Improvisación del Señor Alberto Cruz

De Casiopea
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TítuloImprovisación del Señor Alberto Cruz
Año1959
AutorAlberto Cruz
Tipo de PublicaciónActa de Seminario, Inédito
EditorialActas / Doc. 27. Universidad Católica de Chile
ColecciónOficio
Páginas12
Palabras Claveconferencia, palabra, oficio, escuela, constel
PDFArchivo:OFI 1959 Improvisacion Alberto.pdf
Carreras RelacionadasArquitectura
NotaPrimera Conferencia de Facultades Latinoamericanas de Arquitectura, Facultad de Arquitectura –Universidad Católica de Chile– Santiago

Doc. 27/ 12 noviembre 1959

ACTA. Anexo al Doc. 26 de noviembre 1959; Local: Exposición - Stand de la Universidad Católica de Valparaíso, Biblioteca Pontificia Universidad Católica de Santiago.

Cuando fuimos invitados a participar en esta Exposición, pensamos cómo podríamos traer todo lo que estábamos haciendo. Entonces pensamos traer todo el material del presente año. Pero no bastaba. Teníamos que traer también los motivos por los cuales estamos haciendo nuestro trabajo actual. Teníamos que traer los últimos motivos de lo que estamos haciendo. Teníamos que traer nuestra propia intimidad. Teníamos un problema: ¿cómo traer nuestra propia intimidad? Decidimos crear un espacio para este dar cuenta de nuestra propia intimidad. Como se trataba de un Congreso, de un mostrar la propia intimidad, había que exponer en un determinado momento. Ibamos a vivir un tiempo presente. Creemos que en esta explicación de cómo hicimos esto, están los elementos principales, a nuestro juicio, que constituyen la arquitectura. Un develar la intimidad. La vida. Pero, ¿qué parte de la vida? La parte más rica, la intimidad. ¿Cuándo una persona conoce a otra? Cuando compartido, coparticipado de su intimidad; sólo en ese momento no la conoce por cosas exteriores, sino que conoce el interior de ella. Los arquitectos son aquéllos que de la vida, del vivir, de la intimidad, saben leer, saben construir el rostro que tiene en el espacio. Y porque comprenden y ven el espacio llegan a comprender más la vida y porque comprenden más de la vida ven cada vez más profundamente el espacio. Espacio y vida, pero siempre para constituir momentos presentes. En este momento son nuestros planes de estudio, nuestros propósitos, nuestros fracasos, lo que somos, colocados en un espacio, en una determinada ocasión, en un determinado momento, en un momento presente; hablando aquí. ¿Para qué hablamos aquí? Antes que nada para hablar en este momento presente; para que se produzca un tiempo en el cual se pueda contar, narrar, debatir, la tarea que se hace. Nadie puede ver las consecuencias que van a venir. El futuro es siempre imprevisible; pero siempre hay un tiempo presente que a veces puede ser corto, un minuto. A veces puede ser más largo. Nosotros pensamos que la arquitectura es fijar en algún momento la intimidad de vida vista a través del rostro, de sus manifestaciones del espacio, siempre constituyendo obras que tracen, que señalen, que constituyan el tiempo presente. Estas co-ordenadas nosotros las hemos querido dar en la Universidad. Hemos querido poner en contacto a los alumnos con el vivir, con la intimidad. Los hemos querido en contacto con el espacio y los hemos querido poner en contacto con lo presente. Entonces, todos nuestros esfuerzos son esos. Toda nuestra labor es absolutamente esa. ¿Con qué fuerza contamos?

La Facultad nuestra pertenece a una escuela que fue fundada en 1930. Llevó una vida difícil hasta que en 1952 la Facultad se dividió en dos elementos: la escuela propiamente dicha, y un Instituto de Arquitectura que lo forman los profesores de taller. Estos profesores son arquitectos y se han dedicado precisamente a esta tarea, de plantearse estas problemáticas de que hablamos. Parece que la Universidad, que la Escuela, ha llevado una vida diferente gracias a esta fuerza que la acompaña, pues anteriormente los profesores, por la vida que llevaban, no habían podido contractarse a estos problemas. Entonces con todo esto se han hecho los planes de estudio. Es malo hablar de los planes de estudio así. Porque tenemos un problema: la vida se la conoce estudiándola y viviéndola. El espacio se le conoce a través del espacio y el tiempo, ese es el problema difícil, se le conoce estudiando.

Ahora quisiéramos entrar más en materia. ¿Cómo se conoce la vida? Nosotros pensamos que como la vemos a través del espacio, saliendo a la ciudad a recorrerla. No se la conoce adentro de las aulas. No se la conoce por los testimonios de otros. Se la conoce saliendo a la ciudad a recorrerla. Nuestra ciudad es un puerto sobre cerros a la orilla del mar. Es un espacio tridimensional. A pesar de que nuestro país es de cerros, todas las ciudades se comenzaron a construir en el valle, incluso nuestro puerto comenzó a construirse en el valle. Pero ya ha subido a los carros. Y resulta que es inhabitual; es una ciudad que se ve; es una ciudad que se mira así misma. Es una ciudad que porque se mira a sí misma, hace al ojo ver. Es una ciudad que se presta para verla, que se ofrece a que se la mire. Podemos salir a la ciudad a verla, podemos recorrer sus calles, podemos penetrar a su interior, podemos mirar lo que ocurre en ellos para ver lo que es vivir, para acercarnos a lo más profundo de la vida que es la intimidad. Y esta es la tarea primera de la escuela y los alumnos desde el primer momento que llegan a ella, desde el primer día y desde el primer instante y como tarea primera salen a la ciudad a recorrerla para ver manifestaciones de vida. Para ver los actos en el espacio, los actos espaciales de la vida, de la intimidad, que van a mostrar el rostro espacial. Que van a mostrar, que van a pedir espacio: construimos para albergar esa intimidad, tal como nuestra intimidad actual aquí nos ha pedido una forma. Siempre una intimidad, ella y antes que nada, porque sí y ante sí, pide una forma para que la albergue. Pudiendo existir muchas formas, habiéndolas, pero cada intimidad pide su forma.

Así, esta ciudad, ciudad pobre, ciudad con una intimidad oscura, pero con una intimidad. Toda ciudad tiene intimidad, precisamente es en la ciudad donde se da la intimidad. Porque el vivir de los hombres hace que se junten en ciudad para que florezca su propia intimidad. Esas son las ciudades y entre más grande fue una ciudad, más creció la intimidad de los hombres, en cuanto ellos pudieron llevar una vida más profunda, pudieron revelar más lo que eran.

Y nuestra ciudad es pobre, chica y pequeña, y oscura en su intimidad. No. Es una intimidad oscura bajo su espacio, su cielo y su mar que ocupa la mitad del espacio con el tránsito del sol, por ello tan hermoso. Y ahí nosotros salimos a esa ciudad como primera arma para conocer su intimidad. Es difícil hacer esta labor en una Universidad, porque no sólo es estudio, sino también algo de vida. Hay que salir, hay que entrar a las casas, hay que preguntar, se puede no entrar a una casa, puede la señora decir que no entre el y el estudio queda trunco. Es decir, tanto los estudios, como de esta capacidad de actuar. Alguien nos dijo que San Agustín llamaba a la manera de obrar en conformidad a un pensamiento interior, a esa verdadera astucia por lograr las cosas, lo llamaba retórica. Nosotros hemos tomado esa palabra y nos gusta decir que queremos enseñar desde el primer día a los alumnos a ponerse en contacto con una retórica de su propio obrar.

Retórica a través de estas salidas a la ciudad que se desarrollan a lo largo de los 5 años, vivido en 10 etapas; saliendo a la ciudad; conociéndola cada vez más en su intimidad, y teniendo cada vez una mayor fuerza, una mayor astucia interna para poder obrar. Astucia que también los profesores han puesto para crear en este caso este pabellón y siempre, en cualquiera otra obra, lo que fuera necesario crear.

Con estos dos elementos hemos querido crear nuestra escuela. Pero, pasa una cosa: el espacio, para quien sale a la ciudad, no termina en lo que uno ve. Se prolonga en el tiempo porque hay manifestaciones de otros tiempos. Y en la ciudad misma están las obras que testimonian la imitación por otros espacios. Se hace siempre patente en el propio espacio que uno está mirando otros espacios. Nosotros conocemos el espacio nuestro a través de la vivencia de otros espacios y toda la actitud del arquitecto es, ante todo, comprender un camino.

Nuestra ciudad vivió otros tiempos mejores y tiene nostalgia de esos tiempos. Ello se manifiesta en todas las obras que hace. Tiene nostalgia, además ella, de ser ciudad como otras ciudades. Y vive una época de desaliento porque sabe que está alejada del momento actual, está lejos de esas ciudades donde la intimidad, hoy día, se da en su gran plenitud. El espacio siempre como tal tiene sed de intimidad y tiene una intuición de dónde se da la mayor plenitud. En esas ciudades hermosas, digamos en París, en que se da la intimidad de todos los hombres en una mayor profundidad. Entonces nuestra tarea aparece seca y árida y nuestra intimidad pobre. Pero ante eso es donde tenemos que tener esa especie de serenidad. Para ello, nosotros hemos trabajado en nuestra ciudad. En conocer la intimidad de ella, que podíamos alcanzar.

Hace 6 años que permanecemos en ella. La ciudad poco a poco nos ha ido entregando algo. Que la ciudad tiene una vida; tiene un destino que llevar.

Esta ciudad, como tiene una nostalgia, admite, porque es miserable, admite todo bien, admite que toda la gente viva en ella y que todos puedan aportarle algo. Lo mismo, todo proyecto que se haga, toda obra que se trabaje para revelar esto es un bien que se aporta a la vida de la ciudad, en cuanto que ella sea más profunda.

Poco a poco en nuestro trabajo hemos ido avanzando, de manera que este espacio se ha ido ensanchando, después de salir a los cerros a mirar su vida y bajar al plan –Valparaíso se articula en dos partes, como dijimos– la primera época que fue fundada en el plan y después se subieron a los cerros. En los cerros vive gente cuya casa la edifica el maestro. Ellos hacen sus casas y se sienten felices porque ignoran el tiempo actual de las grandes ciudades y una mayor hermosura de la intimidad de la vida. Pero los que viven en el plan, no. En el siglo pasado vivían en unos hermosos barrancones que hoy día cómo nos gustan a nosotros; pero llenaron las casas de decoración porque se sentían viviendo en barrancones.

Es hermoso lo que hicieron, para hacer la ciudad; pero es ingenuo. Todo el patrimonio de nuestro tiempo lo bastardizaron. Nos dieron una lección; que nuestro tiempo no puede ser bastardizado, para hacer obras que sean imitación externa, de obras que son manifestaciones de otras cosas. Es evidente que el patrimonio formado en los grandes países que tienen la reconstrucción, que tienen la multitud, que tienen el poder y que tienen la acción, nacen de hermosas gestas, de potentes acontecimientos y se están desarrollando en esos países y que no se desarrollan en nosotros y no podemos tomar fruto de ellos, aunque el fruto que ellos hacen es de carácter universal. Y cuánto quisieran ellos que lo fuera! Nosotros podemos ver las imitaciones que se hacían como esas especies de palacetes de yeso que hacían al estilo del siglo pasado, estilo florentino; lo bastardo de esas obras resulta siempre igual. Por esto, pues, hemos querido prepararnos y en eso está nuestra escuela. En prepararnos para recibir este patrimonio, pero no bastardizado, sino para ver cómo resurgen, para cantar lo que tenemos.

Hemos tenido que traer primero a la escuela, la dimensión de la matemática. Y al mismo tiempo hemos tomado contacto con las técnicas. Hemos entrado con las armas que poseemos: primero, con este concepto de la arquitectura y segundo, por esta posibilidad que hemos desarrollado de la observación. Hemos realizado observaciones acerca de las técnicas que se desarrollan en nuestro ámbito circundante y a propósito de las obras hemos usado las técnicas que estaban a nuestra disposición. Entonces, para adelante, nosotros tenemos un camino; el de profundizar cada vez más nuestra vida en nuestra ciudad, de manera que el espacio de esta ciudad se vaya haciendo cada vez más profundo y más extenso.

La vida de nuestra ciudad en su apogeo, la vida cotidiana de ella, llegaba hasta Ecuador y en este tiempo de desesperación el espacio propio de la ciudad se va achicando y entre más desesperada que esté la persona que vive ahí ya sólo conoce su manzana.

Y esto es tan dramático en una ciudad llena de cinematógrafos, en que una ficción de espacio llena todo el espacio de la ciudad y en el cual vive una mezcla de espacio real y espacio ficción.

Nosotros, entonces, hemos planteado los planes en función de estos problemas. La Escuela ha albergado todos los planes con esa capacidad que tienen las Universidades para albergar una tarea. Entonces, en conformidad a esto, la organización es, desde el primer día hasta el último, la misma. El primer día se entra en materia y se tienen todos los ramos hasta el último día, y se van tomando por medios años las materias, y se va volviendo e insistiendo en ellas. En la distribución del horario, como es en tiempo de acción, el ritmo importa mucho. Es muy difícil crear en una Universidad un horario y un ritmo de acción. Pero por eso hemos dividido casi más que en ramos, en tareas. La Escuela entera funciona por tareas. En Taller, que es la base, en él, 10 veces un alumno sale a la ciudad. El alumno se problematiza ante lo que ve, tiene que descubrir su intimidad, a él tiene que hacérsele rostro espacial, él tiene que lograr una retórica para obrar. Desde el primer día, brutalmente así, sin ningún paliativo.

Los profesores lo ubican, los profesores lo guían y los profesores, antes que nada, lo colocan ante un ámbito de trabajo. La Universidad así deviene un ámbito de trabajo. ¿Y cuál ha sido la experiencia en este ámbito de trabajo? Antes que nada; vida colectiva. Hemos llegado a tener una fecha en la Escuela: los miércoles. Las cosas importantes son los miércoles y los miércoles devienen cosas importantes. Hay algunas cosas que están mal hechas y que no caben en los miércoles. En estos miércoles se habla de la vida de la escuela y cuando pasan muchos miércoles en que no se pudiera hablar, entonces, malo estaría.

En este ámbito colectivo se vive. Los mayores mandan a los menores. Alumnos de 5º y de 4º a los de 1º y 2º. No se crea que es tanto para que los mayores sepan mandar, no se crea que es tanto para que los menores sepan obedecer. Creemos, y con esto quisiéramos volver para atrás a lo que dijimos, y volver para adelante; es por esas cosas. Esos planes para que las cosas fructifiquen son estériles. Es antes que nada por la alegría hermosa de trabajar en conjunto y de los pequeños trabajando con los más grandes. Y cuando viene una persona de un equipo y nos dice que no le obedecen, “Haga lo que le parezca” –le decimos.

Porque lo que hay que considerar es esto; es esta gratuidad que forma el momento presente. Porque comprender y sentirse viendo la intimidad y encontrando el rostro de esa intimidad en el espacio es una gratuidad y es una alegría. Cuando se termina un trabajo los alumnos tienen que arreglar la clase, porque están estudiando arquitectura y no se puede entregar un proyecto en la casa así no más. Se arregla ella entera. Y hay tiempo, y hay energía y hay gana y no se pone nota por eso. Naturalmente que no estoy hablando de un paraíso; estoy hablando con todas las heridas y con todas las demás cosas. No estamos en ningún paraíso. Casi lo mismo que decimos de Valparaíso; bajo este cielo tan hermoso, estos actos tan opacos. Llevamos entonces una vida colectiva. ¿Y qué surge en esta vida colectiva? Surge esto: la palabra. La palabra.

En la Escuela, desde el primer día que llegamos, surgió la palabra. Trabajo que se muestra, trabajo que se habla, trabajo que se comenta; es la palabra. Y la palabra de nosotros está en la cátedra, en el examen y no está en el pasillo, y la palabra de nosotros, como hombres, no está en el bar. La palabra nuestra está en la tarea. No está en nosotros la palabra resentida de lo que se pudo hacer, de lo que se podía haber hecho, de lo que se quisiera haber podido hacer.

Luego nuestros trabajos en un momento son observaciones de la ciudad; en otro momento son mostrar en la escuela; son palabras. En otro momento son faz en el espacio, son obras espaciales, y en otro momento son retórica para encontrarse con la técnica, para encontrarse con todos los medios que vengan a complementarla. Y cuando se tiene al comienzo poca intimidad, porque lo de la intimidad es tarea de toda la vida, se llega a encontrar una obra ingenuamente planteada y torpemente desarrollada. Los alumnos entonces salen a la ciudad. Poco a poco surgen las observaciones. Vuelven a salir a la ciudad. Poco a poco aumentan las observaciones, y vuelven a salir a la ciudad. Las observaciones se van conformando y de todo esto va surgiendo un caso.

Esta ciudad está llena de necesidades; algunas particulares, algunas generales, algunas ingenuas; de cualquier índole. Cada alumno descubre algo que falta en la ciudad. De esa observación, de ese revelar, surge un caso arquitectónico que él mismo se formula, que él mismo se lo plantea, del cual él mismo da cuenta. Y la forma que tienen que alcanzar, es aquélla que revela todo esto. Los alumnos entonces, persiguen esa forma, no cualquiera forma. Hay tantas formas; hemos heredado un patrimonio tan grande de formas, tan superior a nosotros.

Lo que nosotros tenemos que hacer es encontrar esa forma, que es capaz de entregar en algún modo, de ser la que albergue, esa intimidad que se había visto. Intimidad según el caso; la intimidad según el caso; la intimidad en la calle, la intimidad de un paseo, la intimidad de unos bancos.

Ahí, al fondo, hay un alumno que hace una plaza delante de una iglesia. Y ve qué cosas pueden suceder en una ciudad en una plaza delante de una iglesia. El estudia esa intimidad, hasta que llega a la forma. Y aquel otro alumno, en un barrio de la ciudad, una vivienda de un grupo de personas. Mientras los alumnos están haciendo esto; en nuestra escuela hay noticias de la construcción de nuestro tiempo. De ese espacio más grande.

El arquitecto no sólo vive del espacio que ve; es poco todavía. Necesita de otros espacios. De aquél que está más allá del espacio que nos rodea y que alberga nuestra intimidad. Está ese espacio que yace en la pintura en sus dos dimensiones y en la escultura en sus tres. También sobre esto se quiere tener algo. Si viviéramos en otras ciudades con originales, nuestra tarea sería fácil. Hemos hecho hasta donde hemos podido –siempre nos lo hemos planteado– hemos tratado de desarrollar la retórica para hacer exposiciones de originales. Incluso para vivir con originales; las reproducciones no bastan, las reproducciones falsean. Lo que hemos hecho en nuestra invención por hacer algo, es tener siempre escritos, puestos en las paredes, escritos de los manifiestos de los artistas.

Como la nuestra, es una escuela en la cual se habla, también se sabe leer en un cierto modo. Y como se sabe leer en cierto modo, las palabras de los artistas, los manifiestos, algo del espacio nos dan. Este tratar de ver, en un determinado momento, nos trajo que un punto de partida muy importante del cual nosotros habíamos comenzado, que era el espacio de esta ciudad, con sus cerros y con su mar que hace ve al ojo, como les dije, que lo hace ver con tanta fuerza, no podíamos considerar que lo estábamos poseyendo, pues se nos estaba tratando de escapar. Entonces la marcha de la escuela tiene que tener esa movilidad, gira inmediatamente por medio de sus cursos, para captar algo tan importante, algo donde nos estábamos apoyando.

Había algo que no veíamos. Era que en este espacio tan amplio, que se ve, es difícil llegar a lo próximo, llegar a lo pequeño. El ojo se deleita en lo grande y se deleita en la magnitud y no es capaz de llegar a eso otro; aún mirando los actos, aún mirando la intimidad, aún mirando ello, quedábamos pues un poco fuera. Entonces tuvimos que hacer una tarea. Entonces dentro de la tarea general de la Escuela nacen cursos ocasionales, que son planteados para elevar el nivel de la vida colectiva. Toda la Universidad tiene cosas colectivas. Nuestros planes van tanteando lo colectivo y lo individual de cada alumno y el desarrollo de él. Así tanto en la línea más inmediata, en la línea más próxima, en la que están estos problemas, como en la línea más general; aquélla que es revelar cada vez más la intimidad del vivir, que es para un arquitecto la intimidad de la ciudad y la intimidad de la ciudad, que en su parte más honda es la conquista que hace la ciudad del espacio del mundo y de su momento actual. Siempre sufriente por ese momento actual y siempre, en esta época en que vivimos, tan hermosa y de tantas transformaciones, de todo lo que es espacio.

Nosotros creemos que la mejor enseñanza que se le hace a un alumno es problematizarlo y enseñarle todas estas cosas para que cuando salga de la escuela ante cualquier cosa que le propongan en lugar de sentirse lleno de soluciones y, como decir, lleno de todo lo visto, se sienta sobrecogido y desnudo ante el caso. Igual como todas las veces que los alumnos que están recorriendo la ciudad dicen: “Bueno, salimos de nuevo”; se sienten sorpresivamente desnudos porque dicen: “Qué vamos a ir a ver de nuevo, si ya lo vimos”. ¿Qué es sentirse desnudo?

Es tener fe en la materia que se está mirando, que no se ha agotado, primero que no ha visto nada y que cada vez se puede ver más. ¿Y qué es tener fe? ¿En que uno cada vez puede tener más? Es el comienzo de la vocación. Por eso nuestra escuela plantea los planes de estudio. Todo el tiempo de la escuela es tiempo de sembrar. Después que se sale de ella viene la cosecha que hace cada cual. Las obras que hace cada cual que ha estudiado en la Universidad, no sólo dependen de los estudios y no sólo dependen de lo que ha sido mostrado en ella, sino que también dependen de la vida que se lleve afuera, de la vida que lleve el que obra.

La vida que se lleva después de haber salido de la Universidad es distinta a la vida que se lleva en la Universidad. Si la arquitectura fuera un problema intelectual, habría una enorme continuidad entre una cosa y otra. La Universidad prepara de cierta manera a la vida, cual es, a juicio nuestro, así como lo hemos anunciado nosotros, creando este problema, este sentirse desnudo y esta retórica para obrar y esta fe. Y después viene la vida de cada cual. Por eso nosotros no examinamos nunca proyectos finales que sean las obras que hacen los alumnos en la ciudad. ¿Por qué? Porque no es la tarea de la Universidad, que es tiempo de siembra y no es tiempo de cosecha. Y porque además la cosecha forma toda la vida de un hombre y un arquitecto, una sola gran obra. Es evidente que en ciertos momentos ésta tiene una cierta fisonomía y en otros, otra; pero ello forma parte de otro capítulo.

La Universidad, entonces, se forma con este tiempo presente y la arquitectura puede formarlo porque ella está siempre, a juicio nuestro, destinada, ansiosa de demostrar la intimidad en su faz, en su rostro en el espacio, en un momento par constituir presente, para constituir un tiempo presente. ¿Qué es todo nuestro estudio en Valparaíso? Constituir para esa ciudad tiempo presente, constituir para ese espacio tiempo presente. Todo se constituye tiempo presente ubicándose en un lugar. Por eso trabajamos ahí. Por ninguna otra razón, por otra cosa, por ese amor a la vida y por ese amor al espacio, por ese amor al tiempo presente y por ese respeto al canto que cantan en Europa. Por eso nos preparamos a ese. Por todas estas cosas nos cortamos la cabeza. Una Universidad funciona cuando todos los que asisten por algo, de verdad, se cortan la cabeza. El régimen nuestro en la escuela es cortarse la cabeza. Un alumno que hace un proyecto, con todos los méritos del mundo, si no ha planteado estos problemas, él de antemano sabe que sale mal. Es decir, lo colectivo es para vivir un riesgo. Los miércoles es el momento en que declaramos el riesgo que vivimos. Ese es nuestro marchar.

Creemos que hemos dicho en líneas generales los planes. Aquí está dando la vuelta la exposición y está dicho en detalle todos los problemas que tenemos. Atendidas estas cosas son lo más simples. Por ejemplo, detrás de mí, por poner algo que está a la vista aquello que hablamos, de que de repente nuestro espacio nos desaparece.

Hemos llegado hasta la próximo y lo pequeño por nuestro espacio hermoso, por el mar y por el cielo; aquí en Santiago habríamos llegado. “Cómo llegar a lo próximo” nos dijimos, con qué armas; teníamos el problema y no teníamos formas y cavilábamos. Todo esto no nos es fácil. Entonces, bueno, nos dijimos ¿y si fuera el mar el que nos está turbando? ¿Por qué no le pedimos al agua algo? y por qué no estudiamos una gota de agua que siempre pide tanta proximidad para estudiarla. Se fijan que hay el problema del espacio y la retórica. Todo esto se puede narrar. Hay más: esto del agua no es una teoría. No es la teoría de la gota de agua. Sí. No es nada de ello; es otra cosa. No hay teoría. Por ejemplo, ahí detrás nosotros trabajábamos en el espacio y los trabajos quedaban lejos del espacio. Tenían algo de lo que el trabajo del espacio les da, pero quedaban de cierta manera alejados del espacio. Entonces nosotros nos dijimos: “Quizás sea que los trabajos se hacen sólo para el día del examen”. Cuando uno hace una cosa sólo para el día del examen, trata las cosas como no jugándose íntegramente con ellas. Entonces decidimos hacer trabajos con duración más allá del día del examen. Pero como vivimos en un espacio tan grande, los trabajos que nosotros hacemos para estudiar el espacio, de pequeños, de sin lugar, se fueron transformando en el Curso del Espacio en enormes, y hechos en lugares fijos, no en cualquier parte, sino que propiamente en lugares, y grandes, enormes, sólo así se podían ver; antes el cielo y el mar y la ciudad se los comían y no se los podía ver.

Poco a poco los trabajos fueron ubicándose en un lugar y viéndose, pero, a pesar de todo se llegaba a ellos y no se veía bien. Porque eran hecho para el día del examen. Y la Universidad tiene una cosa trágica y es que hay que estar luchando contra ella; la pedagogía es tremenda. Entonces nosotros dijimos: “vemos a hacer trabajo más allá, permanente, que dure”. Pero entonces tuvimos que hacerlos desarmables; para guardarlos y colocarlos y sacarlos de allí cuando se quieran ver de nuevo. Entonces las instrucciones formaron parte del trabajo. Pero pasa una cosa, que entonces ni lo armable, ni lo desarmable, es para preparar a nada. No es nada más que por el problema que dijimos.

Nosotros creemos que de esta manera y viendo lo que hay que vivir es cómo realmente una persona se prepara. Es decir, la enseñanza es para el presente, en el presente y por el presente. Ni en el futuro, ni por el futuro, ni para el futuro. Ahora, el tiempo presente, eso, es otra duración; hay obras de arquitectura que pueden durar muchos años. No se vaya a creer que cuando nosotros decimos presente decimos presente instantáneo. Todo lo contrario. Ahí mismo, los alumnos están trabajando en una obra, la cual la están haciendo los profesores del Instituto. Es una parroquia en un barrio suburbano que se va transformando paso a paso. Esa obra jamás ha sido abandonada. Y porque jamás ha sido abandonada y tiene un tiempo presente tan largo puede acoger obras más individualizadas, como es el estudio de un campanario que vaya a transformar el espacio de esta parroquia en un barrio, a situarla, a hacerla más distinta del resto de la ciudad, pues ya le ha llegado ese momento.

Por el momento es una especie de casa que hay en ella. Entonces se puede acoger esta tarea. En ese sentido, entonces, sin hacer de la Universidad una teoría, sino que una vida, es que hemos organizado todas las cosas. Es por eso que nosotros no podemos definir las cosas, sino que podemos narrarlas. Es por eso, por ejemplo, que nosotros al venir a este Congreso estábamos preocupados y asustados de no poder narrar lo que hacíamos porque creemos que es lo único que les podemos entregar a Uds.

Al mismo tiempo nosotros creemos en la siguiente cosa: que para comprender lo que hace cualquiera de Uds. ¿por qué en qué es lo que vive cualquiera persona o una Universidad? Vive en una encrucijada. Para comprender la encrucijada en que está cada cual no bastan los resultados, si basta una semana; sino que posteriormente hay que imponerse una tarea, que nosotros, pensando en nuestra capacidad, creemos que será por lo menos un año para darnos cuenta y no sé qué tareas tendremos que hacer después; después de comprender la cosa primera, éste es el sentido que nosotros pensamos para el Congreso. Un momento presente, que arroja después no se sabe qué.

Nosotros vivimos muy esclavos a veces; (bueno, todo lo que yo les cuento lo hemos padecido de alguna manera, ¿no es cierto?) De la continuidad y de la previsión. Nosotros creemos que la previsión y la continuidad se dan en la conquista del momento presente. Un alumno de primer año es tan bueno como un alumno de quinto en algo interior. ¿En qué? En su pasión, en su pasión por la obra, la fe, que es lo último. La vocación se desarrolla por una donación interior de la persona. Parece que la Universidad, en último término es aquí para nosotros aquel lugar hermoso en donde se puede revelar la vocación. Se puede revelar esta fe, se puede revelar esto. Por eso nosotros hacemos clases en la Universidad. Y una pregunta muy importante: “Por qué hacemos clases”. ¿Por qué? ¿Por qué, precisamente por qué? Es por esto. Gratuitamente; por la hermosura de hablar con otros, por la hermosura de cantar esas cosas; buena o mala o regularmente. Esto es un vocación; no cabe explicación. No creemos que todos los arquitectos sean profesores. Creemos que muy pocos lo son. Además ser profesor es una tragedia, porque uno siempre anda creyendo que se disputa la arquitectura con la profesión. Es cierto. Además se disputa la arquitectura con la Universidad. Es cierto. Creemos que estas cosas son bastante trágicas y no puede hablar en particular.

Profesores y arquitectos, una tragedia. Arquitectura y Universidad, también una tragedia. Por otra parte la Universidad es muy buena para el estudio, pero por otra parte, para la vida no. Todos salen del colegio y entran a la Universidad sin ningún acto primero.

Una vez nosotros tuvimos una generación que estudiaba en una ciudad, renunció a esa ciudad y se fue a estudiar con nosotros. Trabajaban bien; a mí no me importa que pasaran de curso, pero había en la Universidad una fuerza; después, cuando uno se sale, tiene que estar construyendo esta fuerza que decimos que es la construcción del tiempo presente. Como tal, las decisiones son ahora, no son para el día de mañana, esto no se puede. Creemos que lo que siempre está desconocido es el momento presente. Nosotros en un momento dado, por circunstancias que todos comprenderán, nos trasladamos a una casa, donde íbamos a tener la Facultad de Arquitectura.

Una casa, ex-casa habitación. Entonces, qué es lo que hicimos; lo primero: la rompimos. Secretamente la rompimos, pero la rompimos. ¿Para qué? Par no creer que estábamos viviendo contentos en una casa que íbamos a arreglar después. Después la recomenzamos a reconstruir.

Vamos haciéndola por pequeñas cosas. Para poder obrar, reconstruir hacemos que se haga una clase, para ver si lo que está conformando está acogiendo al hacer una clase. No es para ninguna otra cosa, sino para controlar nuestro tiempo presente y nuestra escuela. El drama es cuando la escuela de arquitectura no puede abocarse a su propio tiempo.

No se crea que todo lo que he dicho es algo que haya resultado fácil. No quisiéramos que todo esto les llegara a Uds. así. Todo esto es una vivencia. Nosotros que salimos a ver la ciudad pasamos tres años sin volver a nosotros mismos, a nuestra propia intimidad. La casa en que se estudia tiene que contener la intimidad; y en ella no había vida, no había intimidad. Con todo eso teníamos que luchar. Decidimos hacer la casa. El estudio de la arquitectura de hoy requiere de la vida de las grandes ciudades. Nosotros en una ciudad pequeña. Esa vida de las grandes ciudades pesa sobre nosotros. No trabajamos serenamente; trabajamos rodeados por todos esos pesos. No es una marcha tranquila, sin ningún peso; al contrario, con todos esos pesos que trae el mundo de hoy.

Crear una semilla de trabajo permanente, de que siempre hay la posibilidad de que se esté trabajando con sus propias fuerzas: éste es nuestro propósito. Nosotros, en realidad, estamos contentos de estar aislados, con nuestras propias fuerzas, porque así creemos que podemos crecer mejor, para pronto plantear en común. Con estos elementos nosotros trabajamos.

¿Qué es una Escuela? Capacidad de estar expuestos. Creo que ese clima es el difícil de formar. Los otros planes son más fáciles.

Los pedagogos de una Universidad son una generación de profesores que entregan a otra generación, lo que tienen y algo de lo que no tienen. Nosotros, de lo que más nos cuidamos es de lo que no tenemos. Estos son nuestros problemas.

Luego un Profesor de la misma Universidad presentó y explicó el trabajo de un alumno de primer año, que comprendía las distintas tareas hasta llegar a la composición de una forma. Frente a cada cuadro iba explicando todo el proceso del trabajo y contestando las preguntas que los presentes le hacían.