Carta a Michel Deguy 30 ago. 64

De Casiopea
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TítuloCarta a Michel Deguy 30 ago. 64
AutorClaudio Girola
Páginas4
Imágenes4
Ancho 21,5 cms.
Alto 27 cms.
Fecha1964/08/30
ColecciónCorrespondencia
FondoIommi-Amunátegui
ConjuntoCarpeta A
Número de Ingreso014
Nota[[Nota::Originales mecanografiados en tinta negra con manchas rojas sobre papel. Probablemente este es el relato de la «primera phalène americana” a la que Claudio se refiere en la Carta a Edison Simons 3 ago. 64.]]
PDFArchivo:Carta a Michel Deguy 30 ago. 64.pdf
Código
IOM-LET-IAM-CMA-CAR-964-014


30 de agosto

Queridos Michel, Edy, Pancho, Jorge, Henri, Enrique, François, Monique, María Elena, Elisabet, Negrita y Josée.

He recibido carta y tarjetas postales de Michel, Edy, Negrita y Pancho. No he contestado directamente a nadie. Se me olvida que también he recibido carta de Fèdier. Ahora les relataré la última Phalène. Pancho, como siempre, les podrá indicar dibujándoles lugares y trayectos. Me alegro, entonces.

Viernes 28 de agosto a las siete de la tarde. En la Escuela de Arquitectura se va a iniciar el segundo semestre de estudios. Se ha citado a todo el alumnado, a todos los profesores titulares, a todos los profesores ayudantes y se cuenta con la presencia del Decano de la Facultad. En los últimos años la apertura de un semestre de estudios en la Escuela ha estado a cargo del Director de Estudios, Alberto Cruz. En esta oportunidad se ha realizado un cambio. La Escuela de Arquitectura ha quedado a cargo de un triunvirato: José Vial, Fabio Cruz y Arturo Baeza. Alberto Cruz ha dejado de ser Director de Estudios, y ese cargo lo ha tomado José Vial. Este le pide a Godo que sea él quien inicie la etapa. Godo acepta. Pero antes...

Hace ya unos quince días atrás hubo un temporal en la zona. Lluvia, viento y mar gruesa. Godo baja de su casa en el cerro a la Avenida Marina y en una playa situada entre el Hotel Miramar y el Castillo Wulff, playa en desuso, llena de grandes roqueríos, al borde de una escala que se corta, se interrumpe en el vacío por el desnivel de la arena de la playa, que en invierno el mar se la lleva, hace un poema. Una letanía. Y me pide, posteriormente, que se lo grabe sobre una plancha de metal, para fijarlo en el lugar. Sobre una plancha de aluminio de un metro de largo por veinte y siete centímetros de ancho, grabo el poema y debajo del último verso rasgo el metal en forma de Y irregular, modelo los bordes de la rasgadura y le remacho tres patas para poder amurar la placa. Surgen algunas ideas distintas para la forma de colocar esta placa. Ninguna prospera. Por lo tanto la placa queda con sus tres patas para ser amurada. Entre tanto pasan algunos días, a pesar de la impaciencia de Godo. Y la placa no ha sido colocada. Llegamos entonces al día 28 de agosto. Subimos a las seis y media de la tarde a las Escuela. Está ubicada sobre un cerro en Recreo. Llegamos al edificio, allí están los 180 alumnos, todos los profesores y el Decano. Nadie sabe qué es lo que va a pasar, se puede decir que reina un cierto aire de complot. El profesor ayudante encargado del arreglo de la sala donde se va a iniciar la etapa está un poco desesperado porque nadie le ha sabido decir si tiene que colocar sillas, mesas, pizarras o no. Me pregunta a mí. Yo le pregunto a Godo. Este me indica que coloque una pequeña mesa en un ángulo de la sala y por detrás una corrida de sillas para el decano y los profesores, los alumnos se sentarán en el suelo.

Esto provoca expectación entre el alumnado. Comienza el acto. José Vial se adelanta y dice que esta etapa la va a comenzar el poeta Godofredo Iommi como un acto del seminario libre del «Ámbito» (nombre convencional que le hemos puesto a las horas semanales dedicadas a la lectura de poesía, teatro, audición de música, charlas, conferencias, cine, etc. y que durante los últimos años ha estado a mi cargo en la Escuela).

Godo se levanta y despliega sobre la mesa la carta del errante (Ailleurs), un poema de Hölderlin, del cual Fèdier le acaba de enviar su traducción francesa y una carpeta de sus poemas.

Está vestido de sobretodo negro. Que no se lo quita durante el discurso. Comienza a hablar. Las frases se conforman en base a palabras dichas muy espaciadamente. Se tiene la impresión, casi de que no son palabras sino monosílabos. El discurso se estructura sobre la base de la carta a los poetas. Dura una hora y media. En el transcurso del mismo a la manera de leitmotiv han ido apareciendo repetidamente las palabras «cuerpo» - «desnudo» - «fiesta». La retórica del discurso tiene algo de suspenso policial. Al mismo tiempo que se señala el escalón alcanzado por Rimbaud o Lautréamont, por ejemplo, sutilmente va apareciendo la posibilidad de “otra cosa”. La tensión y la atención de los oyentes no decae en ningún instante. Y así el «poder» que la poesía confió a veces en lo político, lo sociológico, lo psicológico, se vuelve sobre sí mismo y de sí misma saca la fuerza de su acción. Es el momento en que Godo anuncia que expone su cuerpo desnudándose. Y comienza a desvestirse. La tensión ha llegado a su máximo, no sólo por el hecho inusitado de verlo desvestirse sino por la «amenaza» que pende sobre todos los presentes, el haber sido invitados «ahí mismo, esa misma noche, a participar en el acto poético». Los rostros reflejan lo que la mente de cada uno de los presentes piensa con velocidad electrónica. «¿Me será pedido desnudarme?» «¿A dónde va a parar todo esto?».

El discurso ha terminado con la lectura del poema de Hölderlin. Luego comienza a desvestirse e invita a participar a todos los presentes a “poner su cuerpo”. Pide que todos se pongan de pie. Todos se ponen de pie. Godo toma su manuscrito de poemas y lee dos de ellos. Terminada su lectura de los mismos, invita a ir procesionalmente al lugar donde una semana antes hizo el poema-letanía, y anuncia que allí, en las recae de ese lugar se fijará el poema-placa. Pide que la marcha sea silenciosa. Y parte con paso de Phalène, es decir, a un paso poco menos que inalcanzable. Todos lo siguen y se forma una larga columna de más de 200 personas. Godo al frente en collant.

Fabio, Arturo y yo, partimos en el auto hacia la casa del Instituto. Vamos a buscar la placa y todos los elementos para la colocación. A último momento, en la tarde de ese mismo día, Arturo y yo «inventamos» unas lámparas con mecha, hechas con latas de Nescafé, que servirán de antorchas para iluminar el lugar del acto. Una vez que recogimos los útiles partimos hacia el lugar. Llegamos antes que la columna y de inmediato Fabio y Arturo comienzan a hacer la mezcla de cemento para que cuando lleguen ellos esté todo listo.

Entre la casa de la Escuela y el lugar en que se colocará la placa hay aproximadamente dos kilómetros. La columna avanzó silenciosamente durante todo el trayecto y vista a la distancia, tal cual la vimos nosotros avanzar desde el lugar en que ya estábamos, avanzaba a la velocidad de un automóvil a marcha lenta. Quiere decir con esto que el desplazamiento era continuo, ininterrumpido, algo así como si estuviera sobre un tapis roulant.

Dos alumnos fueron encargados de sacar gran cantidad de fotos y como era de noche debían sacarlas con flash. Me comentaron posteriormente que durante el trayecto algunos alumnos le pidieron a los fotógrafos que cesaran de sacar fotos, puesto que el flash quitaba solemnidad. En la columna formaron parte todos los profesores y el decano. No fue molestada en ningún momento.

Y hay que tener en cuenta que estamos a cuatro días de las elecciones presidenciales. Por lo tanto bien podría tomarse como una manifestación política de un bando o de otro. Dos carabineros (flics chilenos) vieron avanzar la columna y no sabiendo de qué se trataba atinaron solamente a estrechar filas entre ellos dos, por las dudas. Pero viendo el silencio, porque el silencio se veía, no entorpecieron la marcha de la columna. Alguna gente que andaba por las calles se unió a la procesión.

Llegados al lugar, Godo pidió que se formara un semicírculo. El decano pidió sostener una linterna eléctrica para que Godo pudiera leer el poema que hizo en el lugar y al mismo tiempo todos debíamos corear al final de cada verso de la invocación la palabra «Amereida». Así se hizo un coro de voces, de doscientas voces, repetía: Amereida… Amereida.

Finalizado esto se procedió a colocar la placa. La roca elegida distaba de la orilla unos veinte a treinta metros, a esa hora el mar sube, pero aún no había subido tanto como para impedir llegar hasta ella. Fabio pidió algunos voluntarios para ayudar a colocar la placa y de inmediato más de cincuenta tipos se descolgaron entre las rocas con las lámparas en la mano. Dirigidos por Fabio y Tuto se encaramaron al peñón y buscaron las hendiduras en la piedra que permitieran adherir los pernos que la placa tenía colocados. Godo «desapareció» durante esta operación, es decir se retiró contra el muro en sombra del paredón y todos siempre se mantuvieron en silencio. La operación de colocación duró unos 15 minutos y era bello ver encaramadas a todas esas personas en la roca naviforme. Una vez vueltos a la orilla, Godo les dijo adiós de la siguiente manera: «Este es el acto poético. Yo vendré algunas veces a la Escuela para invitarlos a otros actos. Gracias». Y comenzó a subir la escala que da al paseo para ir al auto de Fabio. En ese momento se le acercó una persona que se identificó como periodista de una radio local. La más importante. Radio Minería. Lo interrogó a Godo preguntándole de qué se trataba, Godo respondió que era un regalo –¿De quién? –No le puedo decir de quién porque si no dejaría de ser regalo. –Y usted, ¿quién es? –Tampoco se lo puedo decir, por el motivo anterior.

Eran las diez menos cuarto de la noche. Los alumnos y profesores se fueron dispersando de a poco. Comentarios del día siguiente: ninguno de los alumnos volvió de inmediato a su casa. Se distribuyeron esa noche entre los bares de Viña y Valparaíso hasta muy tarde.

Nosotros todos en la camioneta de Fabio volvimos en silencio. Llegamos a la casa de Arturo y Ximena fue a comprar gran cantidad de vino. Tomamos unas copas. Godo siguió hablando dulcemente. A las once de la noche, Alberto Cruz partir a Valparaíso a comer todos juntos. Partimos todos, más de diez personas en la camioneta. El aire comienza a distenderse. Se comienza a cantar. Llegamos al Flora Norero, restaurant en el puerto, donde en una sala grande del segundo piso hay un piano viejo y destartalado. José Vial y yo al piano. Godo y Alberto Vial cantan hechos unos locos. Alberto Vial recita grandes tiradas de memoria de Calderón de la Barca con acento español. Perfecto. Llegan dos botellas de champagne. Se brinda y Godo y el Viejo se estrechan en largo abrazo.

A las dos y media de la mañana volvemos. Pasamos a ver la placa. La luz de mercurio le da un brillo lunar. Al otro día, sábado de sol tibio y límpido, algunos alumnos «montan guardia» al lado de la placa, sobre las rocas.

Nos cuentan que en una audición de mediodía llamada el «Correo de las Brujas» el comentario radial que abordó a Godo la noche anterior habla del extraño acto realizado por un poeta francés, romántico, de larga capa blanca y pantalones rojos, saludando y dando la enhorabuena de que por estos lados algo del espíritu romántico sobreviva por encima del materialismo de la época.

El decano de la Facultad una vez terminado el acto en la playa se acercó a Godo con dos lagrimones en los ojos y lo estrechó en un abrazo diciéndole: «Si el mundo pudiera vivir siempre así».

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Hasta aquí el relato. Como dije al comienzo Pancho puede ubicar lugares, trayecto, gentes, etc. que completen voluntariamente lo realizado.

Aprovecho la cola de esta carta para dar y pedir algunos datos.

Edi, ¿puedes tú averiguar algo de los paquetes de libros de Godo que te entregué en París? ¿Si han sido despachados o no?

Pancho, la cantidad de bobinas que compramos en la casa de películas son ocho:

Rien ne va plus 1
Charlot et le comte 2
L’apprenti magicien 1
Max et la statue 1
Le chapeaux de Max 1
La conquête du pôle 1

Y quedaron pagadas, el total era de 248 NF– el 12/6/64

Godo queda a cargo de escribirles sobre la otra cara de esta última Phalène.

Un abrazo estrecho a cada uno de ustedes. Cuando tengamos las fotos, de esta y de las anteriores Phalènes las enviaremos.

Chao.

Claudio.

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Fondo Iommi-Amunátegui / Carpeta A:

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