Fauve Bellenger - C2: Encargo 8 - Taller Ciudad Legible 2020

De Casiopea


Fauve Bellenger - C2- Encargo 8 - Taller Ciudad Legible 2020 01.png


TítuloFauve Bellenger - C2: Encargo 8 - Taller Ciudad Legible 2020
AsignaturaTaller Ciudad Legible
Del CursoTaller Ciudad Legible 2020
CarrerasDiseño, Diseño Gráfico"Diseño Gráfico" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property.
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Alumno(s)Fauve Bellenger

Relatos de barrio

Este ejercicio consiste en describir el barrio como lo realiza Ítalo Calvino, evidenciando algún hito particular de éste. Yo me enfoque en visualizar que mi barrio más allá de tener ser antiguo, tranquilo, con muchos servicios y lugares de esparcimiento, es que son la variedad de aves quienes, con sus características y hábitos propios, describen mucho de lo que se puede encontrar en este lugar. Mi barrio tiene mucho contacto con la naturaleza, a pesar de encontrarse en un entorno central, ruidoso y altamente urbano. El confinamiento y la limitación de movimiento en la que nos encontramos actualmente me ha permitido comprobar con mayor certeza la importancia que tienen estos animales. Para mi, son extremadamente importantes y son los que me hacen apreciar más el lugar donde vivo. Me parece importante que cada uno pudiese identificar las características de flora y fauna de su entorno y favorecer su cuidado, ya que son animales que no son del todo salvajes; muchos de ellos dependen de alguna manera de nosotros o ya han perdido el miedo hacia nosotros. Muchos de nosotros vemos nuestras fachadas manchadas por ellos, y encontramos, con alegría, sus crías y sus nidos en nuestro entorno. Por eso y muchos otros motivos, me parece importante mencionarlos como habitantes de mi barrio.

El barrio ornitológico

El barrio donde vivo es antiguo, sin duda son dos cerros que a pesar de estar en distintas comunas son los más antiguos de la costa, quien mira las suaves lomas cuando se encuentran las aguas. Están bañados por el mar a sus pies y se alzan, sus cerros, bañándose con la luz del sol. Uno fue un antiguo matadero, el otro un loteo que unos burgueses compraron cuando emigraban desde Valparaíso a Viña del Mar. La parte de Recreo está posee más verdor, casas grandes y antiguas, que relatan las riquezas de quienes fueron sus primeros habitantes. Está plagado de muestras de un pasado próspero que convive con un presente frío que se alza entre las tejas antiguas; a diferencia de un pasado próspero ahora parece ser que el espacio se ha detenido en el tiempo y cada vez hay menos transeúntes, la gente vive hacia adentro. Las personas ya no pasean, no se encuentran. Cerro Esperanza se une con este lugar por un camino que bordea una quebrada boscosa, que sirve de vía de escape para muchos quienes quieren evitar supervisiones. Sus caminos siempre se abren al escape hacia otros sectores de la ciudad, por lo cual siempre es un lugar de paso, casi nunca de permanencia. Pero son los pájaros los testigos de todo lo que ocurren. Ellos son los que colonizaron este lugar antes de la existencia de los hombres y son quienes, generación tras generación, han hecho su vida aquí. Son ellos los que te saludan cada vez que te bajas de la micro, o sales de tu casa a trabajar, caminando hacia Avenida España. Son las golondrinas, quienes en el crepúsculo salen a juguetear por la plaza de Recreo, aprovechando la brisa calentada por la tierra. Los jotes merodean las crestas de Cerro Esperanza, abrazando con su envergadura el mar, flotando sin luchar contra las corrientes. Los pelícanos de la Caleta Portales saludan a sus amigos pescadores cada vez que ellos vuelven, cansados, tras largas jornadas en alta mar. Esperan pacientes a que el pescador, quien destripa la pesca del día, les regale algo por su lealtad. Los zorzales y chincoles, todos los días, escuchan la tierra de los jardines buscando su alimento. Las palomas anidan en los techos, escondiendo su blanca descendencia de la vida citadina, acompañando la tarde con sus gorjeos. Enseñándole a volar a su cría, una pareja de gaviotas paralizó a toda la calle de sus labores, fue la primera vez que vi como impulsaban al polluelo con su plumaje gris a saltar los techos de los autos. Ellas son las que anidan en las quebradas de Esperanza y arriba del Liceo Industrial; los primeros días de primavera uno puede ver las nuevas camadas crecer. Fueron ellas las protagonistas de mis vergüenzas, escupiendo cabezas de pescado en mi cabeza. Las gaviotas son quienes, en su vuelo alborotado, anuncian la lluvia y son las aves pequeñas quienes les contestan, avisando cuando ya paró. Son las gaviotas quienes, todas las noches, me recuerdan que debería irme a dormir porque ya es de madrugada. Cuenta la leyenda que el único tucúquere avistado se le vio salir de la quebrada del Camino Real. Una vez llegó un pingüino a la costa, lo vi nadar frente a la línea del tren. La torpeza de su nado evidenció su juventud. Su muerte, siendo devorado por un lobo marino que nadaba directo a él, fue una historia que nadie me creyó.

Justificación de la elección del cuento

Elegí el cuento que habla de la ciudad Zaira ya que al leerlo encontré mucho de mi barrio en él. Describe una ciudad vertical, como los cerros donde vivo y sus techos. También describe labores que se realizan en esta ciudad imaginaria como la pesca y la existencia de muelles, similar a lo que se encuentra en mi barrio, ya que yo suelo frecuentar la Caleta Portales. Es uno de los pocos cuentos que menciona animales, los cuales yo encuentro que están muy presentes en mi barrio. Pero ellos están presentes en los ojos de quien quiere verlos, ya que para la mayoría es habitual ver aves o escuchar perros ladrar. Pero principalmente lo elegí por ser un cuento que habla de una ciudad antigua, pero que no explicita sus años, si no que estos se evidencian en cada rincón, en cada detalle. En mi barrio, la mezcla entre lo nuevo y lo antiguo hace que uno de por hecho la antigüedad del mismo, pero la sorpresa no deja de ser mayúscula cuando uno se da cuenta que realmente posee más años de lo que uno se imaginaba.

Las ciudades y la memoria 3 de Ítalo Calvino

Inútilmente, magnánimo Kublai, intentaré describirte Zaira, la ciudad de los altos bastiones. Podría decirte de cuántos peldaños son sus calles en escalera, de qué tipo los arcos de sus soportales, qué chapas de zinc cubren los tejados; pero ya sé que sería como no decirte nada. La ciudad no está hecha de esto, sino de relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimientos de su pasado: la distancia del suelo de una farola y los pies colgantes de un usurpador ahorcado; el hilo tendido desde la farola hasta la barandilla de enfrente y las guirnaldas que empavesan el recorrido del cortejo nupcial de la reina; la altura de aquella barandilla y el salto del adúltero que se descuelga de ella al alba; la inclinación de un canalón y el gato que lo recorre majestuosamente para colarse por la misma Ventana; la línea de tiro de la cañonera que aparece de pronto detrás del cabo y la bomba que destruye el canalón; los rasgones de las redes de pesca y los tres viejos que sentados en el muelle para remendarlas se cuentan por centésima vez la historia de la cañonera del usurpador, de quien se dice que era un hijo adulterino de la reina, abandonado en pañales allí en el muelle. En esta ola de recuerdos que refluye la ciudad se embebe como una esponja y se dilata. Una descripción de Zaira tal como es hoy debería contener todo el pasado de Zaira. Pero la ciudad no cuenta su pasado, lo contiene como las líneas de una mano, escrito en las esquinas de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, cada segmento surcado a su vez por arañazos, muescas, incisiones, comas.

Ítalo Calvino. Las ciudades Invisibles. capítulo "Las ciudades y la memoria 3". 1972