Jaime López: Taller de Amereida VIII

De Casiopea
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TítuloProyección y voluntad colectiva.
AsignaturaTaller de Amereida 2014, Taller de Amereida
Del CursoTaller Amereida 2014, Taller de Amereida VIII
CarrerasArquitectura
Alumno(s)Jaime López

Proyección y voluntad colectiva

La arquitectura es la voluntad de la época traducida a espacio, Ludwig Mies Van der Rohe.

Claramente la frase muestra lo fuerte entre la intención proyectiva y su contexto, sin embargo aparece la palabra “traducida”, que pareciera concentrar toda la radicalidad de la frase de Mies, y a la vez del proyecto de arquitectura en sí, la traducción de la voluntad al espacio es la condensación que va de la concepción primera de la idea hasta que el proyecto se vuelve obra, pasando por una enormidad de procesos que el arquitecto debe dominar por completo para llevar lo que tiene en mente al espacio. Este proceso muestra una dificultad por sí mismo, ahora, si se lleva esto al plano colectivo (como el taller de obra), y si no se encuentra el vínculo en pos de la idea, probablemente el espacio continúe tal cual como en su inicio.

Del acto a la obra

Para que la obra se fuese desarrollando al unísono, hubo que manejar un tiempo holgado de dialogo y exposición, desde luego todo el material previo favoreció a la claridad para iniciar la experimentación, a pesar de haber creído en la posibilidad de una idea proyectada previamente para su construcción, la totalidad de la obra se pensó en el taller. Así transcurrió la primera (de tres) semana, con jornadas de observación, dialogo, actos poéticos y experimentación, aun sin una “primera piedra” más que el perímetro donde se era sabido se iba a erigir la construcción. Ya para la segunda semana aparecieron dos propuestas que hacían cobrar más magnitud al taller, una estructura concéntrica cuyo único soporte era un punto medio y una matriz capaz de generar una trama de acuerdo a lo requerido, hasta ese momento el avance era favorable, (la proyección comprendía que la estructura fuese capaz de alzarse sin mayores apoyos) la idea había logrado sortear la voluntad colectiva y por lo visto solo restaba traducirla en el espacio. Mientras quienes probaron los experimentos constructivos descansaban, los profesores resolvieron desechar ambas ideas y desarrollar una tercera idea que no había sido probada. Por lo visto la intención siempre fue realizar la idea que parecía tener más sustento proyectivo y de “voluntad arquitectónica”, sin embargo ¿Por qué experimentar un modo de traducir la idea que estaba tan lejano a la idea misma? Más aun sabiendo que se disponía de un tiempo limitado, y sobre todo teniendo en consideración que el equipo tenía herramientas pero no la destreza del oficio constructivo. Quizá el detalle no estaba en la originalidad de la obra, o la innovación en su forma, sino en encontrar un método para replicar una obra manteniendo la originalidad de la misma, pero en un contexto que cambiaría los aspectos formales que la permiten permanecer.

Magnitud

En ese sentido la verdadera magnitud de la obra no estaría en la satisfacción de una obra concluida, sino en la fineza de una estructura a medio terminar. De este modo fue que el taller concluyo con una estructura a medio terminar, con diagonales “momentáneo-permanentes” y vigas aun no fijas, pero sí una rama colgando daba por concluida la obra y por lo tanto, la hizo habitable, evidentemente la obra puede seguir en marcha, pero es en esta marcha que seguirá con los problemas que trae por no pensar la traducción antes que la construcción, desde las fundaciones hasta las uniones y las terminaciones, nos quedamos con una gran maqueta en ciudad abierta a la espera de volverse obra. Desde luego si guardamos la escala podemos pensar en una catedral de la sagrada familia, que aun inconclusa supo traducir en su forma la idea, logrando que alcanzara su magnitud no por el remate de la coronación, sino por el remate de su detalle.

Detalle

Desde luego ya se ha dado por hecho que toda posible radicalidad de cualquier proyecto reside en la correcta traducción del mismo. Ahora, el haber realizado pruebas fallidas o intentos que no terminarían en una obra construida, no son un fracaso rotundo de quienes participaron, si bien queda el registro de todo lo realizado, la experiencia, toma una importancia mucho más relevante el proceso bajo el cual fueron elaboradas la tareas del taller, hasta se podría decir que cuanto más detallado sea el proceso de traducción, más detallado será el resultado en la obra. No es un asunto de complejidad o sencillez en la obra, es necesario apartar la estética para comprender que una buena no es más que el resultado de una buena traducción proyectiva. Si nos encontramos con una obra deficiente estructuralmente, es por consecuencia de una traducción hecha con premura, si se quiere en otros términos, lo que escaseó fue un ante proyecto, al no aparecer con solidez, todo lo que podía devenir tendría la misma consistencia.


Si bien el asunto no es sentenciar el desempeño del taller, ni tampoco dar lección de los pasos a seguir (los mismos que no se hicieron), cada experiencia constructiva devuelve a cada participante tanto como se haya estado en la misma, la tarea de el o los proyectantes es fijar-se en los pasos que implica la proyección en general, y a la vez trabajar paralelamente la idea en particular, de forma que la traducción de la que se ha venido hablando sea tan admirable como la obra misma (y solo si se las quiere ver como elementos aislados).




Jaime Francisco López Catalán, Agosto, 2014.-