Diferencia entre revisiones de «Cómo y Cuando hay Ciudad»

De Casiopea
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¿Cómo
{{Publicación
y cuando
|Título=Cómo y Cuando hay Ciudad
hay ciudad?
|Año=1990
|Autor=Godofredo Iommi,
|Tipo de Publicación=Poema, Inédito
|Ciudad=Viña del Mar
}}


<pre>
    ¿Cómo
    y cuando 
    hay ciudad?


¡Aquí, aquí
mira como suelta mundo el mundo!


nombres en la construcción
    ¡Aquí, aquí
que llegan al rostro,
    mira como suelta mundo el mundo!
de frente;


carteles de indicaciones,
advertencias
que destruyen el ojo
al par que instruyen
y construyen
el lugar


Pero ¿cómo, cuando
    nombres en la construcción
Hay ciudad?
    que llegan al rostro,  
    de frente;


Hago alusión a tal o cual
definición
- manías de educar -
y veo vastas excavaciones
junto a súbitas alturas


Tanto trajín entusiasta
    carteles de indicaciones,
y oficios pagados
    advertencias
que ya no se oyen
    que destruyen el ojo
los ecos de los propios pasos
    al par que instruyen
    y construyen
    el lugar


Eco emigrado de mis pasos
casi como
el de estas pájaras
crueles
en bandada hacia sus peces


¿qué decir
    Pero ¿cómo, cuando
qué murmurar
    Hay ciudad?
en este poema?


¡Ah! si ellas a sus peces
mis labios renuevan
en su soplo distraído y furtuvo
las preces
- este saludo siempre invicto
por tanto hacerse mundo el mundo
Pero llegan y llegan
titulares, informaciones
noticias siempre de
último minuto
como pan cocido y fresco
crocante
que dan cuenta
sacan cuentas
y cuentan y cuentan


De pronto
    Hago alusión a tal o cual
pasa ante la ventana larga
    definición
del café
    –manías de educar–
un monja
    y veo vastas excavaciones
- tan leve dentro de su hábito -
    junto a súbitas alturas
con manos
escondidas
que también cuentan otra cuenta
dispensando un invisible silencio
sobre el tumulto
sobre el viento lluvioso
e invernal
y el tedio melancólico
de este vago e impreciso
aburrimiento
que no puedo ocultarme


(Sé, presiento
que la monja leve
repite en su silencioso hábito y
sus pasos sutiles
y presiento
el sentido)


Pues, para siempre
    Tanto trajín entusiasta
ella sabe
    y oficios pagados
que tantas cóleras, tantos crímenes,
    que ya no se oyen
asaltos sordos, sorpresivos (camino
    los ecos de los propios pasos
a Farellones) del dañino suelto que va
sembrando daño
como esta leva de perros
que acierta a cruzar la calle internacional
ignorando el tráfico
corriendo en manada
como aquella bandada


hacia la avenida (av. Perú de Viña)
que más allá emparalela el mar
con sus pájaras voraces


Ella, la monja
    Eco emigrado de mis pasos
sabe que los dañinos del Daño
    casi como
han sido vencidos
    el de estas pájaras
y que no prevalecerán
    crueles
    en bandada hacia sus peces


Entra ahora al café
una joven
me apela
levanto el rostro
y me pide un óvolo para “Laura Vicuña”
- hoy es día de su evocación -
y entre la luz neblinosa
del frío
se ve sin sin verse ya
que la sutileza de la monja
alude a la sangre regalada
de la única y múltiple
divinidad que mueve
su gloria invisible en esas
altas nubes grises
que
transcurren mirándonos
desde allá
con el amor amante
del celo materno
coronado por aquel
amor sin límites que levó la justicia
a perdón y que aquí
rueda
en estos momentos


como el aro que un niño hace rodar
    ¿qué decir
sobre la vereda
    qué murmurar
y jugando ante el café
    en este poema?




Queda el silencio
    ¡Ah! si ellas a sus peces
en el inaudible silencio
    mis labios renuevan
en este mero mundo
    en su soplo distraído y furtivo
del propio hacerse mundo
    las preces
desde la yema mental
    –este saludo siempre invicto
de los dedos
    por tanto hacerse mundo el mundo
entre la gente y la edad


¿Más
cómo,
cuando hay ciudad?
¿De donde recibe esa última luz
oculta
que la hace ciudad?
Entre daños, condonaciones,
imprecaciones,
excusas,
bandadas esparcidas,
reglas ajustadas
y quebrantadas
y el atardecer
de la melancolía; el tedio
e inefable aburrimiento
pues el hombre
va tendido (¿qué no?) hacia dicahs
infinitas e irreversibles
como un dulce secreto
joya iridiscente brotada
de la sangre sacra
expandida en gloria resurrecta


Si,
    Pero llegan y llegan
adivino que la ciudadceleste
    titulares, informaciones
aunque invisible todavía
    noticias siempre de
empero
    último minuto
construída ya
    como pan cocido y fresco
para siempre
    crocante
viene desde ella    - adivino -    cayendo
    que dan cuenta
sin cesar como don o viento
    sacan cuentas
o susurro
    y cuentan y cuentan
calando tedios
y cuidados
a este mundo
haciéndose mundo


La ciudad que con sus bajuras
Y alturas aquí
En Viña del Mar,
entre todos  - buenos y malos, falsos y justos –
mediocres, talentosos, todos
concurrimos a construir


De pronto
    De pronto  
me sorprende el lápiz
    pasa ante la ventana larga
escribiendo este texto
    del café
y con temor
    un monja
saludo el origen
    –tan leve dentro de su hábito–
de la ciudad terrestre
    con manos
en la ciudad celeste. Tal su real origen
    escondidas
para ser ciudad
    que también cuentan otra cuenta
    dispensando un invisible silencio
Sorbo lentamente el café cortado,
    sobre el tumulto
el último trozo de torta helada
y espera que la lluvia fina y gris
que cae
ya no me alcance


“Ah, perdón”  - digo -
y vuelvo apresurado
a pagar la cuenta
que olvidé en mi distracción
o lábil memoria
Y dando una generosa propina
imito las manos del único dador
gratuito que mueve toda donación


Hablo del eterno y triduo providente
    sobre el viento lluvioso
Amor del único dios Señor sobre todo Señor
    e invernal
    y el tedio melancólico
    de este vago e impreciso
    aburrimiento
    que no puedo ocultarme
 
 
    (Sé, presiento
    que la monja leve
    repite en su silencioso hábito y
    sus pasos sutiles
    y presiento
    el sentido)
 
 
    Pues, para siempre
    ella sabe
    que tantas cóleras, tantos crímenes,
    asaltos sordos, sorpresivos (camino
    a Farellones) del dañino suelto que va
    sembrando daño
    como esta leva de perros
    que acierta a cruzar la calle internacional
    ignorando el tráfico
    corriendo en manada
    como aquella bandada
 
 
    hacia la avenida (av. Perú de Viña)
    que más allá emparalela el mar
    con sus pájaras voraces
 
 
    Ella, la monja
    sabe que los dañinos del Daño
    han sido vencidos
    y que no prevalecerán
 
 
    Entra ahora al café
    una joven
    me apela
    levanto el rostro
    y me pide un óvolo para &#8220;Laura Vicuña&#8221;
 
 
    –hoy es día de su evocación–
    y entre la luz neblinosa
    del frío
    se ve sin sin verse ya
    que la sutileza de la monja
    alude a la sangre regalada
    de la única y múltiple
    divinidad que mueve
    su gloria invisible en esas<u></u>
    altas nubes grises
    que
    transcurren mirándonos
    desde allá
    con el amor amante
    del celo materno
    coronado por aquel
    amor sin límites que levó la justicia
    a perdón y que aquí
    rueda
    en estos momentos
 
 
    como el aro que un niño hace rodar
    sobre la vereda
    y jugando ante el café
 
 
    Queda el silencio
    en el inaudible silencio
    en este mero mundo
    del propio hacerse mundo
    desde la yema mental
    de los dedos
    entre la gente y la edad
 
 
    ¿Más
    cómo,
    cuando hay ciudad?
    ¿De donde recibe esa última luz
    oculta
    que la hace ciudad?
 
 
    Entre daños, condonaciones,
    imprecaciones,
    excusas,
    bandadas esparcidas,
    reglas ajustadas
    y quebrantadas
    y el atardecer
    de la melancolía; el tedio
    e inefable aburrimiento
    pues el hombre
    va tendido (¿qué no?) hacia dichas
    infinitas e irreversibles
    como un dulce secreto
    joya iridiscente brotada
    de la sangre sacra
    expandida en gloria resurrecta
 
 
    Si,
    adivino que la ciudad celeste
    aunque invisible todavía
    empero
    construida ya
    para siempre
    viene desde ella –adivino– cayendo
    sin cesar como don o viento
    o susurro
    calando tedios
    y cuidados
    a este mundo
    haciéndose mundo
 
 
    La ciudad que con sus bajuras
    Y alturas aquí
    En Viña del Mar,
    entre todos –buenos y malos, falsos y justos–
    mediocres, talentosos, todos
    concurrimos a construir
 
 
    De pronto
    me sorprende el lápiz
    escribiendo este texto
    y con temor
    saludo el origen
    de la ciudad terrestre
    en la ciudad celeste. Tal su real origen
    para ser ciudad
 
 
    Sorbo lentamente el café cortado,
    el último trozo de torta helada
    y espera que la lluvia fina y gris
    que cae
    ya no me alcance
 
 
    ¡Ah, perdón! –digo– 
    y vuelvo apresurado
    a pagar la cuenta
    que olvidé en mi distracción
    o lábil memoria
    Y dando una generosa propina
    imito las manos del único dador
    gratuito que mueve toda donación
 
 
    Hablo del eterno y tributo providente  
    Amor del único dios Señor sobre todo Señor
 
</pre>
 
[[Categoría: Poesía]]
[[Categoría: Ciudad]]

Revisión actual - 10:12 16 abr 2011









TítuloCómo y Cuando hay Ciudad
Año1990
AutorGodofredo Iommi
Tipo de PublicaciónPoema, Inédito
CiudadViña del Mar


     ¿Cómo 
     y cuando  
     hay ciudad?


    ¡Aquí, aquí
     mira como suelta mundo el mundo!


    nombres en la construcción 
    que llegan al rostro, 
     de frente;


     carteles de indicaciones, 
     advertencias 
     que destruyen el ojo 
     al par que instruyen 
     y construyen 
     el lugar


    Pero ¿cómo, cuando 
     Hay ciudad?


    Hago alusión a tal o cual 
     definición 
    –manías de educar– 
    y veo vastas excavaciones 
    junto a súbitas alturas


    Tanto trajín entusiasta 
    y oficios pagados 
     que ya no se oyen 
     los ecos de los propios pasos


     Eco emigrado de mis pasos 
    casi como 
     el de estas pájaras 
     crueles 
    en bandada hacia sus peces


     ¿qué decir 
     qué murmurar 
     en este poema?


    ¡Ah! si ellas a sus peces 
    mis labios renuevan 
    en su soplo distraído y furtivo 
    las preces 
    –este saludo siempre invicto 
    por tanto hacerse mundo el mundo


    Pero llegan y llegan 
    titulares, informaciones 
    noticias siempre de 
     último minuto 
    como pan cocido y fresco 
    crocante 
     que dan cuenta 
     sacan cuentas 
    y cuentan y cuentan


     De pronto 
     pasa ante la ventana larga 
    del café 
     un monja 
    –tan leve dentro de su hábito– 
    con manos 
    escondidas 
    que también cuentan otra cuenta 
    dispensando un invisible silencio 
     sobre el tumulto


    sobre el viento lluvioso 
     e invernal 
    y el tedio melancólico 
    de este vago e impreciso 
    aburrimiento 
     que no puedo ocultarme


    (Sé, presiento 
     que la monja leve 
    repite en su silencioso hábito y 
    sus pasos sutiles 
     y presiento 
     el sentido)


    Pues, para siempre 
     ella sabe 
    que tantas cóleras, tantos crímenes, 
    asaltos sordos, sorpresivos (camino 
    a Farellones) del dañino suelto que va 
    sembrando daño 
     como esta leva de perros 
     que acierta a cruzar la calle internacional 
     ignorando el tráfico 
     corriendo en manada 
     como aquella bandada


    hacia la avenida (av. Perú de Viña) 
     que más allá emparalela el mar 
     con sus pájaras voraces


    Ella, la monja 
    sabe que los dañinos del Daño 
    han sido vencidos 
    y que no prevalecerán


    Entra ahora al café 
     una joven 
    me apela 
     levanto el rostro 
    y me pide un óvolo para “Laura Vicuña”


    –hoy es día de su evocación– 
    y entre la luz neblinosa 
     del frío 
    se ve sin sin verse ya 
    que la sutileza de la monja 
    alude a la sangre regalada 
    de la única y múltiple 
    divinidad que mueve 
    su gloria invisible en esas<u></u> 
    altas nubes grises 
    que 
    transcurren mirándonos 
    desde allá 
    con el amor amante 
    del celo materno 
    coronado por aquel 
    amor sin límites que levó la justicia 
    a perdón y que aquí
    rueda 
    en estos momentos


    como el aro que un niño hace rodar 
    sobre la vereda 
    y jugando ante el café


    Queda el silencio 
    en el inaudible silencio 
    en este mero mundo 
    del propio hacerse mundo 
    desde la yema mental 
    de los dedos 
    entre la gente y la edad


     ¿Más 
     cómo, 
     cuando hay ciudad? 
    ¿De donde recibe esa última luz 
    oculta 
     que la hace ciudad?


    Entre daños, condonaciones, 
     imprecaciones, 
     excusas, 
    bandadas esparcidas, 
     reglas ajustadas 
    y quebrantadas 
     y el atardecer 
    de la melancolía; el tedio 
     e inefable aburrimiento 
    pues el hombre 
     va tendido (¿qué no?) hacia dichas 
     infinitas e irreversibles 
     como un dulce secreto 
     joya iridiscente brotada 
     de la sangre sacra 
     expandida en gloria resurrecta


    Si, 
     adivino que la ciudad celeste 
     aunque invisible todavía 
    empero 
     construida ya 
     para siempre 
    viene desde ella –adivino– cayendo 
    sin cesar como don o viento 
     o susurro 
     calando tedios 
     y cuidados 
     a este mundo 
     haciéndose mundo


    La ciudad que con sus bajuras 
    Y alturas aquí
     En Viña del Mar, 
    entre todos –buenos y malos, falsos y justos– 
    mediocres, talentosos, todos 
     concurrimos a construir


     De pronto 
    me sorprende el lápiz 
     escribiendo este texto 
     y con temor 
    saludo el origen 
     de la ciudad terrestre 
    en la ciudad celeste. Tal su real origen 
     para ser ciudad


     Sorbo lentamente el café cortado, 
    el último trozo de torta helada 
     y espera que la lluvia fina y gris 
    que cae 
     ya no me alcance


     ¡Ah, perdón! –digo–  
     y vuelvo apresurado 
     a pagar la cuenta 
    que olvidé en mi distracción 
     o lábil memoria 
    Y dando una generosa propina 
    imito las manos del único dador 
    gratuito que mueve toda donación


    Hablo del eterno y tributo providente 
    Amor del único dios Señor sobre todo Señor