El teatro: distanciarnos al silencio de la observación - Eduardo Mackay
Título | Ensayo 1-1ºS 2021 |
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Asignatura | Taller del Programa y Forma de la Edificación |
Del Curso | Taller del Programa y Forma de la Edificación 1º Semestre 2021 |
Carreras | Arquitectura |
Nº | 4 |
Alumno(s) | Eduardo Mackay Ortiz |
El teatro: distanciarnos al silencio de la observación
Resumen
El distanciamiento de lo cotidiano es un elemento trascendental y vertical a lo largo de la historia en el teatro, llegando hasta el día de hoy. La forma de este, varía y fluctúa, cambian las representaciones, los escenarios, las fechas, ideas y personas, pero el teatro se mantiene inalterable bajo una misma esencia: una herramienta de abstracción mediante la cual el hombre es capaz de alcanzar un estado de atención y conciencia completa en silencio total, observando desde el volver a no saber, para comprender.
teatro – distanciamiento – cotidiano – silencio - observación

Introducción
El caminar del ser, ha estado acompañado durante la totalidad del recorrido por diferentes ritos, celebraciones y costumbres que nutren el alma, mente y cuerpo. El teatro ha sido uno esos fieles amigos a su lado, siempre presente para añorar, recordar y enseñar, así también como para divertir. En esta extensa caminata, tanto el humano como sus compañeros han ido transformándose, desde lo divino hasta lo mortal, de las raíces hacia las hojas. Pero por más que la inclemencia del tiempo arrebate las energías, y arrugue el gesto, existen pequeñas fracciones intransmutables que seguirán inalteradas, recordando siempre los orígenes, y reconectando con aquello que hacíamos enterrado bajo el polvo. El teatro en su forma e interpretación ha tenido un largo desarrollo y ha adquirido múltiples caras a través del tiempo, más no el lento pero inexorable paso del reloj, se ha visto impedido de opacar totalmente el brillo que yace oculto por el letargo. Las artes, la cultura, la expresión del ser, han mantenido su esencia intocable, permitiéndonos reconectar con el silencio total, para prestar completa atención al acallado interior. El teatro, es aquella puerta que se abre aún sin nosotros saberlo, para permitirnos entrar a una sala de inconmensurable libertad y espacio, en donde el ser, puede observar libre de movimiento y presiones externas, para recordar, sanar y aprender.
«La mente se distrae fácil, le gusta andar de acá para allá y de allá para acá, pero en la quietud está el análisis y la observación…» Autor desconocido
Desarrollo

El origen del teatro, Grecia

El origen del teatro como tal, se remonta a la antigua Grecia, cerca del año 600 a.C. Sus raíces vienen del culto de adoración a Dioniso, dios del vino y la fertilidad, quien encarnaba de mejor manera dentro del panteón griego los anhelos de los más desfavorecidos y los pueblos campesinos. En honor a él se realizaban fiestas en tiempos de vendimia, donde se celebraba por las cosechas brindadas sacrificando una cabra macho. Como nos indica Garcés (2019) este rito, llamado ditirambo, se iniciaba con una procesión que recorría la ciudad o pueblo para salir y retirarse al campo o al bosque, para que así pudiera acaecer el rito.
El teatro griego, por ende, se emplazaba distanciado de las zonas urbanas, en zonas completamente rurales o, mejor dicho, inmersas en la naturaleza. Esta distancia genero de primeras la necesidad de “peregrinar” para poder llegar al lugar donde se celebraban las fiestas. En el lugar mismo, el edificio toma forma de graderías concéntricas que se disponen enfrentando la extensión natural, con particulares vistas al paisaje del entorno, desde valles, montañas y viñas, hasta el mar, constituyendo de esta manera el fondo de escena que respalda a la interpretación.
Para los griegos, el acto de asistir al teatro conformaba y significaba un acto espiritual de completitud entre la idea de lo divino y la representación que hacían de ello… (Garcés, 2019, pp. 21-22)
Se vislumbra aquí un concepto clave en lo que se pretende desarrollar, el acto de tomar distancia para permitir que el rito/acto suceda, o, desde una perspectiva más profunda, una conexión con la dimensión espiritual mediante el retiro/distanciarse.
¿Por qué la necesidad de distanciarse de lo cotidiano? Distanciarse es una manera de abstracción que permite al individuo aislarse de lo que acontece en el afuera (tanto material como sensorial), para poder conectar con lo que se pretende hacer, y de esta misma manera, sintonizar con el basto mundo interno: sentimientos, emociones, y todo lo que implica la dimensión del espíritu.
En el caso de los griegos, su forma de tomar distanciamiento y salir de lo cotidiano estaba dado en gran medida por factores espaciales que tienen directa relación con la forma de interpretar el mundo para ellos, donde la naturaleza representa al dios en todas sus manifestaciones y los actos humanos son todo lo que escapa a lo divino, por lo que el teatro, era una forma de enlazar estos dos mundos, entrecruzándose la extensión de lo natural con los acontecimientos humanos, estableciendo entre ellos un dialogo reciproco.
Esta experiencia espiritual, el teatro, era un agente de cambio y fiel reflejo de la sociedad, donde se representaban los errores, mentiras y vicios del pueblo, que permitía a los espectadores tomar conciencia de los problemas que pudieran aquejarlos como individuos y sociedad, identificándose con estos, y dando paso al momento cúspide conocido como katharsis. Y en una instancia más personal, les permitía identificarse en lo sucedido, para luego purificar y curar su interior mediante la visión, aportando y transitando el camino del desarrollo personal que ciertamente engloba la espiritualidad.

Roma
Con el paso del tiempo y el establecimiento de Roma como sociedad imperante, el teatro sufrió transformaciones que evidentemente acompañan el cambio de paradigma y cultura. Como nos indica Garcés (2019) el teatro sufrió sustanciales cambios: el edificio dejo de tener esa relación espacial con su contexto natural lejano y extraordinario, ubicándose dentro de la ciudad y pasando de ser un espacio abierto que se enfrentaba a la extensión a ser un edificio contenido por una fachada, aislándose de toda posible vista a la urbanidad. Así mismo, el espacio que correspondía a la orchestra, (de forma circular en la antigua Grecia), fue reducido a la mitad, dejando un semicírculo perfecto que da cuenta del corte.
En el ámbito representativo toman protagonismo las comedias y las parodias, que conectan con el lado humano más sensible mediante la risa, la cual es un gesto inherente al ser humano y que actúa como medio para observarse a sí mismo y cuestionar las acciones humanas en un espacio de tregua, donde esta actúa como un bálsamo para que los mensajes críticos sean digeridos más dulcemente (Garcés, 2019, p. 47). Se observa la tendencia de la sociedad hacia la “civilización” y el cada vez más notorio foco antropocéntrico, en donde las leyes del hombre pasan a tomar mayor relevancia, estableciendo al teatro como un espacio más público que vinculado a lo sagrado. Esto se traduce en un arte escénico guiado hacia la entretención del espectador, que crea una instancia de distancia con la cotidianidad, abstrayendo al ser de la realidad y reconectándolo con su interior desde la risa y la diversión, plasmando la semilla de la duda y la introspección desde lo cómico.
Medio Evo
La tendencia del teatro va claramente de la mano con el fluir de la cosmovisión del momento, siendo un espejo de la sociedad para cada presente. Así, avanzando del mundo clásico hacia la Edad Media, el hombre pone en duda el proto-antropocentrismo que se vivía en la antigua Grecia y posterior roma, para abocarse a Dios como centro de todo lo ocurrido. Bajo esta luz, la iglesia y la figura de lo divino toma protagonismo y ocurre una especie de contraposición constante al encontrarse con el factor humano, “se distinguen las acciones cotidianas del día a día y, por otra, las acciones extraordinarias, tales como las festividades y los actos religiosos.” (Garcés, 2019).
Esto, en el acto escénico, se tradujo en un surgimiento de los carnavales y procesiones, ya que el edificio del teatro como se comprendía perdió todo valor que alguna vez tuvo, debido a que era considerado un reflejo y símbolo de gran parte de los abusos cometidos por cientos de años de parte de Roma en contra de la fe católica. Así fue como la escena se traslado desde las gradas del teatro hacia las calles. Las procesiones ocurrían en diferentes lugares de la urbe, con escenarios y puestos que se distribuían a lo largo de las calles y culminaban en la iglesia, que de cierta manera tomo el rol de alojar el acto escénico bajo sus cupulas y vitrales. Los fieles que asistían a estas se involucraban en un proceso de construcción, "en un modo de estar yendo con el acto en donde se contempla y a su vez se transita con él. Aquí la compasión se expresa en este acto de acompañar el sufrimiento de Cristo. De andar con él y compadecer lo que a él le acontece." (Garcés, 2019). El acto de distanciamiento es producido por el acompañamiento en la vía crucis, donde cada participante se involucra en un proceso de khatarsis, que lleva a una retro inspección y vinculación con su interior. En el caso de los carnavales, los individuos viven este proceso catártico reconectando con la dimensión de diversión y distención en un ambiente festivo. En ambos casos (procesión y carnaval), el espacio de introspección y conexión con el ser interior sucede a partir del ambiente de celebración, mas que con el espacio físico en sí. Es el encontrarse inmerso en el ambiente de fiesta el que permite el distanciarse de la rutina y lo cotidiano.
Renacimiento
Saltando hacia el renacimiento, se retoma la idea del teatro desde la aproximación del arquitecto romano Vitruvio, y su interpretación planimétrica del espacio teatral, donde este es una edificación colocada dentro de la trama de la ciudad. A su vez, aparece una doble función del espacio en los jardines de las villas: por un lado, los jardines para los días cotidianos, el paseo dentro de un escenario natural construido, un paisaje ideal y, por otro, el teatro para las festividades, para momentos extraordinarios (Garcés, 2019).
En los interiores, la invención de la perspectiva abre una nueva dimensión, convirtiéndose en un instrumento universal disponible para la arquitectura en cualquier ocasión. Se trata de incorporar la extensión del exterior, al interior mediante el juego visual de perspectiva. En ambos casos, tanto en los jardines como en el interior, se busca crear el distanciamiento de lo cotidiano mediante la incorporación de la extensión como herramienta de abstracción. Se observa la recuperación del valor griego que se le atribuía a lo natural y extenso para permitir un espacio de retiro que le brinde al individuo la comodidad y distensión suficiente para permitirse el reconectar con su interioridad, ya sea desde el engaño a la vista mediante la perspectiva, como desde la inmersión en el ambiente.
Distanciarse al silencio de la observación
El distanciamiento de lo cotidiano es un elemento trascendental y vertical a lo largo de la historia en el teatro, llegando hasta el día de hoy. La forma de este, varía y fluctúa, cambian las representaciones, los escenarios, las fechas, ideas y personas, pero el teatro se mantiene inalterable bajo una misma “esencia”: una herramienta de abstracción en la cual las personas pueden encontrar aun que sea un ínfimo momento de reconexión espiritual, proporcionada por la desconexión con todo el ruido, exterior e interior.
La mente se acalla, da paso al silencio que se vuelve atención: Atención total con su cuerpo, sus nervios, sus ojos, sus oídos, su mente, con todo su ser, no hay un centro desde donde se atienda, solo hay atención (Krishnamurti, 2017); observación pura que brinda lucidez, sin juicio ni pensamiento, una catarsis total. El observador observa; y al observar, se observa a si mismo, a tal punto de que rompe la difracción de la mente y todo se vuelve un estado unitario. Espectador, actor, escena, se funden en uno. El momento se vuelve atención total que es silencio completo. Según Jiddu Krishnamurti, en esa atención no hay límites, no hay fronteras y, por tanto, no hay dirección. Solo hay atención, y cuando hay atención no existen ni «usted» ni el «yo»: no hay dualidad, no están el observador ni lo observado(2017, p. 16); Y de esta manera, desde la observación unitaria, quien asiste al teatro puede observarse a si mismo para dar cuenta desde la atención total que surge, de aquello que necesita observar, para así curar y purificar.
Por tanto, este estado de atención total, tiene por raíz el distanciarse, que no es controlar, ni reprimir, ni ignorar. Alejarse en un primer momento de manera física, de todo lo que puede captar su atención y por consiguiente que produce tensión: el ruido de la ciudad, el tráfico, el trabajo, los atochamientos, que esto, que aquello. ¿Qué hay del ejemplo de las procesiones y carnavales que suceden en la ciudad, o de los actos callejeros? Estos se contestan en la segunda instancia [1]: Distanciarse del pensamiento, para observar desde una mente silenciosa que permita la observación. Esto se logra, a partir de involucrarnos en el ambiente de celebración. El encontrarnos inmersos en un contexto extraordinario nos permite que acontezca el rito, la fiesta, el acto. En los carnavales y actos callejeros, es el ambiente de fiesta, es lo extraordinario los que nos facilita silenciar la mente para llegar a este estado de atención total mediante el cual podemos observar lo que sucede enfrente de nosotros con total libertad.
El distanciarse involucra liberarnos del apego. Apego a lo cotidiano, a lo recurrente, a todo lo que nos impide la libertad para descubrir. Si hay apego a creencias, ideales, conclusiones o incluso sentimientos y emociones, uno se estará limitando a estas. Al liberarse del apego, se puede observar la totalidad de algo, sin dirección ni juicio, y desde ahí decidir, si sirve analizar o no, ya sea para aprender, sanar, o simplemente distenderse.
Y el teatro precisamente facilita y permite esto, crea una instancia temporal, espacial, y mental, que nos regala la opción de hacer un alto en el ruido constante que se ha convertido la sociedad y que pudo llegar a serlo en el pasado. Asistir al teatro es una puerta que se abre para que como individuos despejemos nuestra mente y demos paso a un estado total de atención y presencia, en donde el flujo se detiene para dar paso a la observación total de algo sin prejuicios ni dirección, y desde esa completitud elegir el que hacer con eso que hemos observado: desde los sentimientos que nos resuenan en una obra, hasta las temáticas abordadas por esta.
Conclusión
A modo de cierre, el teatro es una herramienta de distanciamiento que le permite al individuo un momento de total atención para reconectar con su interior, poniendo en vista diferentes esferas que lo afectan, desde analizar su comportamiento hasta reflexiones en torno a la sociedad. Este distanciamiento en total atención, debe ocurrir en quietud mental completa: una mente silenciosa en cuya libertad y espacio se puede descubrir aspectos mismos del ser. Se sale de todo ruido mental para entrar en un campo de “vacío”, donde solo prima la atención libre de juicio y dirección, facilitando observar la totalidad de algo para decidir en ese punto, sin ataduras, que dirección tomar. Esta instancia de retiro es la esencia misma del teatro que se remonta históricamente hasta Grecia, en comunión donde lo divino, pero en donde indudablemente existe una historia de ritos y celebraciones que trascienden el tiempo histórico y lo escrito.
Es en este espacio, donde la arquitectura y el espacio toman rol fundamental, siendo los que permiten que el acto tome lugar, brindando confort y distención. Es por esto la importancia de conocer la capacidad distanciadora del teatro, para proponer espacios que propicien el retiro hacia el interior y cultiven el desarrollo del ser, en una sociedad cada vez más alienante y sumamente supresora de la identidad real, aquella que escapa de todo precepto, ideología o expectativa que pone en presión el desarrollo espiritual y, por ende, del verdadero “yo”.
Para finalizar, me tomare la libertad, de sumar a la afirmación hecha por Alberto Cruz, y complementada por Fabio Cruz…
«La arquitectura, es la extensión orientada que da cabida a los actos humanos para que, llevados por las tareas del mundo, puedan resplandecer en fiesta consolodara… y cultiven el ser, en total presencia virtuosa.»
Referencias
Garcés, A. (2019). La ciudad teatro. Valparaíso: Ediciones Universitarias de Valparaíso, Ediciones Arquitectura y Diseño.
Krishnamurti, J. (2017). La verdadera meditación. Gaia Ediciones.
Notas al pie
- ↑ Este ordenamiento en instancias tiene el propósito de esclarecer y ejemplificar los dos tipos de distanciamientos que identifico. No obedecen a ningún tipo de orden cronológico, temporal o de realización. Son meramente para distinguirlos.