Emplazamiento Renacentista, dominio de luz

De Casiopea

La luz renacentista

Estableciendo las bases del pensamiento renacentista como ideas sobre el antropocentrismo, la valoración del quehacer humano y el razonamiento, podemos darnos cuenta del cambio de preceptos que existen desde la época medieval hasta el punto de que el centro del universo ya no sea solamente Dios, sino que ahora es el ser humano el que puede crear, experimentar, y ver, sin recurrir por necesidad, a la Iglesia.

Sin embargo, quiero especificar que hay un cambio del pensar humano que se conlleva a sí mismo a través de un elemento articulador que, inconscientemente, ha sido utilizado como la herramienta de enseñanza con y para el hombre en épocas anteriores al Renacimiento: la luz. Y con esto, me atrevo en traer a presencia la influencia, o más bien, la diferencia con la época bizantina, ya que aquí hay una concepción distinta pero muy rescatable de este concepto (su ejemplo más esclarecedor es la cúpula de Santa Sofía) donde podemos ver en sus estructuras una larga hilera de pequeñas ventanas que dan el paso para que la luz entre y refleje ese dorado de los medallones y decoraciones interiores para crear un esplendor interior que llega a todos quienes se encuentran dentro de la mezquita. No así, Santa María Di Fiore tiene una cualidad distinta, similar en lo construido, pero no en su recorrido, ya que se debe avanzar por el largo de la nave de la catedral para llegar hasta esta la luz que entra por la linterna, en la parte superior, sucedida de la luminosidad de unas pocas ventanas circulares en la base de la cúpula, graficando de cierta forma como lo divino se encuentra en lo más alto, después de transitar para llegar, no está al alcance de todos.

Por otra parte, mi pregunta inicial, al pensar sobre este tema, es como y por qué era así la luz del Renacimiento. ¿Cómo construyeron el espacio que en su exterior contaba una historia por su potestad al constituir el perfil de una ciudad, y como es que en su interior permitía conocer el pasado de esa historia a través de una relación con el aspecto simbólico de la luz? También la vertical juega un rol importante, ya que existe algo con la progresión, y aquí me detengo en las afueras de Santa María Di Fiore, donde se llega primero al Baptisterio de San Giovanni, que en conjunto al Campanile di Giotto y la catedral se configuran en una relación de alturas que se enmarcan en la aproximación a lo divino. Mientras el baptisterio es la edificación más alejada del Duomo, es el lugar del bautismo, primera instancia de aproximación y relación con la Iglesia, luego le sigue el campanario, que con una vertical evidentemente extensa se convierte en un símbolo de unión entre Dios y los hombres, y como estos últimos pueden intentar llegar por sus medios terrenales y subir hacia lo sagrado. Por último, la Catedral misma es la comunión, momento final donde el hombre llega a través de una progresión hasta este punto de luz sagrada.

Concepcion del volumen luminoso en el paisaje

Las villas renacentistas fueron, por su parte, una de las expresiones artísticas que definió la dicotomía entre las clases sociales, como en la concepción del cambio de pensamiento del Medioevo hacia el Renacimiento. Ahora bien, en cuanto a la forma, y tomandolo desde un punto de vista plenamente arquitectónico, las villas tienen un aspecto muy llamativo, ya que la edificación misma en general, pareciera ser una masa en un entorno muy amplio en comparación al pequeño volumen que ocupa el edificio. Con esta premisa, me permito establecer el concepto de volumen en la villa.

Para explicarlo bien, traigo a presencia el caso del Castello Il Trebbio, el cual tenía una dimensión de medio paso, es decir, de dominio territorial por sobre el resto de los habitantes de la ciudad (para llegar a la localidad colindante). Esto, se relaciona directamente con el aspecto de su volumen y el hecho de encontrarse a cierta diferencia de altura en comparación al camino que lo rodeaba.

A mi parecer, esto tiene cabida en el concepto de la villa, al fijarnos en como la sombra que se crea al establecer un volumen, sea más horizontal o vertical, da cuenta de la relación con lo que la rodea, es decir, una luz que se especifica en su contexto y lo que se construye a partir de este. Así, una luz enclaustrada en los recovecos de la villa, que se secciona en la simetría interior, pero que logra una plenitud propia del espacio rural en su exterior, es la que va otorgando una contrariedad que propicia la reflexión. Es decir, el interior recoge algo de su paisaje, para así comprenderlo mejor.

Para finalizar, es necesario también referirnos a que el paisaje mismo invitaba al pensamiento que identificaba a las villas, y es preciso comprender que el Renacimiento rompió el, hasta entonces, monopolio cultural ejercido por la orden eclesiástica, y se lograron apreciar las primeras expresiones de la burguesía (y no la Iglesia). Aparte, estando claro que uno de los factores determinantes de la época fue la economía, y que las familias adineradas usaban esto en su favor para tener este “privilegio” de retirarse a lo rural y enajenarse del ajetreo comercial, disfrutaron de un “lujo de la luz”, algo que quizá, en tiempos posteriores, el pueblo pudiese admirar de los vitrales del Románico y el Gótico, con ayuda de la imagen divina plasmada en el vidrio. Aun así, la belleza del Renacimiento es que esto se logró con el paisaje y la naturaleza, que hicieron de la reflexión, el aprendizaje y la discusión intelectual, una consecuencia fortuita a través de la construcción del volumen luminoso.


Dicotomía en el emplazamiento de la villa

Hay algo interesante, y que, sin duda guarda relación con la forma de habitar en la época del Renacimiento. Si bien, tenemos a la villa como la forma de ubicarse en un espacio alejado del ajetreo de la ciudad, es necesario comprender qué peculiaridad tenía para ser lo que hoy entendemos como un espacio de riqueza intelectual para sus propietarios e invitados. Para entenderlo mejor, me refiero a grandes rasgos sobre la obra de Andrea Palladio, quien tenía algo muy rescatable en cuanto a su visión de la villa, ya que algunas mantenían una relación geométrica con otras y no parecían tener una gran diferencia entre sus fachadas, como Villa Bárbaro en comparación a Villa Emo o asimismo Villa Foscari con Villa Cornaro. Lo que establecía sus ejes de trabajo era cada emplazamiento, muy bien estudiado y entendido, lo que daba singularidad al terreno y sus jardines al no ubicarse próximos al centro de la ciudad misma.

Pero ¿qué las diferenciaba fundamentalmente, tanto en su interior como en el exterior? Así, quiero destacar el eje articulador y esencial del emplazamiento de las villas: la luz. Si lo consideramos desde un punto de vista muy primitivo, la luz de cada villa se establecía no por la edificación misma, sino, por su entorno, pues cada espacio, fuera una villa ubicada en un borde de rio, a un fondo de bosque, o simplemente en un espacio abierto al horizonte, guardaba una riqueza por sus matices de luminosidad en el recorrido o el jardín mismo. Y es esta luz la que da un punto de inflexión al momento de hablar de la villa como este lugar de retiro, de apreciación y de goce de la reflexión intelectual a través de las expresiones artísticas y filosóficas.

“El pintor debe estar solo y reflexionar sobre las cosas que ve, tratando de ellas consigo mismo para seleccionar lo mejor de lo que ve. Debe actuar como un espejo que se convierte en tantos otros colores como los de objetos que tiene delante. De esta forma, dará la impresión de ser una segunda naturaleza” -Da Vinci, Leonardo [1]



Me permito tomar las palabras de Da Vinci para explicitar que el entorno debía reflejar lo que se desarrollaba en la villa, siendo, por así decirlo, el cénit de la fusión entre lo que se ve y lo que se plantea ver a futuro. Sin embargo, con esto no me refiero a que la villa fuese la epítome intelectual de la arquitectura, quiero decir que en cuanto a concepción de la luz, es el mayor logro de relación entre ubicarse ajeno a la ciudad y, aun así, evocarlo al mismo tiempo. Esto, para establecer su propia visión, pero a prudente distancia, para así, con algo del ojo, poder comprender y caminar en conjunto al contexto, con una sombra y luz singular, y no relegarlo a una mera apreciación. El aprender del arquitecto va con viaje, paso y palabra, no sólo el contemplar.


Concluyendo, el hombre del Renacimento volcó los preceptos, ya no vive protegido por altos muros de piedra, pues es ahora que el paisaje cobra significado y sentido en la relación de interior-exterior. Pero ¿cómo es esta relación? Es en virtud de un entorno, pero un entorno con una luz definida tanto por lo que se construye como por lo ya presente. Así, el “desconocido” previo al pensamiento renacentista, pasa a ser parte de una re-invencion, de la búsqueda por lo nuevo que permita el mejoramiento tanto de la ciudad, como de su periferia.


La valorización del contexto toma forma y sentido, los intereses apuntan al conocimiento y no sólo al poderío territorial, es aprender como es el emplazamiento, que rodea, y como se puede aprovechar lo natural para crear un espacio ajeno al ajetreo de la urbe misma. Con esto, se traen a presencia las edificaciones, que generan un habitar en torno a la comprensión del contexto. Así, lo que podemos llamar el desarrollo renacentista detona en lo concreto y construido del concepto “vivir fuera de”, es decir, se llega a la forma arquitectónica.

Citas y Bibliografía

  1. Da Vinci, L. Obras Selectas/ Cuaderno de notas, Edimat Libros, España, 2008, capítulo IV La vida del artista. página 127.