El lenguaje como fin

De Casiopea
Revisión del 17:42 5 sep 2014 de Nacho Favilla (discusión | contribs.)
(difs.) ← Revisión anterior | Revisión actual (difs.) | Revisión siguiente → (difs.)



TítuloEl lenguaje como fin
AsignaturaTaller de Amereida
Del CursoTaller de Amereida 2014
CarrerasArquitectura
Alumno(s)Catalina Rosas

A través de la Leyenda de la Torre de Babel, hemos comprendido que los idiomas son trascendentales para el logro de un objetivo en común y aún más importante para simplemente entenderse con el otro. La lengua resulta un elemento de dos caras, la cual por un lado nos puede tanto unir como separar por barrera a veces más allá de lo que imaginamos.

A partir de esto, podemos desprender que la comunicación y las relaciones entre nosotros tienen sus bases en nuestros orígenes, en algo común y transversal a todas las personas. Si bien, es el lenguaje el elemento crucial en este aspecto, son muchos los que componen la identidad de una cultura. Hoy en día, a medida que la sociedad avanza vemos muchas diferencias entre nosotros. El mundo cada vez potencia más el individualismo, lo que ha llevado a un alejamiento de nuestros orígenes y cultura. A pesar de ese alejamiento, se ha logrado un desarrollo y se ha alcanzado la globalización de a través de la tecnología, logrando conectar, comunicar y transmitir información a velocidades y cantidades que antes nunca se hubiese podido, permitiéndonos conocer y abarcar más sobre el otro y lo distinto a nosotros que en otras épocas. Existe un elemento profundo y arraigado en la identidad de cada persona, que solo ha permitido avanzar en un aspecto individual y con un fin a veces meramente lucrativo. Esta globalización no ha logrado unirnos e identificarnos como un todo, pues hay algo que nos sigue separando en vez de lograr una unión de todas las distintas formas y expresiones que puede tener un ser humano alrededor del mundo.

¿Es posible que la suma de estos dos elementos, el individualismo provocado por el desarrollo y el origen cultural, resulten en una incomunicación y en una división de las masas?

Lo primero que tenemos que entender es que al no concebirnos como seres sociales, no podremos concebir un medio mejor para todos. Si existe incomunicación no se construye nada, al igual que en relato de la leyenda de la torre de babel; “Toda la Tierra tenía una misma lengua y usaba las mismas palabras. Los hombres en su emigración hacia oriente hallaron una llanura en la región de Sena-ar y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: «Hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego». Se sirvieron de los ladrillos en lugar de piedras y de betún en lugar de argamasa. Luego dijeron: «Edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámonos así famosos y no estemos más dispersos sobre la faz de la Tierra».

Mas Yahveh descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando y dijo: «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua, siendo este el principio de sus empresas. Nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros». Así, Yahveh los dispersó de allí sobre toda la faz de la Tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamó Babel, porque allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie.” Génesis 11:1-96

Si no hablamos con quienes tenemos en nuestro entorno, no podremos concebir la comunidad para alcanzar un objetivo, un bien común. También cabe analizar que en la leyenda, que fue la avaricia y el afán del hombre por realizar una construcción que llegara al cielo, los que lo llevaron a su separación, a la disgregación de la lengua, a una incomunicación. Tal como hoy en día alcanzar el éxito propio y vanal, sin un fin común, nos hace dejar de lado lo esencial y la belleza de las cosas, nos ciega, nos encierra y nos incomunica. En nuestra situación de Americanos, se han establecido límites, que segregan nuestra identidad de americanos, nos individualiza como país, y a su vez este nos segrega en regiones, comunas, y así sucesivamente. Esta se ve potenciada por el individualismo imperante que se enseña en todas partes, la cultura del éxito que deja de lado los valores y las tradiciones, por lograr el avance a veces estrepitoso y a veces sin sentido de la forma de vivir actual. En cuanto a los orígenes del ser humano, si nos remontamos en nuestros ancestros indígenas, a los originales de América, vemos como las diferencias no eran importantes. Existía una cosmovisión que vinculaba al hombre y a la naturaleza, era una forma de pensar en comunidad y en común con el otro. Las culturas se extendían a través de la geografía Americana, sin roces entre tribus cercanas. Desde la orgánica hasta la forma de vivir en la cotidianidad; los hábitos y las técnicas eran compartidos, finalmente todos se entendían. Si bien podía haber distintos dialectos, en algún momento se comunicaban y eran capaces de converger. Su comprensión del entorno les permitía habitar en la posibilidad del lenguaje propio de cada tribu; ante el juicio de cualquiera, sus formas eran distintas pero su fin era el mismo. Al final las relaciones apuntaban a un bienestar de manera colectiva.

Con respecto a lo cultural, tenemos también presente el conflicto actual entre el estado de Palestina e Israel. Uno que se remonta años atrás y que se basa en un desentendimiento ideológico en todas sus formas, lenguaje, religión y tradiciones. Lo difícil es entender como no se ha podido lograr un acuerdo, en qué punto la comunicación ha fallado y no se ha logrado la paz. El hombre no nace odiando por lo que es diferente a sí, es algo que le enseña su cultura, su entorno y sus circunstancias; y así como se le enseña a odiar, también es capaz de aprender a amar y aceptar lo distinto, que es lo natural y propio de la esencia del hombre. Es así también como la poca tolerancia y la tradición de cada cultura también resulta en una incomunicación. Si bien hoy se entiende que los tiempos han cambiado y vemos la vida de manera muy distinta a lo descrito anteriormente, hay que entender lo que nos une, y esto podemos entenderlo mejor si revisamos el pasado. Nuestra cultura es finalmente lo que nos une dentro de nuestra diversidad. Si bien somos un pueblo diverso, tenemos que rescatar esas diferencias y ver también en lo que convergemos, tornando esa diversidad como algo positivo, como una diversidad compartida. Tenemos que entender que en la colectividad, evidentemente existirán diferencias pero si revisamos lo esencial de la forma de vivir del humano, entendemos que con el tiempo nos vamos definiendo y alejando unos con otros, pero que dentro de nuestra esencia existe la unión, la intersección donde nace la comunicación. Debemos entender el progreso como algo que nos beneficie como particulares si no que nos combine en un total mayor, del que cada una de sus partes por sí misma sea tan importante como cualquier otra.

Hoy se estima lo “cultural” como relaciones mentales que tengan algo en común. Por lo que tenemos que buscar eso que tenemos en común, revisar nuestra historia y así nuestras raíces. Lograr un avance parejo entre lo que nos une y lo que nos diferencia, sin que esta diferencia nos separe. Debemos aceptar al otro, al distinto, sacando lo mejor de él. El lenguaje no se generó para ser concebida como un motivo de separación. Esta fue creada para ser el motivo de nuestra unión, poder dejar plasmado parte de nuestra identidad y transmitirla al otro. Siendo esto algo que nos lleve a compartir y convivir como uno solo, sin perder la identidad propia.

A partir de esto, hay que entender en primer lugar que el idioma español es una gran herramienta, ya que nos une como población en América latina. Pero por sobre todo debemos mirar el lenguaje, la palabra, como uno solo. Mirarlo como un fin y no un medio. La capacidad de comunicarse a través de la escritura y el dialecto, la comunicación mas que un medio para lograr el entendimiento y un objetivo, es el fin para lograr vivir con el otro, comprender al otro y aceptarlo, tratarlo como par. Logra así combinar lo mejor de cada cual. Así podremos ver el encuentro con el otro no como un choque si no como una forma de vincularnos con él.