Nicolás Escobar Tarea 3 - Módulo investigación T1 2016

De Casiopea




TítuloEN BUSQUEDA DEL CIELO NOCTURNO
Del CursoMódulo Investigación T1 2016
CarrerasArquitectura
3
Alumno(s)Nicolas Escobar

EN BUSQUEDA DEL CIELO NOCTURNO Palabras clave: cielo nocturno, habitar nocturno, luz artificial, extensión americana.

Abstract ¿qué relaciones espaciales abrimos con el cielo nocturno, qué formas, que modos revela? Cuando contemplamos las estrellas, la profundidad del cielo y el modo en que ella nos llega, alcanzando nuestra extensión americana, tocando nuestro propio borde ¿no parece que nuestro habitar se proyecta hacia el infinito? ¿no quedamos suspendidos en ese halito nocturno?¿no está acaso ese vacío ilimitado, aquel que rodea a las estrellas, llenando el mismo espacio que nosotros habitamos? En la noche, la luz del universo, construida por miles de millones de estrellas que colman nuestra galaxia y miles de millones de galaxias que colman el universo, de profundidades tremendas y relaciones temporales abstractas y relativas, es reflejada por nuestra extensión.

En nuestras ciudades contemporáneas hemos perdido la relación del habitar con ese horizonte de profundidades máximas. Rito cotidiano durante milenios. La atmosfera luminosa que resplandece en las ciudades, no ofrece la posibilidad de una degradación de la luz artificial hacia la oscuridad, hacia la apertura de una noche profunda.

Más, la luz de las ciudades han abierto un nuevo rito, la posibilidad de abordar el ámbito publico de la noche. A través de nuestra trama urbana iluminada, se abren espacios de noche encapsulada, vestigios de nocturnidad, espacios de relación creativa (la vida nocturna de Valparaíso por ejemplo se nutre de este espíritu creativo que aparece como noche encapsulada, en los pliegues de las casas, en los bares y entre las geografías).

¿qué valores podemos reconocer a partir del habitar en la extensión nocturna? ¿cómo recibimos hoy estos valores nocturnos desde nuestras ciudades contemporáneas?

La posibilidad del habitante a explorar las distintas profundidades de la noche, las múltiples escalas habitables disponibles, con la noche de las estrellas como la profundidad mayor, ilimitada, es un bien para el desarrollo del ser humano.

En este articulo abordaré la profunda relación del ser humano con la noche, la extensión nocturna como generadora de experiencia creativa en el habitante, y el modo en que la noche abre un “revés” en el habitar del hombre.

“vivimos al borde

                                                frente a cuanto

no cobra transparencia de realidad en nuestras propias existencias

                                                 y oscuro y amenazante es

aquello cuyo don no percibimos

                                                          mas ¿cómo llamarlo?

¿cómo provocar su aparición

                         aunque pueda mostrársenos distinto?


intacta a través de lenguas

                                                        caos

suena en la nuestra

                                             desde la griega

y ellos

            antiguos nuestros
                                                percibiendo

lo inventaron mar

                                                                mar

sube a la voz

                        tal apariencias
                                                                        el nuevo mar

de nuestra muda interioridad

(…)

y sin embargo

                           ¿no es el don un presente?

¿otra forma de tiempo y la existencia? ¿un nuevo mundo respecto a la proeza?

                                                                                            ¿cómo

recibir américa desvelada?

desvelar

                   rasgar el velo
                                                  a través
                                                                       

-la voz nos dice- travesía

                   que no descubrimiento o invento
                                                                                       consentir

que el mar propio y gratuito nos atraviese

                                                                                           levante

en gratitud

                      o reconocimiento
                                                            nuestra propia libertad

travesía

                en cuya suerte

la amenaza de lo oculto

                                               se de a luz de canto


entonces

                   ¿darnos a su ofrecida oscuridad?
                                                                                            ¿salto

hacia el tiempo de sus verbos?

                                                                           voces o poesía

donde por desvelados

                                           américa se desvele” 


La noche regalada.

“hay lugares que sacan el alma de su letargo, lugares envueltos, bañados de misterios, elegidos desde toda la eternidad para ser la residencia de la emoción religiosa (…) ¡cuántas veces, por el azar de una feliz y profunda jornada, no hemos encontrado la linde de un bosque, una cima, un manantial, una simple pradera, que nos obligan a mandar a callar nuestros pensamientos y a escuchar hasta lo más profundo de nuestro corazón! ¡ silencio! Los dioses están aquí! ” Maurice Barrès se refiere en este fragmento a “lugares donde respira el espíritu”, paisajes donde los valores espaciales del lugar, resaltan, develando el “orden” que sustenta a ese lugar. vale decir, el propio “ser” del lugar esplende, devela su genio.

La noche regalada, la noche abierta y desnuda reflejándose en la extensión pareciera siempre contener la presencia de un genio, que distinguimos como un valor del espacio, que incita a nuestra percepción a entablar una relación abstracta con el espacio que nos rodea.

noche nublada

Un cielo nublado y sin luna esparce las mas oscuras tinieblas, una oscuridad total. La anticipación de este paisaje se leía ya en el correr del día, en las nubes que cubrían el ocaso, por eso estoy reguardado dentro de la oscuridad, en vigilia de los sentidos, con la retaguardia cubierta por algún elemento seguro, un arbusto. El universo es una espesura sonora, sensitiva, alerta.

noche despejada y sin luna

Un cielo despejado y sin luna esparce otros efectos. También se anunciaba en el correr del día, en un cielo prístino que se tiñó con la gama completa de colores en el ocaso. Nuestro cielo sur abre un espectáculo de astros y luces inalcanzables, la vía láctea alumbra todo el cielo con sus lámparas de esferas celestiales, dioses gigantescos a cientos de miles de años luz de distancia, la noche está abierta, esta luz de galaxia se refleja en el suelo, la extensión entera se viste con la luz del universo, de profundidades variables. Una corrida de arboles parece un acantantilado, lo que sabemos que se va hundiendo, podemos verlo elevándose de forma monumental. En pleno silencio, podríamos sentir el sonido del universo.

noche de luna llena

En un cielo despejado, con luna, la noche se dispone más abierta, la anticipación de este paisaje se anunciaba desde hace días, por los ciclos lunares, y durante el día y al ocaso, el cielo nos anunciaba esta noche clara, la extensión es abordable, visible, caminable. Este faro tremendo nos llama a asistir a la extensión nocturna, situación de claros y oscuros, sombras y siluetas nos hacen señas, las percibimos, movedizas, indeterminables, la naturaleza despliega una danza nocturna. Las estrellas aparecen siempre como la mayor lejanía, inconmensurable, inmedible.


En todas las posibles combinaciones, desde la noche mas oscura que la boca de un lobo a la mas iluminada por una luna llena con su orbita más cercana a la tierra, la noche guarda siempre una profundidad inabarcable o indefinible. La noche es de por si una experiencia sensorial que exalta la agudeza de nuestros sentidos, estos se arriesgan a estimar profundidades, a determinar la unidad o el tamaño de los elementos que componen el paisaje, la noche se conforma como una abstracción habitable.


“ir a tientas”

De este modo la noche es de primer momento “experiencia habitable”. Nos genera un “ir a tientas”, las relaciones espaciales del habitante nocturno con la extensión no están dadas por magnitudes evidentes y profundidades abarcables como en el día, sino por valores que reconocemos a partir de lo que experimentamos habitando el espacio, incitando éste nuestro reparo en sus valores para poder abordarlo.

El reparo es en la noche una condición regalada. Vamos “ a tientas” de modo que vamos “tanteando” el espacio , ya que este se nos aparece ocultando sus verdaderas profundidades. A la vez vamos “tentando” el aparecer del espacio, en el sentido de que el abordaje de la noche es una y otra vez, una tentativa sostenida a seguir abordándola.

Los valores que identificamos dan orden y componen el espacio de forma singular para cada observador, ya que la profundidad se percibe desde una relación abstracta. De este modo, el habitar nocturno se despliega abriendo relaciones creativas con la extensión.


la aparición de la noche.

La noche a mutado su forma de aparecer a lo largo de la historia del ser humano. Mark Armengaud, en su libro “nightscapes” sostiene: “los pueblos primitivos tienen que protegerse para evitar ser devorados durante el sueño. Se protegen, por ejemplo, trepando a los arboles, en el caso de los grupos que habitan en los bosques. Son parte de la oscuridad, sombras entre las sombras, camuflados en su sueño ligero. La noche no es pavorosa en si misma (…) lo pavoroso son los peligros que no advertimos a tiempo. Dormimos mientras escuchamos, mientras olfateamos, mientras intercambiamos señales” .

¿no fue la noche, con todos sus astros y su atmosfera, antes de toda cosmovisión, un espectáculo nocturno para los primeros hombres, cuando estos eran aún uno con la naturaleza? No era un cielo muy distinto del que vemos hoy, los astros que conforman las constelaciones estarían para ese entonces con algún mínimo margen de desplazamiento con respecto al cielo que vemos actualmente.

La noche primitiva fue para el ser humano ,en primerísima instancia, un territorio habitable, que requería estar alerta, donde la ausencia del sol extendía la influencia de nuestros sentidos, agudizaba nuestros ojos. Tememos a la noche, pues nos provoca tales efectos.

Pendiente de los peligros, de las sombras, el hombre se prepara para la noche; caza de bestias en el ocaso o bajo la luz de la luna; resguardo de la oscuridad y de las inclemencias naturales en una noche de tormenta; y en el cielo abierto, unas luces sosteniendo las miradas de vez en cuando. “un cielo estrellado en tanto que espectáculo situado a la distancia” .

Las relaciones del hombre con el cielo nocturno darían un salto abismal, fruto de un aprendizaje primordial: el fuego.



el fuego

Al descubrir el hombre el fuego, este le otorgaría una “cultura nocturna”, este tema es abordado por Armengaud en su libro: “el hombre deja de estar sumido en la oscuridad de la naturaleza para distinguirse de ella”, con este revés construido por la luz artificial, desde esta nueva interioridad luminosa que es revés de la noche, el hombre primitivo comienza a entender su entorno. La tribu se reúne en torno al fuego, comparte, come. Ésta interioridad da espacio a la aparición del relato, de las experiencias vividas y de los múltiples símbolos del mundo, que se abren para el hombre desde una nueva perspectiva.

Esta separación del hombre de su entorno natural, le permite observar la naturaleza desde un revés y abstraerla. El universo comienza entonces a develar sus ciclos. Este conocimiento de los ciclos del cielo da lugar a los primeros organismos culturales. Los pueblos dedicados al pastoreo y la caza, tanto terrestre como marítima usan las estrellas para orientarse en la oscura espesura de la extensión. En tanto que los pueblos sedentarios sustentan el desarrollo de la agricultura en el conocimiento de los ciclos lunares y solares. Esta cosmovisión pendiente de la extensión, de las orientaciones de los astros y de los ciclos naturales fue la base de los pueblos primitivos y encendió sobre la extensión un nuevo reflejo del cielo.

En tanto a la “experiencia habitable” de la noche, tema central de este ensayo, ese primer artificio de la luz que es el fuego, le otorga al hombre un nuevo modo de habitar en la extensión nocturna. El tiempo de la noche se transforma en un rito. Nace una celebración diaria de encontrarse con la noche. El habitar nocturno despliega desde entonces un umbral entre el interior y la noche.


el revés de la noche

El interior abre una nueva forma de enfrentar la llegada de la noche, otorga seguridad, calor y lo más importante, un contrapunto desde donde “salir a la noche”. Para abordar la noche, le abrimos un revés. Desde esta experiencia habitable tenemos en la noche esa dualidad, por un lado, la reunión y celebración en tensión con una luz interior, la cual abre entre los hombres un tiempo “común”, una instancia consensuada, compartida. Y por otro lado, la noche regalada, la noche de profundidades ilimitadas, donde el tiempo adquiere para el habitante nocturno un carácter completamente relativo.

La noche aparece como un recurso creativo. Los elementos que componen el paisaje no muestran magnitudes netas como en el día, sino valores que debemos determinar, de este modo, en la noche nos anticipamos a las formas, traemos un valor de ellas.


la noche verdadera como revés de la ciudad iluminada

Durante milenios fue el fuego el encargado de encender las luces de las casas, las tribus, los poblados y las ciudades. El traspaso desde un interior iluminado a un exterior nocturno fue durante todo este tiempo un acto cotidiano, diario. A galileo le bastaba con caminar hasta un puente cercano a su residencia en Florencia para observar con su telescopio la luna y los astros, allá por el año 1600.

En el siglo XIX comienza el principio de un cambio radical en la relación de la humanidad con la noche. El alumbrado público.

Si bien las ciudades desde siempre se han iluminado, con antorchas, piras, fogatas, con la luz proveniente del interior de cada casa. Estas luces conformaban una trama azarosa sobre la ciudad nocturna donde el enfoque de estas múltiples luces aparece iluminando su propio centro, su propio escenario, el trayecto entre estos centros de luz es oscuro y no favorece la permanencia.

La llegada de una red pública de iluminación significa para la ciudad el nacimiento de un ritmo habitable. La iluminación de rutas caminables dentro de la ciudad permiten una deambulación creativa, una experiencia de introspección que va encontrando su propio reflejo en la ciudad.


el espíritu de la ciudad, nacimiento de un “flâneur”.

En el marco de una ciudad que se industrializa, el nuevo tiempo urbano otorgado por las calles y callejones iluminados, viene a instaurarse como un contratiempo en el que hacer de la propia ciudad, un contratiempo urbano, en el que el nuevo hombre moderno puede desplegar su ocio.

Esta nueva ciudad iluminada vendría a significar también un nuevo modo de habitar la noche. Nace un nuevo espíritu urbano, que encuentra en la noche un tiempo fértil, un contra-polo para el día, que a las luces de un sistema económico y social cada vez más capitalizado es símbolo de productividad y trabajo; así la noche se vuelve la instancia del acontecer regalado de la ciudad. Un dios nace entre la multitud, que se despliega y se encuentra a través de ella. La ciudad abre la instancia de experimentar en el habitar, el “yo es otro” de Rimbaud. El primer momento del alumbrado público compone una luz cuidada, los faroles alimentados por gas le otorgan a las ciudades una luz que no encandila nuestros ojos. Además, aparecen como un verdadero rito, una nueva celebración para la llegada de la noche, uno a uno, estos candiles son encendidos por un personaje público. Antesala para recibir a un ser que está apunto de despertar. El flâneur.

De este “Ser” nos habla Walter Benjamin con sus reflexiones acerca del “Flâneur”. Para abordarlo Benjamin se basa principalmente en la experiencia poética de Baudelaire (además de Poe, Balzac y múltiples personajes de la “época baulederiana”). El “spleen de Paris” y las múltiples imágenes que el poeta recoge desde las profundidades de la ciudad que comienza a modernizarse, dan cuenta de este nuevo ser moderno, consecuencia de la propia ciudad. El habitante camina su propio deambular espiritual en este ritmo luminoso, que con su tenue intensidad, le permite al “flâneur” abarcar y traspasar fluidamente distintas profundidades de la noche. Esta primera luz pública cuida el revés oscuro de la noche, abriendo un sendero, un ritmo luminoso, desde el cual abordarla.

El “ir a tientas” que la noche abierta inducía sobre nosotros, ese habitar cauteloso y algo torpe, se corrige, ahora la deambulación nocturna encuentra un paso seguro en los flujos luminosos otorgados por los faroles, una especie de paso suspendido, sobre el pavimento de las calles y pasajes y los reflejos que guardan, donde lo “a tientas” se da en las relaciones abstractas que el habitante entabla con la multitud, y con las profundidades de la ciudad.

La ciudad se re-descubre como una instancia de experiencias originales y encuentros fortuitos con la realidad profunda. En el deambular a través de los pasajes y las calles, la ciudad se ve a si misma desde un revés, y así el hombre es capaz de tantearla y tentarla. Aparecen en la trama urbana, distintas velocidades. Las experiencias del habitar nocturno comienzan develar las profundidades de este “ser“ al que la ciudad comienza a dar vida.

“La calle conduce al flaneur a un tiempo desaparecido. Para él todas las calles descienden, si no hasta las madres, en todo caso sí hasta un pasado que puede ser tanto más fascinante cuanto que no es su propio pasado privado. Con todo, la calle sigue siendo siempre el tiempo de una infancia. Pero ¿por que la de su vida vivida? En el asfalto por el que camina, sus pasos despiertan una asombrosa resonancia. La luz del gas, que desciende alumbrando las losetas, arroja una luz ambigua sobre este doble suelo” Sin duda que este nuevo descubrimiento supone un salto en el desarrollo de la humanidad, la ciudad se conforma como un ser que esconde profundas y entramadas profundidades, variables y abordables desde la experiencia del habitante que la ocupa y que la afecta desde su propia participación. La ciudad, como la noche, no es nunca la misma. “la forma de la ciudad cambia más rápido, ¡ay!, que el corazón de un mortal, exclamaba Baudelaire al sumergirse en las calles parisinas” . La invención de las bombillas eléctricas viene a trastocar este primer valor, y determina la proliferación de la luz pública artificial por todo el mundo, en cuestión de años las ciudades del mundo se encienden, debido al bajo costo de la energía eléctrica y a su fácil implementación.

Sin embargo esta luz le resta a la noche su misteriosa profundidad. “esta luz tan sólo debería caer encima de los asesinos y los delincuentes ciudadanos o iluminar los alargados corredores de los manicomios: un horror concedido para acrecentar el mismo horror” A reencontrar los bordes La atmosfera luminosa de las ciudades contemporáneas ha eliminado la posibilidad del habitante de asomarse a sus máximos bordes, a la luz de las estrellas y galaxias. La profundidad mayor de la noche ha quedado relegada a una situación de “revés” de la ciudad iluminada. América, en su doble condición de borde (océano y mar interior), refleja la luz del universo y nos levanta la cara a las estrellas. Quedamos atravesados por esta cualidad espacial, universo y reflejo, encontrar la vertical que haga de puente entre nuestro mar interior y el universo al que refleja es determinante para que las ciudades puedan encontrarse con su a lugar en la extensión y el cosmos.


“ciudades”, poema de Rimbaud

“¡Estas son ciudades! ¡Este es un pueblo para el que se han levantado esos Alleghanys y Líbanos de sueño! Chalets de cristal y madera se mueven sobre rieles y poleas invisibles. Los viejos cráteres ceñidos de colosos y palmeras de cobre rugen melódicamente en los fuegos. Fiestas amorosas suenan en los canales colgados detrás de los chalets. La caza de los carrillones grita en las gargantas. Corporaciones de cantantes gigantescos acuden en vestidos y oriflamas deslumbrantes como la luz de las cimas. Sobre plataformas, en medio de los precipicios, los Rolandos suenan su bravura. Sobre las pasarelas del abismo y los techos de las posadas, el ardor del cielo empavesa los mástiles. El desplome de las apoteosis alcanza a los campos de las alturas donde las centauresas seráficas evolucionan entre las avalanchas. Sobre el nivel de las más altas crestas, un mar turbado por el nacimiento eterno de Venus; cargado de flotas orfeónicas y del rumor de perlas y conchas preciosas, el mar se pone a veces sombrío con destellos mortales. En las vertientes, cosechas de flores, grandes como nuestras armas y nuestras copas, braman. Cortejos de Mabs en ropas rojizas, opalinas, suben los barrancos. Allá arriba, con los pies en la cascada y los espinos, los ciervos se amamantan en Diana. Las Bacantes de los arrabales sollozan y la luna arde y aúlla. Venus entra en las cavernas de los herreros y los ermitaños. Grupos de torres cantan las ideas de los pueblos. De los castillos edificados en hueso sale la música desconocida. Todas las leyendas evolucionan y los ímpetus se arrojan en los burgos. El paraíso de las tempestades se desploma. Los salvajes danzan sin cesar la fiesta de la noche. Y, una hora, yo he descendido al movimiento de un bulevar de Bagdad donde compañías han cantado el júbilo del trabajo nuevo, bajo una brisa espesa, circulando sin poder eludir los fabulosos fantasmas de los montes en que han tenido que reencontrarse. ¿Qué brazos buenos, qué bella hora me devolverán esa región de donde vienen mis sueños y mis menores movimientos?” .


1 Godofredo Iommi, Alberto Cruz, Fabio Cruz, Miguel Eyquem, Michel Deguy, Edison Simons, Amereida. (Santiago: Ediciones Amereida, 1967). Pags 18 a 26. 3 Alain Roger, Breve tratado del paisaje. (Madrid: Editorial Biblioteca nueva, 2007). 2 Marc Armengaud, Matthias Armengaud, Alessandra Cianchetta, Land&ScapeSeries: Nightscapes.(Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2009) Pág.31. 3 Marc Armengaud, Matthias Armengaud, Alessandra Cianchetta, Land&ScapeSeries: Nightscapes.(Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2009) Pág. 4 Walter Benjamin, Libro de los pasajes. (Madrid: Ediciones Akal, 2005) pag.422. 5 Jean-Louis Déotte, La Ciudad porosa.( Santiago de Chile: Ediciones Metales pesados, 2013). Pág.9 6 Walter Benjamin, Charles Baudelaire. Un lírico en la época del alto capitalismo 7 Arthur Rimbaud, Iluminaciones. (Lima: Editorial e imprenta DESA, 2002). Pág.71.