Carolina Espinoza: 2° trimestre 2011

De Casiopea

Retazos urbanos en Valparaíso

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Valparaíso es una ciudad puerto, fue fundada como la “puerta de Santiago”. Su crecimiento comienza en la iglesia La Matriz, desde donde se expande hacia Avenida Argentina. Los Espacios Públicos de mayor significado urbano en Valparaíso tienen su origen en remanentes naturales. La constitución del asentamiento urbano original aprovechó de las condiciones naturales, en especial de los cursos de agua y el borde costero. Su urbanización es producto de una subutilización de estos recursos, como la construcción de acueductos y el equipamiento portuario, en la segunda mitad del siglo XIX.

En Valparaíso el espacio público adquiere sus caracteristicas producto de su topografía, de esta manera se distinguen espacios en los cerros y en el plan. Como espacios de encuentro están las plazas del plan, entre las que destaca la plaza O'higgins ubicada en el Almendral -antiguo barrio de la ciudad-, y algunas plazoletas pequeñas en los cerros. Éstas últimas no tienen gran extensión debido a que se encuentran erigidas comunmente sobre pendientes. Existen también paseos y miradores desde donde se puede observar el mar, el puerto y el plan. Ellas surgen de retazos de los cerros en las vías de tránsito, creando así espacios privilegiados.

Un retazo es un fragmento dejado por la distribución de la infraestructura sobre la topografía de un lugar. Son consecuencia de la falta de planificación en algunos sectores en la medida que la ciudad crece. Algunos han sido abandonados y otros, por el contrario, intervenidos constructivamente, para conformar un espacio público que cobije a las personas. Valparaíso es una ciudad que producto de su realidad de cerros y por consecuencia, su crecimiento vertical, ha sido construida vernácularmente, es decir, que se ha trazado desde la experiencia práctica de los habitantes, constituyendose la ciudad con los materiales disponibles en el entorno inmediato.


Reconocimiento de retazos

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El primer recorrido por los cerros de Valparaíso en busca de retazos, se comenzó avanzando hacia el cerro Cárcel, desde la subida Cumming, en donde la característica principal de los retazos de este sector es su existencia en pequeñas quebradas contiguas a escaleras que comunican el cerro con las calles, razón por la que las personas han ubicado sus viviendas próximas a estas escaleras, por lo tanto, estos retazos se encuentran constantemente transitados por los habitantes, sin embargo son ignorados en sus potencialidades, la mayoría de los retazos en Valparaíso coinciden en su valor de mirador, regalando la bella vista del resto de la ciudad, a quién se detenga a contemplar.

La escalera es la protagonista de este lugar, el recorrido de centra en el subir o bajar, olvidando una detención contemplativa
Un retazo acompañado de una escalera es constantemente atravesado, contiene el tiempo de transición entre dos espacios

El traspaso entre dos lugares por medio de una escalera adyacente a un retazo abandonado es un viaje que habitualmente se concentra en la llegada al lugar objeto del recorrido, producto del descuido de este fragmento de tierra que muchas veces es destino de la basura de los caminantes, se omite una detención para alzar la vista y contemplar el paisaje, haciendo del viaje una experiencia fuera de lo habitual.

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En la calle Balzac en el cerro Lecheros, con vista al cerro Larraín, existen tres terrazas que a pesar de su estructura construida recientemente han sido destinatarias del descuido de los habitantes. A pesar de que en el sector existe vida de barrio los vecinos no han caido en la cuenta del valor de este lugar, siendo totalmente ignorado. El espacio es una quebrada que fue pavimentada debido a los constantes desprendimientos de tierra, construyendose así, una escalera y estas tres terrazas de grandes dimensiones. Las mismas se encuentran rodeadas de casas, cuyos habitantes continuamente transitan por el lugar, los niños son responsables del ajetreo de abrir y cerrar puertas, corriendo de una casa a otra, junto a los llamados y gritos entre las casas e inclusos los cerros, llega un lugar especialmente sonoro pero no así molestoso en su ruido. Este espacio se ha transformado en una suerte de patio delantero de los vecinos, donde la ropas tendidas en las fachadas de las casas decoran el lugar y evidencian la carencia de un patio privado. La vida de estos habitantes se estructura en este espacio, que en estos momentos es de transición, pero que cuenta con la potencialidad de ser un lugar para estar, favorecido además por la luz que calienta e ilumina el terreno.

Visitas a retazos junto al taller

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Junto al taller se recorrió el cerro Las Cañas, ubicado entre el cerro El Litre y Merced, toma su nombre producto de que al haber estado mucho tiempo desocupado, se llenó de malezas y especialmente la llamada Caña, que crece a la vera de esteros y arroyos. La particularidad de los retazos es su privilegiada vista del resto de la ciudad, las cercanías de los cerros de enfrente, distinguen su fragmentación a causa de las construcciones que se encaraman sobre él, que en la lejanía se transforma en una trama homogenea y continua. Dentro del cerro las calles se encuentran provocando ensanchamientos y ángulos, que generan con sus curvas el descubrimiento del recorrido en la medida que se va avanzando por la vía de circulación, y que además funcionan como remansos que provocan la detención del caminante regalando el cobijo a algunas actividades de barrio, siendo muchas veces intervenidos por los mismos vecinos.

Las calles con sus curvas generadas por la geografía del cerro ocultan el paso siguiente al pasante, descubriendo el camino al recorrerlo
Plaza "Viva Chile" espacio vernacular, intervenido por la comunidad, dando un espacio para la celebración

En una segunda jornada se visitó el cerro Monjas, que obtiene su nombre gracias a la capilla y colegio de las Monjas Francesas ubicado al pie de cerro. En el recorrido se encontró la plaza Esperanza, donde se vislumbra, atraves de la intervención de externos, el intento por la recuperación de espacios públicos en Valparaíso, este espacio es utilizado por la comunidad y los niños del colegio que lo avecina.

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Visita al Jardín Botánico

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Fundado por Vergara, el fundador de Viña del Mar, el jardín botánico es un espacio de ocio, donde prima el concepto dedicado al pensamiento, según los griegos al tiempo de filosofar, de considerar, que en su etimología quiere decir "mirar las estrellas". La ciudad ha casi suprimido este considerar del espacio de ocio con el que nos escontramos en un espacio como el jardín botánico. La ciudad es predecible, en un espacio natural como este, se conoce en la medida que va apareciendo, a pesar de que en los cerros de Valparaíso esto también se observa en las curvas de las calles, sin embargo en la ciudad podemos pronosticar que el camino continuará rodeado de casas y de la continuación de una calle, por el contrario en este lugar aparece la sorpresa ante la incertidumbre de la imponente naturaleza.

Los recodos del camino ocultan el paso siguiente del recorrido, aparece lo desconocido. El camino se confunde entre la trama de árboles, que con su sombra tapizan el camino matizando la luz que atraviesa.


Se construye un tiempo que incluye un recorrido espacial y físico, formado por su frondosa vegetación que cobija al paseante entre sus tramas de sombras y luces que matizan la luz que penetra en el camino, está misma vegetación es la que se abre en caminos que invitan adentrarse en esta naturaleza y detenerse para la contemplación y el estar. Este tiempo además es construido por el recorrido visual, la experiencia de detenerse a observar el panorama, el asombro de lo inmediato del paisaje. El paseo en el jardín botánico construye un tiempo de detención que recoge la mirada y el cuerpo.

El puente genera un tiempo de detención abierto a la contemplación de los patos de la laguna y del paisaje contiguo.
Los patos regalan dinamismo a la contemplación, atraen al espectador en su aparecer y desaparecer en el agua. Es "lo que se puede ver" el factor que determina la contemplación.

Selección y definición de un retazo

Mirador cerro Lecheros: Cancha para elevar volantines

El retazo seleccionado es un mirador en el cerro Lecheros. Subiendo por la calle Eloy Alfaro -quebrada Las Palmas, que separa el cerro Lecheros y el cerro Larraín- en diamante se encuentra la calle cervantes, donde se ubica el mirador. Es un pasaje estrecho, rodeado de casas por ambos lados, que al avanzar por el mismo, descubre su abertura dotada de la vista del paisaje compuesto por el plan y los cerros de enfrente, desde los cercanos hasta los más lejanos. Además de la vista privilegiada que posee el lugar, se caracteriza por el viento permanente que sacude su entorno produciendo el ruido de árboles y tejados de latón, de las humildes viviendas que se encaraman al cerro y el baile de las ropas tendidas en las ventanas y las fachas de las casas. Este mirador se encuentra intervenido con barandas de contención, y además está pavimentado. A pesar de que el lugar es muy potente por sí sólo, no todas las personas del barrio reconocen su valor, limitandose a sólo atravesarlo por necesidad.

El lugar y la ciudad

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El mirador se alza sobre la lejanía de la ciudad, es un regalo que ofrece el espacio público, que permite inspeccionar el paisaje con la mirada. Este espacio ha aparecido en su altura producto de la geografía y en su abertura, gracias al espacio planificado en la urbanización del sector. En un mirador los detalles desaparecen y se exacerba el paisaje, por lo inmenso, como unidad. Trae la lejanía a presencia, mientras se oyen los sonidos de la ciudad cercana. Se genera una proximidad de la lejanía atraves de los ojos, envuelta en un tiempo y en el espacio que da el mirador.

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En la extensión de la visualidad del mirador en que se abarcan los cerros que se cruzan y el plan, se distingue la quietud de la lejanía, en la medida que la distancia crece el movimiento comienza a disminuir, hasta detenerse por completo. Por el contario, en las proximidades a los pies del mirador se observan los vehículos pasar, las personas atravesar, las casas muestran su geometría destacando su irregularidad, los cuerpos se definen claramente, pero conforme la vista atraviesa esta lejanía los límites comienzan a confundirse, transformándose en una trama regular homogénea continua e inmóvil. Es esta quietud del horizonte que hace esplender el vuelo del volantín, hace que se destaque por sobre los cerros y aún más visible en otros puntos.


Conforme la vista se aleja por la ciudad, el paisaje se aquieta, se transforma en una trama uniforme y regular. En las cercanías los cuerpos son divisibles en su individualidad, mientras que en la lejanía vemos un cuerpo como unidad conformado por la textura de los cerros compuesta por sus construcciones y en algunas partes vegatación, y la ciudad.




El lugar y el cuerpo

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El mirador de calle Cervantes está dotado de constante viento que agita las ropas tendidas en las casas, hace crujir los improvisados techos de las casas a sus pies y facilita el encumbrar volantines o bolsas, apesar del reducido espacio, les es suficiente para jugar. Sin tener implementación alguna el lugar tiene el valor de ser un área que permite el juego. Sin embargo la mayoría de los vecinos sólo transitan por el lugar, ignorando la espléndida visión que permanentemente satisface los ojos de quien se detenga. Los accesos al mirador están conformados por las construcciones que acompañan el tramo de tránsito, casas que se aparecen como planos ante el caminante, verticales que enfrentan a la persona ante la horizontalidad del recorrido.

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Las casas que constituyen estos planos enfrentados, se encajan una sobre otra, confunden sus límites en la superficie que comparten como fachada, se va tejiendo una trama en donde las construcciones se entrelazan. No es un cambio abrupto entre el comienzo y fin de casa y casa y continuo.

Junto con el enfrentamiento de estos planos, la estrechez y las angulaciones de las calles provocan la incertidumbre en el andante al no saber que continua en el camino, así el lugar se va apareciendo en la medida que se atraviesan los tramos que conducen a él.


Las casas confunden sus límites construyendo una trama entrelazada, los límites son leves. No es un cambio abrupto entre casa y casa.
Las construcciones se aparecen como planos verticales ante horizontalidad del recorrido del caminante.



El juego

Conceptos sobre el juego: Homo Ludens de Johan Huizinga

El "homo ludens" -el hombre que juega- expresa una función esencial del ser humano. Huizinga señala, "la existencia del juego corrobora constantemente, y en el sentido más alto, el carácter supralógico de nuestra situación en el cosmos"

El juego entra en el dominio de lo estético, porque tiende a acompañarse de toda clase de elementos de belleza. Todo juego es, una actividad libre, consiste en escaparse de la vida corriente a una esfera temporal de actividad que posee su propia tendencia, que puede absorber por completo, y en cualquier momento, al jugador. Se aparta de la vida corriente por su lugar y por su duración, estar encerrado en sí mismo es otra de sus características, siempre se juega dentro de determinados límites de espacio y tiempo, agota su curso dentro de sí mismo: Este comienza y, en determinado momento, termina. Mientras se juega hay movimiento, un ir y venir, un cambio, una seriación, enlace y desenlace, y después permanece en el recuerdo como creación, es transmitido por tradición y puede ser repetido en cualquier momento. Todo juego se desenvuelve dentro de su campo que, material o idealmente, de modo expreso o tácito, está marcado de antemano. Crea un mundo temporal dentro del mundo habitual, que sirve para la ejecución de una acción que se consuma en sí misma.

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Los elementos que tienden a la belleza en el juego son ritmo, armonía, tensión, equilibrio, oscilación, contraste, variación, traba, liberación y desenlace. Estos elementos se relacionan directamente con el juego del volantín de la siguiente manera: El ritmo, es la proporción entre cada movimiento. El movimiento corporal repercute en el movimiento del volantín. La tensión se genera en las competencias al encumbrar volantín, como la comisión, donde cada jugador se arriesga a que su volantín sea cortado. El equilibrio llama a la estabilidad, la armonía, entre las capacidades del jugador y las caracteristicas espacio y del entorno. La oscilación es la danza del volantín en el cielo, su movimiento constante impulsado por el viento. El volantín esta apoyado en un solo punto, anclado, y el viento y el movimiento se encarga de su oscilación. El contraste, es la técnica que utiliza cada jugador para lograr mantener el volantín en lo alto. Cómo se diferencia el uno del otro. La variación hace alusión a la agilidad del juego para no caer en la monotonía, el juego del volantín también es un espectáculo. La traba es intentar elevarlo, una vez levantado, mantenerlo en el cielo, frente a las complicaciones que trae consigo la hazaña.

El juego del volantín
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Construir el volantín es el primer momento del juego, las manos de deslizan sobre los materiales, destacados por su levedad, cuidando esta fragilidad, el volantín no debe sufrir daño para lograr flotar en el cielo cuando sea expuesto al viento. Las manos con delicada precisión se posan sobre el papel para luego con las yemas de los dedos adherir las varillas sobre el cuadrado que conforma el volantín. Poner los tirantes al volantín es un proceso de fragilidad absoluta, cualquier imprecisión afectará su vuelo, pues los tirantes son los tensores que se proyectan hacia el cuerpo, su conexión a tierra. El proceso de poner los tirantes, es meticuloso y minucioso, es continuo, cabe destacar que es sólo un hilo el que hace los tres tirantes que el volantín requiere. Las manos son utilizadas como medidas estándar para determinar la ubicación de los agujeros, por donde se atravesarán los hilos para conformar los tirantes, mientras una extremidad mide, la otra perfora el volantín con la fineza de una aguja. Para confirmar la postura de los tirantes los tres hilos que se unen en un hilo único, deben estar en equilibrio y para ello, es necesario un espacio sin viento.

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El segundo momento del juego es entregar el volantin al cielo. Esta faena se puede realizar con ayuda de un externo, donde el ayudante, con el viento de frente sostiene entre sus manos, el volantín, nuevamente cuidando su fragilidad sosteniendolo entre las yemas de los dedos. Si el viento es intenso, el volantín solo deberá desprenderse de las manos con dirección hacia arriba, si por el contrario el viento es moderado, el ayudante deberá acompañar el volantín con un impulso que lo posicione en la trayectoria de la corriente de viento. Los movimientos en el juego del volantín son leves y continuos.


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Una vez que el volantín ha sido apropiado por la inmensidad del cielo, las manos se traspasan de una a otra el hilo que conecta el volantín con la tierra, lo atrapan entre las puntas de los dedos, trasladando la ligereza del hilo. Los brazos “trepan” en el lugar por el hilo, recogiendo y dando el hilo. Existe continuidad en el acto, ya que el hilo nunca deja de estar en las manos, las que se entrecierran y abren en este proceso de traspaso de la levedad del volantín. Al igual que las manos, los brazos también se abren y cierran, suben y bajan, definiendo un círculo imaginario alrededor del jugador, dentro de este círculo caben los continuos movimientos por intentar dominar el viento que eleva el volantín.


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El vuelo del volantín en el cielo describe movimientos circulares, constantemente gira en torno a sus ejes, sube y baja, dominando el viento. Todo movimiento realizado por el jugador tendrá su respuesta a distancia en el volantín. Las piruetas de este juguete del viento precipita el cuerpo hacia el vacío, al cielo, mientras que la persona desde la tierra lo conduce. La lejanía del aparato se trae a proximidad por medio del hilo y de la mirada constante fija en él, al igual que contemplación en el mirador trae a presencia la lejanía de la ciudad.

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El estar

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El estar es el permanecer durante algún tiempo en un lugar determinado, es el acto de detenerse para luego continuar el recorrido. En un espacio público se habita un espacio común por una fracción de tiempo en el cual el cuerpo intenta lograr la mayor comodidad posible. Al ser un espacio común se distinguen perímetros de tránsito y de detención, que dibujan grupos dentro del espacio que se comparte, se genera la reunión de modo de no interrumpir el libre fluir de los cuerpos en movimiento. El estar es enmarcado por el vacío alrededor de los cuerpos, es la distancia entre persona y persona, el espacio que queda libre. El vacío se define por los límites de las personas. Es un vacío que encuentra su fin donde comienza otro cuerpo. Este vacío finito da cabida en su abertura, al habitar de otros cuerpos en este espacio libre, y en su estrechez, la contención de las personas, generando grupos de detención, un cuerpo mayor que impide el atravesar de las demás personas, es un esquivarlos, hay una apropiación del lugar, sin embargo este impedimento del recorrido se hace de manera ordenada, de manera que esta reunión permita la circulación. Los cuerpos se reúnen en torno a algún objeto y a un acto. La contemplación -acto de observar, de apreciar la realidad- da el momento para la detención, define un espacio.

“La contemplación de la grandeza determina una actitud tan especial, un estado de alma tan particular que el ensueño pone al soñador fuera del mundo próximo, ante un mundo que lleva el signo de un infinito” (Bachelard).

El elevar volantín es también un momento para la contemplación, la lejanía que regala la distancia medida por el hilo, da el espacio para contemplar este juguete volador. Respecto a la ciudad, el volantín emerge desde la quietud lejana del paisaje, en cualquier cerro y es visible en otro punto de la ciudad, transformando así, todo el cielo de la ciudad en el escenario para estos volantines, cuyos espectadores desde la ciudad y con la mirada alzada se deleitan con la danza colorida de los artefactos aéreos.

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Forma

Una cancha para volantines, es un lugar que brinda el espacio para el juego. En primer lugar la cancha de volantín es virtual, ya que es el vacío, el cielo, su campo de acción, sin embargo cada movimiento realizado por el jugador repercute en el volantín, por lo tanto, es en la tierra donde se conduce este juguete, el hilo es el "timón" del juego. Cabe entonces, definir este espacio, en torno al juego de encumbrar volantines, concibiendo un objeto de diseño que cambie la identidad del mirador.

El primer acercamiento a la forma, comenzó con la proyección de la intervención de la baranda de contención que posee el mirador. Para ello se mantuvieron los tubos verticales que unen la baranda al suelo, entregando propuestas de nuevas horizontales para conformar el lugar. El patrón determinante son los trazos curvos. Las curvas son continuas y carecen de vértices que puedan dañar al volantin, además de otorgar un mayor ángulo de movimiento al jugador que intenta elevar volantín.

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Las propuestas están enfocadas en la detención del pasante, combinando en el contorno que genera la baranda, asientos y apoyos para la espalda baja, estos últimos están destinados a quién se encuentra jugando, para facilitar el descanso. Debido a que las intervenciones se encontrarían en la el borde del mirador, no habria posibilidad de interrupción del tránsito, además de generar un encuentro inmediato con la vista del horizonte.

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La intervención del suelo, como elemento que ordena el tránsito y el estar, aparece de la necesidad de un espacio para impulsar el volantín y entregarlo a los vientos. Se proyectan elevaciones en el suelo, donde se ubicarán los ayudantes de los jugadores para lanzar los volantines.

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En el acercamiento a la forma final del objeto, sin desprenderse totalmente, se dejó en segundo plano la baranda como prioridad de intervención, naciendo así un nuevo objeto que se sostiene por sí mismo, el cual alberga el valor de la transmisión de la tradición del juego del volantín. El objeto contempla niveles horizontales que disponen el traspaso de la tradición en el cierre, producto de la reunión de los cuerpos, se corta el viento dando un espacio para por ejemplo colocar los tirantes del volantín sobre la superficie que otorga el nivel. El objeto considera el estar sentado y el estar jugando, donde el juego se da en el centro de la cancha.

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Travesía cerro La Campana

Observaciones

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El cerro La Campana, al igual que el jardín botánico es un lugar característico por su entorno natural, cuya frondosidad abraza al visitante y lo envuelve en un tiempo fuera de lo habitual, que se escapa de la ciudad.

Las tramas de luces y sombras que encienden y apagan las superficies de los cuerpos vivos e inertes que componen el lugar, atenuan la luz que se cuela entre las ramas de árboles, conforman un cobijo para quién se adentra en el cerro. Las sombras cubren las texturas y los volumenes dispersos por el lugar.


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. La trama se deja ver entre las curvas de la textura que a la vez define su luz.

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Obra

Para la implementación de la plaza la Troya, como complemento a la obra realizada por los alumnos de cuarto año de arquitectura, se proyectaron unos módulos informativos, como apoyo a la educación. El proyecto consiste en tres marcos que en su interior cubiertos por un entramado, matizan la luz para la lectura por medio del contraste.

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Ensamble de piezas

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Finalmente con la celosía terminada, se pintan y se colocan la gráfica informativa

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