Luciana Jorquera , Hay que ser absolutamente moderno
Título | Luciana Jorquera , Hay que ser absolutamente moderno |
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Asignatura | Taller del Hacer Visible |
Del Curso | Taller del Hacer Visible 2020 |
Carreras | Diseño, Diseño Gráfico"Diseño Gráfico" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property. |
Nº | 4 |
Alumno(s) | Luciana Jorquera |
“Tenir le pas gagné; II faut être absolument moderne”. “Mantener el paso ganado. Hay que ser absolutamente moderno”. Así dice Rimbaud a los finales de la “Temporada en el Infierno”. ¿Qué quiere decir moderno? ¿Qué quiere decir absolutamente? Decir “moderno” implica algo que no lo es y algo que inaugura.
Implica algo que no es y algo que lo inaugura
Lo moderno puede ser visto como lo que esta ocurriendo ahora, es un reflejo del presente que se hace visible en las cosas que nos rodean. Esta modernidad es capaz de teñir con nueva luz nuestro entorno y opacar a lo viejo .Sin embargo, dentro de la novedad siempre hay vestigios de lo antiguo. Nada procede de la nada . La influencia de nuestro pasado continuamente se hace presente en el ahora.
Vamos a tratar de indicarlo anotando la vuelta de llave que al mismo tiempo cierra y abre un campo. Un campo distinto ala que estaba vigente. Distinto no supone necesariamente contradictorio. Pero se trata de un campo tal que concierne a la actividad humana. Por diversas vías podría llegarse a mostrar el giro que abre la modernidad. Escogemos uno, el que nos es más familiar - el camino de la palabra poética y en él va implícita la noción de “poiesis-techne” en su acepción mayor: la de todo trabajo “creativo”. Trataremos de mostrar el paso de la armonía como objetivo a lo desconocido como horizonte.
Conviene acercarnos a lo que se entiende por palabra y más específicamente por palabra poética. En vez de preguntarnos por el ser de la palabra con la esperanza siempre fallida de encontrar una definición vamos a preguntarnos de suerte que la función de la palabra se haga presente. Digamos: ¿para qué existe la palabra? Se suele responder que para comunicar algo. Comunicar supone un emisor y un receptor de quien se presume que entiende el mensaje transmitido. La palabra como comunicación es el postulado de toda lingüística. Se puede comunicar algo que el emisor y el receptor conocen por anticipado. Se puede comunicar algo que el receptor no conoce por anticipado pero que a partir de algo conocido y por vía deductiva, también conocida, alcanza a comprender. Es decir se puede hablar de o acerca de algo. ¿Pero agotan tales dichos la noción de palabra? No, nos parece que no. De hecho la palabra puede referirse a sí misma instituyendo un meta-lenguaje. Pero la palabra poética no es un metalenguaje. Es el decir que se maravilla de su decir. Es decir es la palabra por la palabra misma.
La palabra por la palabra misma
Parte de la riqueza de la poesía viene del significado de sus palabras, que en conjunto transmiten lo que el autor quiere dar a entender. Pero un factor importante dentro de la belleza del poema es como estas palabras suenan y de ven a la hora de leer. La poesía funciona en un conjunto de significado, ritmo y armonía de palabras.
La posibilidad de decir extendida en un dicho y manifestándose como tal es la palabra poética. Por cierto que toda palabra sin excepción trae consigo un orden, una emisión o escritura, y una significación. Pero la palabra poética es la que con todo ello y más nos revela la posibilidad misma de decir. En este sentido la palabra poética se las ha de haber con el ser propio del lenguaje. Vamos a señalar dos momentos de esta palabra: el de armonía y el momento de lo desconocido.
¿Cuál es la relación de palabra y armonía? Para discernirla es necesario recapitular la función de la palabra en el mundo griego que origina poéticamente nuestro lenguaje. Walter Otto recoge el siguiente relato acerca del origen de la palabra en su función primordial: “Zeus termina la construcción de un mundo. Todos los dioses están presentes. Sobreviene un admirable silencio, estupor ante la belleza de lo construido. Entonces Zeus pregunta a los dioses si falta algo para que la construcción sea perfecta. Los dioses convienen que algo falta. ¿Qué? Falta la palabra, pues sólo la palabra elogia. Y entonces Zeus crea las Musas.” En el relato la palabra es originaria de las Musas -se trata pues de todas las artes-. En seguida su función primordial es el elogio.
En seguida su función principal es el elogio.
Desde mi punto de vista la función principal de las palabras tiene un origen más primitivo y una razón de ser mucho mas simple de lo que propone la mitología griega. Es una habilidad que desarrollamos por supervivencia y a medida que evolucionamos también lo hizo el lenguaje. Sin embargo, el elogio esta ligado nuestra humanidad integra y desarrollada. Fue un gran paso para dejar atrás a nuestro pasado primitivo.
El elogio es de suyo el reconocimiento. En el fondo la vía o método del conocimiento es el elogio que nace de la admiración. Esta es una con-sonancia, del mundo que se abre en palabra. La consonancia manifiesta consigo la armonía mundana. De hecho la palabra consonante al consonar desvela la armonía, la elogia, la reconoce y al mismo tiempo se indica a sí misma como función desvelante. Así la palabra poética es la consonancia de la armonía esencial. Los griegos supieron y construyeron esta palabra. Ellos las distinguieron de la palabra del juicio como anterior a él. En la “Teogonía” de Hesíodo se expone este origen de la palabra poética: “... éstas pues a mí primerísimamente las diosas, palabras dijeron, Musas Olímpicas, hijas de Zeus egídeo: “Pastores agrestes, descarados, semejantes a vientres sabemos falsías muchas decir a verdades semejantes; más sabemos cuando queremos verdades proclamar”. Las Musas dan la palabra a Hesíodo a fin de que los hombres sin cara, informes aún se eleven hasta sus propios rostros. Para ello ¿qué palabra le dan? La palabra poética, la palabra que elogia, la de himno, la que canta. Es una tal que puede decir verdad o falsedad. Es decir, anterior a ambas , anterior al juicio, aún no verdad ni falsía. Antes que nada es una palabra tal que revela, consigo, su propia posibilidad de ser palabra. A ésta los griegos la llamaron “mito”. Boissacq señala que “mito” viene de la raíz “miein” que implica “misterión” – “mistikos”, del verbo “miein” que quiere decir: abrir y cerrar los ojos – ver parpadeando en un ritmo recurrente. La palabra que ve parpadeando es “mito”. Conviene subrayar que la palabra o “mito” no lo es porque narra, porque significa sino porque primariamente dice esa mirada parpadeante o ritmo, Hjalmar en su diccionario etimológico de 1960 concuerda con Boissacq. Gaeger en su “Aristóteles” (México 1946 pág. 368) a propósito del fragmento 668 que dice: “cuanto más solitario y aislado estoy, tanto más he llegado a amar los mitos”, escribe, “una cosa es ver elementos filosóficos en el amor al mito y otra que el filósofo se re-cree como hace Aristóteles en este fragmento, en volver después de sus largas luces con los problemas al lenguaje semioculto, ilógico, oscuro pero sugestivo del mito”. Gaeger subraya: lenguaje ilógico, oscuro, sugestivo
El lenguaje semioculto, ilógico , oscuro pero sugestivo del mito.
El mito posee un belleza única. Tuvo el rol de narrar y explicar aquello que los seres humanos cuestionaban sobre el mundo. Daba respuesta a nuestras dudas de una forma “romántica” . Era capaz de impregnar de esplendor las cosas más simples y cotidianas, haciéndonos sentir parte de una divinidad .
palabra anterior al juicio, según los griegos. La poesía occidental se atiene a esa palabra que llamamos poética. ¿Qué indica primordiallmente el mito? El cántico de las Musas. ¿Y éste? El “Kallos” que se puede traducir por belleza. ¿Y la belleza? Esta se funda en la armonía, es su resplandor.
¿Y la belleza? Esta se funde en la armonía , en su resplandor.
La armonía da una sensación de satisfacción , en ella encontramos coherencia ,ritmo , simetría, patrones que se repiten y podemos seguir. Es lógico que nuestro concepto de belleza este directamente ligado a la armonía ya en ella podemos sentirnos seguros y protegidos .
Este modo de la “poiesis” atraviesa los siglos manifestándose en múltiples facetas. Para comprender qué significa “armonía” y constatar la persistencia de la noción leeremos a un gran arquitecto del renacimiento italiano: León Battista Alberti. Dice Alberti en “De Re Aedificatoria”: “Definiremos la belleza como armonía, la armonía de todas las partes entre sí ... de tal modo que no se pueda aumentar, disminuir o cambiar sino para peor .... Es el resultado de este gran valor y casi divino para obtener el cual, es necesario empeñar todo el ingenio y toda la habilidad técnica de la que uno está provisto”. ¿Pero, qué quiere decir “armonía de las partes entre sí”? Alberti aclara: “Es una cualidad resultante de la conexión y unión de los elementos y en ella resplandece toda la forma de la belleza y que nosotros llamamos “conccinnitas” – agrega – “Es deber y tarea de la “conccinnitas” ordenar según las leyes precisas las partes que por su propia naturaleza serían distintas entre sí, de modo que su aspecto presente una recíproca concordancia”. Dice Alberti que la “conccinnitas” se nutre de la gracia y decoro – decoro en latín quiere decir esplendor. Pero ¿por qué es posible la “conccinnitas”? ¿De dónde procede? Alberti anota “En cualquier cosa que percibamos por vía auditiva, visual o de otro género enseguida advertimos lo que corresponde a la “conccinnitas”. Por instinto natural aspiramos a lo mejor, a lo óptimo y con voluptuosidad adherimos. La “conccinnitas” se manifiesta en el organismo entero ..... Abraza la vida entera del hombre y sus leyes, preside toda la naturaleza” – Alberti tomó el término de Cicerón que lo aplicaba al discurso. Pero su transfondo es la palabra griega “kalokagadzia”.