La Brecha.

De Casiopea



TítuloIgnacio Madinagoitia: Taller de Amereida V
AsignaturaTaller de Amereida 2014
Del CursoTaller de Amereida 2014
CarrerasArquitectura
1
Alumno(s)Ignacio Madinagoitia

LA BRECHA

Comienzo desde lo ya dicho: “¿Por qué no podemos tener a la fotografía como un medio de extraerle a la realidad sus cualidades? De hecho ya todos lo hacemos, profesores y estudiantes (y niños y viejos y casi todos), a través de las pequeñas cámaras portátiles adjuntas en nuestros teléfonos. Nos comunicamos a través de fotografías enviadas a espacios virtuales comunes. Esas fotografías dan cuenta de la realidad. Insistimos en el dibujo al natural, y está muy bien, pero me pregunto ¿qué hay en esta artesanía que deba suprimir el aprendizaje de la fotografía como medio de extraer las cualidades de la realidad? (de hecho los dibujos sufren necesariamente por un proceso digital antes de exponerse).”

En estos dos años que llevo estudiando en la universidad creo entender por observación, el acto de registrar y hacer propio algo. Dibujar y así como avanza el dibujo, avanza la palabra. Le pongo nombre a aquello que veo y solo desde ese momento pasa a ser una observación mía. Y no digo que sea mía en un sentido hermético, sino que original, es mía desde mis sentidos y eso la hace original frente al mundo. Esto es super importante: poseer la observación al darle nombre a eso que estoy observando. De esta manera la puedo ocupar, se hace maleable al uso que yo le dé.

De vez en cuando -y a modo de confesión- la necesidad del inocente fotocroquis aparece. Cuando saco una fotografía anoto la observación de inmediato. La idea no es llegar a “observar” la fotografía a la casa, sino obviar el trabajo de dibujar puesto que ya tengo la observación. La <<idea>> ya está. La ví, la registré visualmente a través de la fotografía y la escribí. Ya la tengo y me pertenece de igual manera que con un dibujo.

Me hallo en mi casa dibujando las fotografías cuando comienzan los cuestionamientos. No son cuestionamientos fáciles como: “por qué no sacamos fotos en vez de pasar dibujando”. Es un cuestionamiento un poco más existencial, sobre el valor de las cosas, las generaciones, la metafísica de la calidad.

No escribo en base a alguna tesis. Escribo para así reflexionar. Pienso plantear así mi postura al final, porque ahí es donde mi necesidad de seguir escribiendo termina. Me ayudo de un libro de Robert M. Pirsig, “Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta” que trata de conjugar el frío y racional mundo tecnológico y cálido e imaginativo mundo del arte.

Primero, me parece pertinente comenzar por algo más lógico, la brecha generacional entre el dibujo y la fotografía. Y las personas que las contienen paralelamente. Sin intentar interpretar lo ya sobreinterpretado, la sociedad de hoy vive a velocidades abismantes. Y lo más abismante aún, la velocidad aumenta exponencialmente día a día. Lo que ocurrió hace un par de días ya está olvidado. Hoy, lo que ocurrirá mañana es el presente. Así es, guste o no, sea bueno o sea negativo. En un minuto puedo hacer un afiche de un acontecimiento en una aplicación en el celular y publicarlo en un grupo social en internet y generar un evento con gran convocatoria. Todo esto desde mi celular, en la micro, mientras almuerzo, en cualquier lugar. En literalmente 5 minutos.

Desde esta perspectiva nos encontramos con el dibujo. La expresión artística más antigua de la humanidad. Intacta desde la prehistoria con sus pinturas rupestres de la Cueva de Altamira, donde el ser humano plasmó en los techos y paredes de las cavernas lo que consideraba importante transmitir o expresar. Aun así la brecha se gestó hace pocas décadas. La brecha de lo virtual, o mejor dicho, de lo digital. Pero quiero quedarme con esa palabra para más adelante; lo virtual.

Hoy en día vivimos en la dictadura de la productividad. La eficiencia y la ganancia son los ejes del sistema. Dejando de lado la campaña del terror que se ha hecho contra estos conceptos, estos valores son los pilares que han sostenida la evolución de la sociedad este último siglo -aunque se me escapan unos cuantos siglos en realidad-. Productividad, eficiencia, calidad. Son la descomposición de una idea mayor: avance (Faltan incorporar conceptos con sustentabilidad a este ajedrez, pero eso es tema de otro texto, y es la tarea pendiente de mi generación que nos dejaron los adultos). Cualquiera sea el oficio, hoy es una exigencia estar bajo los estándares de productividad. Y sin saber bien a qué me refiero con “estándares de productividad”, me suena terrorífica la idea. Pero, es realmente terrorífica? O es avance, crecimiento, y utopía. Creo que la respuesta es: hay que responder a los tiempos que se viven. Y es ahí en donde no hallo al dibujo como una herramienta. Tal vez es solo un capricho nostálgico, pero no una herramienta.

Entramos de cajon en la “brecha generacional”. y entramos en una discrepancia del entendimiento del mundo. Quiero dividir el entendimiento humano en dos clases: el entendimiento clásico y el entendimiento romántico. Un entendimiento clásico ve el mundo, primariamente, como una forma subyacente en sí. Un romántico lo ve, primordialmente, en término de apariencia inmediata. Si mostraramos esquemas, código computacional, procesadores a un “romántico” no le interesarían porque la realidad que vería es su superficie. Latosas y complejas listas. Nada interesante. Pero a un “clásico”, este podría mirarlo y luego sentirse fascinado por aquello, porque ve que dentro de las líneas y códigos hay una tremenda riqueza de forma subyacente.


La modalidad romántica es principalmente inspiradora, imaginativa, creativa, intuitiva. Predominan los sentimientos antes que los hechos. El Arte, en oposición a la Ciencia es con frecuencia romántica. No se rige no por razonamientos ni por leyes. (...) El modo clásico, en contraste, se rige por la razón y las leyes, las cuales en sí mismas son formas subyacentes de pensamiento y conducta.” -pag87


Aunque dibujar es romántico, el registrar algo visualmente es puramente clásico.

Para un romántico, esta modalidad clásica a menudo parece torpe, aburrida y fea, como podría ser sacar una foto y registrar todo en una página web. En una fotografía todo está en términos de códigos vectoriales, tecnología irreconocible. Nada es descifrable hasta después de haber pasado un par de veces por el ordenador. Para un clásico, el romántico tiene algunas experiencia que le son propias. Irracional, Superficial, Insustancial.

Este es el origen del problema. Las personas tienden a pensar y sentir exclusivamente de un modo o de otro, y al hacerlo tienden a entender mal y a subestimar en qué consiste el otro modo.

Lo importante es entender que ninguno es mejor que otro. Y más aun, son complementarios.

El problema de esta brecha existencial es que con la tecnología se ha convertido en una brecha generacional.

Para no perder el hilo en este texto sin tesis recuerdo la pregunta central hecha en clases: “¿qué hay en esta artesanía que deba suprimir el aprendizaje de la fotografía como medio de extraer las cualidades de la realidad? (de hecho los dibujos sufren necesariamente por un proceso digital antes de exponerse).”

¿Qué hay en el dibujo que lo convierta en algo insuprimible?

Creo que nos vamos acercando (o tal vez no) a la próxima idea.

1.-Tengo dos vasos en mi casa. Los dos de cerámica. De los dos tomo agua. Para cualquier persona corriente son dos vasos iguales. Tal vez es porque son dos vasos iguales. Redundante.

Uno esta hecho a mano, el otro está fabricado en masa.

No quiero entrar en la Revolución Industrial o en la necesidades sociales de la producción en masa. Eso es otra cosa. Tampoco contemplo valores, ni calidades ya que ambas pueden variar ampliamente ya sea algo hecho a mano o en masa por una maquina y mínima intervención humana.

Retomando.

Uno esta hecho por un artesano con una técnica avanzada de moldes. Otro está hecho por un una serie de brazos y bandejas electrónicas.

Son el mismo vaso.

2.-Estoy escuchando una canción en mi casa.

Puede ser desde mi celular a traves de una aplicación a la cual me suscribo mensualmente y tengo toda la música que quiero en internet. O puede ser a través de un vinilo encargado a Estado Unidos que se demoró 3 semanas en llegar por barco y finalmente lo tengo en mi casa en mi tornamesa.

Se escuchan igual. Son la misma canción.

Escribo por tercera vez lo dicho en clases: “¿qué hay en esta artesanía (...)?”

Y respondiendome yo mismo, a modo divagatorio e inconcluso. Creo que el problema recae en que la brecha no está identificada. El valor de las cosas no está definido. Y no hay intenciones de avanzar. Finalmente de esa manera, lamentablemente, las nuevas generaciones nunca vamos a saber en que se sustenta un dibujo verdaderamente desde el oficio.

Aun así cuando ese sustento puede estar al frente de nuestras narices...


Citas y Bibliografía

  1. Zen y el Arte del mantenimiento de la motocicleta. Robert M. Pirsig. Primera Edición. Editorial Sexto Piso.