Relación entre Arquitectura y Diseño Gráfico

De Casiopea
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TítuloRelación entre Arquitectura y Diseño Gráfico
Año1985
AutorAlberto Cruz C.
Tipo de PublicaciónCapítulo de Libro
EditorialEscuela de Arquitectura UCV
Edición
ColecciónOficio
CiudadValparaíso
Palabras Claveconstel, diseño gráfico, arquitectura
PDFArchivo:OFI 1985 Arq Diseno.pdf
Carreras RelacionadasArquitectura, Diseño Gráfico"Diseño Gráfico" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property.
NotaDiez separatas del libro no escrito

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Esta relación se da a través de dos dimensiones: una es de continuidad, otra es de discontinuidad. Vale decir, la arquitectura no entra en relación con otro oficio a través de una dimensión única, sino a través de esta doble dimensión.

Primeramente, la dimensión de continuidad. Para estudiarla podemos, mejor, debemos referir a un caso concreto. Así, aquí en el Camping de San Martín, cada alumno de arquitectura realiza un trabajo, trabajo que co-conforma el trabajo del taller, de los tres talleres de arquitectura en travesía.

Por tratarse de una relación de continuidad un alumno de arquitectura puede dar cuenta de su trabajo a un alumno de Diseño Gráfico. En este caso le señalará, como en un acto poético los alumnos que dicen poemas de Hölderlin, Mallarmé y Amereida, se suben sobre un pedestal. Y al subirse se produce en ellos un cambio: ya no son simples o puros alumnos. Lo mismo acaece con los alumnos que oyen, los que se tornan espectadores. Todo ello lo puede palpar, comprender, vivir, un alumno de Diseño Gráfico desde el Diseño mismo. Ahora bien, el trabajo que realiza un alumno de arquitectura es también un pedestal, pero no uno en madera como el del acto poético, sino uno que es un hueco, un hoyo en la tierra.

La realización de los tres Talleres es –entonces– un conjunto de treinta y siete de estos pedestales rehundidos. Y ello no para venir a cambiar a los alumnos. Al contrario, para dejarlos en lo que son. Es que la arquitectura no cambia a nadie. No lo transporta a otra condición. Y no lo hace porque ella es siempre para el hombre en general. Pues cualquiera puede entrar, habitar, en una obra arquitectónica. No es como un planeador por ejemplo, que sólo lo puede habitar quien es aviador. La arquitectura se realiza –por tanto– para aquella condición del hombre que es común a todos. Pues no hace distingo de caracteres, educación, etc. Es para la condición humana en aquella parte que ésta es sin distingos.

Se tiene que los trabajos de los alumnos de arquitectura representan una instancia o un momento, que dan cuenta de la floración del Taller. Luego cuando un alumno de arquitectura le da cuenta a uno de diseño de su trabajo le está enseñando su floración. Dicha floración proviene, evidentemente, de una germinación inicial. Y esta germinación, en verdad germina a partir de la observación. La cual, a su vez, germina a partir del dibujo. Y sin embargo, la relación de continuidad no se da a través del dibujo, a pesar de que ambos –arquitectos y diseñadores– dibujan. Por eso resulta que no es posible que un diseñador mire los dibujos germinales de un arquitecto para seguir el hilo que lo conduce a su floración. Ello no es posible.

Pero tal imposibilidad no proviene de una incapacidad, sino de la orientación misma del oficio de diseñador. Pues la misión de éste es la de atrapar una floración para mostrarla. Entonces cabe preguntarse en el caso de las relaciones entre ambos oficios ¿es que la arquitectura requiere que su floración sea mostrada y que lo sea por la gráfica? La respuesta es: SI. La razón es la siguiente: mostrar la floración es hacer reflexionar sobre ella. Y quien hace reflexionar, a su turno, reflexiona. Reflexionara es establecer distingos. Vale decir, mostrar la floración arquitectónica que construye la casa que se habita sin distingos, es mostrarla a través de distingos.

Construir distingos para mostrar algo en sus distingos es construir una interlocución. Un caso que puede bordear lo caricaturesco es cuando nos dirigimos a los niños pequeños hablándoles en un lenguaje lo más semejante posible a como ellos comienzan a hablar. Pero ciertamente hay múltiples modos de interlocuciones. Incluso uno que quisiera llegar a no se quién. Pero aquí se trata de la interlocución de los diseñadores gráficos con los arquitectos. Que es mostrarle la floración precisamente al autor de ella. Y dicho mostrar –que es con y por los distingos– ese trabajo que se empeña en alcanzar la condición humana sin distingo, viene a constituir una relación discontinua en su dimensión de discontinuidad.

Esta relación de discontinuidad permite a su vez que los alumnos de arquitectura desde su floración y que alumnos de diseño gráfico desde su floración de mostrar los trabajos de arquitectura, oigan la palabra poética que se dice desde un pedestal. En esto, ambos oficios se acercan a la condición humana sin distingos. Mejor, ellos en ese momento, construyen un sin distingo de la condición humana.

Sin embargo, la poesía no es propiamente interlocutora de nadie ni de nada. Eso es lo que comparece a quien la oye. El no puede decir que oye en interlocución. ¿En qué relación oye entonces? En una que sólo, bien parece, la travesía desata.

Y es en dicho desatarse que se puede palpar la relación de la arquitectura y el diseño gráfico.