El Pueblo de las Mesas
Título | El Pueblo de las Mesas. The Open City or the People of the Tables |
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Año | 2015 |
Autor | Jaime Reyes |
Tipo de Publicación | Ensayo |
Colección | Ciudad Abierta |
Palabras Clave | hospitalidad, ciudad abierta, poesía, mesa, diseño, hospitality, open city, poetry, table, design |
Línea | Formación y Oficio |
Carreras Relacionadas | Arquitectura, Diseño, Diseño Gráfico"Diseño Gráfico" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Diseño Industrial"Diseño Industrial" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Náutico y Marítimo"Náutico y Marítimo" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Ciudad y Territorio"Ciudad y Territorio" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property. |
El Pueblo de las Mesas. La Hospitalidad en la Ciudad Abierta
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Resumen
La Ciudad Abierta de Amereida fue fundada en 1970 a través de una serie de actos poéticos, conocidos como la apertura de los terrenos. En dichos actos están cifradas las bases originarias de esta fundación poética, con el cual se ha intentado construir y habitar desde entonces esta Ciudad Abierta.
La Ciudad Abierta de Amereida es un tiempo-lugar laboratorio donde se desarrolla una propuesta original, que se manifiesta principalmente en su arquitectura, el diseño y las artes; una propuesta de reunir vida, trabajo y estudio que ha sido llevada a cabo durante estas décadas. La poesía juega allí un rol esencial. La proposición poética esencial para el habitar en la Ciudad Abierta, desde su primer momento, es la hospitalidad.
Es importante comprender el origen y la actualidad de la concepción poética de hospitalidad, consignada hasta ahora en los fundamentos de la Ciudad Abierta. Desde esa comprensión es posible abrir la realidad a nuevas fuentes para los oficios.
A la luz de los hechos: qué es lo que verdaderamente ha sucedido; cuál ha sido la relación entre las voces poéticas que cantan la hospitalidad y las obras de los oficios que la construyen.
La hospitalidad no es una idea inicial de esta comunidad de artistas, académicos y poetas, no está en el origen del grupo ni aparece en textos de los primeros años (1952). No se menciona ni una sola vez en en el poema Amereida. La hospitalidad es un concepto surgido de la poesía casi en el momento mismo del nacimiento de la Ciudad Abierta, en los inicios de la década del setenta, casi veinte años después de la refundación de la Escuela de Arquitectura. Ciudad Abierta y hospitalidad surgen al unísono y se deben una a la otra. La Ciudad Abierta requiere, para ser lo que es, que la hospitalidad sea su fundamento, y la realización concreta y actual existencia de la Ciudad Abierta es manifestación de la hospitalidad.
Un modo concreto de construcción de hospitalidad es el habitar en hospederías, sin propiedad privada. Y dentro de estas hospederías se da la celebración del encuentro entre huéspedes a través de la mesa.
La capacidad de oír al otro
La Ciudad Abierta de Amereida fue fundada en 1970 a través de una serie de actos poéticos, conocidos como la apertura de los terrenos. En dichos actos están cifradas las bases originarias de esta fundación poética, con el cual se ha intentado construir y habitar desde entonces esta Ciudad Abierta. La Ciudad Abierta nació para dar curso a la hospitalidad y ella está en el origen de todas sus obras. Pero no es un mandato formal, (las formas en libertad obedecen al cada vez, no a una fórmula) sino el acto principal que pretende ordenar la reunión del trabajo, la vida y el estudio.
La primera explicación se halla en las palabras de Alberto Cruz C. que recogió Godofredo Iommi como definición para una hospitalidad poética: “¿Cuál es la hospitalidad poética? Una frase en boca de Alberto Cruz, hace muchos años, es la siguiente: “La capacidad de oír.” (Iommi 1984). Luego el poeta agrega que para que exista esa clase de hospitalidad se requiere oír con inocencia. Es la inocencia “en tanto que oír no es escuchar estando ya decidido, sino dejar que el otro se entrometa en el propio discurso con decisión o escisión” (Iommi and Cruz 1983). Pero el extremo de la hospitalidad poética va más lejos, no es suficiente permitir la intervención en el propio discurso, sino abrir la posibilidad de que lo otro sea junto con lo propio. Abrirse a una transformación. Por otra parte “es esta una hospitalidad frágil y gratuita pues por esencia es incoaccionable, se abre solamente ante el libre consentimiento mutuo. Débil e indefensa, siempre al filo de aparecer y desaparecer.” (Iommi and Cruz 1983). ¿Qué es, realmente, oír al otro?, ¿cómo se ejerce esa capacidad?
Uno de los hilos a seguir para hallar el origen de esta idea poética proviene del poeta alemán Friedrich Hölderlin, cuyos poemas fueron leídos en los actos de apertura; dice Hölderlin, en el segundo esbozo, en verso, de su poema Fiesta de la Paz: "Mucho ha experimentado el hombre. A muchos celestes ha nombrado, desde que somos un diálogo y podemos oír unos de otros." (Onetto, 2005).
Heidegger, interpretando estos mismos versos propone que “el ser del hombre se funda en el habla; pero ésta acontece primero en el diálogo”, donde el diálogo es “hablar unos con otros de algo.” (Heidegger 1988). El habla no es sólo un conjunto simple de palabras ordenadas por las reglas de la sintaxis. Se entiende el habla como lo hacía Hölderlin, es decir, como una conversación. Pero una conversación es algo más que hablar unos a otros acerca de algo. Una conversación, además de hablarnos, debe sostener y realizar el oírnos; oír unos de otros, oír al otro, a lo otro. Sólo al oírse mutuamente es posible llegar el uno al otro. El hecho de oír al otro, si se lo hace a conciencia y con verdadera entrega, trae consigo la transformación de quien oye. De hecho las palabras conversar y convertir tienen la misma raíz.
El oír sincero es aquel que recibe lo que se oye para incorporarlo en lo propio, y así continuar, después de la conversación, con algo demás, con algo que antes no se tenía. Con-versar podría ser ubicar lo oído como palabra esencial, es dedicar el habla al hallazgo de las intimidades de las personas. Por eso Hölderlin sostuvo que toda nuestra existencia es portada en la conversación. Somos una conversación; que es cuando la palabra –la palabra esencial– relaciona lo uno con lo otro, a él con ella, a ella conmigo, a nosotros con ellos y con el mundo: “la unidad de este diálogo consiste en que cada vez está manifiesto en la palabra esencial el uno y el mismo por el que nos reunimos, en razón de lo cual somos uno y propiamente nosotros mismos” (Heidegger 1988). Por eso lo que se propone hacer con la poesía, poetas y oficiantes, es oírla. En esa relación de conversación o diálogo sucede la posibilidad de disputar (“sin esta relación es también justamente imposible disputar” (Heidegger 1988), y, según Alberto Cruz: "¿Qué es debatir? Conversar, exponer puntos de vista distintos, una discusión constructiva, argumentar, traer a la mesa una realidad… En el fondo, debatir es permanecer abierto y lo que hacemos en América, es tratar de permanecer abiertos."
En cuanto toda disputa tenga y contenga la posibilidad de transformar a quienes disputan. Para disputar es menester reunirse con lo otro, los otros, eso que Octavio Paz llamara la ‘otredad’.
Por otra parte, el arquitecto y profesor Patricio Cáraves otorga a la hospitalidad la posibilidad de ser “aquel acto que el hombre realiza a partir de un encuentro. Así como lo primero de un encuentro entre dos personas, es saludarse, cruce de palabra y gesto que crea lugar.” (Cáraves, 2007).
El pueblo de las mesas
Godofredo Iommi consideraba a los ciudadanos abiertos (y a una comunidad poética en general) como “un pueblo de palomas”, en referencia a dos citas: el verso de Rimbaud “L'Aube exaltée ainsi qu'un peuple de colombes” (del Alba exaltada como un pueblo de palomas) (Rimbaud and Jové 2003) y citando a Nietzsche en el sentido que “es a paso de paloma que se acercan los pensamientos que gobiernan el mundo” (Iommi 1984). Alberto Cruz C. y el propio Iommi, en sus clases, también se referían a este ‘pueblo’ comparándolo, como hiciera Lautreamont con la poesía, con una bandada de estorninos:
Es el vuelo de una bandada de pájaros, que no vuela en ‘V’, por ejemplo, ni cómo muchos pájaros; como suelen pasar los patos que pasan por aquí unos tras otro, sino que vuelan dentro de una esfera. Dentro de la esfera los pájaros la cruzan, en todos sus diámetros, continuamente, al punto que uno mirando un pájaro pudiera pensar que la esfera no avanza. Y sin embargo, dentro de esta multiplicidad de movimientos la esfera se desplaza. Esta complejidad la frase aún no la ha conquistado. (cita a la grabación)
.
Estas dos metáforas de aves han sido utilizadas por los propios académicos y de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la PUCV y los ciudadanos abiertros para referirse a sí mismos, y han sido usadas por otros autores para hablar sobre la Ciudad Abierta. Sin embargo existe otra metáfora más adecuada, que hasta ahora no ha sido enunciada apropiadamente, para describir la forma de este pueblo de ciudadanos abiertos. En un acto poético de la Ciudad Abierta (del cual no hay referencia exacta), el poeta Carlos Covarrubias dijo que los ciudadanos abiertos eran “el pueblo de las mesas”. Esta imagen se ajusta mejor a cómo se pretende ejercer la hospitalidad en la Ciudad Abierta; de hecho es un reflejo de cómo esta comunidad la ha puesto en práctica desde sus inicios.
El Origen de la Hospitalidad
La hospitalidad nace con las rutas como una virtud que se ejercita con los peregrinos, los viajeros, acogiéndolos y prestándoles debida asistencia en sus necesidades. Ya en los antiguos caminos de Persia y luego en todos los que conducen a Roma debían existir lugares, distanciados por la duración de una jornada de viaje, que recibieran a los peregrinos. Por ejemplo La Caupona, de baja estofa frecuentada por vagabundos, prostitutas y viajeros pobres (Smith and Anthon 1870). La Tabernae, más parecidas a un hostal moderno (Smith and Anthon 1870). Las antiquísimas Locanda, también posadas y albergues de peregrinos, que conservan este nombre y función hasta hoy. Finalmente existieron las Mansio. Literalmente mansio, deriva de manere (que significa “lugar donde pasar la noche durante un viaje”) y eran paradas oficiales en una calzada romana, mantenida por el gobierno central para el uso de oficiales y hombres de negocios a lo largo de sus viajes por el imperio. Las mansiones estaban bajo la gerencia y supervisión de un oficial denominado mansionarius (Smith and Anthon 1870), de ahí al que se conoce como mesonero; el que tiene a su cargo un mesón. Este es el elemento que tenían todos estos lugares en común: el mesón. Lo primero de la hospitalidad es la existencia de un mesón, cuya principal característica es que además de servir como la mesa, sirve a la reunión de extraños reunidos en una ruta. No sólo se ocupa en la comida y la bebida, sino que provoca el encuentro de los huéspedes. La forma de ese encuentro no es otra que la conversación. En idioma español el huésped es al mismo tiempo el que es acogido y el que acoge; el que es recibido en la casa ajena como el dueño de casa. Se llama huésped al que hospeda y al hospedado.
La Mesa en la Ciudad Abierta
El primer edificio construido en la Ciudad Abierta, a comienzos de los años setenta fue la ‘Sala de Música’, recinto que subsiste hasta hoy en pleno uso (fig. 2). Por programa este edificio fue construido para la música, y la ha albergado en incontables oportunidades. Sin embargo, después de casi cincuenta años, el elemento principal que allí destaca no son ni instrumentos ni la posibilidad que tiene la sala de afinarse mediante sus paneles móviles: son sus mesas blancas. La ‘Sala de Música’ existe y se sostiene desde el inicio no porque allí se haya cuidado la música, no obstante la belleza, frecuencia o importancia de los intérpretes y los conciertos allí realizados, sino porque allí han sido dispuestas las mesas. Y en un número y disposición tales que puedan ser mesón. Allí los ciudadanos abiertos hacen de mesoneros (incluso con turnos establecidos, una vez a la semana, durante todo el año, desde hace décadas) y en ella son acogidos ellos mismos y los otros. Aunque por otra parte no puede ser coincidencia que una sala de música se preste para dar cabida a la conversación, puesto que esa musa pide, primeramente, la capacidad de oír; ser, antes que nada, auditorio. Aunque hay un más bello nombre para aquellos que prestan su oído libre y desinteresadamente a algo, sin esperar ni reconocimiento ni crédito por ello: Oyentes.
La ronda de las mesas
He aquí además la severa implicancia de la no propiedad; al igual que el mesonero, cada habitante de la Ciudad Abierta no es dueño de la hospedería que ocupa, sino que es huésped en ella. Cada habitante está en la misma condición que aque- llos que son recibidos al paso. Y cada habitante pretende dedicar su habitar a que en su mesa se produzca la conversación: “Vivir en hospederías ejerciendo la hospitalidad, ha llevado a concebir la mesa como espacio arquitectónico, es decir pensar – proyectar el vacío de la estancia desde la mesa.” (Cáraves, 2007)(fig. 3).
Así comienza lo abierto. Sin embargo, esto es precisamente sólo el comienzo.
La conversación que acontece en las mesas es el encuentro de los huéspedes no sólo en la fraternidad o en el saludo, sino también en los oficios. Ese encuentro ha sido llamado Ronda. Esta es muy distinta del trabajo en equipo, pues este último es una organización en la que cada componente tiene una función específica y acotada, en la que se actúa coordinadamente para un fin predeterminado; ya sea la obtención del triunfo deportivo o la conquista de un logro. Una ronda, en cambio, tiene el aire festivo y libre de los juegos, donde los seres son enlazados por el mismo pan y el mismo sueño (imágenes). La fiesta ‘ronda’ allí:
donde
– ya sin pertenecernos ni vínculos aún pocos seremos
multitud descompuestos descarados –
ronda la fiesta (varios autores 1967)
Habiendo dejado de pertenecerse es el grupo convertido, conversación mediante, en algo diferente que la sola suma de individualidades. Y no importa si el grupo está compuesto por muchos o por pocos. El rostro de cada cual ya no es la expresión exclusiva de la individualidad (fig. 4). En esta Ronda de los oficios los participantes han de estar disponibles y dispuestos para asumir y abocarse a cualquier tarea o labor, sin distinción de rango, para mantener abierta la vigilia y compartir la guardia del nacimiento del tiempo de lo abierto; la que cuida el debate de los oficios, lejos de su especialización. En la Ronda cada cual es centinela del goce de la obra hecha por todos.
La hospitalidad puede suceder en cualquier ruta o lugar. ¿Cuándo y dónde ha lugar la hospitalidad? El propio Hölderlin lo dice en su poema Der Gang aufs Land, que fue leído en los actos de apertura de los terrenos de la Ciudad Abierta, en 1971:
Venimos a consagrar con palabras plenas de sentido
este suelo elevado, donde un sagaz mesonero
construye una casa para que sus huéspedes
puedan contemplar y saborear, como el más bello
de los espectáculos, el panorama de esta rica comarca.
(Hölderlin 1995)
Der Gang aufs Land no es una excursión al campo, ni una ‘salida a terreno’. Es la Tierra abierta y disponible al obrar de los oficios, pero a su vez augurando sus advertencias. La humanidad es apenas un soplo minúsculo en la vasta historia de la naturaleza y sean cuales sean sus acciones ella seguirá su curso. Con o sin la humanidad. Así ha sucedido desde la noche de los tiempos y así continuará allende las edades del universo. Tal humildad ajusta los proyectos humanos y propone una Tierra lábil con cuyas transformaciones es posible unirse en un acuerdo breve, lúcido y potente. En ese acuerdo la humanidad acepta que todos sus esmeros convertirán a la Tierra en jardín sólo si se deja que todos vengan a él.
La mesa y la fiesta
El arquitecto P. Cáraves ha postulado “proyectar el vacío de la estancia desde la mesa” en la Ciudad Abierta. Luego este elemento, más propio del diseño, también ha sido construido a través de una abertura original. Lo primero es decir, aunque sea obvio, que una mesa no es simplemente un “mueble, por lo común de madera, que se compone de una o de varias tablas lisas sostenidas por uno o varios pies, y que sirve para comer, escribir, jugar u otros usos” (RAE 2015). El diseñador industrial Ricardo Lang ha propuesto que una mesa es la construcción de un acto de celebración. Esta celebración es “el ritmo que pulsa la pura posibilidad de hacer visible esa ocasión y no otra de los hombres allí convocados. A eso hemos llamado Acto.” (Lang, 2008). Para que ello ocurra es preciso concebir cada celebración como un ‘cada vez’, es decir, construyendo objetos “efímeros, leves, para ser usados una sola vez”, “objetos que son aparecimiento y no solución” (Ibíd) (fig. 5). La celebración así concebida es un modo del obrar, y se desarrolla en Ronda, junto a maestros, estudiantes y huéspedes. “Docencia y trabajo estrechamente ligados a las dimensiones del oficio, el arte y la poética de lo abierto” (Ibíd). Una mesa es ocasión de crear no sólo el objeto mismo y su acontecer cada vez con una nueva propuesta y nuevas formas, sino el ejercicio directo de la hospitalidad a través de dar existencia a la verdadera fiesta de la condición humana.
Conclusiones
El cuento del gigante egoísta es una metáfora potente para quienes anhelan fundar ciudades abiertas; la Tierra no sólo niega sus dones a quien no es capaz de ofrecerla en plena hospitalidad, sino que lo castiga con su esterilidad y con la fuerza desgarradora de lo inhóspito. ¿Son entonces, los terrenos y el ámbito de la Ciudad Abierta, ese jardín posible? ¿Ha sido abierta enteramente al juego de todos, a la llegada de los otros? La poesía propone así que todos son huéspedes en la Ciudad Abierta, por eso los residentes permanentes habitan en hospederías y no en casas (fig. 1). El modo de habitar las hospederías nace en esa misma clase de encuentro, por eso lo primero de ellas es una mesa: “La Hospedería es “un espacio abierto a recibir al otro, el que pasa a ser un huésped y, para oírlo se lo recibe en la mesa blanca, que es el sitio donde todos los ahí sentados, están por igual” (Cáraves, 2007).
The Open City or the People of the Tables
The following english version is from 2017 and is a chapter of the doctoral thesis of Jaime Reyes "Metáforas poéticas para la construcción de los oficios." Notes and sections have been added for this occasion.
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During his classes and his work in general, Godofredo Iommi pretended the existence of a poetic people, in the sense of a group of people united by a poetic nationality. Iommi called it, at first, the people of doves: "for this people of doves builds itself, palpating through multiple paths that our roots are in the air" (Iommi and Cruz, 1983a, p. ). The name comes from the poem "Le Bateau ivre" by Rimbaud:
I have come to know the skies splitting with lightnings, and the waterspouts
And the breakers and currents; I know the evening,
And Dawn rising up like a flock of doves,
And sometimes I have seen what men have imagined they saw!
(Rimbaud e Jové, 2003, Trad. del autor)
The doves also speak of a certain meekness, as Iommi puts it: "Federico Nietzsche said: in silence, like a dove step is how the thoughts that rule the world are approaching" (Iommi, 1982a, p.16). Iommi mentions a metaphor of Lautreamont to explain "how his poetry is, and compares it with the flight of the starlings. It is the flight of a flock of birds, which does not fly in 'V', for example, nor how many birds"(Iommi, 2016, chapter 1, part 2) and how poetry has not yet reached that exact complexity. In this School and in the Open City, the "town of starlings" was spoken of, especially by mentions of Alberto Cruz, although Iommi himself later wrote a poem, entitled Starlings, with a complex graphic, in the manner of a pattern of Pentagram for the diction of the verses. The people of doves or starlings are metaphors intended to visualize a form for a group; Shape the identity and belonging of people to a group or community.
Today the game of these metaphors has continued and a new form has been configured for this community, based on these of Iommi, but re-illuminating them with the light of experience and becoming. That is, trying to glimpse what has really happened to the Open City and the School as a people, after so many years. During a poetic act, probably in the late nineties, the poet Carlos Covarrubias treated the Open City as the 'people of the tables'. This is a new name for the shape of this people and in turn refers to the tradition itself. This is because in the dwelling in hospederías there is the celebration of the meeting between guests through the table. The architect Patricio Cáraves has postulated "projecting the emptiness of the room from the table" in the Open City (Cáraves, 2007, p.21). Then, this element, more typical of the design, has also been constructed through an original opening. The first is to say, of course, that a table is not simply a "piece of furniture, usually made of wood, which consists of one or several smooth boards supported by one or more feet, and which serves to eat, play or other uses "(Real Academia, 2007). Industrial designer Ricardo Lang V. has proposed that a table is the construction of an act of celebration. And he has brought this proposal into practice in multiple events and circumstances, with a few persons or crowded audiences, making the celebration an office and a mode of design. This celebration is "the rhythm that pulsates the pure possibility of making visible this occasion and not another of the men there summoned. This is what we have called the Act. "(Lang, 2008, p.16).
For this to happen, each celebration must be conceived as an 'every time', that is, by constructing objects "ephemeral, light, to be used only once," "objects that are appearance and not solution." (Ibid, p. ). The celebration thus conceived is a obra (work), and takes place in Ronda (an easy translation of ronda is the children game, when they sing and dance in a circle holding hands), together with teachers, students and guests. "Teaching and work closely linked to the dimensions of the craft, art and the poetics of the open." (Ibid). A table is an opportunity to create not only the object itself and its happening each time with a new proposal and new forms, but the direct exercise of hospitality through giving existence to the true Feast of the human condition.
Since the beginning of the School and in the Open City, the Feast has had a special interest in the artistic and poetic orientations that govern the work of the institution. Already in 1963, in his Letter of Errant Iommi declared that "poetry is a feast" and added: "I say: it is necessary to obey the poetic act with and despite the world to unleash the Feast. And the Feast is the game, the supreme rigor of my freedom. Such is the poet's mission because the world must always be reappeared "(Iommi, 1963, p.7). With respect to the "supreme rigor of my freedom" we must highlight an explanation that Professor Fabio Cruz gave about the game and the Feast. Fabio Cruz was passionate about sports and always sought to have his students perform what in the School is known as the Culture of the Body. He asked his students how they would prefer to play football, if in any space, with teams of undetermined players, with a rubber ball, with no time limits and so on. Or play in a field of grass bounded strictly by lines, with eleven players in each team, dressed in distinguishable colors, with arches with nets and size of regulation, in short, with all the rules of the game. The natural response was always the preference for the second option. He then asked why people chose a situation full of restrictive rules, which could be considered as a situation that limits freedom. Then he proposed the paradox: while more precise rules, the better the game; It is precisely the strict observance of the rules that allows the beauty of the game to emerge. And such beauty can not arise if players do not have freedom. All the creativity of the game depends on respect for its rules. Fabio Cruz proposed that this conception of the game could be an analogy of life and existence itself; The game, thus considered, was a true Feast, for it was the event of a time and a space entirely dedicated to celebrating that creative freedom of human beings. Likewise, any creative Feast of reality also depends on a series of rules of the game, true Feast is not debauchery, it is not absence of rules, but the construction –through the offices– of the possibility of celebrating one's own human condition .
Ricardo Lang also suggests that this people of the tables begins to manifest itself as such when the School embarks on the Travesias in 1984. This experience of travel and work with the workshops of the offices entails, among others, the need to feed a large group of people in, many times, extreme conditions. The Travesias can travel to places where there is no infrastructure or supply markets, and where the climate is inhospitable, so that the enterprise of the trip and the work must anticipate and provide everything. Then, especially design, through projects of the las years students, and workshops, is committed to the development of objects necessary for eating; Tables, benches, kitchens, utensils, etc., transportable and ductile to different conditions. Then strategies and programs are developed so that it looks in splendor not only the act and gesture of eating in terms of form, but also plays the fact of the food itself as a good diet. Finally, it is about that both, the food and the objects involved, allow food to become a Feast. Lang proposes that eating is not an extra activity, even when delicately cared for, but that eating itself becomes a matter of study and a primordial dimension within the calculation of any Travesia.
On the other hand, this conception of the people of the tables is coherent with the ideal of the hospitality, enunciated like one of the potentialities of the Open City.
From its beginnings the Open City set out to give course or to accommodate to hospitality like main virtue of its own existence. In theory, this hospitality was raised in many ways, but this hospitality has been exercised, decidedly, at the tables of the Open City.
The Open City was born to give hospitality course and this remains at the origin of all his works. But it is not a formal mandate but the main act that seeks to organize the meeting of work, life and study.
The first explanation is found in the words of Alberto Cruz C. that Godofredo Iommi collected as a definition for poetic hospitality: "What is poetic hospitality? A phrase in the mouth of Alberto Cruz, many years ago, is the following: "The ability to hear." (Iommi, 1978, chapter 2). Then the poet adds that for this kind of hospitality to exist, it is necessary to listen with innocence. It is innocence "insofar as to hear is not to listen when it is already decided, but to allow the other to meddle in the discourse itself with decision or split" (Iommi and Cruz, 1983a). But the end of poetic hospitality goes further, it is not enough to allow the intervention of the other in the discourse itself, but open the possibility that the other is along with the own. Open yourself to a transformation. On the other hand "this is a fragile and gratuitous hospitality because it is essentially unreachable, opens only to free mutual consent. Weak and defenseless, always on the verge of appearing and disappearing. "(Ibid, note 12). What is it really to hear the other? How is that capacity exercised?
One of the threads to follow to find the origin of this poetic idea comes from the German poet Friedrich Hölderlin, whose poems were read in the opening acts; Says Hölderlin, in the second sketch, in verse, of his poem Friedensfeier (Feast of Peace):
Viel hat erfahren der Mensch. Der Himmlischen viele genannt,
Seit ein Gespräch wir sind
Und hören Können voneinander.
Denn siehe es ist der Abend der Zeit.
"Man has experienced much. Many celestials have appointed, since we are a dialogue and we can hear from each other.(Onetto Muñoz, 2005, p 71).
Heidegger, interpreting these same verses, proposes that "the being of man is founded on speech; But this happens first in dialogue, "where dialogue is" talking to one another about something. "(Heidegger, 1988, p. Speech is not just a simple set of words ordered by the rules of syntax. Speech is understood as did Hölderlin, that is, as a conversation. But a conversation is more than talking to each other about something. A conversation, in addition to speaking, must sustain and realize the hearing; Hear one another, hear the other people, the other (understood as substance). Only by hearing each other is it possible to reach each other. The fact of hearing the other, if it is done consciously and with true dedication, brings with it the transformation of the one who hears. In fact the words converse and convert have the same root (in spanish).
To hear sincere is to receives what is heard to incorporate it into our own, and thus continue, after the conversation, with something else, something that was not previously there. To converse could be to locate the heard as an essential word, is to dedicate speech to the discovery of the intimacies of people. That is why Hölderlin maintained that our whole existence is carried in the conversation. We are a conversation; Which is when the word –the essential word– relates one to the other, to him with her, to her with me, to us with them and to the world: "The unity of this dialogue is that it is increasingly manifest in An essential word, the one and the same by which we gather, for which reason we are one and properly ourselves. "(Ibid, 134). That is why what is proposed to do with poetry, poets and officiants, is to hear it. In this relationship of conversation or dialogue happens the possibility of disputing "without this relationship is also exactly impossible to dispute" (Ibid, 135).
Every dispute has and contains the possibility of transforming those who dispute. In order to dispute it is necessary to meet with the other, the others, what Octavio Paz called the 'otherness'.
On the other hand, the architect and professor Patricio Cáraves gives to the hospitality the possibility of being "that act that the man realizes from an encounter. Just as the first of a meeting between two people, is to greet each other, a word crossing and a gesture that creates a place "(Cáraves, 2007, p.21).
Hospitality is born with the routes as a virtue that is exercised with pilgrims, travelers, welcoming them and providing them with proper assistance in their needs. Even on the ancient roads of Persia and then on all those leading to Rome there should be places, distanced by the length of a journey, where the pilgrims are received. For example La Caupona, of low stool frequented by vagabonds, prostitutes and poor travelers (Smith and Anthon, 1870, p. The Tabernae, more like a modern hostel (Ibid, p.943). The ancient Locanda, also inns and hostels of pilgrims, which retain this name and function until today. Finally the Mansio existed. Literally mansion, it derives from manere (which means "place where to spend the night during a trip") and they were official stops in a Roman road, maintained by the central government for the use of officers and businessmen throughout their trips through the Empire. The mansions were under the management and supervision of an official named mansionarius (Ibid, p.615), hence the so-called, in spanish, mesonero (innkeeper); The one in charge of a mesón (a big table). This is the element that had all these places in common: the mesón. The first thing about hospitality is the existence of an mesón, whose main characteristic is that in addition to serving as the table, serves the meeting of strangers gathered on a route. It not only deals in food and drink, but also provokes the meeting of guests. The form of that encounter is none other than the conversation. In Spanish the guest (huésped) is at the same time the one who is welcomed and the host; The one who is received in the house of others as the owner of the house. In Spanish, the name huésped is for the person who receive a guest and also for the person who is hosted.
The first building built in the Open City in the early 1970s was the Sala de Música (Music Hall), and it remains in full use today. By program this building was built for music, and has housed it in countless opportunities. However, after almost forty-five years, the main element that stands out there are neither instruments nor the possibility that the room has to be fine tuned by the moving panels of its walls: these are its white tables. The Sala de Música exists and is sustained from the beginning not because there the music has been taken care of, notwithstanding the beauty, frequency or importance of the performers and the concerts there, but because the tables have been arranged there. And in such a number and arrangement that they may be an mesón. There, the open citizens act as mesoneros (innkeepers) (even with established shifts, once a week, throughout the year, for decades) and are welcomed by themselves and others. Although on the other hand it can not be coincidence that a Sala de Música lends itself to accommodate the conversation, since that muse asks, firstly, the ability to hear; To be, first and foremost, an auditorium (audición: hearing). Although there is a more beautiful name, in spanish, for those who lend their ears freely and unselfishly to something, without waiting or recognition or credit for it: oyentes (listeners).
Here is also the severe implication of non-ownership; Like the innkeeper, every inhabitant of the Open City is a guest of the hospedería he occupies. Each inhabitant is in the same condition as those who are received. And each inhabitant intends to dedicate his hospedería to that in his table the conversation takes place.
Thus begins the open. However, this is precisely just the beginning.
The conversation that takes place at the tables is the meeting of the guests not only in the fraternity or the greeting, but also in the offices. That meeting has been called Ronda. This is very different from teamwork, since the latter is an organization in which each component has a specific and bounded function, in which it is coordinated for a predetermined purpose; Be it the achievement of a sporting triumph or the achievement of a goal. A Ronda, however, has the festive and free air of games, where the beings are linked by the same bread and the same dream. The Feast 'round' here (Varios Autores, 1967, p. 85):
donde
– ya sin pertenecernos ni vínculos aún pocos seremos
multitud descompuestos descarados –
ronda la fiesta
(Where we no longer belong to ourselves, no ties, still few will be multitude. Decomposed, brazen. There the Feast goes on)
Bibliografía
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