EAD3212-01. Poética General. Carlos Honores . Tarea 2

De Casiopea
Revisión del 09:02 29 may 2021 de Carlos Honores (discusión | contribs.)
(difs.) ← Revisión anterior | Revisión actual (difs.) | Revisión siguiente → (difs.)



TítuloEAD3212-01. Poética General. Carlos Honores. Tarea 2
AsignaturaPoetica General
Del CursoPoética General 2021 S1
CarrerasArquitectura
2
Alumno(s)Carlos Honores
Blanco sobre blanco, 1918. Kazimir Malevich

LA ESTANCIA ES EL RECINTO QUE UNE AL SER AMERICANO CON LA OBRA

El siguiente trabajo pretende hacer énfasis en la relación de los espacios, vacíos exteriores construidos, y su significancia en la obra arquitectónica en sí. Buscando demostrar con ello, la importancia de tales espacios y la conformación de la arquitectura, mediante la permanencia en el recinto, este último como un operador abstracto entre obra y territorio. De esta manera, se pretende dar una conexión al proyecto de Titulación que se realiza paralelamente, y que en simples palabras indaga en la permanencia del habitante y cómo su tiempo se relaciona directamente con el peso del paso sobre el suelo, (sensibilidad) sobre el territorio, es decir que el tiempo genera la forma y el elemento. Pero ¿Qué tiempo? ¿Qué forma? Se pretende expresar y dar forma a la sensibilidad que altera el plano, pero a través de la mínima alteración; es por eso que se rige y se funde con las circulaciones del habitante, otorgando una sensibilidad al ritmo. Esto entendido como la alteración y proyección de un espacio nuevo en una plaza al interior de la ciudad. Pero volviendo al tema del recinto, como un elemento abstracto, no tangible y distinto, más no ajeno, a la dimensión tectónica y táctil que define Frampton, es necesario explicar las relaciones y definiciones del territorio, lugar y la obra vista desde el origen del ser humano.

Origen

“El hombre advierte hasta qué punto está unido a la tierra, comprende que no puede despegarse del lugar y admite como algo íntimamente suyo el planeta, los océanos, cumbres, ríos y valles, mesetas, cielos… entonces advierte como, con un golpe de su azada puede llegar a abrir en cada surco de la tierra, un lugar protegido y con cada muro que levanta puede incorporarse o desafiar a ese paisaje, a ese descampado, a esa colina y apropiarla… El quehacer del hombre se convierte entonces en inaugurar, en construir y reconstruir esa naturaleza suya por herencia, y domesticar su estado, pero para hacerlo debe soñarla”[1]

Se hace referencia a la existencia de una identidad en el propio ser humano de crear, de fundar territorio, de poder alterar el espacio que lo rodea y de tomar propiedad de él; y es esa identidad de poder construir aquello que lo lleva a permanecer, a crear un vínculo con el terreno y con el propio paisaje. De este modo, la vida a través de esta identidad genera una experiencia. Lo cual podemos declarar como la esencia de proyectar; esto porque aquello que vivimos, aquello que observamos, lo representamos como una abstracción en relación de lo real y el presente, como un proceso que se vincula con la manifestación de nuestro pensar y de percepción de los sentidos. Y es esa vivencia la que produce una visión subjetiva que el ser humano siente al ser estimulado por el espacio que lo rodea, por el paisaje. De esta manera se produce el vínculo entre el ser y su territorio. Hablamos de paisaje como de una extensión de terreno cuya conciencia de lugar está definida por unos estímulos determinados. El ser humano obtiene una experiencia al ser estimulado por el paisaje que lo envuelve, forma una conciencia sobre el espacio, y es esa la que se define como conciencia de recinto.

Mediante el terreno

Al referirnos a Territorio, el término lo asocia a limitar de manera racional un espacio físico propio del paisaje, a diferencia de una extensión prácticamente sin límites y continuo, la cual se tiene muchas veces como concepto.

“Si analizamos de algún modo el término territorio, descubrimos que los límites que lo definen son mentalmente muy complejos, pero están vinculados tridimensionalmente a la visión finita y al continuo espacial. Constituye un espacio físico vinculado a una conciencia de recinto, tomado no en su acepción de espacio tridimensional cerrado, sino más bien al de un lugar generado mentalmente por el ser humano que experimenta esos límites.”[2]

Esto da a entender que el ser humano y su forma de pensar proporciona los límites del territorio a través de sus conocimientos y vivencias sobre este mismo, viviendo tales límites; por lo tanto, entrega dimensión a un espacio físico, y lo dota de una espacialidad, una forma, la cual el autor la define como “conciencia de recinto.” Por consiguiente, el territorio, el terreno, la tierra, deja de ser algo ajeno o desconocido, y se reconoce, se puede observar a través de su concepción, de la acotación del recinto, y se ocupa, se habita, entregando un sentido al espacio, al territorio.

El Recinto como vínculo de territorio

El recinto (del latín. re y cinctus, cercado, rodeado), es entendido como el espacio comprendido dentro de ciertos límites, el espacio cercado, acotado o marcado. Desde lo objetivo se puede entender como un espacio con limites definidos, pero también posee límites entendidos. Siendo esta conciencia de recinto una experiencia subjetiva que el ser humano siente al estar envuelto por el paisaje, al estar en el territorio, posicionados en un punto específico del continente. Esto nos permite permanecer en el espacio y encontrarnos.

"Cuando hablamos de recinto lo concebimos como el desarrollo del plano horizontal y su acotación. El recinto como atributo de lo exterior es una morada abierta desde la que deambular hacia una espera apropiada como punto de partida para valorar las relaciones entre vacíos. Sostenida y envuelta por un horizonte externo, todavía el espesor del muro contiene nuevos enigmas, el cielo, la entrada, la puerta, el pórtico que quedan fuera y velan sin duda de cada una de las piedras que sin la necesidad de ser tocadas aseguran ese ensamblaje, esa densidad, ese anhelo de lo exterior."[3]

Podemos entender que el recinto, visto en su carácter de exterior, o más bien no en un interior, permite desarrollar la experiencia del ser humano sobre ese territorio, por ende, se desprende la relación con este espacio nombrado permite al habitante conocer y pertenecer al lugar, junto con acogerlo. A través de estas palabras, el autor proporciona un nombre al momento previo del "estar en", por ende, aparece el recinto como el espacio "exterior abierto" que recoge aquel tiempo del habitante al “estar ante”, al llegar y al encontrarse, siendo esa "morada abierta" que él nombra, la materialización del momento de permanecer en un lugar, de esperar y ser punto de partida para algo. Es decir, el recinto, además de ser entendido dentro de unos límites racionales, otorga un momento sobre el habitante, y con esto me refiero a que produce un ritmo, y se puede entender al observar que el cuerpo queda ante algo, o permanece en algo, o es la espera o punto de partida, etc. Por lo tanto, no solo se entiende como una condición espacial que podemos reconocer al estar en él, sino que también una condición temporal.

"El ritmo proporciona una expectación, suscita un anhelar... El ritmo engendra en nosotros una disposición de ánimo que sólo podrá calmarse cuando sobrevenga “algo”. Nos coloca en actitud de espera. Sentimos que el ritmo es un ir hacia algo, aunque no sepamos qué pueda ser ese algo. Todo ritmo es sentido de algo, aunque no sepamos qué pueda ser ese algo. Así pues, el ritmo no es exclusivamente una medida vacía de contenido, sino tiempo original." [4]

Se deja en claro que el ritmo es un momento, y que condiciona al habitante. Nos propone una instancia y con ello una sensación. El ritmo nos posiciona, en el caso de este estudio, en el recinto, pero indica la expectación de ir a algo o de esperar algo; esa actitud de antesala es la que define al ser humano en el recinto, actitud que es distinta si el ser está en otro lugar, en otro momento. Mediante esto se demuestra la relación entre el espacio y el tiempo, y en este caso particular del proyecto, es la dimensión del vacío exterior como recinto (espacio) y del ritmo del habitante (tiempo); y es esta relación y reconocimiento entre lugar y habitante aquello que lo vuelve propio, marca su propio ritmo.

Ahora bien, con respecto al lugar, no toda relación objeto-espacio lo configura. Y si bien la concepción de recinto tiene una parte importante relacionada con la percepción personal del espacio, existe otra que se vincula a sus límites; y son estos límites los que permiten descubrir la relación entre recinto construido y recinto territorial. Por ende, el lugar no existe solo con la relación del territorio y la obra, como lo define Augé en su libro de “Los no lugares”, un lugar es lo que podemos definir como lugar de identidad, relacional e histórico, en cambio aquello que no se puede definir ni como espacio de identidad ni como relacional ni histórico, pasa a ser un “no lugar”. “Michel de Certeau propuso nociones de lugar y de espacio, un análisis que constituye aquí obligatoriamente una cuestión previa. Certeau no opone los "lugares" a los "espacios" como los "lugares" a los "no lugares". El espacio, para él, es un "lugar practicado", "un cruce de elementos en movimiento": los caminantes son los que transforman en espacio la calle geométricamente definida como lugar por el urbanismo… Merleau Ponty quien, en su Fenomenología de la percepción, distingue del espacio "geométrico" el "espacio antropológico" como espacio "existencial", lugar de una experiencia de relación con el mundo de un ser esencialmente situado "en relación con un medio"…” [5] Con esto se deja claro que la forma de lugar aparece en su relación entre territorio y obra, pero para que este espacio además debe de integrar la experiencia del habitante, y es ese estado el que recoge el recinto y permite a su vez, vincular el lugar, se presenta al recinto como el vínculo entre territorio y obra, entendiéndose al recinto como un atributo del espacio que permite desarrollar la experiencia del ser humano.

Desde la visión del Ser Americano

“El Lugar (arriesga la respuesta) Lugar de ENCUENTRO, dicho de otro modo, el Lugar es allí donde hay-Encuentro. Cualquier encuentro. “Bon jour Monsieur Courbet” es un Lugar. Por lo tanto, la esencia del lugar depende de la esencia del encuentro: y hay una historia del lugar. El fin de la historia del lugar es cuando el Lugar ya no es más que encuentro de sí mismo, dicho de otro modo, cuando el Lugar ya no es más que encuentro . . . del lugar.”[6] Amereida habla sobre el encuentro como aquello que revela al lugar, un encuentro que se relaciona con el saludo, y que en el desarrollo de este trabajo lo podemos relacionar con la experiencia y vivencia del ser sobre el territorio, pero experiencias entre los habitantes, acogidas por el territorio, y no referido a este último.

“Por eso se impone la primera pregunta: - ¿es la relación técnica con la tierra el fin de todo encuentro por lo tanto, fin de todo lugar; o bien, encontrando a la Tierra como objeto de explotación no transforma la técnica todo encuentro en un solo tipo de encuentro, por lo tanto, toda la variedad posible de lugares en un solo Lugar?”[7]

Se puede desprender que, y junto a todo lo desarrollado, cada espacialidad contiene una individualidad, distintas percepciones de cada habitante sobre cada territorio, pero a su vez podemos agrupar tales percepciones y nombrarlas como identidad, y toda forma de permanecer y pertenecer a un sitio será una sola forma, y al encontrarse el habitante, será un solo tipo de encuentro en un solo Lugar. Es ese “solo lugar”, dentro del continente, lo que recoge al ser americano, por lo tanto, existe el concepto de recinto vinculado con el territorio americano, definido por las propias experiencias del ser americano y sus propios ritmos, que al final terminan siendo un solo ritmo.

"...de poner una “estancia en su propio ritmo”. Una ‘estancia’ es al unísono un lugar y su tiempo; es la reunión de una dimensión espacial con una temporal. En este sentido, Amereida es poesía del ‘ha lugar’, como lo declara Godofredo Iommi …tiempo-espacio fundados y fundidos por la palabra de la poesía."[8]

Esto se refiere al estado previo de las decisiones que anteceden a la forma, un propósito en donde los espacios exteriores vacíos dan significado a la obra arquitectónica. Demostrando la importancia de la permanencia del recinto, la vinculación del propio espacio y del “espacio no cubierto”. En este caso es "lo Abierto" aquello que Amereida ha puesto en su propio ritmo, definiéndolo como "el ámbito de la apertura que está configurado primeramente como una estancia a través de la que hay que ir o salir."[9]

Y esa estancia es, en este proyecto, el recinto como un espacio exterior, abierto al paisaje, y definido por las relaciones que se proyectan en la superficie de la plaza, del territorio, que permiten las sensaciones, de espera, expectación y permanencia, ante la antesala de la proyección de la forma que permite ingresar a la obra y habitarla, como un regalo. Es, por ende, la estancia, la relación entre lugar y tiempo, lo que podemos entender como el elemento que da cabida al encuentro del habitante en un estrecho vínculo entre la percepción del territorio y sus límites con la experiencia del ser americano sobre la apropiación espacial mediante el ritmo. Se puede definir a la estancia que describe Amereida como el recinto que permite la permanencia y el vínculo entre territorio y obra dentro de la arquitectura. La estancia es el recinto del ser americano, y por lo tanto la conexión obra – territorio y lugar – tiempo, pero no solo sus elementos físicos, sino que la abstracción de estos revelada por límites racionales que se experimentan a través del ritmo.

Conclusiones

Podemos entender la importancia de aquellos espacios exteriores, construidos o no, como elementos previos a la obra y que condicionan no solo el espacio, si no que también la forma en cómo se habita. La importancia del Recinto en la arquitectura, proyectado como un espacio exterior vacío, y en el caso del proyecto, como un espacio no cubierto que conforma parte de la plaza y es la antesala de la obra construida, es que deja al cuerpo en ese estado previo, que podemos definir como el momento después del encuentro, con la obra, y que se lleva a cabo en un lugar, que para ser lugar no basta con la relación entre su territorio y lo construido, sino que incluye la experiencia del ser, y en este caso en particular, del ser americano, el cual se ve estimulado por el paisaje que lo rodea y es lo que le permite crear una conciencia de pertenencia, conciencia de recinto, el cual lo acoge en actitud de espera pero, como lo nombra Amereida, en una actitud de anhelo, y es esa actitud y esos estados los que dan forma al ritmo. Es el ritmo del habitante la proyección del tiempo en el espacio, lo que defino como peso, y a su vez en el acto se define como permanencia. Por lo tanto, el recinto es el vinculo entre obra y su territorio, y que, su relación de tiempo y espacio, en el caso nuestro, de ser americano, se define como la estancia, es decir toda aquella espacialidad definida, no por límites físicos, si no que, por límites racionales formados por la experiencia de habitar un lugar, y especialmente un lugar del continente, que permite desarrollar una pertenencia territorial y sentimental, una experiencia. De manera que la estancia es el elemento que une al ser americano con la obra, existiendo así una estancia para cada obra. No como un elemento físico en sí, más bien como un momento.



Referencias

  1. Vidal Climent, IE. (2015). La permanencia del recinto en la arquitectura [Tesis doctoral no publicada]. Universitat Politécnica de Valencia. https://doi.org/10.4995/Thesis/10251/59462./
  2. Idem.
  3. Idem/
  4. Paz, O. (1993). El Laberinto de la Soledad / Postdata / Vuelta a el laberinto de la soledad. Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica. Recuperado de https://wiki.ead.pucv.cl/Habitar_en_comunidad._Ciudad_Abierta_de_Ritoque,_1970-2016.
  5. Augé, M. (2017). Los no lugares: Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad (10.a ed.). Gedisa Mexicana./
  6. Varios Autores. (1986). Amereida, Volumen Segundo: Vol. II (Primera ed.). Taller de Investigaciones Gráficas UCV./
  7. Varios Autores. (1986). Amereida, Volumen Segundo: Vol. II (Primera ed.). Taller de Investigaciones Gráficas UCV.
  8. Jaime Reyes, POLOC ONG. (2016, 5 agosto). Habitar en comunidad. Ciudad Abierta de Ritoque, 1970-2016. Recuperado de https://wiki.ead.pucv.cl/Habitar_en_comunidad._Ciudad_Abierta_de_Ritoque,_1970-2016.
  9. Jaime Reyes, POLOC ONG. (2016, 5 agosto). Habitar en comunidad. Ciudad Abierta de Ritoque, 1970-2016. Recuperado de https://wiki.ead.pucv.cl/Habitar_en_comunidad._Ciudad_Abierta_de_Ritoque,_1970-2016./