Espacio Teatral como retiro de la cotidianidad: instancia extraordinaria en profundidad determinante-Marco Garcia

De Casiopea



TítuloEnsayo 1-1ºS 2021
AsignaturaTaller del Programa y Forma de la Edificación
Del CursoTaller del Programa y Forma de la Edificación 1º Semestre 2021
CarrerasArquitectura
4
Alumno(s)Marco García Cárcamo

Espacio Teatral como retiro de la cotidianidad: instancia extraordinaria en profundidad determinante

Resumen

El concepto de Teatro, y por consiguiente, la teatralidad, surgen en la antigüedad como una instancia convocante trayendo a presencia la dimensión extraordinaria a la voluntad de los espectadores. El tiempo y la historia donaron envergadura, desarrollo y trascendencia a su valor humano y cultural, siendo desbordado de aquella dimensión y llegando a instancias alcanzables como la desenvoltura del acto escénico en espacialidades tangibles como lo es un espacio de mirador, en el contexto de la ciudad-marítima contemporánea. La búsqueda o encuentro espontáneo en torno a una espacialidad que da cabida, dispuesta a una profundidad determinante de la gestualidad a desenvolverse, a través de fenómenos intangibles sensoriales, conceden el retiro que el ser humano necesita como remanso rutinario.

Palabras claves

espacio escénico - teatralidad - inmersión - lo extraordinario - espontaneidad

Introducción

Fig 1: Una instancia congregante del teatro romano. Fuente: https://eportfolios.capilanou.ca/mikaelamanuel/2018/09/16/romans-copied-greek-theatre/

El ser humano desde su incipiente origen ha querido transmitir y representarse ante un otro colectivo. La condición humana es extraordinaria, trascendente y espontánea, desde la explosión cultural originada en el apogeo de las culturas grecorromanas, el surgimiento del teatro significó una acción extraordinaria y convocante del ver y verse visto, a modo de mímesis de nuestro actuar como sociedad, como una instancia celebrativa de la condición humana. Actualmente , el espacio escénico se desenvuelve desde una instancia magna y programada como asistir al teatro, hasta el verse inmerso ante una espontánea escena donada por la simpleza de lo material/natural, en donde siempre la tríada espectador-acto escénico-fondo de escena, hacen brindar un retiro excelso y atemporal para la voluntad sensorial de nosotros mismos, con el fin de autobrindarnos un retiro de la cotidianidad.

Es la búsqueda innata de lo extraordinario, un punto de inflexión entre la realidad e imaginación, en donde la composición, perspectiva y espontaneidad nos conducen a un viaje sensorial, el cual es una inagotable fuente de construcción socio-cultural para el colectivo. Desde lo tangible a lo inmensurable, de lo construido a lo fluido, el espacio teatral es un fenómeno abarcable y desbordante que desglosa creatividad, interpretación y democracia.

Al encontrarse uno inmerso en aquella retirada dimensión, como se decía, puede desenvolverse una situación escénica en algo tan cotidiano como un salir y recorrer itinerante la propia ciudad, dispersamente a lo largo su condición marítima, como lo es en el caso de Viña del Mar, surgiendo el espacio de mirador como un enclave urbano dispuesto y abierto, en donde la escena brota generándole un goce al espectador, o como también simplemente el hecho de observar algún panorama desde una posición “atalayante”donde quiera que sea, se devele teatralidad ante nuestra mirada.

En fin, la cualidad potencial de estos espacios abundantes de rasgos escénicos se ve realzada por una profundidad determinante, a través de condiciones espaciales, siendo artífices de la gestualidad y voluntad de los transeúntes-espectadores en aquel contexto convocante. Una búsqueda con recibimiento.

Desarrollo

La situación cultural y espacial del teatro fue magnificada por el resplandor cultural del Renacimiento, que legó una estética en magnitud como rasgo envolvente que contiene la escena del espectáculo. Así, la acción extraordinaria de asistir al teatro se tornaba en una estancia sensorial ante un esplendoroso desplante escénico, de allí en adelante, la revolución escénica no se detuvo, las tecnologías venideras y la contemporaneidad dejaron su herencia.

Desde una antigua cosmovisión divina, el paso de los tiempos y las eras otorgaron un carácter más antropocéntrico a la esencia teatral, triunfando e instaurándose así la temática mundana como la realidad convocante, del siglo XVI en adelante. Y es con aquello, que el acto escénico magnificó su scaenae frons[1] que representa la exterioridad (paisaje, vista urbana) en interioridad, surgiendo así la relación espectador-profundidad-escena contextualizada y contenida en el frente construido, a través de falsa perspectiva (trampantojo) y de ahí se desprende en lo que se deriva aquella tríada: se trae a presencia aquella composición hasta en la simpleza apreciativa de fenómenos.

Hoy en día, desde nuestra espacialidad cotidiana en torno a nuestros quehaceres, acontecen escenas donadas por el espacio, tiempo, luz, sonido, etc, siendo instancias que hacen surgir momentos sensoriales efímeros, generando situaciones espaciales itinerantes, lo que hace caer en la cuenta de que el espacio escénico se desenvuelve hasta en los estados más cotidianos. De hecho, a veces en lo desprevenido e inesperado de cierto contexto se manifiesta más esplendorosamente un espectáculo ante nuestra mirada y voluntad, generándonos una reinterpretación y otra nueva concepción de aquello, a veces llegando incluso al cuestionamiento. Y a final de cuentas es eso lo que se valora en el diario vivir: la grata sorpresa. Algo que nos saque de nuestra linealidad rutinaria. Y ahondando en la relación rutina y el retirarse, surge la pregunta ¿todo acto o escena fuera de una rutina es un acto o hecho escénico?

Veremos.

Desde el programado acto de asistir al teatro para deleitarnos con una obra de nuestro parecer, hasta el encuentro espontáneo ante un espectáculo callejero, se da un mismo fin, en diferente envergadura: un encuentro que desenvuelve un torrente de emociones y sentimientos ante lo expuesto. Se da así y en el ser humano se torna en una necesidad ocasional para ver y hacerse ver o simplemente para dejarse llevar. Cayendo en la cuenta de aquello, surge el planteamiento ¿es determinante la condición efímera y retirada en un acontecer de escena para llegar a ser una instancia extraordinaria para el sentir humano?

De lo teórico a lo observable

Fig 2:Esquema y Croquis de Observación en Mirador Montt. Fuente: Elaboración propia

Tomando una observación personal, contemplada en el Mirador Montt (Recreo, Viña del Mar), se puede evidenciar la holgura, simpleza y espontaneidad de una permanencia de remanso urbano (a escala barrial), y aquí presento la cualidad del mirador. Éste es el punto donde la ciudad cesa y da paso ante un escenario o koilón[2] abierto, tornándose en un panorama inmersivo. Los transeúntes van congregándose espontáneamente en este espacio convocante, y al hacerlo se tornan en espectadores del acontecer, o en flâneur[3] a lo que surja, siendo el sujeto el que le da sustancia y valor al espacio escénico. Éste último es conformado por la desenvoltura del acto, en escenario y tramado por el fondo de escena, en donde el horizonte urbano-marino en el caso del Mirador Montt adopta el rol impresionista: revela resplandores y fenómenos interactivos entre el cielo y el mar, representando la profundidad inabarcable que nos suscita la permanencia bajo un otear inmersivo y prolongado, llegando al estado contemplativo. La mirada se lanza a la lejanía, el cuerpo permanece y la emoción brota. Es lo que se pretende e idealiza, un marginarse temporalmente del vibrante y agitado ritmo del acontecer urbano. Dejar la ciudad atrás.

Así también, en el mirador en cuestión puede darse que la escena es conformada por actos humanos sobre el zócalo y el fondo de escena urbano-marino es el que ahonda, prolonga y contextualiza lo que acontece. La exposición ante lo abierto genera una gestualidad más ofrecida y desinhibida durante el actuar o representar, ya que la envolvente lumínica y el contexto situacional de exterioridad potencia aquella voluntad. Aparece el concepto de performance, que es entendida en la relación ciudad-habitante como obra relacional, que involucra activamente a un otro significante en la ejecución de la obra y donde el artista apenas delinea algunas estrategias y reglas básicas a partir de las cuales se despliegan los efectos más o menos buscados con la acción (Frías, 2009).

Fig 3: Croquis de Observación y Esquema en Mirador Montt. Fuente: Elaboración Propia

De este modo, se puede aseverar que el acto escénico realza su valor en la espacialidad que da cabida, ante una disposición abierta, dispuesta y resguardante, en donde las mismas personas dan sustento al acto escénico, realzando la condición festiva dentro de un contexto cotidiano. Surge lo extraordinario, efímeramente. Nuestra albedrío sensorial necesita de una fluidez que rompa la estática.

Sin ir mas allá, el grandor y lo abarcable desde tal perspectiva puede tornarse en un peregrinaje visual ante la innata necesidad de dimensionar los espacios escénicos. Un vislumbrar la lejanía requiere la noción de campo visual para poder traer a presencia la envergadura.

¿Cómo develar la profundidad abarcable entre yo espectador y el fondo cúlmine?

Me detuve ante una observación realizada en el techo de mi residencia, una instancia elevada ante el prominente perfil asomado de la iglesia vecina (Los Capuchinos). Lancé mi mirada ante su figura, detenidamente en contemplación del atardecer que acontecía en el cielo. Yo era separado de ella por unos pocos techos y copas de árboles, que me desdibujaban la real distancia y me brindaban una aparente.(fig 4)

Fig 4: Croquis de Observación.Fuente: Elaboración Propia

La proximidad al mar se manifiesta a través de su gran vacío, al son del revolotear de las gaviotas y sus incansables graznidos. Su velocidad de vuelo y sus sonidos, a través de sus andanzas a modo de ir y venir, me generaron una claridad ante la profundidad de escena. Fui compensado y arrebatado por el actuar de aquellas aves. Genuinamente, la simpleza de lo orgánico como respuesta autosuficiente.

La profundidad abarcable se hace ver como una condición (in)mensurable que genera una dimensión perceptible de las distancias a través de la perspectiva, así determinándose la soltura y el ímpetu de la gestualidad y corporalidad. Al hallarse uno, por ejemplo, ante un fenómeno atmosférico desde un mirador, naturalmente se tiende uno a minimizar ante la escena, pudiendo alcanzar la introspección. Así como también es tangible el integrarse a la aventura escénica, a través del gesto extrovertido en el actuar ante un otro. La perspectiva como sistema de representación es cambiar cómo se percibe la realidad y, consecuentemente, la propia realidad (Revuelta, 2018).

Ya habiendo visto la condición extraordinaria en la espontánea teatralidad que se desenvuelve en la ciudad, se condice con su extensión a través de su profundidad. Ante más lejanía naturalmente los elementos componedores se distancian y generan un campo visual que da lugar a la búsqueda y acomodo dispuesto a la riqueza visual. Surge el concepto de espacialidad democratizada, en donde cada ser presente a través de su gestualidad es artífice de lo que acontece, y se da cabida a todo y a todos, lo inesperado encuentra un lugar para revelarse.

De acuerdo a lo ya observado y ahondado, se puede develar el sentido de la interrogante planteada anteriormente, que si todo acto o escena fuera de una rutina es un acto o hecho escénico. Se puede responder a través de la expresión fluidez que rompa la estática. Al encontrarse con la espacialidad, habitual o sorpresiva, los elementos intangibles donan la cualidad extraordinaria. Una luminosidad que nos cambie la perspectiva del observar, un algo que nos oriente cardinalmente (como el vuelo de las aves), alguna situación que lleve nuestra realidad y pensamientos al alto plano imaginativo, contemplativo ,etc. Hay más posibilidades de encontrar un acto o hecho escénico a través de su búsqueda comparado con su espontáneo aparecer en el contexto cotidiano. No obstante, como en nuestra condición no hay nada absoluto, todo depende de la capacidad apreciativa y de discernimiento del espectador.

Conclusión

La existencia de los espacios teatrales, a través de su multiplicidad y versatilidad escénica, son la instancia de remanso de nuestro rutinario ritmo de vida, sobre todo para un habitante de ciudad. Un encuentro ante un espacio democratizado, significa una inmersión en la mímesis de nuestra realidad, de nuestra condición humana, por medio del simple hecho del ir para ver y verse. Desde un programado acto hasta el surgimiento casual de una escena, desde lo tangible a lo inmensurable, de lo construido a lo fluido, la condición extraordinaria se manifiesta y nos dona cabida y goce, para lograr el fin: auto-brindarse un momento de retiro para dejarse llevar, a través de una fluidez que rompa la estática.

Sea buscada o no la condición escénica, aparece y lleva al sujeto – bajo la tríada espectador-escena-fondo de escena- al plano emocional, contemplativo, imaginativo, entre otros, magnificada por las magnitudes intangibles que dan envergadura y reinterpretan lo visible. Aquello en torno a una profundidad determinante de la gestualidad a desenvolverse a través de un espacio que da lugar a los actos. Un retiro concedido.

Así, la existencia de espacios con rasgos teatrales a lo largo de un ente por y para nosotros, como lo es la ciudad a través de sus miradores, representan un gesto conciliador y retributivo de la ciudad marítima a su habitante.

Todos pertenecemos y podemos (des)conectarnos.


Referencias Bibliográficas

Garcés, A. (2019). La Ciudad Teatro. El lugar de la escena y otros lugares. Valparaíso - Chile: Ediciones e[ad]Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV

Revuelta, C. (2018). La conquista de la cuarta pared: evolución del frente de escena en el teatro renacentista / The Achivement of the Fourth Wall: Evolution of the architectural Stage Front in the Renaissance Theater. Madrid: REIA.

Notas al pie
  1. El scaenae frons es el fondo arquitectónico permanente elaboradamente decorado de un escenario de teatro romano. Tiene la intención de parecerse a las fachadas de palacios imperiales.
  2. Término proveniente del griego, que significa el conjunto de gradas donde se asentaban los espectadores. Ocupaba la ladera de la montaña y tenía forma semicircular.
  3. Término proveniente del francés, que significa ‘paseante’ o ‘callejero’.Un vagar por las calles, callejear sin rumbo, sin objetivo, abierto a todas las vicisitudes e impresiones que salen al paso.