Samarcanda

De Casiopea



TítuloSamarcanda
AutorGodofredo Iommi
Páginas8
Imágenes8
Ancho 21 cms.
Alto 27 cms.
Fecha1942
ColecciónPoesía
FondoIommi-Amunátegui
ConjuntoCarpeta Celeste
Número de Ingreso009
NotaVersión original mecanografiado. Poema perteneciente al conjunto editado con el título Fuese (Escuela de Arquitectura UCV, Viña del Mar 1984). Al final del poema, se lee manuscrito: «1942 - 43?».
PDFArchivo:Samarcanda.pdf
Código
IOM-POE-IAM-CCE-SAM-942-009


p. 1

Samarcanda, Samarcanda, Samarcanda

ponían sobre su cuerpo,
corteses visibles
                                           el follaje.

¡Aquellas costas desde las que sólo
se escuchaba el agua!

Hay otros buques
que nunca fueron visitados por los hombres.
La Ruta Sola
una tenaz sabiduría en el viajero.
Reconozco en ciertos ademanes
la brisa del Indico
un viento tenue
imperceptible, como seres
sobre el mar
que guardaba debajo suyo toda la vida primaria
amarilla.

Alguna quo otra sombra
cruzaba con su sigla gigante
sideral
que persigue su significado.
                          El crepúsculo desde el lóbulo de la oreja
                          a la comisura de los labios.


A veces, era frecuente, cuando se le miraba con detenimiento
con sorpresa,
abandonado de su vigilancia,
                          un peregrino de perfil sobre la borda.
                          Lo veíamos en su esfuerzo
                          para disimularse entro los hábitos
                          para ser como un ser humano.

Samarcanda, Samarcanda, Samarcanda.

El sentido se mueve sobre sus manos
con direcciones propias,
ajenas a él. Se individualiza
al fin sobre ciertas formas.
                                           Un sentido
que ha resbalado de los espejos
que esperaron en silencio a otras creaturas.


p. 2

Tu nombre a través de los edificios
sin poder evitar Ia entrada del cuchillo
en medio de tu espalda.
                               Era mejor que no hubiese sucedido.
                   Te prometo no recordarlo nunca.


Samarcanda, Samarcanda mía
Ella es la más hermosa
Ha bajado desde antaño para verme
se diluye en las velocidades
que tiemblan sobre la borda de un círculo.

Uno a uno los seres del espacio
y la ruta será la misma.
He aquí el viaje
que la ruta se abra como una voz
y sea uno, el mismo. Reunido.
Reflejo detrás del tiempo.

                                  La pureza
                                  Una facultad hermosa e involuntaria.


¿Qué quieres que te refiera?

¿Estabas menos encarcelado tú
en la presión estrecha que compelía
tus carnes
que atropellaba en lo interior
de tus músculos lisos y largos
sobre la voluptuosidad de las arenas?

¿Eras más preso tú
con la mano reducida, pequeñísima,
cada vez más pequeña
hasta un tamaño inverosímil,
                                       los grillos
aplastados contra las paredes,
muerto tu venablo,

las trompas alegres de los caballeros?

¿Acaso existías tú más
que los ojos, el olfato
y la risa de los dientes
                     que tuvieron carne?


p. 3

Era imposible que te ahogaras
tan cerca de las rejas.
Retiraban el mar
con sus carceleros. Amada, amada libertad

que sólo es uno
                       entre los grandes lugares salvajes.

Samarcanda, Samarcanda, Samarcanda.

Me asomaba a las ventanas,
a los cuadros de mosaicos blancos
dispuestos en línea, plegando a las paredes
hasta llevarlas al mar.

Ella me visita por la noche
resplandeciente
como los mozos de romería en los montes
y yo me rodeo con mi virginidad
llena de espadas firmes e interiores.


No vuelvas la cara
juega tus manos
en el aire
porque eres el amado.
Apóyate sobre los hombros,
usa el lenguaje cotidiano
dinos palabras vulgares
haz cuanto te digo,
entiende,
en la confidencia
la voz es mayor que la palabra.

Si te marchas, junto a la puerta
se inclina el báculo


Una victoria rumorosa
con estandartes verdes
con rosquillas en las fiestas de Nuestra Señora
del Carmen
o ante el monumento ciudadano.

¿Querían saber adonde habías partido?


p. 4

Pues bien

                     Hay árboles
                     las calles no están desoladas
                     y los pájaros
                     duermen en las almas más altas
                     reciben las palabras
                     que todavía no nos pertenecen.


No había muerto aún. Un poco sí,
sobrellevaba al herido,
la reyerta,
pero el viento, tú sabes,
el viaje se reanuda siempre
y purga los pecados.

La nave siempre es clara
aprieta el camino contra sí
el murmullo de las luces

los dos o tres guardianes
con las cadenas
que ahorcan la noche
sobre el agua.


el labio adelanta su carne
hasta los nombres
- nombres míos perdidos en los colores –
                  estas abejas
purificadas por el hambre.

Hacían ruidos sensuales.

Los amantes del cielo.
Entre los vientos,
durante la noche,
                                   vuestros cuervos verdes,
                                   inmóviles en el aire,
                                   y negros.


p. 5

La cerca prieta
barquichuelos de vela dormitan
y leves como los peces
impedidos a la sospecha
a la locura del sol.

Pero entonces estabas tú
éramos sucesivamente nosotros.

Ponían los dedos sobre las palmas
sobre la fiebre

quien puede olvidar los rostros veloces
simultáneos de la muerte
entraban por la hendija
baja puerta del camarote
con el flojo vaivén del río

ella se esconde en el temblor de las sonrisas
          ( incontrolable amigo
amigo moribundo
se nos va
de las manos )
ella se agazapa en el ojo verde
y aparecía en los hombros
como ramas de efrain
nos engañaba durante las palabras
ciertas ideas
vuestros sentimientos
ella corría ucayali
por las aguas aguas

canta
sobre las manos blancas de Abidias.

Se tornaba invisible
el espacio retrocede
para recibir su peso. Se apoderaba del aire
y yo la respiraba
sin poder
cerrarle Ella descendía hacia mí
me atravesaba
y el calor sofocante del trópico
se detenía un instante, inmune delante del abismo,


p. 6

indiferente
como un animalejo pardo.

Las indias se paran junto al alba
ellas encontraron caras, caras,
en las ropas lavadas
con sudores
mi sangre incolora.


¡Haber muerto aquí!

Las aves conocen los bailes
el crepitar sin tregua
dulce, insistente, como alejado o alejándose
runrunoso, mascaró, mascaroso
entorno
al cuarto del hotel
y las paredes crecían y crecían
y se llevaban todo el techo
                                    para siempre.


No volveremos nunca a Zanzíbar
a ninguna colonia con soldados africanos
a los aguardientes dolorosos
a esas mutiladas crueles
encerradas en el humo
que tosen y tosen sobre las espaldas.


Aún queda

Samarcanda, Samarcanda, Samarcanda.


Observa ahora. Las flores
se abren paso, sin mediar razón
se marchan suavemente hacia el sol.

Mi cantimplora exhausta tiembla.
¿Qué ha sido del aceite prudente?

En vano me hacen señas los amigos,


p. 7

los parientes.
El mal horrible
ha separado los lenguajes.
La distancia
está en nuestros sentidos.

dulce animal hermoso
que con ardor y dicha
busca su reino envuelto
en coros generosos, los
vinos lucientes
y reduce
las palabras a su primer viento.

¿Cómo es posible entender el mensaje
de las flores
que nacen y empujan sus pétalos
como una demanda
y extienden sus movimientos
habituales
sin que nadie las reciba
                                  escuche
                                  el ruido de sus corolas?


Podría decir “Hijo mío”
y un canto que nos alcance
por las espaldas
                                 como a un enviado.

Las agujas del árbol despliegan el invierno,
su fuerte origen
                                 más hermoso quo el sol
                                 para mis manos
                                 que existen en los días.

Pero Ellos
descienden
                           descienden
                                                     al lugar bajo
                                                     acto mío


p. 8

                                                     serán
                                                     sin lo prohibido
                                                     la pureza

el amor inviolable
                                                                             El ojo libre.


La luz se parte sobre nuestras cabezas
como una radiante salida.

Ella es tan hermosa
                                        y se pierde en las aguas.

Aguzo el oído
y todo está tan simple
que nunca ha nacido.

Abro lentamente la boca para nombrarle
y siento huir el viento entre los labios.

No le conoceré nunca.


El aire se quiebra
como una lámpara

es un pájaro

y luego

                                                   desaparece.


Samarcanda, Samarcanda, Samarcanda.

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Fondo Iommi-Amunátegui / Carpeta Celeste:

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