Camila Mayorga - Teoría de la deriva y la Escuela de Arquitectura

De Casiopea
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Teoría de la deriva y la escuela de Arquitectura

En los años 20 surgen unas nuevas corrientes artísticas denominadas vanguardias. Estas vanguardias van a venir a mostrarnos, en una época llena de cambios y convulsiones, nuevas formas de conocer y comprender la realidad, donde, a partir de esto, dan sus propias respuestas en una Europa golpeada por la crisis y la decepción, que se produce al ver sus ansias de progreso azotados por el terrible suceso que fue la primera guerra mundial.

El artista de la época, comienza desde su creatividad una búsqueda de nuevos modos, métodos y temáticas, que van desde, lo meramente formal (estético, como se ve algo) hasta un cuestionamiento de significados y significantes, donde lo que va a unir a estas va a ser la voz desafiante del creador ante lo que se daba por conocido, generando un exaltamiento de las libertades individuales y la innovación a partir de la audacia y desafío de lo ya establecido. A partir de esto es posible reconocer uno nuevos parámetros, que van a ser significantes a lo largo del desarrollo de estos movimientos, entre estos, es de gran relevancia para nosotros como arquitectos con tradición en la Escuela de Arquitectura y diseño de la Universidad Católica de Valparaíso el concepto de la “deriva”.

La teoría de la deriva plantea el arte de deambular, del recorrer y encontrarse con lo incierto, con lo inesperado. Es el disfrute en el paseo, desde el perderse, donde este representa una experiencia fundamental en si mismo y para la obra, o también puede significar la obra en si misma. Se hace parte de lo colectivo en un cuanto no solo me toma como sujeto de, sino contiene el factor común de estar en el lugar como conjunto, con “otro” el cual que se hace parte del acto mismo que es perderse en la ciudad, para encontrarla en su habitar.

“…la deriva se presenta como una técnica de paso ininterrumpidos a través de ambientes diversos. […] una o varias personas que se entregan a la deriva renuncian durante un tiempo a sus motivaciones normales para desplazarse o actuar en sus relaciones, trabajos y entretenimientos para dejarse llevar por las solicitaciones del terreno…” Teoría de la deriva de Guy Debord (1958).

Esta disposición que es estar a la deriva guarda mucha relación con 2 cosas que conocemos en la escuela; en primer lugar, tiene algo que ver con la observación, ya que no siempre esta sabe lo que busca, y se le devela en el mismo acto de estar dibujando en un tiempo y espacio único y espontaneo. La segunda, aparece desde el fundamento mismo de la escuela, y como esta a partir de sus actos primeros, contempla este concepto y lo hace parte de si.

La relación de esta teoría de la deriva con nuestra escuela nace con la apertura de los terrenos de la Ciudad Abierta, en la cual los dos primeros actos poéticos que se realizaron, dan muestra de lo colectivo y lo lúdico de la deriva, y a su vez el disponerte ante lo que acontece, disponerse por completo.

El primer acto consiste en algo similar al juego de la gallina ciega, donde a quienes participaban en el acto se les vendaba los ojos, a excepción de uno que era quien guiaba al grupo, quedando todos a total disposición de este guía. El fin de este acto era dar con los límites reconocerlos desde el encontrarse con ellos.

El segundo acto consistía en cierto modo en perder la voluntad, se debía obedecer sin oponerse, se recorría según disponía quien guiaba, esto fue rotativo, a todos les toco guiar en algún momento. Con este acto se pretendía descubrir el terreno entre tierra y mar.

Es por medio de estos dos ejemplos que menciono y por la relación de la deriva con la observación desde donde se podría afirmar, la estrecha relación que guarda la escuela con las vanguardias, tomándolas e insertándolas en un contexto americano y planteándose a su vez, sus propios parámetros.