Luz como articulador visual enfatizador y atenuador del acto - Esteban Aguilera

De Casiopea



TítuloEnsayo 1-2ºS 2020
AsignaturaTaller del Programa y Forma de la Edificación
Del CursoTaller del Programa y Forma de la Edificación 2º Semestre 2020
CarrerasArquitectura
7
Alumno(s)Esteban Aguilera

Luz como articulador visual enfatizador y atenuador del acto

La luz nos guía la mirada, da color a lo que vemos, nos otorga el sentido de espacio y forma, de lo próximo y distante, le da forma a nuestro lenguaje. De esta manera, la iluminación en una obra teatral es vital para una correcta percepción de un mensaje, ya sea desde la representación del día y de la noche, hasta la diferenciación específica entre personajes protagonistas y antagonistas.

En la antigua Grecia, las representaciones teatrales se hacían al aire libre, donde la luz natural inundaba sin distinción al público y al sector de la obra. Por un lado, esto implica una homogeneidad generalizada en el espacio, sujeta al momento/condición del día en la que esta era realizada. De esta forma si se quería representar un momento emotivo o feliz era muy posible que esta pudiera mal coincidir con un día nublado o sombrío. De igual forma si se quería mostrar una escena trágica y triste, el entorno muy bien podría estar claro y cálido. Si bien es un factor que en esta época posiblemente no estaba muy considerado, en la actualidad una buena iluminación, dado el momento y acto especifico, puede hacer una gran diferencia en la interpretación del espectador.

Ya en el siglo XVII los espacios escénicos pasaron de ser espacios con amplitud visual e iluminación general, a espacios cubiertos y cerrados, donde se iluminaba por medio de velas y candiles. Esto otorgó nuevo sentido visual a las obras, estableciendo una diferenciación lumínica entre escenario y público, pero donde aún se presentaba una luz homogénea y continua durante todo el espectáculo.

Hoy en día la tecnología nos otorga una enorme gama de variables lumínicas que permiten ya considerar este factor como un lenguaje más dentro de la expresión de la obra. En tal relevancia como la escenografía o el vestuario, la luz es el factor que permite el encuentro visual entre espectador y espectáculo, y el factor que dispone y pone al que mira en un ambiente específico.

¿Pero hasta qué punto la luz juega un papel determinante en la obra? ¿De qué forma la luz puede dar mayor presencia a un acontecer o por lo contrario, atenuar una situación?

Cómo se sabe la luz en sí misma no es visible, esta desde un inicio se configura mentalmente como un mero concepto que sólo aparece cuando "algo" se muestra gracias a ella. Y es desde este aparecer en donde la luz en el teatro juega un punto vital. Al igual que en un día cualquiera, la luz del sol va variando continuamente la forma en la que vemos y percibimos el entorno, ya sea desde un amanecer que nos otorga visualmente la lejanía, hasta un anochecer que nos define los perfiles, la iluminación en la obra teatral redefine los momentos desde su específica aparición. Busca situar al espectador en un contexto simbólico especifico a cada momento de la obra desde características que la mayoría de nosotros reconocemos consciente o inconscientemente.

Al abordar la temática lumínica desde su relevancia en un acto escénico hay que entender que cada acto es distinto y busca representar un momento preciso dentro de una obra. Por lo que al definir cómo se va a dar el inicio a una presentación teatral se está determinando la disposición del espectador a un sentido acorde o no a la obra. Por ejemplo, y en relación a la teoría psicológica del color, si una obra comienza bañada en una luz roja intensa, el público interpretará ya de comienzo un sentido de peligro o de una escena intensa de por sí, pero en cambio sí una luz celeste baña de forma tenue la atmósfera entenderemos inconscientemente que viene una escena tranquila o moderada.

En la representación de la obra "La secreta obscenidad de cada día" del dramaturgo Marco Antonio de la Parra, se da inicio a la obra desde una total penumbra donde de manera paulatina y con una luz muy tenue se va mostrando primeramente un velo y por detrás la figura de un hombre. Analizando este momento tenemos como primer factor la oscuridad general del espacio que pone al espectador en un "no saber", lo posiciona desde la incertidumbre visual intensificando sus otros sentidos haciéndolo más perceptible a los elementos que se le presenten a continuación. Por lo que al iluminar el escenario en suavidad, nuestra atención se dispone inmediatamente ante este espacio y la oscuridad ya no como protagonista hace de encauzador visual.

En esta situación, la escenografía es un soporte a la luz, pues la persona más el velo se ven gradualmente iluminadas dando la impresión de que se está mirando un amanecer desde una ventana, pero lo importante es el amanecer en sí. En la realidad, este momento del día es un cambio sumamente intenso dentro de su levedad, es la iluminación gradual del espacio dejando tras de sí la oscuridad, donde momentos aparentemente tan ajenos como es el día y la noche se unen en transición difusa; no se sabe bien en qué momento deja de ser noche y comienza a ser día. Y recrear esto dentro de un espacio cerrado es de suma finura. Al representar un amanecer, bien puede hacerse por medio de elementos sólidos que asemejen los colores, la luz o sombras de este evento, pero otra forma es representar en si un amanecer desde lo que propiamente es, un cambio lumínico que trasforma la visual del espacio. El espacio es la persona y el velo, y la luz en aparición gradual cambiando tonalidades, perfiles y bordes es el mensaje, esta no aparece únicamente como un apoyo al acto escénico si no que toma total protagonismo siendo ella misma lo más importante que se busca expresar.

Rodeado de oscuridad, desde esta una luz se posa en un velo y una persona. La luz de forma sutil y direccionada al nacer desde una oscuridad total es el único llamativo en el espacio. La luz entre los pliegues, su tonalidad y dirección nos dejan en claro que se esta frente a un amanecer

En la obra "Tres mañanas" de Mario Cura, iluminación dirigida por Ariel Courtis, se busca reflejar la sutileza del dialogo de los actores en la forma de iluminar. Cito -Es una obra que me gustó mucho porque tenía muchísima poesía, entonces la luz era de una sutileza que acompañaba a toda esta cosa poética- menciono en una entrevista para El litoral. Al observar la obra se puede ir notando el contraste visual entre momentos. Por un lado, la clara diferenciación entre el día anaranjado y la noche azul, que lograban representar el paso de los días sin la necesidad de cambio escenográfico o de elementos, pero al mismo tiempo cada día y cada noche variaban en intensidad lumínica dependiendo del sentido emotivo que estuvieran experimentando los personajes. En situaciones tristes, la luz tomaba un color más gris-aseo, haciendo que todo el ambiente se inundara de ese sentimiento, y del mismo modo, en estados de felicidad, el tono de la luz se acrecentaba, intensificando visualmente el sentido emotivo. Si bien en este ejemplo la luz no toma un rol protagónico en la obra, articula visualmente la obra desde el factor más general de esta, las Tres Mañanas. Los distintos tonos de iluminación logran diferenciar claramente los momentos temporales de la obra y acompañan al espectador y a los actores en lo que experimentan.

Una actriz de la obra para mostrar el goce del momento, eleva su rostro al cielo, y la luz anaranjada inunda todo su cuerpo. Su expresión corporal se ve unido al aspecto lumínico, el elemento intangible es el fuerte del momento.
En la noche, el azul intenso del acto, pareciera intensificar el sentido de soledad del personaje. La atmosfera completa representa desde su color y disposición el mensaje de soledad. Acompaña al actor en su interpretación.

La luz en el teatro, al igual que cualquier otro elemento escenográfico, puede o no tomar una relevancia considerable en el transcurso de una obra. Pero ya desde su propia capacidad de permitirnos apreciar una obra por más simple que esta sea, es un elemento totalmente necesario. Ahora bien; Su utilización particular, de forma específica y pensada como en los casos tratados otorga un nuevo modo de percepción, donde no solo son las personas las que actúan, si no que el espacio y todo su contexto las acompaña. La luz crea ambientes, produce sensaciones, intensifica sentimientos, y se comunica con fuerza desde su color. Así la luz nos cautiva y nos hace parte de lo que se vive. Extiende la obra más allá del límite actoral, porque lo envuelve en emoción viviente y visible.