Ascensor

De Casiopea
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Ficha

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Etimología: Es un cultismo que viene del latin, emparentado con ascender. Estas derivan del verbo ascenderé compuesto del prefijo ad( hacia ), el verbo scandere (trepar, escalar) y el sufijo – tor (agente, o el que hace la acción), o sea el que sube

HISTORIA GENERAL DEL ASCENSOR DE EDIFICIO

La revolución vertical. Porque el ascensor, como el ferrocarril, el automóvil, los aviones o los cohetes espaciales es un invento muy reciente aunque nos parezca que siempre ha estado ahí, de arriba a abajo sin descanso ahorrándonos la pesada tarea de subir por las escaleras. La primera noticia que se tiene de un aparato de estas características aparece, como no podía ser de otra manera, en la Antigua Roma. Vitruvio, el primer ingeniero de la Historia, aseguraba que el griego Arquímedes habría construido uno tirado por bueyes en su Siracusa natal, pero sin dar más detalles. Vitruvio apuntó el dato y a otra cosa. En la Roma del siglo I sobraban esclavos para acarrear sacos y vituallas y las ínsulas donde vivían los romanos menestrales eran demasiado baratas como un artilugio tan caro de instalar y mantener. La idea quedó enterrada durante siglos. Tampoco era muy necesaria, la verdad, ya que lo más alto que se edificó en mil años fueron las torres de las iglesias, tan estrechas, y con tanto monaguillo dispuesto a subir las escaleras que fuera para tañer las campanas. Cuentan que, en los tiempos de Al Ándalus, un tal Jaled al Muradi diseñó un ascensor; pero con fines bélicos: para colocarlos delante de las murallas enemigas, subir en ellos a la tropa y, así, rendir la plaza. Tampoco prosperó: demasiado entuerto para algo que se hacía, y muy bien, con paciencia, naipes y tiendas de campaña.

esquema primer prototipo ascensor

A finales del siglo XVIII, el relojero e inventor ruso Ivan Kulibin instaló en el Palacio de Invierno de San Petersburgo una pequeña cabina que subía de una planta a otra gracias a un complejo sistema de ruedas dentadas, brocas y tornillería de precisión. La zarina Catalina II lo vio como una rareza sin mucha utilidad, y allí se quedó, muerto de la risa o cogiendo polvo.

Pero los tiempos estaban cambiando. En la vieja Europa sobraba gente joven y dispuesta a acarrear mercancía, sí; pero en los Estados Unidos se necesitaba mano de obra, sobre todo en las vibrantes ciudades costeras, que empezaban a crecer hacia arriba: el objetivo era que los comerciantes no tuviesen que alejarse mucho del puerto y el mercado.

Pensemos, por ejemplo, en Nueva York, levantada sobre una isla llana como un plato, tan escasa de terreno para sus ambiciosos habitantes. Y allí, en ese caldo de cultivo perfecto para la inventiva y la innovación, nació el mundo moderno. En 1852, un tal Elisha Graves Otis, mecánico, inventor y conductor de diligencias, presentó en sociedad la primera novedad en materia de ascensores desde Arquímedes: la cuerda de seguridad. Era un invento de capital importancia, porque, por primera vez en la historia, el ascensor podría servir para transportar personas o bienes valiosos, y no sólo sacos de tierra. Es curioso: todo el mundo identifica a Daimler con el automóvil, o a los hermanos Wright con el aeroplano, pero casi nadie sabe el nombre del que inventó eso que cogen todos los días con tanto alivio.

El sistema, rápidamente patentado por nuestro hombre, consistía en un mecanismo de seguridad automático que detenía la caída del ascensor en caso de que sus cables se rompieran. Para mover el artefacto se desechó el uso de bueyes y se optó por una máquina de vapor, con su caldera, su chimenea, su carbón y su carbonero. Sí, era engorroso, sucio y estridente, pero a los contemporáneos no se lo parecía. En 1850 aquellas máquinas movían el mundo y eran el humeante emblema del progreso.

Ahora bien, no todos se fiaban del invento, así que Otis, hombre resuelto, decidió demostrar en público y en primera persona lo bien que funcionaba. En la Feria de Nueva York de 1853, ofreció un número circense a la marea de curiosos que anegaba el Palacio de Cristal. Una vez dentro de la cabina, ordenó que cortasen la cuerda con un hacha mientras subía: entonces, tal y como estaba previsto, el sistema de seguridad entró en acción y el ascensor se detuvo de golpe: aplauso cerrado... y un gran negocio para nuestro hombre, que ya se veía millonario y codeándose con los grandes hombres de la City.

Así fue: al año siguiente empezó a instalar ascensores en los cada vez más numerosos edificios neoyorquinos de cinco o seis plantas... y a hacerse rico. Aunque no pudo disfrutar mucho tiempo su recién adquirida condición –murió de difteria en 1861–, sí le dio tiempo a perfeccionar su invento adaptando los motores de vapor a la tarea específica de hacer ascender y descender lentamente una cabina de madera. Sus hijos fundaron la Otis Elevator Company, que hoy, siglo y medio después, sigue existiendo: emplea a más de 60.000 personas y fabrica ascensores en doce países, entre ellos España, uno de los grandes mercados para esta clase de empresas, dada nuestra manía de vivir en bloques de pisos.

Por eso, y porque aquí, por mucho que se diga, nos encantan las cosas nuevas, el ascensor llegó a nuestras tierras muy pronto. En 1877 se instaló el primero en una finca de nueva construcción en el elegante barrio madrileño de Salamanca: exactamente, en el número 57 de la calle de Alcalá, a medio camino entre la Cibeles y la Puerta de Alcalá.

La innovación siguió su curso. En 1880 el ingeniero alemán Werner von Siemens patentó el primer motor eléctrico para ascensores, un gran avance, especialmente en lo que se refiere a la reducción de humos y ruidos. Dos décadas después, en 1903, la Otis presentó el ascensor por antonomasia, el que hoy conocemos: el ascensor eléctrico a tracción sin engranajes. Gracias a él se pudo acometer la construcción de grandes rascacielos, hasta el momento vedados a los arquitectos porque no había modo mecánico de llevar a la gente hasta las plantas superiores.

Privados de este ingenio, nuestra vida sería otra, estaríamos condenados a vivir a ras de tierra y, sobre todo, a subir escalones, un ejercicio muy sano, sí, pero incordioso y una pesadez, la verdad. Nuestras ciudades tampoco serían las mismas. El madrileño Edificio España, levantado en 1953, justo un siglo después del invento de Otis, tiene 32 ascensores, más incluso que plantas. Y son pocos en comparación con lo que se ve por el mundo: las torres del World Trade Center contaban con 99 ascensores; las Petronas tienen 78, y el Burj Dubai, 58.

Recientemente, Otis ha conseguido batir un nuevo récord de velocidad con un ascensor que se mueve a 64 kilómetros por hora: muy lejos queda, sí, la parsimoniosa caseta de madera a vapor en la que Elisha Otis se montó para convencer a los neoyorquinos de lo seguro que era su invento.

En España no van tan rápido, pero tenemos muchos: más de 700.000, que realizan 250 millones de viajes al año y transportan a unos 375 millones de personas, el equivalente a dos veces la población de Indonesia. De un cálculo tan peculiar se han encargado los omnipresentes hombres de Otis, que, por aquello de la paternidad, saben bastante del tema.

Blog de Fernando Diaz Villanueva

Los ascensores son como la salud: solamente nos percatamos de su importancia cuando nos cercioramos deq ue nos falta. Hasta ese momento, contamos con ellos como uno más de los elementos de modernidad y progreso que están ahí, y sobre los que no es necesario preocuparse. Los damos por hecho, conocemos su existencia y los hemos pisado de múltiples formas, colores, velocidades, austeros o barrocos, ruidosos o silenciosos, amplios o constreñidos, funcionales u ornamentales. Cada vez es más difícil encontrar en las grandes ciudades edificios sin ascensor, salvo viviendas de pocas alturas o construidas hace más de cien años y que no han pasado un proceso de renovación. La irrupción del ascensor mecánico y eléctrico en el siglo XIX, su comercialización, y la normalización de su uso a lo largo de todo el siglo XX ha supuesto también uno de los cambios más espectaculares, y al que hoy, ciudadanos como somos del XXI, no concedemos la trascendencia que ha tenido en la evolución de la humanidad. O más bien, de la socialización de la humanidad, de la configuración de su convivencia en ciudades. El ascensor aportó a la arquitectura la capacidad de generar la verticalidad urbana, que habría sido impensable sin tan importante invento. Sin ascensores no habrían existido rascacielos, ni skylines, ni contrastes urbanos, ni muchas de las aplicaciones posteriores de este artilugio que surgió, como tantos grandes inventos, de forma un tanto tangencial. El origen de los elevadores, al igual que sucede con muchas artes e invenciones, hunde sus raíces en los confines de la Historia; y, como suele ocurrir, no todas las versiones están de acuerdo. La reseña que más se remonta en el tiempo nos sitúa en el

1500 a. C., fecha aproximada, y en los mecanismos de rampas y cuerdas utilizados por la civilización del Egipto faraónico para mover los enormes bloques de piedras que se utilizaban en la construcción de sus obras fastuosas, especialmente las pirámides. Es una civilización llena de encanto y misterio, a la que se atribuyen avances y conocimientos científicos impensables para la época. Además de las rampas y cuerdas, se ha documentado la existencia de lo que podríamos llamar grúas —un brazo contrapesado sobre un pivote—, con las que no sólo elevaban piedras, sino también baldes con agua para las canalizaciones hidráulicas. Otra civilización con pasado splendoroso —y también futuro, dicen hoy todos los expertos—, la china, introdujo

como mejora un molinete que Durante los últimos meses, el Casino de Madrid ha procedido a renovar la estructura y funcionamiento de sus ascensores, los dos del patio principal y los tres de uso interno. Mayor suavidad, mayor seguridad y mejoras en algunos de sus elementos técnicos son algunas de las actualizaciones que se han llevado a cabo en este tiempo. Una excusa magnífica para que, además de invitarles a disfrutar de nuevo de su uso, nos acompañen a lo largo de las siguientes páginas por la historia de un invento que ha revolucionado, como pocos, la vida de miles de millones de personas.

El invento que logró ciudades verticales Las historia del ascensor, un logro trascendental en la evolución humana Uno de los bellos ascensores que recorre las lantas principales del Casino de Madrid.permitía enrollar la cuerda que sostenía la

plataforma, y que podía ser movido de forma manual o con pedales. Y otra civilización, fundamental en la construcción filosófica y política de Occidente, la helénica, dejó como herencia las aportaciones del que fue, quizá, su matemático más destacado: Arquímedes (287-212 a. C.). Hijo del astrónomo Fidias, se trasladó

de Siracusa a Alejandría, donde fue discípulo de Euclides. Entre sus inventos más destacados, dos estarían llamados a participar de forma muy directa en la evolución de este ingenio que es el ascensor: la polea compuesta y el tornillo sin fin. Hagamos un pequeño paréntesis para recordar, pues es de justicia, que Arquímedes determinó áreas y volúmenes mediante cálculos muy avanzados, aplicó los métodos de la geometría a la mecánica y sentó las bases de la hidrostática. Pues bien, el mismo Arquímedes fue el primero en idear un elevador que funcionaba con cuerdas y poleas, y que fue incorporado al Coliseo Romano mandado construir por el emperador Tito, ya en el año 80 de la era cristiana. Los montacargas servían para que tanto los gladiadores como las fieras accedieran a la arena. También se utilizó este sistema para el acceso el Monasterio de San Barlaam en Grecia, construido sobre

montañas. En fin, sucesivamente se van incorporando elementos de tracción y elevación en determinados edificios, movidos mediante la fuerza humana o animal, como el caso de la cuerda escalonada tirada por un burro que fue instalada en algunas abadías francesas a comienzos del siglo XIII. La “silla de ascenso”, tal como fue denominada por su inventor, el matemático Erhardt Weigel, fue concebida en 1687. Su mayor innovación es que resultaba muy funcional, pero desde el punto de vista tecnológico seguía anclado en las poleas y la tracción animal. Uno de los impulsos, si se quiere involuntario, a la todavía inexistente industria del ascensor lo propinó el rey Luis XIV. Su capricho es digno de mención: la instalación de una chaise volante, o “silla voladora”, que permitiera introducir furtivamente a su amante, la Duquesa de Châteauroux, en los aposentos privados del monarca. El apaño no llegó demasiado lejos, para suerte de esposas regias, pues su sucesora, la Marquesa de Pompadour, lo suprimió en 1751. Amoríos aparte, lo que sí es cierto es que la realeza francesa trató desde principios del siglo XVIII de agilizar los movimientos en palacio, dado los miles de personas que vivían y trabajaban en ellos, y que debían pasar, sí o sí, a lo largo de interminables tramos de escaleras.

El invento que logró ciudades verticales Arquímedes fue el primero en idear un elevador que funcionaba con cuerdas y poleas, y que fue incorporado al Coliseo Romano mandado construir por el emperador Tito, ya en el año 80 de la era cristiana. Las cabinas están cuidadas hasta el último detalle. Un banco, tapizado de terciopelo granate, sirve para el descanso de los “viajeros” casinistas.Casino de Madrid 61 El nombre que quizá mejor representa la Revolución Industrial, el inventor británico de origen escocés James Watt, también aparece vinculado al empeño de tantos emprendedores por mover objetos y personas en línea vertical. Su máquina de vapor, ligada primero a la máquina de Newcomen y después al ingeniero Matthew Boulton, fue aplicada a la industria textil, y de ahí surgió uno de los elementos clave de esta Revolución. ¿Cómo? Pues gracias al uso, desde 1835, de la máquina de vapor para levantar cargas de gran tonelaje en las fábricas inglesas. El agua, y su fuerza, hicieron furor. Sólo diez años después, William Thompson puso en marcha un ascensor hidráulico elevado mediante presión de agua corriente, antecedente de la tecnología todavía hoy utilizada para mover grandes pesos.

esquema primer prototipo ascensor


Es el momento de detenernos en la figura que revolucionó para siempre la historia de los ascensores. Elisha Graves Otis. Nacido el 3 de agosto de 1811 en Halifax, Vermont (EE.UU.), en el seno de una familia de granjeros, a los 19 años decidió trasladarse a Tray, Nueva York, para unirse a los negocios de su hermano. Sobrevendrían 22 años de traslados hasta que, en 1852, se instaló en Yonkers para lanzar y desarrollar su negocio de ascensores. Ese año Elisha G. Otis trabajaba en una fábrica de colchones, que le solicitó la instalación de un elevador de carga en una nueva factoría. Un año después, la fábrica de colchones quebró. El elevador encargado incorporaba una idea que en un principio Otis había concebido para el transporte ferroviario, según narra la hoy multinacional en la información corporativa de su página web. Sin trabajo, Elisha consideró marchar al Oeste en plena fiebre del oro. El mundo contemporáneo nunca agradecerá lo suficiente haber perdido un buscador de oro como él. En 1854 se celebraba la Exposición Universal de Nueva York, y el “calderero e inventor”, como él mismo gustaba llamarse, decidió volcar todas sus energías y esfuerzos en este evento. Era su mayor oportunidad y, sin duda, la aprovechó. Llegó asediado por las deudas y por las escasas ventas de su incipiente negocio, pero llegó. Instaló un elevador en un lugar del Crystal Palace, lugar de la exposición, lo cargó con toda suerte de cajas y barriles pesados, montó en él, y al llegar a una altura equivalente a cuatro pisos, pidió a su asistente que cortara la cuerda. El espanto del público no llego a durar un segundo. El mecanismo ideado por Otis frenó en seco el ascensor, y, desde esa altura, se quitó con solemnidad el sombrero y pronunció tres palabras: “Todos seguros, caballeros”. La idea de Elisha era sencilla, pero pionera. Consistía en montar barras de hierro dentadas en los raíles-guía, a la vez que añadía hierros dentados acoplables en la cabina. Al romperse el cable, un resorte activaba los dientes, que se agarraban a las barras de hierro y detenían así la caída del aparato. Finalizaba así el mayor lastre de todos los elevadores ideados hasta la fecha, su inseguridad. El propio inventor no fue consciente de la trascendencia de su invento, como llegaría a afirmar su hijo Charles años más tarde: “No La figura que revolucionó para siempre la historia de los ascensores fue el Estadounidense Elisha Graves Otis, nacido en 1811. Mayor suavidad, mayor seguridad y mejoras en algunos de sus elementos técnicos son algunas de las actualizaciones que se han llevado a cabo.62 Casino de Madrid creo que mi padre tuviera la más mínima idea de las repercusiones que en el futuro iba a tener su invento”. Repitió el experimento tantas veces como pudo a lo largo de la feria, y a partir de entonces la marcha de su empresa fue imparable. Y con ella, la incorporación del ascensor a la vida moderna. En 1857 recibió el encargo del comerciante neoyorquino E. V. Haughwout, para instalar un ascensor en la fachada acristalada de sus grandes almacenes, cinco plantas destinadas a la venta de objetos de porcelana. Miles de curiosos se acercaron al E. V. Haughwout & Co. de Broadway sólo para ver moverse al aparato, que funcionaba con máquina de vapor y ascendía a una velocidad de 0,2 metros por segundo. Su puesta en marcha fue motivo de admiración para el público y de publicidad para el “calderero”. El camino hasta los primeros rascacielos se escribía ya con trazo firme. Según la investigación de Martín A. Cagliani, de la Universidad de Buenos Aires, el inventor alemán Werner von Siemens —hoy nombre de otra poderosa multinacional—, introdujo el motor eléctrico en lo cabina de los ascensores, que subían mediante engranajes de piñones giratorios que accionaban los soportes en los lados del hueco. En 1887 se ideó un motor eléctrico que hacía girar un tambor en el que se enrollaba la cuerda de izado.

El resto, hasta nuestros días, es cuestión de mejoras y añadidos, de velocidad y gestión automatizada. En estos más de cien años de historia, los ascensores han ganado en suavidad y en capacidad de alcanzar mayores alturas, y han incorporado memorias que ya desde 1925 permitieron suplantar a los ascensoristas. Curioso empleo éste que,en tan sólo 50 años, se convirtió en un clásico, en parte debido al empuje —nunca mejor dicho— del invento para el que se hicieron necesarios. De hecho, incluso los más veteranos socios y empleados del Casino de Madrid recuerdan a los ascensoristas, un oficio que hoy sobrevive por cuestiones estéticas en muy contados edificios. Además de que el Casino fue pionero en la introducción de ascensores, y de que nadie discute la belleza de todos sus elementos, hay que decir que comparte calle con el primer edificio que instaló un ascensor en Madrid, sito en el número 57 de Alcalá.

Durante la segunda mitad del siglo XX fueron añadidas algunas mejoras que hoy nos resutan inherentes al ascensor: los protectores electrónicos, los microprocesadores integrados, la centralización de averías, el ahorro de energía, el “motor lineal” que permite prescindir del cuarto de máquinas, células de control de paso de personas y mercancías y, aunque ya se haya dicho, velocidades que dejan a aquellos 0,2 m/seg. Del centro comercial Haughwaut en una mera anécdota. Por cierto, para anécdotas, la mayoría de los ascensores japoneses no cuenta con una célula, y el encargado de mantener la puerta abierta es el primer viajero que entra en el ascensor. Esto provoca no pocos golpes indeseados a los turistas que desconocen semejante costumbre, porque, además, el tiempo de apertura de las puertas, si nadie pulsa el dichoso botón, es bastante reducido. En fin, tal ha sido la evolución del invento de Elisha G. Otis, que nadie sabe si algún día, y más pronto que tarde, también el fascinante y futurista ascensor de cristal de Willie Wonka, recreado por Roald Dahl en “Charlie y la fábrica de chocolate”, formará parte de la historia.

Revista “Casino de Madrid” N° 43; marzo año 2006

Elisha Graves Otis Elisha Graves Otis nació el 3 de agosto de 1811 en Halifax, Vermont (EE.UU.), en una familia granjera. A los 19 años abandonó su ciudad natal y viajó a Troy, en el Estado de Nueva York, para unirse a los negocios de su hermano. Durante los siguientes 22 años, Otis trasladaría a su familia a lo largo de todo el Estado, hasta que finalmente, en 1852, se estableció en Yonkers, donde lanzaría su negocio de ascensores Otis fue el primero del mundo que comenzó a fabricar ascensores en 1853, y su empresa también fue pionera en 1900 en la construcción de escaleras mecánicas. En 1854 Otis exhibió su invento más importante, un mecanismo de seguridad automático para parar en caso de que los cables se rompieran. En el año 1857, instaló el primer ascensor de pasajeros en los grandes almacenes E.V. Haughwout, de 5 pisos, en Nueva York, que funcionaba con una máquina de vapor. Antes de morir patentó el ascensor accionado por vapor.

prototipo ascensor

Factores Que Afectaron a Este Descubrimiento La gente de las ciudades es cada vez mayor. Se necesitan más casas, y entonces se construye hacia arriba (rascacielos) o hacia abajo (galerías subterráneas). Esto es un factor de tipo social. Gracias al invento del ascensor fue posible imaginar y construir los rascacielos de tantas plantas. Este es un factor tecnológico. Otro factor tecnológico es el uso de materiales más resistentes, como el acero o el vidrio. Los primeros rascacielos tenían unos muros mucho más anchos que los actuales. Por otro lado, un factor económico: actualmente, la gente que construye edificios (empresas constructoras), tiene que pagar el suelo donde se va a construir. Una vez que tiene comprado el lugar, gana más dinero si construye un edificio de 10 plantas, y luego lo vende, que si sólo tiene 2 plantas.

Lo que generó El invento de Otis entra dentro de la revolución industrial, ya que a lo largo de los siglos la fuerza que ejercía el hombre y sus primitivas máquinas se ha ido modernizando hasta tal punto que el hombre no se tiene que preocupar de nada, todo lo realiza la máquina. Se podría decir también que pertenece a la revolución de la comunicación, debido a que provoca un tremendo cambio en la forma de entender las ciudades. El ser humano pasa de vivir en ciudades que tenían edificios de dos plantas a construir rascacielos donde pueden convivir muchas más personas en menos espacio

Lamina Final

El propósito del taller este trimestre fue investigar acerca de los diversos tipos de medios de transportes urbanos de uso público que existen o existieron en algún momento. Se tienen variados tipos, si se mira en detalle, pero al volver al pasado se da cuenta de que muchos tienen un mismo origen o anteriormente estuvieron muy ligados, también cabe destacar de que algunos nacieron como evolución de otros que fueron quedando obsoletos y con el tiempo la ciudad requería un medio mas avanzado para transportarse, también estaban los que no prosperaron hasta la actualidad debido a que no eran un medio que se pudiese adaptar a la mayoría de las ciudades debido a las grandes diferencias topográficas que existen entre ellas.

El ascensor en cambio es un medio de transporte vertical diseñado para transportar personas entre diferentes niveles de un edificio o construcción subterránea. El primer ascensor se pensó en 236 a.C por Arquímedes quien lo presento primeramente como un montacargas, osea cabinas sostenidas con cuerda de cáñamo y accionadas a mano o por animales, tiempo después el arquitecto romano Vituvius lo llevo a cabo. Se piensa que estos prototipos se instalaron en el monasterio de Sinaí en Egipto y ya en el siglo XVII se encontraban en los edificios de palacios de Inglaterra y de Francia.

En 1852 Elisha G. Otis le dio a este montacargas el sentido de ascensor al instalarle una cuerda de seguridad que hacía que este aparato fuera más fiable para el transporte de personas.

El ascensor aportó a la arquitectura la capacidad de generar verticalidad urbana y contaste urbano ya que las ciudades cercanas a los puertos iban creciendo horizontalmente y las distancias eran más extensas y el objetivo era que los comerciantes no tuvieran que alejarse mucho del mercado.

El caso a estudiar son los ascensores de las Torres Gemelas o World Trade Center, uno de los rascacielos más altos de New York , con 110 pisos y 40 mil empleados que era visitado por 150.000 personas diariamente y en donde más de 430 compañías de 28 países diferentes tenían sus oficinas, entre ellos corporaciones bancarias, empresas de seguro, de transporte, importación y exportación. Ocupaban 16 acres de terreno y el ancho de las ventanas de ambos edificios era de 22 pulgadas, la razón para ello, según su arquitecto Minoru Yamsaki era que "si la anchura de las ventanas era menor a los hombros de una persona, se reducía la sensación vértigo". El conjunto estaba formado por siete edificios, dos de los cuales destacaban en altura y los otros cinco eran de cinco plantas, que definían una plaza, y que protegían del helado viento neoyorquino.

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La estructura de ambas torres respondían al tipo tube in tuve, este sistema organiza el núcleo central del conjunto de ascensores y escaleras como una rígida columna vertebral resistente ( tubo interior), encargada de soportar la mayor parte de las cargas verticales, y establece la fachada como una malla metálica estructural ( tubo exterior), aprovechando la anchura del edificio como brazo de palanca para compensar las tensiones y las deformaciones originadas por el fuerte viento reinante a una altura de 400 metros. Algunas veces se llegaban a alcanzar los 200 kilómetros por hora. La Torres Gemelas asumía oscilaciones superiores a los 4 metros en su planta 110. Dicho núcleo central era un cuadrado de columnas de acero bastante juntas y recubiertas por cemento (refuerzo de concreto), Yamasaki decidió colocar en esta parte los elementos comunes o de servicio del edificio; escaleras, ascensores, cableado de luz, teléfonos.

Su sistema de ascensores fue desarrollado por la empresa Otis, se dividían en tres tipos de ascensores: El grupo “Short haul” de 6 ascensores lleva a pasajeros entre los niveles 2 y 3 y 16 y 17. El grupo de “Mid haul” de 6 ascensores, lleva pasajeros entre los niveles 18 y 19 y 37 y 38. También hay otro grupo de ascensores que llevan pasajeros directamente a los niveles 41 y 42. Para llegar a niveles superiores al 42, los pasajeros están obligados a tomar estos últimos ascensores y luego cambiar a otro. Los ascensores conectores se encuentra ubicados directamente encima de los elevadores de los niveles 2 a 38. También hay otro ascensor que lleva desde el piso 1 al 104 del edificio sin realizar ninguna parada, los turistas tenían sus propios ascensores separados de los trabajadores.

Los ascensores alcanzaban una velocidad de 8.2 metros por segundo y los 104 ascensores transportaban alrededor de 80.000 personas diariamente.

La sectorización de los ascensores era también aplicable a nivel de instalaciones de escaleras de emergencia, lo cual permitía una evacuación ordenada y limitar los daños en caso de incendio dentro de lo previsible ya que si algún ascensor se quedaba parado entre pisos, se derrumbaba manualmente una puerta que lo conectaba con el de al lado y así los pasajeros podían pasar de una cabina a otra caminando.

Problemática e hipótesis

La problemática se sitúa ante la necesidad de frenar la expansión horizontal que estaba sucediendo en las ciudades puertos ya que se generaría una conurbación y las distancias desde el puerto hacia los locales de distribución estaban siendo cada vez más largas

La creación de los ascensores cambió el modo de habitar la ciudad, creando verdaderas ciudades verticales a lo largo del tiempo, logrando asi una mejor distribución y organización de la ciudad.

Gracias a esto se ordenó la disposición de todo un sistema para uno de los edificios mas altos y mas importantes del mundo( Torres Gemelas, World Trade Center), transportando grandes cantidades de personas de manera vertical y a gran velocidad.


El servicio es servir a alguien, ser de utilidad para las personas, en este caso el servicio que presta este medio de transporte es de suma importancia, ya que actualmente la mayoría de los edificios de todo el mundo tienen ascensores para así facilitar y agilizar el traslado de personas de un piso a otro, en chile la ley establece que los edificios que tengan más de cuatro pisos deben incluir un ascensor y a la vez este tiene que tener ciertas reglas, como por ejemplo servirle a todas las personas incluyendo a las que se encuentran discapacitadas en sillas de ruedas, debiendo tener una puerta donde quepa cómodamente una de éstas.


Sistema

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Un sistema se define como un conjunto de cosas que relacionadas entre sí ordenadamente contribuyen a determinado objeto, en este caso existe todo un sistema de ascensores para que planifica y ordena la distribución más eficiente para las personas en un edificio de 110 pisos. Un conjunto de ascensores que funcionan por separado y se conectan algunos con escaleras mecánicas que transportan a las personas de manera vertical y diagonal a lo largo de este edificio generando una fluidez mayor en su transito.

Este sistema dividía el edificio en tres sectores, con ascensores express que depositaban al pasajero en las plantas 41 y 74, donde una segunda red de ascensores (locales) alcanzaban los demás pisos intermedios. Esto permitía recorrer la altura total del edificio más rápido y con menos paradas. También existía un ascensor que recorría desde la primera planta hasta la 104 el edificio sin realizar ninguna parada. En el subterráneo había toda una trama de transportes públicos que se conectaban, ya que el pasajero llegaba en metro, tomaba las escaleras mecánicas hacia pisos superiores hasta llegar al primero (que se encontraba a nivel de la calle) y de ahí tomaba un ascensor hacia los distintos pisos del edificio.

El ascensor más complejo era el de los turistas ya que este contaba con unas cintas que ordenaban el entrar de estas personas al ascensor y los llevaba desde el primer piso hasta el 104 sin paradas, este ascensor además era transparente en tres de sus paredes para que asi las personas disfrutaran de su viaje y se fueran dando cuenta que tan alto iban y a que tanta velocidad. Los ascensores tenían capacidad para 80 personas y como eran sectorizados cada trabajador sabía cual debía tomar para ir al piso deseado de manera más rápida, claro que además estos tenían una señaletica que indicaba entre que pisos se trasladaba y en que piso estaba.

De esta manera, debido a su complejo sistema y a sus características fue muy importante para el hombre el desarrollo de este modo de trasladarse en el World Trade Center de New York, ya que jamás se había pensado que una unidad tan sencilla como el ascensor podría formar un sistema tan complejo para el ordenamiento de edificios tan importantes, creando y ordenando este modo de habitar y distribuirse a lo largo de éste.

El ascensor, aunque no sea un medio de transporte convencional, modifica a gran escala la ciudad ya que el número de habitantes cada vez es mayor y se necesita más espacio sin que esto implique mayor distancia, por lo que ahí es donde influye este medio de transporte tan sencillo que da la posibilidad de generar estas ciudades verticales evitando la conurbanisación de ciudades y acortando distancias

Fichas

Archivo:BJ-ascensorfichas.pdf

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