Homenaje a Godofredo Iommi - CAA hom 01

De Casiopea
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TítuloHomenaje a Godofredo Iommi
Palabras Clavepoesía, iommi, homenaje
AutorRonda de la Ciudad Abierta
Año2001
ModoActo Poético
LugarCementerio Ciudad Abierta
DescripciónActo de homenaje a la muerte de Godofredo Iommi, ocurrida en el verano de 2001. Asistieron los talleres de la Escuela y una gran cantidad de ex-alumnos.


Alocución del poeta brasileño durante el acto de homenaje Godofredo Iommi, en la ciudad abierta.


Queridos amigos, no se asusten; no voy a leer todos estos libros ni estos papeles. Espero ser muy breve. Yo creo que hablaré muy poco.

Desde que llegué a esta edad, estoy como Antígona: hablo más con los muertos que con los vivos. Podría hacer un pequeño cuento de mi vida con Godo. Son 60, más de 60 años. En el año ‘39, nos encontramos en Buenos Aires, Godo y Efraín Tomás Bo. Godo estudiaba economía. Raúl Young era su más íntimo amigo entonces, también estudiaba economía. Había un profesor en la Universidad de Buenos Aires que quería hacerlo -a Efraín Tomás Bo- matemático, lo consideraba un genio de las matemáticas, sabía mucho, pero él abandonó la matemática y se recibió en Filosofía. Después yo, que no era nada. Había otros dos brasileros: Napoleón López; que anduvo por todo el mundo también anduvo en Chile, tuvo sus aventuras, se convirtió: se hizo hermano tercero franciscano, vivió religiosamente como un santo hasta sus últimos días. Y el negro Abdías Nascimento, senador de la República en Brasil, apóstol de la causa de los negros, poeta, pintor, teatrólogo, de todo. Y la cosa nuestra empezó un día en un bar en Buenos Aires, Godo estudiaba economía; pero qué es economía, la única economía que nos puede interesar es la economía salutis: la economía de la salvación. Y entonces por ese tiempo leíamos muchos libros y se leía mucho, me acuerdo hasta del aspecto de un libro; el libro de estética de Croche que tenía un prefacio de Unamuno muy bonito, donde decía –Unamuno- que la cosa de la unión del hombre con Dios, la religión, es una cosa económica: había que amar a Dios porque Dios es mayor que yo mismo. Entonces abandonamos la economía y entramos en la economía salutis, y descubrimos ahí que éramos todos poetas, todos teníamos montones de cuadernos, de versos horribles, teníamos todos veintiún años. Bueno, entonces una tarde en un café que se llamaba Victoria hicimos un pacto al cual nos mantenemos fieles durante 60 años. El pacto del Victoria se llama entre nosotros, en nuestro lenguaje de sagrada masonería, el pacto del Victoria, jamás ninguno de nosotros lo ha traicionado, en todos los caminos malos y buenos que hicimos en la vida. Entonces quemamos todo el poder en la plaza pública, se hizo una hoguera como se queman las naves y Godo salió con la consigna: “o Dante o nada”, o escribimos a la altura del Dante, o no hacemos nada. Entonces salimos de ahí y no sé si escribimos alguna cosa. Lo intentamos toda la vida. Me acuerdo entonces de Godo en Buenos Aires en la casa de su papá. Yo creo que los hijos de Godo no han conocido al viejo Nicolás, padre de Godo, un italiano vehemente. Para nosotros, a la edad de veinte años, todos nosotros, se dice la gente es muy vieja. Imagínate para los muchachos que están ahí (señala hacia la galería) deben decir: “pero este viejo...”. Yo tenía la impresión que el viejo Nicolás tenía cien años, de pelo blanco, un italiano muy violento, anarquista toda la vida, protestando contra todo. Anarquista que consideraba que el estado era la mayor infamia que el hombre había creado en el mundo. Y murió fiel a su consigna de anarquista ... no logró hacer de los hijos anarquistas. Me acuerdo la mamá de Godo; me acuerdo de Claudio Girola adolescente con su padre escultor. Entonces vivimos unos días en Buenos Aires, ahí nos dimos una cita en el Etna, yo partí en un viaje a Etna a buscar las sandalias, se dice las sandalias en español, las sandalias perdidas de Empédocles. Y se partió de Buenos Aires. Yo me fui a Río, ahí los esperé, en Río. Cuando llegaron Godo, Efraín y Raúl, nosotros -los 3- esperamos y de ahí partimos, pero habría que ir primero, según el programa de Godo, a Tahiti. Entonces salimos de Río de Janeiro, se fue hasta la Amazonia; de todas maneras un grupo partió por barco. Napoleón no podía pasar por barco el Pernabuco, donde habíamos tenido líos políticos con la policía de la dictadura de esta época, entonces él no podía pasar el Pernabuco. Entonces Godo bajó, yo voy por tierra con él desde Bahía arriba, entonces atravesaron Godo y Napoléon el sertao de Bahía, pasaron por Canudos en caballos, en burros, en barco por el río San Francisco hasta el interior de Piahuí; un lugar perdido.




De Piahuí entonces también se fueron en caballo hasta San Luis de Maragnon, probablemente en barco donde venían los otros y siguieron hasta Belem do Pará y de Belem a Amazonas. Las aventuras de estos viajes son innenarrables: de ahí al Perú, Iquitos, que sé yo. Después Colombia, Venezuela. Por Perú hasta que pasaron por Chile, entonces Godo se quedó, muy enfermo. De Chile volvió a Buenos Aires con la malaria que había contraído en el Amazonas y después el viaje siguió. A veces separados, a veces juntos, caminamos hace 60 años. Yo mismo anduve por todos los países del planeta casi. No estuvimos siempre físicamente juntos; 3 años sí que estuvimos juntos el día y la noche, a veces viviendo en la misma pieza. Éramos 6, no teníamos plata como para alojarnos, vivíamos en la misma pieza, 6 personas dormíamos en el suelo... durante 3 años leyendo el día y la noche la Divina Comedia; El Quijote; Hölderlin, y así, así, así vivimos, y nos llamábamos la Santa Hermandad de la Orquídea. Porque la Orquídea no tiene vida propia; la Orquídea sube a la vida del árbol y nosotros a la vida de lo divino: de esto vivíamos, de lo divino. Era una aventura la Santa Hermandad de la Orquídea. Creo que nos hemos mantenido fieles a nuestra consigna primera, a esta cosa de estar siempre con lo sobrenatural. Y Godo después vino a anclar en Chile, lo que ha sido una felicidad: es el espacio sagrado para nosotros. Teníamos esas pequeñas cosas, teníamos un compromiso: que cada mañana, estuviéramos donde estuviéramos al levantarnos, rezar -o cualquier cosa- y cada uno de nosotros pronunciaría el nombre de los 6 miembros de la Santa Hermandad de la Orquídea. Yo lo hago hace sesenta y tantos años: “Raúl, Godo, ta, ta... casi como una letanía, la primera cosa que hago todos los días. Para que pudiéramos permanecer fieles a nuestro compromiso con la eternidad. Bueno, esa es una pequeña historia. Yo no les voy a hablar de Godo, pues no tengo palabras, pero traigo algunos mensajes. Efraín Tomás Bo el primero de nosotros que partió para la eternidad, que murió. Lo celebramos en Río y en San Pablo con un acto muy bonito. Godo fue, Raúl vino de Argentina, Napoleón vino de Bahía, hicimos una gran fiesta primero en el Monasterio de San Benito en Río, después en la casa de un amigo, una casa muy grande. Una fiesta con 100 ó 200 personas, después en San Pablo en la casa de la poeta Dora Ferrer Da Silva, viuda del filósofo Vicente Ferrer Da Silva, amigo nuestro, una gran fiesta con 100 ó 200 personas, después en San Pablo en la casa de la poeta Dora Ferrer Da Silva, viuda del filósofo Vicente Ferrer Da Silva, amigo nuestro, una gran fiesta con 100 ó 200 personas. El segundo que murió fue Napoleón. Murió, se enterró vestido de fraile franciscano. Era casado, con 2 hijos, murió también. Después Godo falta... ¡No nos falta, está aquí con nosotros! Yo cuando recibí la noticia de la muerte de Godo, lo llamé por teléfono a Raúl Young, en su pequeña ciudad argentina de Pinamar. Vive ahí hace años en Pinamar. Publica en un periódico local, con textos en griego. Es una locura, y escribe sus poemas y vive ahí, y es además médico de pronunciación, como se dice. Es el mayor de nosotros, tiene 86 u 87 años. Lo llamé. Dijo Raúl: “seguramente los amigos de Viña van hacer una conmemoración, una fiesta para Godo, que le gustaban mucho las fiestas, van a hacer una fiesta para Godo, tú tienes que ir”. Claro, 2 días después me llama: había tenido un infarto con esta noticia, el corazón no la aguantó. Pero hace ya un tiempo lo llamé, Raúl: “los médicos son unos perros de guardia, y el perro está aquí todos los días en mi casa, me ha prohibido de salir de la casa, te voy a dictar por teléfono 3 ó 4 palabras para que digas ahí”. Abdías el negro, el senador de la República, el senador también está en los 87, también los perros de guardia de la medicina no le han permitido salir. Un pequeño mensaje de este libro (lo muestra a los asistentes), porque él también se hizo pintor. Dedicó su vida a la lucha por los negros, porque vivimos en un país, el país más mestizo del continente y del mundo: Brasil, que es un mosaico de todas las razas con 40% ó 50% de la población con sangre negra, es el país más racista del mundo, la vida de un negro ahí es muy dura; y el Negro Abdías después de la Santa Hermandad, tomó la bandera de la liberación, de la segunda abolición de la esclavitud en Brasil.

Es un héroe negro, entonces pintó, se hizo pintor por su causa, es una pintura, son siglos de la negritud, es un teatrólogo, es un poeta y todo, traje este libro para el Instituto de Arte y con un pequeño mensaje para Godo que está aquí en unas de sus pinturas, la pintura que se llama Godolorecha, estos eran los nombres de los dioses africanos, que son todos nuestros dioses ... pero ese libro con el Cristo negro, que lo ha pintado él y (muestra la pintura en una página) eso sería Godo y con este pequeño mensaje:

(lee en portugués) “Perdidos en los misterios de los ritos del cosmos amazónico, los hermanos orquídeos Godofredo Iommi, Efraín Bo, Juan Raúl Young, Napoleón López Fili y Abdías Nascimento, vais una vez embarcados en la habana aventura pre malograda de descifrar lo indescifrable, enigma de lo humano de la naturaleza frente a lo divino”. Lo digo en portugués porque mi español es muy malo, creo que todos entienden portugués. Allí estamos Godofredo febril ...la traicionera malaria... ...de los dioses africanos de la selva ...”

El mensaje de Raúl: “Te acuerdas Godo, el adolescente de mármol en este jardín de Buenos Aires, un cántaro de agua permanente caía sobre la belleza de su cuerpo, como en el verso del poeta, el agua era al mismo tiempo la túnica que lo vestía y la luz que lo desnudaba. Nunca era suficiente el tiempo para contemplarlo en la plena belleza de su presencia y de su gracia. Ahora sí ya no te cubre, ya no te oculta el tiempo efímero y te podemos contemplar la presencia de tu gracia real, te veo así, como te hizo la eternidad. Y mientras nos estamos yendo, entre mi última aldea en Pinamar y tu última aldea en el Pacífico, no me despido, repito el saludo de tantos años a las puertas del viejo bar que entre Corrientes y Santa Fe: Hasta mañana hermano.”

La Santa Hermandad de la Orquídea, nosotros los cristianos creemos que los hijos son la prefiguración de la resurrección de la carne, entonces mis hijos, los hijos de los otros hermanos, como los hijos de Godo están en la cosa de la Santa Hermandad. Mi hijo, que es poeta, vive en París, no pudo venir porque vive en París, celebró a Godo allí en París, con Juan Pablo y con el hijo de Efraín Tomás Bo, que también vive en París, hizo un pequeño poema que me mandó y lo quiero leer:

“Donde ahora el constructor de paraísos sostenía sus techos como hervidos y vivía alrededor de sí mismo frecuentándose, en él su Guerra Santa y rescataba sus ruinas de sí mismo a sí mismo por nosotros. Preguntaba y su ritmo y su armonía por cántaros lo callaban, él qué pájaros, qué paraísos urdía pero ... y en estatuas de sal se transformaba huyendo de su huída, fecundando todos nuestros caminos que cruzaba y nos íbamos llevando los desvíos de nuestras llegadas, él que inventaba paraísos ... ausentes de certezas, de pasado y de futuro ahora en su mirada preguntaba y respondía a quienes nos habríamos las puertas sobre nuestro deseo de jardines. El inventando paraísos a su y a nuestra cotidianidad, sin adiós, sin partidas, sin partidas, sus adioses, él sabía sin ausentarse. Y de la cueva, de la boca, los reflejos, bailaban en la cueva de la nuestra y hasta el silencio era bello en su voz. El que conocía paraísos, porque los buscaba, sus caminos paso a paso, bifurcándose y donde nosotros ... Te busco y dónde estás, no sé pero sí sé donde estuviste y fue allí en el comienzo aquél donde el olvido hace nacer la memoria.” Ese es el homenaje de la nueva generación, con la Santa Hermandad de la Orquidea continúa ... hay en todo el mundo, poetas que se creyeron la Santa Hermandad, se hicieron heréticos después. Para nosotros murió ayer uno de estos pobres héreticos; que Dios lo tenga. Murió Edison Simmons ayer en París.


Texto de Gerardo Melo publicado en los diarios cuando la muerte de Godofredo Iommi

En Viña del Mar hubo un Poeta.

Eramos seis. Hoy tampoco somos muchos. Tal vez algunas decenas, en distintas ciudades del planeta, los poetas que no podemos concebir la poesía sin Godo. Aún más: no podemos concebir al mundo sin Godo. Todo comenzó una larga noche en un bar de Buenos Aires, teníamos 20 años. Salimos con los brazos entrelazados, encendimos una fogata en medio de la plaza, y quemamos centenares de versos. En el aire quedó la frase de Godo: “no afirmo nada, no niego nada, celebro”. Celebramos entre las llamas nuestra propia ligereza juvenil y la partida de viaje hacia la poesía. En nuestra bolsa de viaje Virgilio, Homero, Dante, Hölderlin y el Quijote. Siete, ocho horas de lectura, solitaria o en común, durante años. Godo se conocía de memoria el mapa de todos los viajes. A nosotros nos quedó el de Dante, y así fue como partimos hacia el Infierno, el Purgatorio, el Paraíso. Había una consigna tal vez juvenil y arrogante, pero la única para quien no quiere decir lo que ya se ha dicho: “Dante o nada”. Nosotros la repetimos incesantemente sobre las aguas del Amazonas, en los burdeles, en las iglesias, en la selva elemental. Más adelante, en las cordilleras de América, en las metrópolis del norte y en las viejas ciudades fundadoras de nuestro mundo, por las calles de Europa. El lo sabía todo y lo contrario de todo. Conocía la lengua y la palabra, la letra y la sílaba. Después inventó el lenguaje. Atravesamos los golfos, el surrealismo, el ultraísmos y los demás. En el dulce país de Chile inventó a la más bella de las mujeres y al amor más fervoroso. Y en ese mismo instante también inventó al amor que mueve al sol y a las demás estrellas. Y vio al Dios de amor, luz de luz, lumen de lumine. Buenaventura, el seráfico doctor, enseña que sólo se entra al Paraíso con elegancia y cortesía. El fue el más elegante y el más cortés de los poetas. Kavafis, el padre de la poesía griega contemporánea, nunca editó un libro en su vida. Godofredo tampoco lo hizo, aparte de algún que otro texto publicado en Francia, en Alemania y en Brasil. Pero toda su obra fue primorosamente impresa, durante años, por una refinada curaduría del Instituto de Arte de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso, etapa de su vida de poeta. Ahora que ha partido, cuando ya no es necesario obedecer la rigurosa discreción de su cortesía y de su elegancia, esta obra comenzará a ser celebrada, y crecerá el número de aquellos que hoy ya no comprendemos al mundo sin Godo, a la poesía sin Godo y de aquellos que sabemos que en Viña del Mar hubo un poeta.


Gerardo Mello, desde Río de Janeiro