El quehacer del artista con la palabra poética

De Casiopea
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TítuloEl quehacer del artista con la palabra poética
AsignaturaTaller de Amereida 2014
Del CursoTaller de Amereida 2014
CarrerasArquitectura
Alumno(s)Mei-Ling Oberli

A lo largo de la existencia del hombre encontramos aquellos avances que ayudan a la comprensión de distintos tipos de construcción , tanto del arte como de la palabra, y el del mismo hombre.

El arte y la palabra recorren mano a mano el camino de la evolución, acompañando al hombre, llegando a traer el lenguaje como el deleite de lo abierto y el recibir, para así generar algo en su entorno y en los que me rodean y de esta manera presenciar el acto de los artistas. El oficio del constructor es el hacer del oficio un acto poético, de entrega y re-encanto con la vida, es la entrega de todo el ser hacia la obra regalada. Todo esto proviene de ciertas particularidades con las que el artista se encuentra en su camino; la errancia, el andar , el obrar, la entrega y el regalo. Estos rasgos del artista ayudan a la creación del acto poético y lo conforman, llegando así al punto culmine de la obra, donde se queda totalmente entregado. “…En el amplio panorama cultural de cada nación, los artistas tienen su propio lugar. Precisamente porque obedecen a su inspiración en la realización de obras verdaderamente válidas y bellas, no sólo enriquecen el patrimonio cultural de cada nación y de toda la humanidad, sino que prestan un servicio social cualificado en beneficio del bien común…” (Carta a los artistas, Juan Pablo II) A partir de la cita podemos pensar que la indicación especial del artista y constructor es la valides de su obra y lo real de ella de acuerdo a lo que nos rodea, de esta forma los artistas constructores siempre tienen presente la necesidad de llegar a lo real de la obra, es decir aquello que es utilizable y que pertenece a la palabra. Siendo artista se debe entender que siempre el otro es lo uno, que aquel que me lleva al desconocido y lo riesgoso es el que me llevara al inconstante camino, que nos guía hacia lo no construido, lo vasto (en nuestro caso lo vasto de América), siendo aquella vastedad impalpable, entregada y siempre abierta, y es esto, lo abierto lo que nos lleva a lo generoso, es decir el obsequio. El aceptar lo que no es uno mismo, y aceptar lo no habitual, es aquello que me lleva a lo compartido y que así hace que me encuentre en lo que me pertenece tanto a mi como al que se le ha entregado la obra. Lo compartido también lo encontramos en el proceso de la obra, desde que es pensada hasta su entrega. Los procesos y las adversidades también construyen, y nos dan el paso a la realidad y a la verdadera facturación de la obra, donde el artista es puesto a prueba y es donde mas se ve el oficio y el amor que se tiene a lo creado por uno mismo. “…Mientras la arquitectura diseñaba el espacio sagrado, la necesidad de contemplar el misterio y de proponerlo de forma inmediata a los sencillos suscitó progresivamente las primeras manifestaciones de la pintura y la escultura. Surgían al mismo tiempo los rudimentos de un arte de la palabra y del sonido…” Lo espiritual y lo desconocido es lo que funda el pensamiento de los creadores de arte, promoviendo así la meditación sobre lo que va mas allá, tanto de lo humano y lo sobrenatural. Solo a través del pensamiento, de la idea, de la difusa mancha con la que se comienza el proyecto, es cuando se comienza el regalo, y asi la fundación. Es por esto que el reconocer el quehacer de cada creador (de mano con la palabra poética) es lo que forma el hacer, que se presenta ante la existencia del otro, hacia donde se va , de donde se viene y que es lo compartido. Siendo la fe una arista importante en la vida del artista, se ha desvanecido la creencia en alguna deidad, esta separación del arte con la fe generó que algunos pensaran que ambos son de corrientes sumamente distintas, sin embargo ambas no podrían estar mayormente vinculadas la una de la otra. Si bien existe arte que no es puramente religioso o de típicas expresiones, el arte tiene una tendencia a tomar un partido espiritual, a llegar a la dimensión de la comprensión de lo que va mas allá de lo cotidiano y lo efímero. El misterio, y por lo tanto la experiencia religiosa, es algo que ambos comparten, ya que estas dos partes buscan a partir de la imaginación explicaciones y directrices que guíen el actuar de cada uno como artista. “…La Iglesia, pues, tiene necesidad del arte. Pero, ¿se puede decir también que el arte necesita a la Iglesia? La pregunta puede parecer provocadora. En realidad, si se entiende de manera apropiada, tiene una motivación legítima y profunda. El artista busca siempre el sentido recóndito de las cosas y su ansia es conseguir expresar el mundo de lo inefable. ¿Cómo ignorar, pues, la gran inspiración que le puede venir de esa especie de patria del alma que es la religión? ¿No es acaso en el ámbito religioso donde se plantean las más importantes preguntas personales y se buscan las respuestas existenciales definitivas?...” Entonces , de acuerdo con la cita podemos entender que el hombre artista necesita de la espiritualidad, ya que ésta es aquello que lo conformará y construirá , para después ejercer de manera adecuada, y por lo tanto ejecutar aquello que es entregado. Si el artista carece de religión , encontraremos un alma sin rumbo, ya que tanto la espiritualidad y religión navegan junto a ti en la búsqueda de explicaciones a ciertos acontecimientos.

Es por esto que podemos afirmar que el artista necesita con urgencia enorme que se encuentre con la religión, para que esta lo acompañe a lo largo de su obrar, siendo éste obrar guiado por la fe, y por consiguiente aquellos valores que proclame su religión.

“…Queridos artistas, sabéis muy bien que hay muchos estímulos, interiores y exteriores, que pueden inspirar vuestro talento. No obstante, en toda inspiración auténtica hay una cierta vibración de aquel « soplo » con el que el Espíritu creador impregnaba desde el principio la obra de la creación…” Aquel soplo al que se refiere el autor es la llamada del espíritu que enciende el motor del artista, el motor que impulsa su creatividad y es lo único que puede asegurar el éxito de la obra. El es soplo del artista es el genio que lo lleva a ver y concebir la obra antes que ésta sea construida en su totalidad. Ésta capacidad creativa la podríamos llamar iluminación interior, ya que lleva al artista al camino de lo bello y real, para así pensar y facturar, y llegar a ese momento de esplendida gracia en la mente donde aquel artista se cuestiona todas las dimensiones de lo creado. Ésta es la trascendencia de la espiritualidad en el hombre, ese momento de iluminación interior y gracia, en que a través del constante pensar, meditar sopesar y actuar (de acuerdo a la religión) es cuando el humano es verdaderamente capaz y hábil. Lo que mueve el acto de entrega y de compartir, es la intuición artística que aspira a dar alguna compañía a la vida, interpretando y siempre tratando de llegar a lo misterioso y lo oculto, de tal manera que aquella iluminación interior que lleva al correcto obrar proviene de lo más íntimo de cada humano. El momento creativo es lo que sigue después de que se aparece esa densa mancha desde que es pensada a obra. Aquel que es capaz de llevar a cabo la obra y culminarla, es aquel que logró encontrarse con ambas dimensiones , tanto de la realidad como de a espiritualidad, llevando a la realidad y materialidad lo que antes había sido concebido solo en la mente y lo que motivó el instante de creación.

El artista a diferencia de otros oficios es capaz de comprender aquello que mueve la fe, ya que la auténtica forma de arte es donde la interpretación y la viscitud humana se encuentran y constituyen el acceso a la realidad de lo válido en las dimensiones de lo palpable y lo impalpable.

El artista lleva a cabo ésta via de acceso entre lo divino e impalpable , hasta lo que podemos ver con nuestro cuerpo. La sensibilidad de todo el que genere este puente , es el que verdaderamente entiende la íntima belleza de lo real.