Diferencia entre revisiones de «Carta del Vidente»

De Casiopea
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===Rimbaud a Paul Demeny===
{{Bibliografía
|Título=Carta del Vidente
|Año=1871
|Autor=Arthur Rimbaud
|Tipo de Publicación=Poema, Perpendiculares
|Nota=Carta de Arthur Rimbaud a Paul Demeny, Charleville, 15 de Mayo de 1871.<br>Para la traducción se tomó como base una versión casi completa realizada por Godofredo Iommi M. para la [[Clase de Poética]] (Escuela de Arquitectura UCV, 1967); el texto en general y los 3 poemas que se intercalan en la carta fueron traducidos por Manuel F. Sanfuentes y revisados por Pablo Ortúzar.
}}
''Charleville, 15 de mayo de 1871.''


''Charleville, 15 mayo 1871''
He resuelto darle una hora de literatura nueva; comienzo ya por un salmo de actualidad:


<poem>'''Canto de Guerra Parisino'''


He decidido darle a usted una hora de literatura nueva; empiezo a continuación con un salmo de actualidad:
La primavera es evidente,
ya desde el corazón de las verdes Propiedades,
el robo de Thiers y de Picard
tiene sus esplendores abiertos de par en par.


¡Oh mayo! Qué delirantes culos desnudos!
Sèvres, Meudon, Bagneux, Asnières,
Escuchad pues las bienvenidas
sembrar las cosas primaverales!


'''Canto de guerra parisino'''
Ellos tienen chacó, sable y tam-tam
no la antigua caja para velas,
Y yolas que nunca, nun...
¡Surcan el lago de las aguas enrojecidas!...


La primavera es evidente, porque<br>
Más que nunca nos divertimos
Desde el corazón de las Propiedades verdes,<br>
cuando arriban a nuestras guaridas
El vuelo de Thiers y de Picard<br>
y se desplomen los amarillos cabujones
Mantiene sus esplendores de par en par.<br>
en albas particulares!
¡Oh Mayo! ¡Qué delirante culos al aire!<br>
¡Sèvres, Meudon, Bagneux, Asnières,<br>
Escuchad, pues, cómo los bienvenidos<br>
Siembran las cosas primaverales!<br>
Llevan chacó, sable y tam-tam,<br>
No la vieja caja de velas<br>
Y yolas que nunca, nunca…<br>
¡Surcan el lago de aguas enrojecidas!<br>
¡Ahora más que nunca nos juerguearemos<br>
Cuando se vengan encima de nuestros cuchitriles<br>
A derrumbarse los amarillos cabujones<br>
En amaneceres muy especiales!<br>
Thiers y Picard son unos Eros,<br>
Conquistadores de heliotropos,<br>
Con petróleo pintan Corots:<br>
Ahí vienen sus tropas abejorreando…<br>
¡Son familiares del Gran Truco!…<br>
¡Y tumbado en los gladiolos, Favre<br>
Hace de su parpadeo acueducto,<br>
Y sus resoplidos a la pimienta!<br>
La gran ciudad tiene las calles calientes,<br>
A pesar de vuestras duchas de petróleo,<br>
y decididamente tenemos que<br>
Sacudiros en vuestro papel.<br>
¡Y los Rurales que se arrellanan<br>
En prolongados acuclillamientos,<br>
Oirán ramitas crujiendo<br>
Entre los rojos arrugamientos!


A. RIMBAUD
Thiers y Picard son Eros,
raptores de heliótropos,
al petróleo le hacen Corots.
He aquí, sus tropas abejorrear...


Son familiares del Gran Truco!
Y, tendido en los gladiolos, Favre,
hace su parpadeo acueducto
y sus olfateadas a la pimienta.


—Ahí va una prosa sobre el porvenir de la poesía.
La Gran Ciudad tiene caliente el empedrado
pese a vuestras duchas de petróleo,
y decididamente, precisamos
sacudirnos en vuestro rol...


Toda poesía antigua desemboca en la poesía Griega, Vida armoniosa. — Desde Grecia hasta el movimiento romántico, — edad media, — hay letrados, versificadores. De Ennio a Turoldus, de Turoldus a Casimir Delavigne, todo es prosa rimada, un juego, apoltronamiento y gloria de innumerables generaciones idiotas: Racine es el puro, el fuerte, el grande. — Si alguien le hubiese soplado en las rimas, revuelto los hemistiquios, al Divino Tonto no se le haría más caso hoy que a cualquiera que se descolgara escribiendo unos Orígenes. — Después de Racine, el juego se pone mohoso. Ha durado dos mil años.
Y los Rurales que descansan bien
en largas encuclillas,
oirán los ramajes quebrarse
en medio de rojos rozamientos.</poem>


Ni broma ni paradoja. La razón me inspira más convencimientos sobre el tema que rabietas se agarra el Jeune-France. Por lo demás, los nuevos son muy libres de abominar de los antepasados: estamos en casa y no nos falta el tiempo.
A. Rimbaud


Jamás hemos bien juzgado al romanticismo. ¿Quién iba a juzgarlo? ¡Los críticos! ¿A los románticos, que tan bien demuestran que la canción es muy pocas veces la obra, es decir: el pensamiento cantado y comprendido por el cantor?


Porque Yo es otro. Si el cobre se despierta convertido en corneta, la culpa no es en modo alguno suya. Algo me resulta evidente: asisto a la eclosión de mi pensamiento: lo miro, lo escucho: aventuro un roce con el arco: la sinfonía se remueve en las profundidades, o aparece de un salto en escena.
He aquí una prosa acerca del futuro de la poesía.


Si los viejos imbéciles hubieran descubierto del yo algo más que su significado falso, ahora no tendríamos que andar barriendo tantos millones de esqueletos que, desde tiempo infinito, han venido acumulando los productos de sus tuertas inteligencias, ¡proclamándose los autores!
Toda la poesía antigua va a dar a la poesía griega; Vida armoniosa. De Grecia al movimiento Romántico, –la Edad Media– hay letrados, versificadores. De Ennio a Teoroldus, de Teoroldus a Casimir Delavigne, todo es prosa rimada, un juego, envacamiento y gloria de innumerables generaciones idiotas: Racine es el puro, el fuerte, el grande. Uno hubiera podido soplar sobre sus rimas, mezclar sus hemistiquios, y el Divino Tonto sería hoy día tan ignorado, como cualquier primerizo autor de ''Orígenes''. Después de Racine, el juego se paraliza. ¡Esto ya dura dos mil años!


En Grecia, he dicho, versos y liras ponen ritmo a la acción. A partir de ahí, música y rima se tornan juegos, entretenimientos. El estudio de ese pasado encanta a los curiosos: muchos se complacen en renovar semejantes antigüedades — allá ellos. A la inteligencia universal siempre le han crecido las
Ni broma ni paradoja. La razón me inspira más certezas sobre este asunto, que las rabietas que jamás pueda tener un ''joven-France''. Por lo demás, ¡libre a los nuevos! de execrar los ancestros: estamos en casa y tenemos tiempo.
ideas naturalmente; los hombres recogían en parte aquellos frutos del cerebro; se obraba en consecuencia, se escribían libros: de tal modo iban las cosas, porque el hombre no se trabajaba, no se había despertado aún, o no había alcanzado todavía la plenitud de la gran ilusión. Funcionarios, escribanos: autor, creador, poeta, ¡nunca existió tal hombre!


El primer objeto de estudio del hombre que quiere ser poeta es su propio conocimiento, completo; se busca el alma, la inspecciona, la prueba, la aprende. Cuando ya se la sabe, tiene que cultivarla; lo cual parece fácil: en todo cerebro se produce un desarrollo natural; tantos egoístas se proclaman autores;
Nunca hemos juzgado bien el Romanticismo. ¿Quién lo hubiera juzgado? ¡¡Los críticos!! ¿Los Románticos, que prueban tan bien que la canción es tan poco a menudo la obra, es decir, el pensamiento cantado ''y comprendido'' del cantor?
¡hay otros muchos que se atribuyen su progreso intelectual! — Pero de lo que se trata es de hacer monstruosa el alma: ¡a la manera de los comprachicos, vaya! Imagínese un hombre que se implanta verrugas en la cara y se las cultiva.


Digo que hay que ser vidente, hacerse vidente.
Porque yo soy un otro. Si el cobre se despierta clarín, no tiene culpa alguna. Esto me es evidente: asisto a la eclosión de mi pensamiento: lo miro, lo escucho: lanzo un golpe de arco: la sinfonía se remueve hasta las profundidades, o viene de un salto sobre la escena.


El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; busca por sí mismo, agota en sí todos los venenos, para no quedarse sino con sus quintaesencias. Inefable tortura en la que necesita de toda la fe, de toda la fuerza sobrehumana, por la que se convierte entre todos en el enfermo grave, el gran criminal, el gran maldito, — ¡y el supremo Sabio! — ¡Porque alcanza lo desconocido! ¡Porque se ha cultivado el alma, ya rica, más que ningún otro! Alcanza lo desconocido y, aunque, enloquecido, acabara perdiendo la inteligencia de sus visiones, ¡no dejaría de haberlas visto! Que reviente saltando hacia cosas inauditas o innombrables: ya vendrán otros horribles trabajadores; empezarán a partir de los horizontes en que el otro se haya desplomado.
¡Si los viejos imbéciles no hubieran encontrado del «Mí» la significación falsa, no tendríamos que barrer estos millones de esqueletos, que después de un tiempo infinito han acumulado los productos de su inteligencia tuerta, proclamándose los autores!


— Continuará dentro de seis minutos —
En Grecia, lo dije, versos y liras ''ritman la Acción''. Después, la música y la rima son juegos, distracción. El estudio de ese pasado encanta a los curiosos: muchos gozan renovando esas antigüedades: es para ellos. Naturalmente, la inteligencia universal siempre desechó sus ideas; los hombres recogían parte de estos frutos del cerebro: se actuaba por, se les escribía libros: la marcha era esa, el hombre no se trabajaba, no estaba aún despierto, o todavía no en la plenitud del gran sueño. Funcionarios, escritores: autor, creador, poeta, ¡ese hombre no ha existido jamás!


Intercalo aquí un segundo salmo fuera de texto: préstele usted benévolo oído, y todo el mundo se quedará encantado. — Tengo el arco en la mano, empiezo:
El primer estudio del hombre que quiere ser poeta, es su propio conocimiento, íntegro; busca su alma, la inspecciona, la tantea, la aprehende. Ya sabiéndola, debe cultivarla; esto parece simple: en todo cerebro se cumple un desarrollo natural; tantos ''egoístas'' se proclaman autores. ¡Incluso hay otros que se atribuyen su progreso intelectual! Pero se trata de hacer el alma monstruosa: como los comprachinos, ¡vamos! Imaginad un hombre implantándose y cultivándose verrugas en el rostro.


Digo que hay que ser ''vidente'', hacerse vidente.


'''Mis pequeñas enamoradas'''
El Poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado ''desarreglo'' de ''todos sus sentidos''. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; busca él mismo, agota en él todos los venenos, para sólo guardar las quintaesencias. Inefable tortura, en que necesita toda la fe, toda la fuerza sobrehumana, en que deviene entre todos el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito –y el supremo Sabio. ¡Pues llega a lo ''desconocido''! ¡Ya que ha cultivado más que nadie su alma, ya rica! ¡Llega a lo desconocido! Y si llegara, aterrado, a no comprender sus visiones, las habría visto! Que reviente en su salto por las cosas inauditas e innombrables: vendrán otros horribles trabajadores, ellos comenzarán por los horizontes donde el otro se desplomó.


Un hidrolato lagrimal lava<br>
–Continúa en seis minutos–
Los cielos de verde col:<br>
Bajo el árbol retoñero que os babea<br>
Los cauchos,<br>
Blancas de lunas especiales<br>
Con los pialatos redondos,<br>
¡Entrechocad las rótulas,<br>
Monicacos míos!<br>
¡Nos amamos en aquella época,<br>
Monicaco azul!<br>
¡Comíamos huevos pasados por agua<br>
Y pamplinas de agua!<br>
Una tarde, me consagraste como poeta,<br>
Monicaco rubio:<br>
Baja aquí, que te dé unos azotes,<br>
en mi regazo;<br>
Vomité tu bandolina,<br>
Monicaco moreno;<br>
Tú me habrías cortado la mandolina<br>
Con el filo de la frente.<br>
¡Puah! Mis salivas resecas,<br>
Monicaco pelirrojo,<br>
¡Todavía te infectan las zanjas<br>
Del pecho redondo!<br>
¡Oh mis pequeñas enamoradas,<br>
os odio tanto!<br>
¡Sujetaos con trapos dolorosos<br>
Las feas tetas!<br>
¡Prestadme los viejos tarros<br>
De sentimiento en conserva!<br>
¡Hale, venga, sed mis bailarinas<br>
Por un momento!…<br>
¡Los omóplatos se os desencajan,<br>
Oh amores míos!<br>
¡Con una estrella en los riñones cojos,<br>
¡Dadles la vuelta a vuestras vueltas!<br>
¡Y pensar que por tales brazuelos de cordero<br>
He escrito rimas!<br>
¡Me gustaría romperos las caderas<br>
Por haber amado!<br>
Soso montón de estrellas fallidas,<br>
Id a llenar los rincones!<br>
— ¡Reventaréis en Dios, albardeadas<br>
De innobles cuidados!<br>
Bajo las lunas particulares<br>
con los pialatos redondos,<br>
¡Entrechocad las rótulas,<br>
Monicacos míos!


A. RIMBAUD
Aquí intercalo un segundo salmo ''fuera del texto'': quisiera preste un oído complaciente –todo el mundo estará encantado. Me inclino en la mano, comienzo:


<poem>'''Mis Pequeñas Enamoradas'''


Ahí lo tiene. Y tenga usted en cuenta que, si no me lo impidiese el temor de hacerle pagar más de 60 céntimos de porte, — ¡yo, pobre pasmado que hace siete meses que no veo una monedita de bronce! — ¡aún le mandaría mis Amantes de París, cien hexámetros, señor mío, y mi Muerte de París, doscientos
Un hidrolato lacrimal lava
hexámetros!
los cielos col verde:
Bajo el árbol tierno que babea,
tus cauchos.


Vuelvo a tomar el hilo:
Blancos de lunas particulares
en los redondos pialatos,
entrechocad vuestras rodilleras,
mis adefesios!


El poeta es, pues, robador de fuego.
Nos amamos en esa época,
Fealdad azul:
comíamos huevos en cáscara
y murajes!


Lleva el peso de la humanidad, incluso de los animales;
Una tarde, tu me consagras poeta,
tendrá que conseguir que sus invenciones se sientan, se palpen,
rubio adefesio.
se escuchen; si lo que trae de allá abajo tiene forma, él da
Baja aquí, que yo te azote
forma; si es informe, lo que da es informe. Hallar una lengua;
en mi regazo;


— Por lo demás, como toda palabra es idea, ¡vendrá el momento
He vomitado tu bandolina
del lenguaje universal! Hay que ser académico, — más
negro adefesio;
muerto que un fósil, — para completar un diccionario, sea del
Tu cortarías mi mandolina
idioma que sea. ¡Hay gente débil que si se pusiera a pensar en
al filo de la frente.
la primera letra del alfabeto, acabaría muy pronto por sumirse
en la locura!


Este lenguaje será del alma para el alma, resumiéndolo
¡Puah! Mis salivas resecadas
todo, perfumes, sonidos, colores, pensamiento que se aferra al
fealdades rojas,
pensamiento y tira de él. Si el poeta definiera qué cantidad de
infectan aún las trincheras
lo desconocido se despierta, en su época, dentro del alma universal,
de tu redondo seno!
¡daría algo más — la fórmula de su pensamiento, — la
notación de su marcha hacia el Progreso! Enormidad que se
convierte en norma, absorbida por todos, ¡el poeta sería en
verdad un multiplicador de progreso!


Este porvenir será materialista, ya lo ve usted; — Siempre
Oh, mis pequeñas enamoradas,
llenos de Números y de Armonía, estos poemas habrán sido
¡Cómo os odio!
hechos para permanecer. — En el fondo, seguirá siento, en
¡Cubran de trapos dolientes
parte, Poesía griega.
tus feas tetas!


El arte eterno tendría sus cometidos, del mismo modo en
Pisotead mis viejos trastos
que los poetas son ciudadanos. La poesía dejará de poner ritmo
de sentimiento;
a la acción; irá por delante de ella.
¡Ah pues, sed mis bailarinas
por un momento!


¡Existirán tales poetas! Cuando se rompa la infinita servidumbre
Tus omóplatos se desencajan,
de la mujer, cuando viva por ella y para ella, cuando el
¡Oh, mis amores!
hombre, — hasta ahora abominable, — le haya dado la remisión,
Una estrella en vuestros riñones que cojean
¡también ella será poeta! ¡La mujer hará sus hallazgos en
voltea tus vueltas.
lo desconocido! ¿Serán sus mundos de ideas distintos de los
nuestros? — Descubrirá cosas extrañas, insondables, repulsivas,
deliciosas; nosotros las recogeremos, las comprenderemos.


Mientras tanto, pidamos a los poetas lo nuevo, — ideas y
¡Y sin embargo, por estos jamones
formas. Todos los listos estarán dispuestos a creer que ellos ha
es que yo he rimado!
han dado satisfacción a tal demanda. — ¡No es eso!
¡Quisiera quebraros las caderas
de haber amado!


Los primeros románticos fueron videntes sin percatarse
Aburrido montón de estrellas fracasadas,
bien de ello: el cultivo de sus almas se inició en los accidentes:
colmad las esquinas
locomotoras abandonadas, pero ardorosas, que durante algún
–¡Revantaréis en Dios, ensilladas
tiempo se acoplan a los carriles. — Lamartine es a veces vidente,
de inmundos cuidados!
pero lo estrangula la forma vieja. — Hugo, demasiado
cabezota, sí que tiene mucha visión en los últimos volúmenes:
Los Miserables son un verdadero poema. Tengo Los castigos a
mano; Stella da más o menos la medida de la visión de Hugo.
Demasiados Belmontet y Lammenais, Jehovás y columnas,
viejas enormidades muertas.


Musset nos es catorce veces detestable, a nosotros, generaciones
Bajo las lunas particulares
dolorosas y presa de visiones, — que nos sentimos insultados
en los redondos pialatos,
por su pereza de ángel. ¡Oh cuentos y proverbios insípidos!
entrechocad vuestras rodilleras,
¡Oh noches! ¡Oh Rolla, oh Namouna, oh la Coupe!
mis adefesios.
Todo es francés, es decir: detestable en grado sumo: ¡francés,
no parisino! ¡Una obra más del odioso genio que inspiró a Rabelais,
a Voltaire, a Jean La Fontaine, comentado por el señor
Taine! ¡Primaveral, el espíritu de Musset! ¡Encantador, su
amor! ¡Esto sí que es pintura al esmalte, poesía sólida! La poesía
francesa se seguirá paladeando durante mucho tiempo,
pero en Francia. No hay dependiente de ultramarinos que no
sea capaz de descolgarse con un apóstrofe estilo Rolla; no hay
seminarista que no lleve sus quinientas rimas en el secreto de
su libreta. A los quince años, tales impulsos de pasión ponen a
los jóvenes en celo; a los dieciséis empiezan a conformarse
con recitarlos con sentimiento; a los dieciocho, incluso a los
diecisiete, todo colegial que esté en condiciones hace el Rolla,
¡escribe un Rolla! Incluso puede que quede alguno todavía que
pierda la vida en ello. Musset no supo hacer nada: había visiones
tras la gasa de las cortinas: él cerró los ojos. Francés, flojo,
arrastrado del cafetín al pupitre del colegio, el hermoso cadáver
está muerto, y, de ahora en adelante, no nos tomemos siquiera
la molestia de despertarlo para nuestras abominaciones.


Los segundos románticos son muy videntes. Th. Gauthier,
A. R.</poem>
Leconte de Lisle, Th. de Banville. Pero cómo inspeccionar lo
invisible y oír lo inaudito que recuperar el espíritu de las cosas
muertas, Baudelaire es el primer vidente, rey de los poetas, un
auténtico Dios. Vivió, sin embargo, en un medio demasiado
artista; y la forma, que tanto le alaban, es mezquina: las invenciones
de lo desconocido requieren de formas nuevas.


Experimentada en las formas viejas, entre los inocentes,
Bien. Y dese cuenta que si no temiera en hacerle gastar más de 60 centavos de importe –yo, pobre pasmado que desde hace siete meses no ha tenido un solo duro de bronce– le mandaría además mis ''Amantes de París'', cien hexámetros, Señor, y mi ''Muerte en París'', doscientos hexámetros!
A Renaud, — ha hecho su Rolla; — L. Grandet, — ha hecho
su Rolla; — los galos y los Musset, G. Lafenestre, Coran, Cl.
Popelin, Soulary, L. Salles; Los escolares, Marc, Aicard,
Theuriet; los muertos y los imbéciles, Autran, Barbier, L. Pichat,
Lemoyne, los Deschamps, los Dessessarts; los periodistas,
L. Claudel, Robert Luzarches, X. de Richard; los fantasis94
tas, C. Méndez; los bohemios; las mujeres; los talentos, Léon
Dierx y Sully-Prudhomme, Coppée; — la nueva escuela, llamada
parnasiana, tiene dos videntes: Albert Mérat y Paul
Verlaine, un verdadero poeta. — Ahí lo tiene. De modo que
estoy trabajando en hacerme vidente. — Y terminemos con un
canto piadoso.


Retomo:


'''Acuclillamientos'''
Pues bien, el poeta es verdaderamente ladrón de fuego.


Bastante tarde, sintiéndose con asco en el estómago,<br>
Está encargado de la humanidad, incluso de los ''animales''; deberá hacer sentir, palpar, escuchar sus invenciones; si lo que de allá trae tiene forma, da forma: si es informe, da lo informe. Encontrar una lengua.
El hermano Milotus, sin quitar ojo del tragaluz<br>
Desde el cual el sol, claro como un caldero rebruñido,<br>
Le clava una jaqueca y le marea la vista,<br>
Desplaza entre las sábanas su barriga de cura.<br>
Se agita bajo su manta gris<br>
Y baja con las rodillas en la barriga trémula,<br>
Pasmado como un viejo comiéndose su toma<br>
Porque tiene, agarrado del asa un orinal blanco,<br>
Que arremangarse la camisa por encima de los riñones.<br>
Ahora ya está en cuclillas, friolento, con los dedos del pie<br>
Replegados, tiritando al claro sol que contrachapea<br>
Amarillos de bollo en los vidrios de papel;<br>
Y la nariz del hombre, alumbrado de laca,<br>
Husmea en los rayos de sol, como un polipero carnal.<br>
...<br>
El hombre se cuece a fuego lento, con los brazos retorcidos, con el belfo<br>
Metido en la barriga; siente que se le escurren los muslos en el fuego,<br>
Y que las calzas se le chamuscan, y que la va a diñar;<br>
¡Algo parecido a un pájaro se menea un poquito<br>
En su barriga serena como un montón de mondongo!<br>
En torno a él duerme un batiborrillo de muebles embrutecidos<br>
En andrajos de mugre y sobre panzas sucias;<br>
Hay escabeles, poltronas extrañas, acurrucados<br>
En los rincones negros; aparadores con jeta de chantre<br>
Entreabiertos a un sueño lleno de horribles apetitos.<br>
El asqueroso calor embute la habitación estrecha;<br>
El cerebro del hombre está atiborrado de trapos.<br>
Escucha un crecimiento de pelos en su piel húmeda,<br>
Se descarga, sacudiendo su cojo escabel.<br>
...<br>
Y por la noche, bajo los rayos de la luna, que le trazan<br>
Alrededor del culo rebabas de luz,<br>
Una sombra con detalles sigue en cuclillas, contra un fondo<br>
De nieve rosa como una malvarrosa.<br>
Una nariz estrafalaria persigue a Venus por el cielo profundo.<br>
Sería usted execrable si no me contestase: rápidamente. Porque<br>
dentro de ocho días puede que esté en París.<br>
Hasta la vista.


<small>Rimbaud, Arthur. ''Correspondance'', Carleville 1871.</small>
Por lo demás, siendo toda palabra ideas, ¡el tiempo de un lenguaje universal vendrá! Hay que ser académico –más muerto que un fósil– para perfeccionar un diccionario de no importa qué lengua. ¡Si los débiles se pusieran a pensar en la primera letra del alfabeto, podrían rápidamente caer en la locura!


[[Categoría: Poesía]]
Esta lengua será del alma para el alma, resumiendo todo, perfumes, sonidos, colores; el pensamiento enganchando al pensamiento y tirando. El poeta definiría la cantidad de desconocido capaz de despertarse –en su tiempo– en el alma universal: daría más –que la fórmula de su pensamiento, que la notación de ''su marcha al Progreso''! Sería –enormidad hecha norma, consumida por todos– verdaderamente ''un multiplicador del progreso''.
[[Categoría: Rimbaud]]
 
Este porvenir, ve usted, será materialista. Siempre llenos del ''Número'' y de la ''Armonía'', esos poemas serán hechos para quedar. En el fondo, sería aún un poco la Poesía griega.
 
El arte eterno tendrá sus funciones, como los poetas son ciudadanos. La Poesía no ritmará más la acción, ella ''irá adelante''.
 
¡Estos poetas serán! Cuando sea quebrada la infinita servidumbre de la mujer, cuando viva para y por ella, el hombre –hasta aquí abominable– habiéndole dado su despido, ¡también ella será poeta! ¡La mujer encontrará lo desconocido! ¿Sus mundos de ideas serán distintos de los nuestros? Encontrará ella cosas extrañas, insondables, repugnantes, deliciosas; las tomaremos, las comprenderemos.
 
Mientras tanto, pidamos a los ''poetas'' lo ''nuevo'' –ideas y formas. Todos los listos pensarán haber ya satisfecho esta demanda. ¡No es eso!
 
Los primeros románticos fueron ''videntes'' sin darse mucho cuenta: la cultura de sus almas comenzó por accidente: locomotoras abandonadas, pero hirvientes, que en alguna parte toman los rieles. Lamartine es algunas veces vidente, pero estrangulado por la forma antigua. Hugo, ''demasiado testarudo'', ha visto bien en los últimos volúmenes: ''Los Miserables'' son un verdadero ''poema''. Tengo ''Los Castigos'' sobre mi mano; ''Stella'' da un poco la medida de la visión de Hugo. Demasiado Belmontet y Lamennais, Jehovahs y columnas, antiguas enormidades destrozadas.
 
Musset es catorce veces execrable para nosotros, generaciones dolorosas y presas de visiones, –¡que su pereza de ángel ha insultado! ¡Oh, los cuentos y los proverbios insípidos! ¡Oh, las noches! ¡Oh, Rolla; Oh, Namouna; Oh, la Copa! Todo es francés, es decir, odiable a un grado supremo; ¡francés, no parisino! Sin embargo una obra de este genio odioso que ha inspirado a Rabelais, Voltaire, Jean La Fontaine, ¡comentada por M. Taine! ¡Primaveral, el espíritu de Musset! ¡Encantador, su amor! Y he aquí, pintura al esmalte,  ¡poesía sólida! Todavía tendremos que saborear por mucho tiempo la poesía ''francesa'', ¡y en Francia! Todo muchacho almacenero está en la medida de desbobinar un apóstrofe ''Rollaque''; todo seminarista lleva consigo quinientas rimas en el secreto de un carnet. A los quince años, estos entusiasmos de pasión ponen a los jóvenes en celo; a los dieciséis, ya se contentan con recitarlos ''de memoria''; a los dieciocho, a los diecisiete, todo colegial que tiene los medios, hace un Rolla, ¡escribe un Rolla! Algunos, puede ser, mueren todavía. Musset ya no tiene más nada que hacer: él tenía visiones detrás de la gasa de las cortinas: él cerró los ojos. Francés, asopado, arrastrado del cafetín al pupitre del colegio, el hermoso muerto ha muerto, y en adelante, ni siquiera vale la pena despertarlo a las abominaciones!
 
Los segundos románticos son muy ''videntes'': Th. Gautier, Leconte de Lisle, Th. de Banville. Pero la inspección de lo invisible y oír lo inaudito, no es otra cosa que retomar el espíritu de las cosas muertas; Baudelaire es el primer vidente, rey de poetas, ''un verdadero Dios''. Sin embargo, él ha vivido en un medio demasiado artístico; y la forma tan elogiada en él, es mezquina –las invenciones del desconocido reclaman formas nuevas.
 
Romper las formas viejas, entre los inocentes, A. Renaud, a hecho su Rolla; L. Grandet, ha hecho su Rolla; los galos y los Musser, G. Lafenestre, Coran, Cl. Popelin, Soulary, L. Salles; los escolares, Marc, Aicard, Theuriet; los muertos y los imbéciles, Autran, Barbier, L. Pichat, Lemoyne, los Deschamps, los Desessarts; los periodistas, L. Cladel, Robert Luzarches, X. de Ricard; los fantasistas, C. Mendès; las bohemias; las mujeres; los talentos, Léon Dierx, Sully-Prudhomme, Coppée, –la nueva escuela, llamada parnasiana, tiene dos videntes, Albert Mérat y Paul Verlaine, un verdadero poeta. ¡Eso! Así pues, yo trabajo para hacerme ''vidente''. Y terminamos con un canto piadoso.
 
<poem>'''En cuclillas'''
 
Más tarde, cuando sienta el estómago en náuseas,
el hermano Milotus da un vistazo a la lucarna
donde el sol, claro como un caldero restregado,
le clava una jaqueca y hace de su mirada una rodaja,
y desplaza entre las sábanas su vientre de cura.
 
Se agita bajo su cobertura gris
y desciende sus rodillas a su vientre tembloroso,
estupefacto como un viejo que come su presa,
por que le hace falta, el puño en el asa de un pote blanco,
hasta sus riñones largamente arremangar su camisa!
 
O, él se agachó fríamente, los dedos del pie
replegados y ateridos al claro sol que aplaca
bollos amarillos en los cristales de papel,
y la nariz del buen hombre donde se enciende la laca
olfatea los rayos como un carnal polípero.
 
El buenhombre trama al fuego, brazos torcidos, labios
al vientre: él siente deslizar sus muslos en el fuego,
y sus mangas chamuscarse y apagarse su pipa;
alguna cosa como un pájaro moverse un poco
hacia su vientre sereno como un montón de tripas.
 
Alrededor, duerme un revoltijo de muebles embrutecidos
en los harapos mugrientos y sobre los sucios vientres,
escabeles, sapos extraños, se acurrucan
en las esquinas negras: los escritorios tienen jetas de cantores
que entreabre un sueño lleno de horribles apetitos.
 
El repugnante calor atraganta la habitación estrecha,
el cerebro del buenhombre está abarrotado de trapos,
él escucha los pelos empujar en su piel húmeda
y algunas veces, en hipos fuertes gravemente ahuecados
se escapa, sacude su escabel que encaja...
 
Y la tarde, a los rayos de luna que le hacen
a los contornos del culo rebabas de luz,
una sombra con detalles se inclina sobre un fondo
de nieve rosa así como una malvarrosa...
caprichoso, una nariz persigue a Venus en el cielo profundo.</poem>
 
Sería aborrecible si no me responde: rápido, puesto que en ocho días estaré en París, puede ser.
 
Adiós.
 
 
''A. Rimbaud.''
 
Señor Paul Demeny, en Douai.

Revisión actual - 14:36 11 may 2023






TítuloCarta del Vidente
Año1871
AutorArthur Rimbaud
Tipo de PublicaciónPoema, Perpendiculares
Nota[[Nota::Carta de Arthur Rimbaud a Paul Demeny, Charleville, 15 de Mayo de 1871.
Para la traducción se tomó como base una versión casi completa realizada por Godofredo Iommi M. para la Clase de Poética (Escuela de Arquitectura UCV, 1967); el texto en general y los 3 poemas que se intercalan en la carta fueron traducidos por Manuel F. Sanfuentes y revisados por Pablo Ortúzar.]]

Charleville, 15 de mayo de 1871.

He resuelto darle una hora de literatura nueva; comienzo ya por un salmo de actualidad:

Canto de Guerra Parisino

La primavera es evidente,
ya desde el corazón de las verdes Propiedades,
el robo de Thiers y de Picard
tiene sus esplendores abiertos de par en par.

¡Oh mayo! Qué delirantes culos desnudos!
Sèvres, Meudon, Bagneux, Asnières,
Escuchad pues las bienvenidas
sembrar las cosas primaverales!

Ellos tienen chacó, sable y tam-tam
no la antigua caja para velas,
Y yolas que nunca, nun...
¡Surcan el lago de las aguas enrojecidas!...

Más que nunca nos divertimos
cuando arriban a nuestras guaridas
y se desplomen los amarillos cabujones
en albas particulares!

Thiers y Picard son Eros,
raptores de heliótropos,
al petróleo le hacen Corots.
He aquí, sus tropas abejorrear...

Son familiares del Gran Truco!
Y, tendido en los gladiolos, Favre,
hace su parpadeo acueducto
y sus olfateadas a la pimienta.

La Gran Ciudad tiene caliente el empedrado
pese a vuestras duchas de petróleo,
y decididamente, precisamos
sacudirnos en vuestro rol...

Y los Rurales que descansan bien
en largas encuclillas,
oirán los ramajes quebrarse
en medio de rojos rozamientos.

A. Rimbaud


He aquí una prosa acerca del futuro de la poesía.

Toda la poesía antigua va a dar a la poesía griega; Vida armoniosa. De Grecia al movimiento Romántico, –la Edad Media– hay letrados, versificadores. De Ennio a Teoroldus, de Teoroldus a Casimir Delavigne, todo es prosa rimada, un juego, envacamiento y gloria de innumerables generaciones idiotas: Racine es el puro, el fuerte, el grande. Uno hubiera podido soplar sobre sus rimas, mezclar sus hemistiquios, y el Divino Tonto sería hoy día tan ignorado, como cualquier primerizo autor de Orígenes. Después de Racine, el juego se paraliza. ¡Esto ya dura dos mil años!

Ni broma ni paradoja. La razón me inspira más certezas sobre este asunto, que las rabietas que jamás pueda tener un joven-France. Por lo demás, ¡libre a los nuevos! de execrar los ancestros: estamos en casa y tenemos tiempo.

Nunca hemos juzgado bien el Romanticismo. ¿Quién lo hubiera juzgado? ¡¡Los críticos!! ¿Los Románticos, que prueban tan bien que la canción es tan poco a menudo la obra, es decir, el pensamiento cantado y comprendido del cantor?

Porque yo soy un otro. Si el cobre se despierta clarín, no tiene culpa alguna. Esto me es evidente: asisto a la eclosión de mi pensamiento: lo miro, lo escucho: lanzo un golpe de arco: la sinfonía se remueve hasta las profundidades, o viene de un salto sobre la escena.

¡Si los viejos imbéciles no hubieran encontrado del «Mí» la significación falsa, no tendríamos que barrer estos millones de esqueletos, que después de un tiempo infinito han acumulado los productos de su inteligencia tuerta, proclamándose los autores!

En Grecia, lo dije, versos y liras ritman la Acción. Después, la música y la rima son juegos, distracción. El estudio de ese pasado encanta a los curiosos: muchos gozan renovando esas antigüedades: es para ellos. Naturalmente, la inteligencia universal siempre desechó sus ideas; los hombres recogían parte de estos frutos del cerebro: se actuaba por, se les escribía libros: la marcha era esa, el hombre no se trabajaba, no estaba aún despierto, o todavía no en la plenitud del gran sueño. Funcionarios, escritores: autor, creador, poeta, ¡ese hombre no ha existido jamás!

El primer estudio del hombre que quiere ser poeta, es su propio conocimiento, íntegro; busca su alma, la inspecciona, la tantea, la aprehende. Ya sabiéndola, debe cultivarla; esto parece simple: en todo cerebro se cumple un desarrollo natural; tantos egoístas se proclaman autores. ¡Incluso hay otros que se atribuyen su progreso intelectual! Pero se trata de hacer el alma monstruosa: como los comprachinos, ¡vamos! Imaginad un hombre implantándose y cultivándose verrugas en el rostro.

Digo que hay que ser vidente, hacerse vidente.

El Poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos sus sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; busca él mismo, agota en él todos los venenos, para sólo guardar las quintaesencias. Inefable tortura, en que necesita toda la fe, toda la fuerza sobrehumana, en que deviene entre todos el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito –y el supremo Sabio. ¡Pues llega a lo desconocido! ¡Ya que ha cultivado más que nadie su alma, ya rica! ¡Llega a lo desconocido! Y si llegara, aterrado, a no comprender sus visiones, las habría visto! Que reviente en su salto por las cosas inauditas e innombrables: vendrán otros horribles trabajadores, ellos comenzarán por los horizontes donde el otro se desplomó.

–Continúa en seis minutos–

Aquí intercalo un segundo salmo fuera del texto: quisiera preste un oído complaciente –todo el mundo estará encantado. Me inclino en la mano, comienzo:

Mis Pequeñas Enamoradas

Un hidrolato lacrimal lava
los cielos col verde:
Bajo el árbol tierno que babea,
tus cauchos.

Blancos de lunas particulares
en los redondos pialatos,
entrechocad vuestras rodilleras,
mis adefesios!

Nos amamos en esa época,
Fealdad azul:
comíamos huevos en cáscara
y murajes!

Una tarde, tu me consagras poeta,
rubio adefesio.
Baja aquí, que yo te azote
en mi regazo;

He vomitado tu bandolina
negro adefesio;
Tu cortarías mi mandolina
al filo de la frente.

¡Puah! Mis salivas resecadas
fealdades rojas,
infectan aún las trincheras
de tu redondo seno!

Oh, mis pequeñas enamoradas,
¡Cómo os odio!
¡Cubran de trapos dolientes
tus feas tetas!

Pisotead mis viejos trastos
de sentimiento;
¡Ah pues, sed mis bailarinas
por un momento!

Tus omóplatos se desencajan,
¡Oh, mis amores!
Una estrella en vuestros riñones que cojean
voltea tus vueltas.

¡Y sin embargo, por estos jamones
es que yo he rimado!
¡Quisiera quebraros las caderas
de haber amado!

Aburrido montón de estrellas fracasadas,
colmad las esquinas
–¡Revantaréis en Dios, ensilladas
de inmundos cuidados!

Bajo las lunas particulares
en los redondos pialatos,
entrechocad vuestras rodilleras,
mis adefesios.

A. R.

Bien. Y dese cuenta que si no temiera en hacerle gastar más de 60 centavos de importe –yo, pobre pasmado que desde hace siete meses no ha tenido un solo duro de bronce– le mandaría además mis Amantes de París, cien hexámetros, Señor, y mi Muerte en París, doscientos hexámetros!

Retomo:

Pues bien, el poeta es verdaderamente ladrón de fuego.

Está encargado de la humanidad, incluso de los animales; deberá hacer sentir, palpar, escuchar sus invenciones; si lo que de allá trae tiene forma, da forma: si es informe, da lo informe. Encontrar una lengua.

Por lo demás, siendo toda palabra ideas, ¡el tiempo de un lenguaje universal vendrá! Hay que ser académico –más muerto que un fósil– para perfeccionar un diccionario de no importa qué lengua. ¡Si los débiles se pusieran a pensar en la primera letra del alfabeto, podrían rápidamente caer en la locura!

Esta lengua será del alma para el alma, resumiendo todo, perfumes, sonidos, colores; el pensamiento enganchando al pensamiento y tirando. El poeta definiría la cantidad de desconocido capaz de despertarse –en su tiempo– en el alma universal: daría más –que la fórmula de su pensamiento, que la notación de su marcha al Progreso! Sería –enormidad hecha norma, consumida por todos– verdaderamente un multiplicador del progreso.

Este porvenir, ve usted, será materialista. Siempre llenos del Número y de la Armonía, esos poemas serán hechos para quedar. En el fondo, sería aún un poco la Poesía griega.

El arte eterno tendrá sus funciones, como los poetas son ciudadanos. La Poesía no ritmará más la acción, ella irá adelante.

¡Estos poetas serán! Cuando sea quebrada la infinita servidumbre de la mujer, cuando viva para y por ella, el hombre –hasta aquí abominable– habiéndole dado su despido, ¡también ella será poeta! ¡La mujer encontrará lo desconocido! ¿Sus mundos de ideas serán distintos de los nuestros? Encontrará ella cosas extrañas, insondables, repugnantes, deliciosas; las tomaremos, las comprenderemos.

Mientras tanto, pidamos a los poetas lo nuevo –ideas y formas. Todos los listos pensarán haber ya satisfecho esta demanda. ¡No es eso!

Los primeros románticos fueron videntes sin darse mucho cuenta: la cultura de sus almas comenzó por accidente: locomotoras abandonadas, pero hirvientes, que en alguna parte toman los rieles. Lamartine es algunas veces vidente, pero estrangulado por la forma antigua. Hugo, demasiado testarudo, ha visto bien en los últimos volúmenes: Los Miserables son un verdadero poema. Tengo Los Castigos sobre mi mano; Stella da un poco la medida de la visión de Hugo. Demasiado Belmontet y Lamennais, Jehovahs y columnas, antiguas enormidades destrozadas.

Musset es catorce veces execrable para nosotros, generaciones dolorosas y presas de visiones, –¡que su pereza de ángel ha insultado! ¡Oh, los cuentos y los proverbios insípidos! ¡Oh, las noches! ¡Oh, Rolla; Oh, Namouna; Oh, la Copa! Todo es francés, es decir, odiable a un grado supremo; ¡francés, no parisino! Sin embargo una obra de este genio odioso que ha inspirado a Rabelais, Voltaire, Jean La Fontaine, ¡comentada por M. Taine! ¡Primaveral, el espíritu de Musset! ¡Encantador, su amor! Y he aquí, pintura al esmalte, ¡poesía sólida! Todavía tendremos que saborear por mucho tiempo la poesía francesa, ¡y en Francia! Todo muchacho almacenero está en la medida de desbobinar un apóstrofe Rollaque; todo seminarista lleva consigo quinientas rimas en el secreto de un carnet. A los quince años, estos entusiasmos de pasión ponen a los jóvenes en celo; a los dieciséis, ya se contentan con recitarlos de memoria; a los dieciocho, a los diecisiete, todo colegial que tiene los medios, hace un Rolla, ¡escribe un Rolla! Algunos, puede ser, mueren todavía. Musset ya no tiene más nada que hacer: él tenía visiones detrás de la gasa de las cortinas: él cerró los ojos. Francés, asopado, arrastrado del cafetín al pupitre del colegio, el hermoso muerto ha muerto, y en adelante, ni siquiera vale la pena despertarlo a las abominaciones!

Los segundos románticos son muy videntes: Th. Gautier, Leconte de Lisle, Th. de Banville. Pero la inspección de lo invisible y oír lo inaudito, no es otra cosa que retomar el espíritu de las cosas muertas; Baudelaire es el primer vidente, rey de poetas, un verdadero Dios. Sin embargo, él ha vivido en un medio demasiado artístico; y la forma tan elogiada en él, es mezquina –las invenciones del desconocido reclaman formas nuevas.

Romper las formas viejas, entre los inocentes, A. Renaud, a hecho su Rolla; L. Grandet, ha hecho su Rolla; los galos y los Musser, G. Lafenestre, Coran, Cl. Popelin, Soulary, L. Salles; los escolares, Marc, Aicard, Theuriet; los muertos y los imbéciles, Autran, Barbier, L. Pichat, Lemoyne, los Deschamps, los Desessarts; los periodistas, L. Cladel, Robert Luzarches, X. de Ricard; los fantasistas, C. Mendès; las bohemias; las mujeres; los talentos, Léon Dierx, Sully-Prudhomme, Coppée, –la nueva escuela, llamada parnasiana, tiene dos videntes, Albert Mérat y Paul Verlaine, un verdadero poeta. ¡Eso! Así pues, yo trabajo para hacerme vidente. Y terminamos con un canto piadoso.

En cuclillas

Más tarde, cuando sienta el estómago en náuseas,
el hermano Milotus da un vistazo a la lucarna
donde el sol, claro como un caldero restregado,
le clava una jaqueca y hace de su mirada una rodaja,
y desplaza entre las sábanas su vientre de cura.

Se agita bajo su cobertura gris
y desciende sus rodillas a su vientre tembloroso,
estupefacto como un viejo que come su presa,
por que le hace falta, el puño en el asa de un pote blanco,
hasta sus riñones largamente arremangar su camisa!

O, él se agachó fríamente, los dedos del pie
replegados y ateridos al claro sol que aplaca
bollos amarillos en los cristales de papel,
y la nariz del buen hombre donde se enciende la laca
olfatea los rayos como un carnal polípero.

El buenhombre trama al fuego, brazos torcidos, labios
al vientre: él siente deslizar sus muslos en el fuego,
y sus mangas chamuscarse y apagarse su pipa;
alguna cosa como un pájaro moverse un poco
hacia su vientre sereno como un montón de tripas.

Alrededor, duerme un revoltijo de muebles embrutecidos
en los harapos mugrientos y sobre los sucios vientres,
escabeles, sapos extraños, se acurrucan
en las esquinas negras: los escritorios tienen jetas de cantores
que entreabre un sueño lleno de horribles apetitos.

El repugnante calor atraganta la habitación estrecha,
el cerebro del buenhombre está abarrotado de trapos,
él escucha los pelos empujar en su piel húmeda
y algunas veces, en hipos fuertes gravemente ahuecados
se escapa, sacude su escabel que encaja...

Y la tarde, a los rayos de luna que le hacen
a los contornos del culo rebabas de luz,
una sombra con detalles se inclina sobre un fondo
de nieve rosa así como una malvarrosa...
caprichoso, una nariz persigue a Venus en el cielo profundo.

Sería aborrecible si no me responde: rápido, puesto que en ocho días estaré en París, puede ser.

Adiós.


A. Rimbaud.

Señor Paul Demeny, en Douai.