Iglesia del Buen Jesus de Matozinhos, Monte del Calvario - Congonhas - Rodrigo Neira Leighton

De Casiopea

FICHA OBRAS DE ESTUDIO

Por orden de composición: Chateaux de Maisons-Lafitte, Francia / Bom Jesus do Monte do Braga, Portugal / Bon Jesus do Congonhas, Brasil

Nombre: Chateâux de Maisons-Lafitte (1642 – 1650).

Ubicación: Maisons, Francia.

Arquitecto: François Mansart.

De planta simple y compacta, es la obra armónica mejor conservada de Mansart. Con un efecto pomposo, es una obra equilibrada y formal, características propias de las obras de Mansart. Ejecutada completamente en piedra, la composición de las fachadas se apoya en el relieve, siendo los frontones y los pórticos sus elementos arquitectónicos configuradores. La obra arma una trama de ejes estructurantes, los cuales fueron pensados en función de recibir al rey, los que años más tarde, configuraron las villas que lo rodean actualmente.

Nombre: Bom Jesus do Monte (1722 - 1784).

Ubicación: Braga, Portugal.

Arquitectos: Manuel Pinto Vilalobos – Carlos Amarante.

El diseño del santuario, con su naturaleza remarcada en las escaleras, proyecciones de Pinto Vilalobos, marcan en la pendiente el traspaso de lo terrenal a lo divino, culminado en la iglesia neoclásica de Amarante. Construida en piedra con revestimiento de yeso, marca el estilo barroco como simple y compacto con una libertad ornamental, influido por la arquitectura tanto española como francesa. Es así que, en la simplificación de la planta, aparece un aspecto: la escalera como parte del rito. Es entonces, que la pendiente cobra importancia en la peregrinación.

Nombre: Bom Jesus do Congonhas (1757 – 1771).

Ubicación: Congonhas, Minas Gerais, Brasil.

Arquitecto: Antonio Francisco Lisboa.

El santuario, inspirado por el Bom Jesus do Monte, fue encargado por Feliciano Mendes que, aquejado por una enfermedad, prometió construir una iglesia en el caso de curarse, en la época conocida como el barroco minero. Se compone por 6 capillas que destacan estaciones de la Pasión de Cristo. Construida en piedra y revestimiento de yeso, es mayor que su predecesora por tener las esculturas de Lisboa. Al igual que el Bom Jesus do Monte, el de Congonhas se apropia de la pendiente como parte del rito, culminando en un atrio que compensa la des-proporción propia del barroco americano. Es así, que la iglesia se sitúa en lo alto del monte, mostrando el dominio de Dios, y con ello, armando la traza urbana del ojo flotante.

EL BARROCO

De los Interiores

La cúpula del vestíbulo ciñe la mirada desde las pilastras hacia un cielo con un centro, en el claro-oscuro del fondo que concentra lo próximo.

Cuando se comparan las tres obras, dos de las cuales casos de estudio, se denota lo siguiente: el paso de la completitud de la medida en el interior, a la simplicidad de la medida que re-configura una nueva medida. Eso es el paso de Europa a América, la simplicidad de la medida a tal punto de reconfigurarla, conformando la identidad del barroco americano.

En el caso del Chateaux de Maisons-Lafitte, Mansart trabaja prolijamente trabaja la curva: es así que proyecta en ambas alas del castillo salas ovaladas, dando la sensación de amplitud desde la vertical con un efecto gradual de la luz, que entrega profundidad al bajar la iluminaria, haciendo un recorrido cenital visual desde un cielo profundo a un suelo tenue. A partir de esto, la línea de la iluminaria a través de las salas crea un efecto de espejo, solo diferenciándolas por la ornamentación, apareciendo la proyección del infinito. Es entonces que aparece una primera intención, que es propia del barroco: el infinito.

En el interior aparece la cúpula bajo un suelo oscuro, luz del rito. La nave es unidireccional, por lo que el fondo resalta por sobre los bordes.

En el caso del Bom Jesus do Monte, esta idea de infinito se configura igualmente a través de una luz tenue que recorre cenitalmente los costados de la iglesia, focalizando el fondo como término: es entonces que la luz pasa de ser un punto que resalta el infinito a la proyección de un fondo. Hay que tener en consideración que Portugal, a pesar de estar desconectado con el resto de Europa en cuanto a la influencia en la arquitectura, mantuvo un factor común con España y Francia: el modelo compacto y simplista de los elementos, tanto constructivos como arquitectónicos.

El interior, mucho más acotado, basa su exuberancia en la ornamentación. Es así que el fondo aparece como esplendor de lo divino, punto cúlmine de la peregrinación.

Finalmente, en el Bom Jesus de Congonhas, se traduce entonces como la compilación de las influencias tanto portuguesas como francesas, dado tanto en la simplicidad como el modelo compacto con que se configura la iglesia, apareciendo un fondo cúlmine, exteriorizando el infinito como parte de la peregrinación.

De los Ejes Estructurantes

Cuando se habla del barroco europeo, los ejes estructurantes son parte primordial del urbanismo barroco, que configura la ciudad como una panorámica contemplativa, mostrando en el infinito, poder del rey o de la iglesia. Es entonces, que la ciudad, vista como una gran obra en su unidad, aparece como panorama, configura el ojo en los puntos de fuga. Esta característica de la ciudad barroca se posibilita gracias a la morfología en donde se emplazan las ciudades, una morfología llana, en donde el ojo pierde el horizonte en el infinito. Cuando esta idea es llevada a América, se re-configura al llevar los elementos emblemáticos de poder a la cima, configurando una trama en fuga del ojo flotante.

En el caso de Congonhas, aparece en esta trama del ojo flotante el Bom Jesus do Congonhas y la Matriz Nuestra Señora de la Concepción, definiéndose dos puntos: el primero, es que la iglesia gana su magnificencia del poder en la cima. Con esto, aparece un segundo punto, que es la relación cristiano-pagana de que la mayor aproximación entre lo terrenal y lo divino está en la cima, apareciendo una relación de significancias: el poder de lo divino aparece en la cima.

Es así, que los ejes estructurantes son la muestra del dominio sobre el pueblo, ya sea de la iglesia o de la monarquía, en esta relación de contacto en los puntos de fuga o en la altura.

La ruta de peregrinación que culmina en este pormenor que es el atrio. Aparece la ciudad en plenitud de este ojo flotante, muestra del poder divino. La contemplación de lo terrenal para llegar a lo divino configura el peregrinaje.
Desde la antesala, el patio que en la ausencia de un marco, abre un diálogo con la extensión, haciéndola panorama que se escapa al ojo en este eje infinito. Mirada desde el castillo hacia el Louvre, continuación de Avenida Albine.


Del Barroco Minero Brasilero/Bom Jesus do Congonhas

La fachada que culmina con la torre, atrapando el cielo. Aparece en el paso, el rito es con el paso desde el exterior, culminando en el atrio.
Matriz de Nuestra Señora de la Concepción. La iglesia que aparece entre lo difuso y lo rasgado, dando en la fachada la aparición de lo divino en lo compacto.
La relación del ojo flotante, ejes estructurantes en la cima. Es la muestra del poder, del dominio sobre lo terrenal.
La carencia de este des-proporcionamiento de la fachada junto con la simplificación de la planta, da paso a la exteriorización de la peregrinación, a las estaciones.
En la reinterpretación de los elementos aparece la identidad del barroco americano. La iconografía, fiel a esta fusión, construye lo sacro. Fuente: OLIVEIRA, Myriam Andrade Ribeiro de, O Aleijadinho e o Santuário de Congonhas.

Al comparar el caso de estudio con su predecesor respecto a sus composiciones, desde la unidad total de la fachada dividida por componentes, se advierten dos acortamientos en su magnitud vertical producto del des-proporcionamiento formal de tales componentes. Es decir, la operación reductiva provocadora del des-proporcionamiento de las fachadas barrocas mineras en Brasil, respecto a sus símiles europeas tiene una incidencia mayor en los extremos de su vertical, zócalos y torres, desencadenando una permutación en la unidad total. El tamaño original es reinterpretado.

Con lo anterior, las imágenes cobran importancia al ser la significación sacro en el rostro de la iglesia, un pormenor. Es en la densidad que se construye el rasgo de lo sacro, formando parte de la fachada, y no tomándose como elementos disyuntivos. Es el rostro de la ciudad. La iglesia se exterioriza, apareciendo con esto las capillas, la peregrinación por estaciones.

En cuanto al santuario, la iglesia se asienta en un atrio enfrentando un segundo atrio-jardín, que viene a ser la construcción de la lejanía frontal de la iglesia. Es entonces, que en la altura, la iglesia gana su magnificencia, completando la fachada como en Bom Jesus do Monte, supliendo su carencia del des-proporcionamiento.

El monte concebido primigeniamente como la relación pagana entre lo divino y lo terrenal, es llevado por el catolicismo como un mismo elemento divino. Es aquí donde se sitúa la iglesia, el dominio de lo divino sobre lo terrenal. El intento de abarcar esta tierra inabarcable al ojo. Es entonces que, comparado con la morfología de Europa mayoritariamente llana, la reinterpretación del poder, en donde la altura es muestra de dominio.

La reinterpretación de los materiales, en donde, en este intento de imitar los elementos del barroco europeo, nace la identidad del barroco americano: la fusión da cabida a la reinterpretación, dando paso a la adaptación, y con esto, la formación de una identidad.

Para que exista una fusión en vías de una reinterpretación de un elemento, deben existir dos puntos a primera vista dicotómicos, pero que comparten ciertas características afines. Es aquí donde entra en juego la ornamentación, que presenta elementos tanto paganos como católico-europeos, en lo que se encuentra una relación análoga, ya sea casual o forzada. Aparece la adaptabilidad, la capacidad de interpretar simbolismos y elementos ajenos como propios. De esta forma, se construye un lazo, conformando una identidad, en este caso, la americana.

La peregrinación que se da en las estaciones . Es el rito exteriorizado que toma al entorno como parte de él. Aparece la apertura, el ojo flotante como parte de la peregrinación, en donde la morfología forma parte de ella.