El Pacífico es un Mar Erótico

De Casiopea
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TítuloEl Pacífico es un Mar Erótico
Año1984
AutorGodofredo Iommi
Tipo de PublicaciónLibro, Capítulo de Libro
EditorialTaller de Investigaciones Gráficas, Escuela de Arquitectura UCV
Edición1a
ColecciónCiudad Abierta
CiudadViña del Mar
Palabras Claveocéano pacífico, ciudad abierta, poética, phalène, constel
PDFArchivo:CCA 1984 Pacifico Erotico.pdf
Carreras RelacionadasArquitectura, Diseño Gráfico"Diseño Gráfico" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property., Diseño Industrial"Diseño Industrial" is not in the list (Arquitectura, Diseño, Magíster, Otra) of allowed values for the "Carreras Relacionadas" property.
NotaConversación sostenida por Godo en la Ciudad Abierta a propósito de la Phalène del Pacífico en 1978.

He hecho algunas reflexiones. La primera es la siguiente: ¿Por qué estamos aquí, en este lugar?

Este lugar es “Amereida”. ¿Pero qué es “Amereida” concretamente?

La pregunta se formula para poder entender por qué estamos en este lugar.

“Amereida” y este lugar se relacionan del siguiente modo. Se plantea y se descubre poéticamente el “Mar Interior” de América, digo poéticamente, porque desde el punto de vista geopolítico es una cosa muy antigua y muy conocida que el “Hinterland” de América esté deshabitado, tanto la del Norte, el Canadá, como la del Sur.

Llamarlo “Hinterland” al interior es pensarlo desde el punto de vista de la conquista y de la población. No es pensarlo poéticamente.

Llamarlo “Mar Interior” como lo llamó el cronista ya es poético, porque en la palabra mar interviene una resonancia antigua de Caos y un modo de orientación. Por otro lado, Amereida es esto: el “Mar Interior” de América. Esto lo olvidamos en la tarea de todos los días y es muy importante recordarlo porque el Mar Interior no se va a revelar nunca. Esto lo dice Amereida después de su propia travesía: mientras no se revele el Océano Pacífico el Mar Interior no se va a revelar nunca. Esto creo yo ha sido olvidado.


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El uno por el otro, el Pacífico por el “Mar Interior” y el “Mar Interior” por el Pacífico.

América va a adquirir mundialidad sólo por el Pacífico. Tiene el Atlántico y no tiene mundialidad. Sigue siendo una factoría.

Por el Pacífico va a adquirir mundialidad, pero, insisto, no va a haber Pacífico sin “Mar Interior”, como no va a haber “Mar Interior” sin Pacífico.

Dicho esto, el avance que se hizo a partir del cálculo de Amereida fue un trabajo para la Revista del Pacífico. Allí se planteó como destino específico de Chile abrirle el Pacífico a América, se entiende que el Pacífico Sur. En aquella publicación se decía esto, poco más o menos: “¡Como toda población de América vive en las orillas, nunca va a haber posibilidad de conquistar el Pacífico, digo mal conquistar; la palabra conquista pertenece a otra gente; de adherir el Pacífico, de comprender el Pacífico; si no es con la totalidad de América!”. Esto creó inmediatamente una situación conflictiva. Ningún país puede arrogarse por sí solo la posibilidad de la mundialidad de América. La única posibilidad de comprender el Pacífico es con toda América.

A raíz de eso, nosotros, después de una larga discusión elegimos este lugar, éste, concretamente éste, al borde del Pacífico, en un Pacífico duro, tan duro que la playa que tenemos, una de las mejores de Chile, no se puede usar y ni la usamos nosotros. Ese es el Pacífico que nos va a revelar el “Mar Interior”.

¿El método? Mi método y el de muchos más que yo es la “Phalène”. Hicimos una “Phalène” del agua. En ella se habló del agua potable, el agua potable es un invento. Es inexistente, es un invento...

El agua potable es tomar un agua y transformarla en un invento humano, que por milagro se abre la llave y sale agua. El agua no corre así sobre la tierra, el agua natural, escurre; no viene cuando uno la llama, ni se va cuando uno la despide. Ese es el invento del agua del murmullo ¿no es cierto?

Pero llegamos a un agua, cuando hicimos la “Phalène”, que se llamó “agua imposible”, era el mar.

En la apertura de los terrenos, cuando llegamos al mar, en esa ágora no puntual, sino de trayectoria que Alberto Cruz inventó el día de la inauguración de los terrenos; Alberto llegó a la orilla y dijo: “en vez de hacer un molo, vamos a hacer un fiordo. Vamos a darle entrada al mar”. Eso es una apertura, y ahí quedó esa palabra y no sabemos qué significa. Y hay que respetar no saber qué significa. Si es que hay que hacer realmente un fiordo u otra cosa. Pero lo que es indudable que esa es una palabra sobre el mar.

La segunda palabra sobre el mar fue dicha en la “Phalène” de los Proyectos de Títulos, que duró todo un día y una vigilia; cuando entramos masivamente al Pacífico. Y después la llegada de la ballena, la ballena emergiendo aquí. ¿Por qué la ballena? A mí me tocó mucho puesto que efectivamente para los norteamericanos Mar Pacífico es la ballena blanca, es Moby Dick, signo de aventura, de muerte y poesía.

¿Entonces, qué pasó? Hicimos una tercera Phalène ese día. Ahora ¿qué pasa con la “Phalène”? Pasa algo muy curioso, desde el primer día que se hizo una “Phalène” en el año 1952 hasta hoy. Después de hecha la “Phalène”, lo que era habitual entre nosotros en Europa era una discusión, discusión terrible, una verdadera lucha, una verdadera pelea. ¿Qué pasaba? Había una segunda lectura. Se obraba la “Phalène” y después se leía lo obrado. Entonces los pintores decían de pronto: “esto no tiene nada que ver con la pintura”, los escultores decían: “esto es un signo, no una escultura”. Los poetas decían: “pero esto no tiene nada que ver con la poesía, yo reniego de lo que dije, me parece vulgar y banal”.


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Y de golpe todo se recogía y había un cambio de plan, radical. No era más el plano anterior, en que las cosas se configuraban dentro de cierto orden, aparecía otro orden y por lo tanto parecía desorden. Pero había lectura.

A mí me pasó lo mismo. Yo leí por azar en segunda lectura, por ejemplo, específicamente la “Phalène” del Mar y por eso puedo decir hoy una palabra nueva sobre el Pacífico, absolutamente nueva para nosotros, una palabra que no tiene nada que ver con la conquista, no tiene nada que ver con, pongo un caso, con que Chile sea un país del Pacífico gracias a la explotación del “krill”. No hace mucho que las ballenas habían disminuido y el “krill” abundaba. Entonces se pensó que el “krill” podía sustituir el cobre, pero repentinamente las ballenas se reprodujeron y se comieron todo el “krill”. Estas son modos de la conquista. Nosotros no tenemos nada que ver con eso, nosotros sólo podemos ver poéticamente. El resto, sabe Dios lo que va a ser. Yo leí de nuevo el Pacífico y el Pacífico que leí es éste, lo leí en las fotografías, no lo leí antes.

¿Qué pasa en esta foto?... salen del mar cuatro niñas y digamos, alguien detrás.

¿Qué pasa en esta otra foto?... las niñas son coronadas.

¿Y qué pasa en esta otra foto?... todos avanzan hacia la costa ¿y qué hay en la costa? Todos los amigos que en cada detención gritan: “¡Evoe!” “¡Evoe!”... canto con que se saluda a Dionisios.

Entonces caigo en la cuenta. El Pacífico es un mar Erótico. Erótico, en verdad no sabemos qué quiere decir. No tengo la menor idea. Entonces como primera medida hay que llamar a alguien, amigo nuestro, filósofo que nos hable del Eros en los filósofos griegos, por ejemplo, en Platón. ¿Qué es el Eros? Hace muchos años, una vez en la Universidad yo dije: “Esta es una Universidad Erótica” y se produjo un escándalo mayúsculo porque toda la gente entiende por Erótico cualquier cosa. Pero lo real es que el Pacífico en la lectura de la “Phalène” como abertura es un Mar Erótico, un Mar del Eros. Que no es el Atlántico, sino concretamente lo que nosotros hemos abocado.

¿Qué es el Eros? Hay que llamar a alguien. Un filósofo amigo. No sé cómo, ustedes verán y que él en varias sesiones, en muchas o pocas exponga, cante y diga lo que es el Eros. Yo tengo recuerdos antiguos de eso, hay una palabra clave en el Eros que es “Mania”, estado intermedio entre lo normal y lo estático. La “Mania” como si el Pacífico fuera un inmenso mar de Maniáticos, pero en el verdadero sentido de la palabra. Hay que abordarse, por lo tanto, a reflexionar en común el Eros.

¿Qué pienso yo? Esto. Estamos aquí en este lugar, en esta ubicación debido a ésto, no a otra cosa. Esta cosa por lo cual estamos la podemos olvidar, si quieren, la podemos cambiar, somos libres, pero la RAZÓN POR LA CUAL SE COMPRARON ESTOS TERRENOS y se está en esta orilla, en esta arena, no es nada más que por el Pacífico y el Mar Interior y la RAZÓN está grabada en el ágora de Tronquoy. Una de las barras apunta a la capital de América, que nosotros proclamamos, Santa Cruz de la Sierra. Esto no puede ser olvidado porque este es el DESTINO en que nosotros nos enrolamos, aparte del mundo. La vivencia americana es: “Pacífico por Mar Interior - Mar Interior por Pacífico: Santa Cruz de la Sierra”.


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Nosotros, a diferencia del folklore, a diferencia de los nacionalistas, a diferencia de todos los hispanoamericanistas, a diferencia de los indigenistas, hemos dicho y hemos sostenido a muerte que recibimos la herencia europea. El problema concreto es saber qué hacer con esa herencia.

La grandeza de los yanquis es que con la herencia de emigrantes obligados, los negros, hacen Jazz y a mitad del siglo pasado tienen poetas gigantescos cuando nosotros no tenemos nada. Con la herencia inglesa ellos son capaces de crear un nuevo fulgor poético. Nosotros, a mitad del siglo pasado no tenemos nada, absolutamente nada. Pero nosotros reclamamos esa herencia.

Esa herencia es desde el primer día de la fundación de los terrenos, la presencia de los europeos. Nunca jamás le hemos cerrado el paso. “Amereida” se hizo con ellos y François Fedier vino especialmente de París a leer el poema de Hölderlin, arriba donde ahora está la estatua, insisto, vino exclusivamente para leer el poema de Hölderlin, poema de lo abierto que había cantado Hölderlin bajo cuya luz nosotros inauguramos la “Ciudad Abierta”.

Yo quiero restablecer ese nexo que la configuración del mundo actual no nos ha permitido mantener. Es preciso que ese nexo vuelva a entrelazarse, vuelva a existir y tengamos siempre la ESCALA REAL DE LO QUE ES PENSAR, DE LO QUE ES EL ARTE, DE LO QUE ES LA CIENCIA (que hoy día es planetaria). NO PODEMOS QUEDAR AISLADOS.

Propongo realmente lo siguiente, la gran “Phalène” del Pacífico. No sé lo que estoy diciendo. Pienso así, por pensar algo y lanzarlo al aire, pienso en una gran travesía nuestra desde aquí, a Sidney o al Polo, o adonde sea, haciendo “Phalènes” en medio del mar, en vez de conquistas, en vez de radiografías de las aguas, en vez de cálculos... puramente, gratuitamente haciendo “phalènes”... “Phalènes”... y “Phalènes”. Yo no sé cómo se hacen las “Phalènes” del mar. Sólo he hecho tres en mi vida. Una, mar adentro, en Bretaña. Con una sola variante, aparte del poema botado en la botella sellada, que fue la de echar al mar, fuera de la costa, una innumerable cantidad de globos de colores, que se perdían en la distancia. Yo no sé como se hacen las “Phalènes” del mar, pero propongo como apertura, como rotura, una gran “Phalène” del Pacífico, así como hicimos la gran “Phàlene” de “Amereida” en el año 1965. La preparamos durante este año. A lo mejor hay que hacerla en avión, o en barco, o en balsa, o a lo mejor a nado, o a lo mejor en bote, no tengo la menor idea. Como no tenía idea cuando hicimos la travesía de Amereida.

Terminó haciéndose en cuatro ruedas, es decir, ni a pie ni a caballo, como se soñaba, ni en avión como se esperaba, sino en una situación intermedia. Lo que yo propongo concretamente es esto. La Ciudad Abierta hace la “Phalène” del Pacífico.

La segunda reflexión que he hecho es sobre otro punto radical nuestro, de nuestra existencia como “Ciudad Abierta”. Es sobre lo que yo llamo “La Ley” ¿Cuál es la “ley”?

La “ley” está escrita, es exacta, es precisa, no hay alternativa. No hay propiedad privada. Pero esto es muy complicado porque uno piensa que la propiedad privada es una propiedad. La propiedad privada se lleva en el corazón. No hay propiedad privada, yo doy o dejo que me quiten. Dejo que me quiten.

No hay “ley” del “todo o nada”. ¿Qué quiere decir esto? Es muy sutil y para mí es una de las cosas más queridas. ¿Qué quiere decir no hay “ley” del “todo o nada”? Es terrible, puesto que todo el lenguaje, todo está construido sobre esto: “si-no”, “blanco-negro”, “arriba-abajo”, “izquierda-derecha”... todo el lenguaje está construido así. Así pensamos.


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La “ley” del “No todo o nada”, propone lo contrario, no pensar así, es decir, renunciar a pensar si es “si-si”, si es “no-no”; sino dejar que la cosa emerja como ella es, sin cortarle las alas y por lo tanto, con el máximo amor, en torno a él, como sea ama una flor, se ama a un hijo, se ama a un amante o se ama a un amigo. Nada entonces de “todo o nada”. O hacemos esto o nos hundimos. Hay que detenerse a pensarlo un poco más, puesto que no es posible plantear, con la mejor intención, que la cosa sea “A” o “B”.

Veamos un poco, ahora, de la “Hospitalidad”.

El mundo está lleno de hospitalidades. Una vez hicimos una gran ágora de la hospitalidad, en la Escuela. La hospitalidad en Grecia era sagrada. Una de las leyes de la tragedia es: “Aquél que viole la hospitalidad...” Paris viola la hospitalidad de Menelao y se lleva a Elena: Guerra de Troya.

Los Benedictinos, desde San Benito en adelante “construyen” la hospitalidad en el mundo. Pero la nuestra es muy especial, es una hospitalidad poética. ¿Cuál es la hospitalidad poética?

Una frase en boca de Alberto Cruz, hace muchos años, es la siguiente: “La capacidad de oír”.

¿Qué se necesita para oír al otro? Oírlo con inocencia, es decir, yo lo oigo y me parece que es un pícaro, pero borro la idea de pícaro y lo sigo oyendo con inocencia, seguro que lo que va a decantar, a pesar de la “picaridad”, va a ser más real lo que yo oiga que lo que él intente engañar. La hospitalidad real entre nosotros es esa, la capacidad de oír al otro.

Y por último, la no violencia ofensiva. Esto empieza por nosotros mismos. Lo peor que nosotros hacemos todos los días es que nos hacemos violencia a nosotros mismos, nos hacemos una violencia salvaje, porque nos encontramos miserables o nos encontramos que nos hemos equivocado o que debiéramos haber hecho esto y no esto otro; siempre nos hacemos violencia a nosotros mismos.

Una de las leyes claves de la “Ciudad Abierta” era la renuncia a la violencia para con los demás. No nos ofendamos más a nosotros mismos. Esto quiere decir lo siguiente: sea el que yo sea, con tal oficio o ninguno, bello o feo, alto o bajo, basta que me reconozca dulcemente que soy así para que florezca la plenitud del ser y no haya diferencia entre un genio y un tonto. Si el tonto es capaz de reconocerse tonto, florece como tonto y es igual en brillo, en lustre, en esplendor que el genio que esplende como genio. Esto es verdaderamente no hacer violencia ofensiva y éste es el verdadero secreto de la apertura o libertad.

No olvidemos que hay una “ley” en la “Ciudad Abierta”, no podemos olvidar ésto, si quieren la modificamos, pero la que hay es ésta.

Estoy hablando de principios generales, el primero que los viola soy yo. Todos los días ¿no es cierto? No estoy dando ninguna lección porque si fuera así, me la estoy dando a mí mismo.