que no sólo moldea esta exaltación en algo espontáneo e implícito, sino que también permite al espectador reencontrarse nuevamente con la ciudad, hacerse parte de ella a través del reflejo de estos actos que se vuelven mucho más sencillos de disfrutar cuando son observados desde lo ajeno. Muchas veces impulsados por la curiosidad, el aburrimiento, la necesidad de acompañar esta pausa con estos estímulos con los que logra reencontrarse.


¿Cómo es que el simple observar a la realidad se transforma en un acto escénico?

Peter Brook, en La Puerta Abierta, afirma que el teatro, ante todo, es vida comprimida. Al existir al menos un espectador que cumple con sus propias condiciones de pausa dentro de la ciudad y que observa desde su posición a un acto ajeno de su realidad, se concibe la gratuidad de acompañar a esta pausa con una escena que, implícitamente, capta diferentes atenciones y moldea un acontecimiento dramático. De esta forma, la vida que aflora la ciudad es irremediablemente teatral, siendo nuestros propios actos los que forman escena de una forma sobreentendida de nuestra propia consciencia; sin la teatralidad escondida tras nuestros propia existencia observada por un otro no se concebiría el reflejo de un espacio muchas veces ajeno a lo que sus habitantes entienden como ciudad, debelándola ante espectadores variados y permanentes como un espacio que contiene sensaciones y cuenta con la oportunidad de acoger esta vida comprimida que transforma a su corriente común en algo lo suficientemente extraordinario para que el espectador le preste su atención más natural, a la espera de nada en particular; transformar aquel momento ajeno en algo propio, nada más por el hecho de hacerlo.

Junto a esto, en El Espacio Vacío (pag. 1), Peter Brook agrega: “puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras otro le observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral”. Es inevitable, entonces, identificar una facilidad aún mayor para el acto teatral de ser llevado a cabo. Para la ciudad, es especialmente fácil exponer su núcleo y su propósito en los actos teatrales que los habitantes -actores dentro de la escena- llevan a lugar, generándose esta de una forma totalmente orgánica y logrando un propósito que, realmente, no yace explícitamente para aquellos que observan, sino que nace desde lo cotidiano e implícito y les permite quedarse con aquello que era evidente inicialmente pero que dentro de esta cotidianidad no permitía develar por completo: la particularidad de la ciudad, una síntesis de aquello que le ofrece al habitante.


Conclusión

¿La cotidianidad de la ciudad es potenciada o reducida por estos actos teatrales implícitos?

croquis - creación personal

Incluso siendo “lo cotidiano” un concepto generalmente ligado a la rutina y a lo común, la teatralidad de la ciudad aporta como un elemento capaz de pulir esta cotidianidad sin romperla por completo; la cotidianidad siendo un factor importante cuando se trata de otorgarle un significado a la ciudad, ya que expone el tipo de dinámica particular que acoge en su interior. Manuel Delgado, en Sociedades Movedizas (pag. 18), escribe: “Las ciudades pueden y deben ser planificadas. Lo urbano, no. Lo urbano es lo que no puede ser planificado en una ciudad, ni se deja. Es la máquina social por excelencia, un colosal artefacto de hacer y deshacer nudos humanos que no puede detener su interminable labor.” Lo cotidiano, construido por la urbanidad generada por todo aquel que habita, es un ente infaltable que termina por definir la ciudad y que, incluso siendo moldeada, continúa en su propiedad de cotidianidad.

Sin embargo, esta teatralidad tras los actos de la ciudad no sólo le otorga una definición a lo cotidiano, sino que, también, llena una necesidad más bien subconsciente de acompañar esta cotidianidad a través de un acto que logra otorgar un momento de entretenimiento o al menos de interrupción: el contemplar, la pausa a guardar atención a lo que ocurre al rededor tal espectador del teatro que es la ciudad; siendo esta entretención, en sí, la cotidianidad misma.


BIBLIOGRAFÍA

Debord, G. - La Sociedad del Espectáculo (1967) Editorial Buchet-Chastel

Brook, P. - El espacio vacío (1968) Ediciones Península

Brook, P. La Puerta Abierta: Reflexiones Sobre la Interpretación y el Teatro (1993) Alba Editorial

Delgado, M. Sociedades Movedizas (2007) Editorial Anagrama