Parábola de San Francisco
Título | Parábola de San Francisco |
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Año | 2016 |
Autor | Jaime Reyes |
Ciudad | Ciudad Abierta |
Palabras Clave | san francisco, acto, ciudad abierta |
Línea | Formación y Oficio |
Nota | Lectura en la quebrada del cementerio de la Ciudad Abierta para el acto de San Francisco 2016 |
Había una vez un gran señor que quiso construirse un magnífico palacio para él y su familia. El palacio debía ser el más espléndido y majestuoso de toda la comarca, emplazado en la cima de una colina desde donde la vista abarcaba la rica llanura, el lago e incluso alcanzaba el mar.
El rico burgués entonces mandó a llamar a los mejores maestros artesanos; constructores, albañiles, carpinteros y granjeros del país y a cada uno les pidió elaborar lo mejor y más fino de sus oficios, para alhajar y abastecer su palacio.
Al cabo de un tiempo los orfebres engastaron broches, anillos y colgantes con filigranas y alveolados de brillos inauditos; los tejedores urdieron paños y cortinajes hilados y bordados en oro y sedas; los ebanistas fabricaron sus arcones con relieves de marfil, sus armarios de molduras talladas en madreperla; los queseros de la aldea trajeron el Almadroc de cabra y los inmensos Gruyere y Emmental de mil litros de leche; los herreros arribaron con hachas, arados, azuelas, y escoplos dignos del mismísimo Hefesto; los alfareros trajeron sus vasijas de grez delicadas como el cristal; panaderos y molineros trajeron sus pasteles de doble cocinado; desde más lejos los monjes de Languedoc trajeron los vinos añejados en barriles de madera y los artesanos de la Casa de Nemanjić trajeron cuberterías de plata y acero. Todos atraídos por la riqueza del nuevo palacio.
Entre todos ellos se presentó uno de los posaderos de la villa. El mercader le preguntó:
–¿Por qué vienes hasta mi casa con las manos vacías? ¿No tienes nada que ofrecer? – Señor, has pedido lo mejor de nuestros oficios. Yo sólo soy un humilde mesonero, pero he venido para invitarte a la fiesta que se celebra en mi posada esta noche. Allí podré ofrecerte mi hospitalidad.
–¿No sabes acaso, posadero, que en este palacio se celebrarán fiestas fastuosas y vendrán dignatarios, príncipes e invitados importantes desde todos los reinos del mundo? ¿Qué puedes saber tú de hospitalidad? Retírate, no tengo tiempo para perder.
El mesonero volvió entonces a la villa. Sin embargo, el hijo del rico mercader, que acababa de volver de la guerra en la lejana Apulia, oyó la invitación del posadero y decidió asistir a la fiesta.
Aquella noche el joven fue recibido con alegría en las mesas de la posada, y a pesar de ser el hijo del hombre más rico de la comarca, fue tratado como cualquiera de los demás huéspedes. Oyó de los cuentos y entonó los cantos, junto a los viajeros y a las amistades de la casa y la familia, departiendo música y danza. La celebración continuó toda la noche. El joven, que tenía entonces veintidós años, se llamaba Giovanni di Pietro Bernardone.
(a quien hoy conocemos como San Francisco)