Quiebre del ritmo que permite el habitar de Valparaíso por medio de la Contemplación

De Casiopea
(Redirigido desde «Primer Módulo Cuarta Etapa»)
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Quiebre del ritmo que permite el habitar de Valparaíso por medio de la Contemplación


TítuloQuiebre del ritmo que permite el habitar de Valparaíso por medio de la Contemplación
Tipo de ProyectoProyecto de Taller
Palabras Claveritmo, color, habitar, valparaiso, celosía
Período2016-2016
AsignaturaTaller del Habitar,
Del CursoTaller del Habitar 2016,
CarrerasDiseño Industrial"Diseño Industrial" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property.
Alumno(s)Constanza Quezada
Profesor49, 8

���Archivo:Audio Ritmo.zip

Quiebre del ritmo que permite el habitar de Valparaíso por medio de la Contemplación.

       Valparaíso desde sus comienzos, se va creando por medio de un proceso natural. Tiene un orden espontáneo e instintivo que se va trazando a medida que es habitado. Desde sus altos cerros hasta la planicie, existe una relación directa entre paisaje y lenguaje, que tiene que ver con cómo se deja leer el espacio. Para este estudio, se toma como base el habitar los cerros de Valparaíso, pero ¿Cómo se habitan los cerros de Valparaíso?  

Debemos partir por definir que es para nosotros habitar. En relación a la arquitectura, hay dos definiciones que me llamaron la atención por sobre el resto, la primera dice así: “Habitar la arquitectura se sitúa en el umbral que permite la creación de mundos para el sujeto que vive este final de milenio. Plantear procederes, modos de hacer arquitectura, a través de los que el sujeto llegue a conocer más a sentir más, a ser capaz de construir esas miras desde las que atrape y haga suya una idea de mundo, una interpretación de lo que queda ahí afuera.”. Y la segunda se refiere al habitar como “tener de manera reiterada” que vendría siendo un tipo de “acción reiterada”.

Para ambas definiciones existe un punto de encuentro, el cómo las personas se apropian este espacio que tienen alrededor, que vendría siendo dentro de los cerros de Valparaíso, con sus quebradas, inclinaciones, esa particular arquitectura victoriana que hace que las casa corten directamente con la vereda, sus espacios planos y abiertos dentro del mismo cerro, etc., para hacerlo suyo, y de esta manera, habitarlo.

Para hacer propio este espacio, debe existir una “manera propia” de ser en el espacio, en otras palabras, tiene que tener una identidad. Esta es dada por una imaginabilidad, legibilidad y visibilidad, que juntas logran captar la atención y hacen que la imagen sea persistente en la memoria. Dentro de esto se va interactuando con el flujo de las personas, que van creando un ritmo y una armonía.

Entonces hasta el momento tenemos que los cerros de Valparaíso tienen una identidad específica, que lo hace habitable, ahora volviendo a la pregunta del primer párrafo el “cómo”. Hay una gran variedad de maneras en que los cerros de Valparaíso es habitado, pero nos acotaremos a una.

Hay una manera de habitar Valparaíso por medio de la contemplación. La estructura de sus cerros, sus inclinaciones y quebradas mezcladas con la arquitectura que en ellos existe, van conformando diversas “ventanas” que la acogen. Estas ventanas tienen la cualidad de tener un suelo horizontal, permitiendo el descanso y la estancia. Dentro del cerro se puede observar una gran diversidad de estas ventanas; unas están bien constituidas, como podría tratarse de un mirador, o no necesariamente como una simple planicie dentro de la pendiente del cerro. Hay unas abiertas y otras cerradas, pero todas enmarcan y acogen esta estancia tipo “gradas” que permiten una mirada que abarca o contiene la ciudad desde su interior hasta su borde más lejano, proporcionando una vista panorámica de Valparaíso.

Todo esto tiene su tiempo y su espacio específico. Comienza desde que se sube el cerro. El flujo de subida genera un ritmo. ¿Y a qué nos referimos con ritmo? El ritmo consiste en la repetición de forma sucesiva, y para que esta exista, deben existir al menos dos elementos distintos que interactúen entre sí formando una secuencia. Esta dado por el uso del espacio y del volumen. Al subir por las cuestas, la persona se va impulsando hacia arriba en una incesante adaptación del cuerpo a la casi verticalidad en la que se encuentra. Tiene un ritmo constante y agitado que al momento de llegar a estas ventanas, que termina culminando en el descanso. Estas ventanas son el objeto que atrae “Diremos que desde el momento en que un objeto aparece en una narración, se carga de una fuerza especial, se convierte en algo como el polo de un campo magnético. Un nudo en una red de relaciones invisibles” (Ítalo Calvino, 1985 p.47).

Así van funcionando estas ventanas, como un polo magnético que atrae a las personas, este espacio que entrega un tiempo de tranquilidad y estancia, en contraste con el ritmo que se genera al momento previo de llegar.

“En el ritmo hay un «ir hacia», que sólo puede ser elucidado si, al mismo tiempo, se elucida qué somos nosotros. El ritmo no es medida, ni algo que está fuera de nosotros, sino que somos nosotros mismos los que nos vertemos en el ritmo y nos disparamos hacia «algo».” (Octavio Paz, 1959)

Las subidas por el cerro de Valparaíso, se caracterizan por ir revelando lo inmediato paulatinamente. Debido a su arquitectura y a las inclinaciones presentes en el cerro, la visibilidad se va revelando por partes, no se logra divisar la totalidad, la lectura del lugar funciona con suma rapidez intuitiva.

“Rapidez de estilo y pensamiento quiere decir sobre todo: agilidad, movilidad y desenvoltura” (Ítalo Calvino, 1985 p.59). Tiene un quiebre al momento de encontrarse con estos espacios de descanso. 

En conclusión, tenemos que los cerros de Valparaíso se pueden habitar por medio de la contemplación, que se permite por el quiebre del ritmo al subir, llegando a estas ventanas entregadas por la horizontalidad de los suelos que acogen la mirada desde el interior del cerro, hasta el borde más lejano.


Constanza Quezada Diseño 4ta Etapa 29 de Marzo, 2016

REFERENCIAS: - “El arco y la lira” de Octavio Paz, 1959. - “Seis propuestas para el próximo milenio” de Ítalo Calvino, 1985