Belén Flores EAD 4210-01. Tarea 1

De Casiopea



TítuloBelén Flores EAD 4210-01. Tarea 1
AsignaturaSeminario de América
Del CursoSeminario de América 2020 2S
CarrerasMagíster
1
Alumno(s)Belén Flores Contreras

El futuro es la eterna promesa

El conflicto entre proyección, planificación y el regalo de la improvisación

Para comenzar, se propone el futuro como temática central a desarrollar. El interés de estudio radica en la exploración de su significado e implicancia a lo largo del tiempo, para llegar a comprender cómo atendemos a él actualmente. Descubriendo que su sentido varía según cultura y período histórico. Va mutando de acorde a la experiencia y asimilaciones del ser humano con su entorno.

Iniciaremos con la afirmación que el modernismo no basa su existencia en la negación del pasado y el presente, sino en cómo esto conlleva a un futuro, en ir pensándolo constantemente. Por lo tanto, podríamos considerar en una primera instancia, que el futuro trae consigo una proyección.


Según las palabras del poeta y profesor Godofredo Iommi, cofundador de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso- quien en contexto de la clase dictada en 1979 Hay que ser absolutamente moderno durante el Taller de América, pone en tensión el presente con la tradición. En sus palabras “Decir «moderno» implica algo que no lo es y algo que lo inaugura.” (Iommi, 1982) [1], de esta manera, ser absolutamente moderno consiste en estar continuamente vislumbrando el futuro, o relacionando lo que hay con lo que puede haber, en donde la palabra poética es un camino por donde ir.


Al detenernos en la concepción de futuro, resulta pertinente traer a presencia el poema colectivo Amereida II, el cual, mediante un extracto correspondiente al posteriormente señalado, pone en tensión la modernidad con el futuro. Se indica la comodidad de la previsibilidad del futuro, mediante la añoranza de planificación que nos trae el modernismo con la llegada de las ciencias. Pero ante tal planificación, al no ser una ciencia exacta y escaparse de toda certeza, hay una constante amenaza a lo que pudiese desestabilizar tal proyección o planificación. La verdadera amenaza que nos presenta el futuro es que desafía la planificación.

“En efecto, mientras no es tomado en consideración por el cálculo, el futuro permanece como lo que es capaz de trastornar la planificación presente Pero la planificación no hace más que acentuar el carácter amenazador del futuro.” [2]

Bajo tal postulado, refiriéndose al futuro como amenaza, Iommi nos invita a mantener siempre al presente como el mejor de los tiempos. Al respecto, se señala el primer conflicto que desencadena el futuro: la desconexión con el presente que puede conllevar la planificación. Ante lo cual surge la pregunta

¿Es necesaria tal planificación del futuro?

A lo largo de la historia, diversas culturas han recurrido a la planificación como mecanismo para asegurar su existencia. Un ejemplo es el caso de los pueblos nómades, quienes dependiendo de los recursos naturales existentes, se desplazaban en búsqueda de alimento, lo cual requirió de una planificación respecto al estilo de vida tras organizarse a favor de la sobrevivencia. En otro orden se desarrollaron los sedentarios, quienes incorporaron la agricultura como sustento de vida, por lo cual tuvieron que aprender a descifrar los tiempos de la naturaleza, y el clima para asegurar la recolección. En la actualidad, es complejo imaginar una vida sin planificación. Vivimos bajo constantes proyecciones en diversos ámbitos: educativos, vivienda, familia, proyectos, ideales, donde la planificación parece estar arraigada a nuestro modo de vida.


Dando respuesta a la pregunta anteriormente planteada, ¿es necesaria tal planificación del futuro? ineludiblemente sí. La proyección enfocada en la búsqueda de bienestar es parte de la condición humana. Lo vertiginoso resulta ser el riesgo de fallo que presenta planificar, pero tal riesgo es lo que mantiene encendida la posibilidad misma de vivir, descartando certezas. Porque una vida con certezas sería una vida sin emoción, y parte de la condición del ser humano es emocional.


Con la planificación entregamos toda la responsabilidad de la acción en el tiempo. Es el tiempo, totalmente certero en su medida pero impreciso en lo que conlleva la realización de los actos, quien se encarga de dar cabida a la planificación. Ante aquella planificación el tiempo da lugar a los actos a través de dos manifestaciones: de forma favorable en el mejor de los casos siguiendo todo pronóstico, o dando paso a la improvisación, aquello que nos descoloca de lo premeditado y nos obliga a actuar. Conforme a ello, se presenta un segundo conflicto entre proyección y futuro: el riesgo de fallo que da paso a la improvisación

Poniendo en debate la planificación y la posibilidad de fallo ¿qué posibilidad tenemos de improvisar en la vida? ¿Es posible no planificar y vivir al día a día?.

A raíz de aquello, resulta imprescindible traer a presencia al Jazz, género que nace a fines del siglo XIX bajo la influencia de músicos afroamericanos descendientes de anteriores esclavos, donde la improvisación es uno de sus principales elementos. De acuerdo a su estructura, en el jazz se requiere un dominio de los instrumentos musicales sumado a la inspiración y colaboración entre sus integrantes. Néstor Ortíz nos entrega una visión particular afirmando que dicho género “evita siempre caer en la uniformidad de la expresión. La rutina no se refleja nunca en el espejo de sus manifestaciones artísticas. Su arte es esencialmente dinámico.”(Ortiz, 1950) [3] , en conclusión, dicho dinamismo es su esencia y encanto, lo cual refresca y cautiva al espectador. De esta forma, es en la expresión donde se manifiesta la creatividad que surge del sentido de liberación mediante la música. La creatividad es el gran regalo que nos deja la improvisación.


En definitiva, ante lo que no podemos controlar surge lo inesperado, aquello que nos obliga a actuar desafiando nuestra capacidad de responder ante el presente mismo. Es el presente que viene a reclamar su existencia dando paso a la improvisación como manifiesto de la creatividad. Desde el oficio convivimos de forma permanente en esta tensión de la planificación con el presente. La arquitectura nos invita a planificar creativamente, desde un lugar: el presente, proyectando un futuro, siempre abiertos al regalo de la improvisación.


El presente como regalo

Dicho lo anterior, no es posible dejar de mencionar la dimensión del presente, ante la cual Octavio Paz- poeta, ensayista, dramaturgo y diplomático mexicano- nos entrega una reflexión sobre la Fiesta y su incidencia en concepción del tiempo “ Ocurra lo que ocurra, nuestras acciones poseen mayor ligereza, una gravedad distinta: asumen significaciones diversas y contraemos con ellas responsabilidades singulares. Nos aligeramos de nuestra carga de tiempo y razón.” (Paz, 1998) [4]. Y es que la fiesta en sí es la manifestación misma del presente, reside en él, se apropia del lugar y despoja todas aquellas cargas de responsabilidades y planificaciones que estructuran nuestra vida. Y aquello tiene una implicancia en el comportamiento y la acción. La fiesta se desenvuelve en un estado de felicidad que parece desprenderse del tiempo cronológico y dar paso a la permanencia plena de vivir en un aquí.


Por otra parte, Humberto Maturana -biólogo, filósofo y escritor chileno- establece una relación del presente y sus proyecciones en la sociedad, donde señala “busquemos lo realizable en el presente humano hacia un presente más humano aún, no hacia utopías irrealizables basadas en la negación de grupos culturales entre sí por creerse cada cual poseedor de la verdad” (Maturana Romesín et al., 2006) [5] , dando cuenta de la confrontación que genera dos visiones de mundo, bajo este debate constante, tener un plan de futuro muy establecido hasta incluso caer en el dogma, nos desentiende con otras personas en el presente. Por ende, la invitación es a vivir en el presente, y cuestionar las verdades absolutas mediante el debate interno.


Tras las diversas visiones del futuro y presente surgen tres preguntas a las cuales se intentará dar respuesta a continuación: 1.¿De dónde nace el futuro? 2. ¿En qué momento el ser humano recae en la perdurabilidad y renuncia a vivir en el presente? 3. ¿El futuro es algo aprendido, se enseña a creer en él o es algo que desde nuestra condición humana llevamos como esperanza deseando la prosperidad?


¿De dónde nace el futuro?

La primera interrogante nos sitúa en el inicio de la consideración del futuro, donde se intenta dar respuesta su implicancia en el modo de atender al tiempo actualmente, considerando ser regidor constante de nuestras acciones.

De forma inicial, podemos consignar que el futuro nace de la canalización que hace el ser humano de lo que existe y lo que puede existir con posterioridad. Por consiguiente, se observa una voluntad de dar existencia a aquello que no es pero puede llegar a ser. Y en la voluntad es donde recae el hacerse cargo del propio curso de la vida, contrastando lo mencionado anteriormente con la planificación, que deposita la responsabilidad de acción en el tiempo.

Con la llegada de la Filosofía materialista, además del arribo de la ciencia resaltando una verdad verificable, mencionado anteriormente por el poema Amereida II, que rompe con lo establecido en el idealismo, ya hay un avance al plantear que la idea es posterior a la materia, y por tanto, es la materia que condiciona nuestras ideas. Llevando tal caso a la capacidad creativa, se desprende la idea de esperar una inspiración divina o el destino para que surja la creación, lo cual regía a las antiguas generaciones.

El materialismo plantea que los seres humanos generamos ideas, y esa generación está arraigada a la materia y a las condiciones de cada individuo o colectivo. Dicho de otra manera, las condiciones materiales hacen generar una idea, si esto lo llevamos al ámbito creativo, son circunstancias externas materiales quienes favorecen a desarrollar la creatividad, por consiguiente, es el ser humano quien tiene la capacidad de ser creativo y transformar lo que esté en sus manos para lograr su propio porvenir. De este modo la responsabilidad recae en la persona, no en una entidad superior.

Lo anterior podríamos relacionarlo con el método de enseñanza de nuestra Escuela de Arquitectura y Diseño de la PUCV. Llevándolo al caso de nuestra propia enseñanza, poseemos la observación, que nos da cuenta del contexto espacial en el cual estamos inmersos, determinante para la formación de oficios que contemplan la creatividad.

Se reconocen principios del materialismo en la metodología de la observación, lo cual se expresa en que prevalece la experiencia en un lugar específico determinante del espacio y la materia determinada. La idea proviene después del espacio que observamos. Las condiciones externas, que son materiales, palpables, anteceden a la abstracción de la idea. Bajo esa perspectiva las personas se van formando a sí mismas bajo sus propias experiencias materiales. Se plantea como una forma de comprender el entorno y la extracción de él. Entorno y experiencia. En consecuencia, la observación nos permite detenernos en la contemplación activa del presente, capturando mediante extractos de la vida cotidiana secretos que llevaremos posteriormente a proponer en un proyecto. Proyectamos en atención al presente que nos rodea.

El futuro ha estado presente desde nuestros inicios, mediante la planificación. Existiendo planificación se da cabida al futuro, una realidad aparentemente indisociable.


¿En qué momento el ser humano recae en la perdurabilidad y renuncia a vivir en el presente?

Una segunda interrogante nos llama a reflexionar sobre el modo de vida arraigado a proyecciones en contraste de la atención al presente.

Dicho lo anterior, se plantea el tiempo y cómo atendemos a él en contexto actual, de esa forma Clive Staples Lewis- novelista, académico y ensayista británico- propone mediante su novela, Cartas del diablo a su sobrino, escrita en 1942, una mirada sobre el infierno en el siglo XX, donde desarrolla un conflicto permanente entre el bien y el mal, presentada por cartas que son escritas en modo de consejo de un diablo experimentado a su sobrino aprendiz. En tal escrito, el autor en su carta XV da cuenta de una reflexión sobre el tiempo, teniendo como tentativa y enfoque la preocupación constante del ser humano en un futuro, desentendiendo la conexión con el pasado y presente, ya que de este modo, al alejarlos del presente se alejan de la eternidad. Al hablar de futuro nos disponemos a una constante inacabable, “es la parte más completamente temporal del tiempo, porque el pasado está petrificado y ya no fluye, y el presente está totalmente iluminado por los rayos eternos” (Lewis, 1993) [6] , de este modo el presente es lo que más parece ser cercano a la eternidad.

Nuestra vida contempla este juego del tiempo, cazados con las posibilidades, renegando sin ser conscientes, la oportunidad de estar plenamente en el presente, porque finalmente nos encontramos viviendo en este presente anticipado. De acuerdo a lo planteado por Paz, en su libro El laberinto de la soledad, el autor entrega una crítica a la visión del tiempo moderna . Alude a la prisión del tiempo actual, que nos separa de la realidad en la cual se sitúa justamente en el presente continuo, donde, en sus palabras, el ser humano no se entrega a nada de lo que hace.

“Hubo un tiempo en el que el tiempo no era sucesión y tránsito, si no manar continuo de un presente fijo, en el que estaban contenidos todos los tiempos, el pasado y el futuro. El hombre, desprendido de esa eternidad en la que todos los tiempos son uno, ha caído en el tiempo cronométrico y se ha convertido en prisionero del reloj, del calendario y de la sucesión. Pues apenas el tiempo se divide en ayer, hoy y mañana, en horas, minutos y segundos, el hombre cesa de ser uno con el tiempo, cesa de coincidir con el fluir de la realidad.” (Paz, 1998)[7]

Acerca de la disgregación del ser humano con el tiempo, Paz distingue la influencia del paso de la industrialización en la sociedad moderna “ La sociedad marcharía con eficacia, pero sin rumbo. Y la repetición del mismo gesto, distintiva de la máquina, llevaría a una forma desconocida de la inmovilidad: la del mecanismo que avanza de ninguna parte hacia ningún lado.” (Paz, 1998)[8] . De tal manera, parece que tuviésemos todo resuelto, pero se ha perdido el rumbo de nuestra propia existencia. Y es en la búsqueda del rumbo donde otorgamos el sentido al tiempo. La vida parece funcionar, los índices de progreso aumentan a paso sostenido, pero ¿realmente somos conscientes de nuestra existencia?, igualmente Paz reafirma “La historia, poseía una lógica; descubrir el secreto de su funcionamiento equivalía a apoderarse del futuro.” (Paz, 1998)[9], perdiendo dicha lógica, nos desentendemos de nuestra existencia, nos apoderamos del futuro y nos perdemos en él.

Vivimos en un estado de desconocimiento de nuestras propias emociones, en búsqueda de un sentido,en esa constante imaginaria, aferrados a la eterna promesa que resultan ser los tiempos posteriores, horizonte inalcanzable pero que permite dar impulso a esos tiempos mejores.

“solo cuando en nuestro ser social lleguemos a dudar de nuestra profundamente arraigada convicción de que nuestras inamovibles y “eternas” certidumbres son verdades absolutas (verdades inobjetables sobre las que ya no se reflexiona), recién entonces empezaremos a salir de los poderosísimos lazos que la trampa de la “verdad objetiva y real” se ha tejido. Inhumana trampa ésta, pues nos lleva a negar a otros seres humanos como legítimos poseedores de “verdades” tan válidas como la nuestra.” (Maturana Romesín et al., 2006) (Íbid)


¿el futuro es algo aprendido, se enseña a creer en él o es algo que desde nuestra condición humana llevamos como esperanza deseando la prosperidad?

En la tercera interrogante, nos preguntamos por el origen de la creencia del futuro, intentando develar aquel arraigo que nos enlaza fehacientemente a su realización. Más que alguna creencia en el futuro, es propio de la condición humana anhelar lo que es prosperidad, la búsqueda de bienestar. Distintas culturas a lo largo de la historia han articulado su existencia en la relación del tiempo pero con distintas miradas sobre tal.

Un claro ejemplo de esto es que en la visión desde nuestros pueblos originarios se presenta una concepción andina del mundo , la cual reúne aymaras, quechuas, likanantai, diaguitas. Los pueblos andinos de Chile arraigaron su existencia a la tierra, la valoraban. La Pachamama, donde “Pacha” se refiere a lo existente en todo el universo, la realidad. “Dicha realidad está interrelacionada, significando la Pacha el universo ordenado en categorías espacio-temporales.” (Galdames & Hernandez, 2020) [10] . El tiempo regía su vínculo con la tierra como unidad, el ser humano es uno con el tiempo.


Los autores dan cuenta que la visión del tiempo de los pueblos andinos es cíclica , la cual rige en equilibrio al universo “que se manifiesta en la naturaleza como regularidad de sus ciclos y que en la sociedad se determina por la justicia en las relaciones humanas” (Galdames & Hernandez, 2020)[11]

“El humano actúa en y para la naturaleza y la sociedad a través del trabajo, de modo de producir alimentos y bienes que necesita para satisfacer sus necesidades con un conjunto de medios técnicos que no deben buscar destruir el equilibrio de naturaleza y sociedad” (Galdames & Hernandez, 2020)[12] Aquella concepción no intenta una hegemonía por sobre el tiempo, formamos parte de un sistema mayor, donde todo se desarrolla en base al equilibrio.

Similar es la visión Mapuche, donde, “La vida es una donación de la naturaleza y las fuerzas que la animan quedan concatenadas y deben ser respetadas para devolver a la naturaleza esta donación originaria, de una manera cíclica y continua.” (Galdames & Hernandez, 2020)[13] Esto se contrapone a la visión occidental lineal del tiempo, reformulando la concepción del futuro y la planificación.

Al traer a presencia los pueblos originarios de Chile, se revela una visión común de compromiso y respeto sobre la naturaleza, que lleva a un permanente cuidado del presente; una total valorización de los antepasados, en esta visión cíclica del tiempo.

Tal visión se contrapone a la occidental, donde hay un desentendimiento con la naturaleza, sus ciclos y finalmente nuestro vínculo con la tierra carece de respeto, nuestro sentido de producción tiene un enfoque de acumulación de riquezas materiales más que buscando un equilibrio con nuestro entorno. Intentamos dominar el tiempo, creyendo que por llevar su cuenta ya nos apoderamos de él, siendo que aquello nos rige y da orden a nuestra existencia.

Según menciona Octavio Paz, “El trabajo sin fin, infinito, corresponde a la vida sin finalidad de la sociedad moderna.” (Paz, 1998)[14], carecemos del sentido de existencia, la hayamos resuelta “La antigua pluralidad de culturas, que postulaban diversos y contrarios ideales del hombre y ofrecían diversos y contrarios futuros, ha sido sustituida por la presencia de una sola civilización y un solo futuro.” (Paz, 1998)[15]

Al hacer el análisis en la actualidad, la sociedad ve en el consumismo una forma de atender al futuro, que reside esencialmente en el presente. Ve su libertad en la capacidad de elección de consumo. ¿Qué pasaría si la capacidad de libertad fuese otra? ¿Cómo puedo proponer y disponer mi voluntad de futuro?

En gran parte de las sociedades occidentales los análisis y reflexiones recaen en elegir qué se consume, la gente ve la libertad como la capacidad de elección al momento de consumir, no en su propia capacidad creativa. Quien se proyecta en el futuro se educa bajo esa visión con herramientas para lograrlo . Pero la libertad radica en tener todos la posibilidad y herramientas y la diferencia entre quienes tienen las herramientas y los medios para moldear el futuro y quienes no.

La forma de vivir el presente es a través de las emociones. La emoción como la capacidad de reacción activa ante la vida, la gran pérdida de la racionalización y la planificación es renunciar a nuestras emociones.

Una visión lineal del tiempo considera al futuro como progreso, y está dispuesto a sacrificar todo en pos de su realización. La visión cíclica considera la conservación y equilibrio. ¿Hasta qué punto el progreso sacrificará nuestro entorno? Cada vez más nos alejamos de nuestra parte emocional a costa de perfeccionar nuestra parte racional.

Ser Americano

Actualmente la pregunta del ser americano cobra aún más sentido. Nos encontramos ante un desconocimiento abismal de nuestra propia cultura, encantados por la materia externa que está al alcance, ignorando nuestra propia historia.

Producto de la globalización hay una ruptura de la homogeneización cultural, se fractura la unidad cultura-territorio, por lo cual es mucho más complejo distinguir e incluso cuestionarse sobre la pertenencia cultural. Resulta pertinente traer a presencia palabras de un estudio en el campo del trabajo social donde se analiza el caso de la inmigración haitiana en Valparaíso, Chile “Las identidades culturales cruzan fronteras geográficas y políticas, para expresarse en múltiples espacios sociales, con continuidades y transformaciones que se particularizan en cada uno de éstos nuevos contextos.”(Cárdenas, P & Bobadilla, 2018), en este cruce de fronteras geográficas, ¿cómo construimos nuestra identidad?

Actualmente hay una negación y desentendimiento del origen y una búsqueda constante del sentido de apropiación y pertenencia. No por vivir en un lugar necesariamente nos sentimos parte de él. Un primer proceso que parece ser fundamental es reconocer la cultura en la cual estamos insertos, en un segundo lugar preguntarse ¿soy parte de esta cultura? ¿Me identifico con ella? y tercer paso, construirla. Se basa finalmente en un proceso de construcción de la identidad, valorizando quienes somos y haciendo una lectura temporal -pasado, presente y futuro- de lo que nos ha llevado a ser americanos, donde el calce de cultura y territorio parece ser irreconciliable. Habitando una sociedad somos incapaces de reconocernos en ella, por lo cual la pregunta por el ser americano viene a despertarnos y volver a mirarnos para descubrir lo que heredamos y qué hacemos con ello.


Conclusión

Para concluir, retomaremos y nos centraremos en la implicancia de la visión del tiempo vinculado al comportamiento de la sociedad. Lo cual denota ineludiblemente un modo de afrontar el presente.

Tras lo anteriormente expuesto, Iommi y Maturana dan indicios de poner en valor al presente como el mejor de los tiempos; único tiempo en el cual residimos plenamente, teniendo la capacidad de ser y hacer. Hay un elemento clave que parece ser imprescindible para darnos cuenta de nuestra atención en el tiempo, y es la consciencia que tenemos en el presente, la cual presenta dos corrientes, en una fluimos y en otra racionalizamos, donde al racionalizar, planificamos, y al planificar nos ausentamos de la parte emocional de nuestro propio ser.

Muy bien lo menciona Paz al declarar “Sin duda la concepción del tiempo como presente fijo y actualidad pura, es más antigua que la del tiempo cronométrico, que no es una aprehensión inmediata del fluir de la realidad, sino una racionalización del transcurrir.” (Paz, 1998). Hacernos responsables del modo que atendemos el tiempo se traduce en cómo afrontamos la vida.

En base a lo anterior, la planificación resulta parte de nuestro modo de vida actual, indisociable al futuro. El llamado que nos deja esta lectura del tiempo es a tomar el riesgo de fallo que da paso a la improvisación, alertado en una primera instancia por Iommi, o como regalo traído a presencia en el Jazz, mediante la creatividad.

La creatividad surge de aquello que se escapa a todo plan de acción y donde de esa manera podemos ser absolutamente modernos. La improvisación es el gran canal que se conecta con nuestra parte emocional, y nos hace vivir plenamente en el presente. Bajo tal consideración, y al no poder desprendernos de la visión de futuro, porque es algo que hemos aprendido, la manera de vivir en el presente, es vivir improvisadamente, dando paso a lo creativo.

El futuro es la eterna promesa que nos hacemos a nosotros mismos, rehuyendo de la vivencia plena de un presente perfectamente inalcanzable por miedo a no cumplir nuestras expectativas a corto plazo. Ante eso tenemos dos opciones, seguir en esa desconexión de nuestra propia existencia, o dentro de lo posible, desatar los momentos de pequeños fragmentos del eterno presente que nos regala la improvisación.


Referencias

  1. https://wiki.ead.pucv.cl/images/a/a1/POE_1982_Absolutamente_Moderno.pdf
  2. Amereida II p82-83 (1986) https://wiki.ead.pucv.cl/Amereida_II
  3. Ortiz, N. (1950). La improvisacion en el “jazz.” 41.
  4. Paz, O. (1998). E L Laberinto De La Soledad (Issue 1969).
  5. Maturana Romesín, H., Varela, F. J., & Behncke C, R. (2006). El árbol del conocimiento: las bases biológicas del entendimiento humano. In Fuera de serie: Vol. 18* (Issue Book, Whole, p. 171 p.).
  6. Lewis, C. S. (1993). Cartas del diablo a su sobrino. 1901, 73. http://www.corazones.org/espiritualidad/espiritualidad/Lewis-CartasDeldiablo.pdf
  7. Paz, O. (1998). E L Laberinto De La Soledad (Issue 1969).
  8. Paz, O. (1998). E L Laberinto De La Soledad (Issue 1969).
  9. Paz, O. (1998). E L Laberinto De La Soledad (Issue 1969).
  10. Galdames, L., & Hernandez, S. M. (2020). La Naturaleza En La Constitución : Visiones Indígenas. 26(1), 51–60.
  11. Galdames, L., & Hernandez, S. M. (2020). La Naturaleza En La Constitución : Visiones Indígenas. 26(1), 51–60.
  12. Galdames, L., & Hernandez, S. M. (2020). La Naturaleza En La Constitución : Visiones Indígenas. 26(1), 51–60.
  13. Galdames, L., & Hernandez, S. M. (2020). La Naturaleza En La Constitución : Visiones Indígenas. 26(1), 51–60.
  14. Paz, O. (1998). E L Laberinto De La Soledad (Issue 1969).
  15. Paz, O. (1998). E L Laberinto De La Soledad (Issue 1969).