EAD4220-01 Seminario América 2. Rosario Muñoz Araya. Tarea 2

De Casiopea



TítuloEAD4220-01 Seminario América 2. Rosario Muñoz Araya. Tarea 2
AsignaturaSeminario de América
Del CursoSeminario de América II (2021 2º semestre)
CarrerasDiseño, Magíster
2
Alumno(s)Rosario Muñoz Araya

La palabra como sentido del quehacer en la obra

Introducción

El siguiente texto reflexiona con base a diferentes lecturas que han sido parte de nuestro quehacer en la Escuela de Arquitectura y Diseño de la PUCV, estas son fundamentales para dar forma a nuestros oficios, fundamentos e intenciones. Las obras y reflexiones que suceden a lo largo de la carrera tienen gran influencia de distintas observaciones realizadas por académicos de la facultad, tal como Godofredo Iommi, Alberto Cruz, entre otros, durante los largos años en que formaron a la escuela de hoy en día.

Como alumnos de lo contemporáneo, tenemos el privilegio de contar con grabaciones de clases magistrales que cuentan con más de 20 años de antigüedad, una de estas cintas fundamenta las reflexiones del siguiente texto, denominado "la moral poética", una clase magistral de Godofredo Iommi M., a propósito de la Moral Poética, en la recepción a los alumnos, en marzo de 1980. De la siguiente clase se pueden destacar una serie de frases que abrirán una reflexión sobre los oficios, la palabra, el quehacer y la capacidad de nombrar en la escuela.

La moral poética[1]

[...]Ethos es en sustancia la apertura del ser, el ser que se abre y se expande para mayor luz, para que esplenda todo lo que es posible que esté contenido en el. [...] Entonces la sed de placer infinito es también el fundamento del rigor moral. [...] Aquí la obra parte de una disputa secreta que hay que descifrar. [...] Un artista no hace todos los días la máxima obra. [...] El amor sublime, o de la divinidad, es el verdadero dueño y el verdadero autor de cualquier obra que sea buena o bella.

Desde la experiencia en el quehacer

La preponderancia de la obra va ligada a la pasión que se le otorga, la intención definirá su resultado y abrirá paso a la contemplación, si bien esto es un hecho personal, su éxito lo considerará sólo su creador. En cierto punto comienza el cuestionamiento de cuál o cuales son los objetivos de plantearse estas metodologías, para el que hacer del diseño o la arquitectura, si en otros establecimientos u otras escuelas en un mínimo tiempo, de manera más ágil pueden conseguirse las mismas cosas, pero no es hasta que uno vive su obra, se involucra con ella, se apasiona que se llega a su plenitud. Estar en obra y hacer obra debe contener los sentimientos de su artista y su propia sensación de placer. Esa es la moral poética, esa disputa que se genera al observar y al traducir los pensamientos fielmente en una obra, en arte.

Según el texto de la moral poética, no es si bien cuando el artista se encuentra con su arte y siente reflejado en él sus anhelos, experiencias y emociones cuando la obra es perfecta, expresa de manera personal, con una visión propia, sin letras, sin escritos el conjunto de características que lo transforman en una representación.

Según la RAE lo perfecto se define como algo que posee el grado máximo de una determinada cualidad o defecto. (RAE, 2021)[2] Es interesante ver cómo refiere al defecto como parte de algo perfecto, solemos tener como definición propia que lo idealmente perfecto carece de defectos y deslumbra por sus habilidades, capacidades o belleza. La armonía, el equilibrio, las musas, lo bello, la perfección. Podemos suponer que en una obra todos estos elementos trabajan a la par para representar de manera real las ideas de su autor, que cada cual debe componerse del otro y complementarse, pero ¿y si la percepción de lo perfecto queda a la observación personal de quien lo contempla? Todos opinamos distinto, todos observamos distintos y tenemos juicios diferentes, distintas formas de expresar nuestra opinión y diferentes gustos.

La obra según Iommi es perfecta para quien representa y no necesariamente es su autor o su creador, puede contener múltiples representaciones que incluso la misma labor de su origen no contempló, es como el caso de una obra escrita que a lo largo de los años va adquiriendo diferentes representaciones según el nivel de experiencia que el lector va desarrollando. No bastan ni sirven las buenas intenciones del autor para que aparezca el arte, lo importante es la idea que está detrás y no el objeto u obra en si misma.

Desde la experiencia en los oficios

En la escuela hemos podido desarrollar obras desde el origen de una sola palabra y esa palabra contenerse a sí misma, construir una forma y expresarla a través de su representación. ¿Será que no es necesario contener una serie de características para completar una obra? ¿o será que quien la observa y analiza le entrega esas características por experiencia personal?. Una obra identifica, a su autor y a quien la observa, la experiencia es el medio que conecta el sentido de la obra y en cómo esta se ve reflejada en lo que la persona reconoce, involucra y aprecia desde su mirada.

El autor transforma su obra y construye el sentido que lo refleja, ese sentido podría ser una multiplicidad de compuestos o un solo eje contener su total significado. El arte moderno, el contemporáneo, no busca representar las técnicas de la antigua academia, aquellas que iban del boca a boca, de reflejar la cultura en su arte o de definir estereotipos, el arte en la actualidad es para quien lo mira, y lo que esta evoca en ellos.

El autor como observador brinda el sentido a la obra y también aquellos que la observan, es una especie de conexión personal, un vinculo.

En la actualidad lo perfecto se define como el equilibrio entre lo asimétrico y simétrico, para decirlo de otra manera, el arte moderno dejó de lado la estructura simétrica sobre la cual se constituía para arriesgarse en la aventura de recuperar el equilibrio y mostrarlo en cuanto tal a través de una estructura de lateralidad o asimetría, es decir, dinámica. En este sentido es de carácter fuertemente rítmico.

Quizá uno de los poetas más modernos, Dante, habla de esto en el Canto XIII del "Paraíso".

La cera y el pulgar que la modela no son constantes; pero más o menos el signo de la idea trasluce. Por eso ocurre, pues, que un mismo árbol, según su especie, bien o mal fructifica y así nacéis con muy diverso ingenio.

De estar a punto la moldeada cera, de estar el cielo en su virtud suprema, la luz del sello luciría toda: pero natura la da siempre falta, símilmente operando cual artista con hábito del arte y mano trémula.

Claudio Girola en 1982, reflexiona sobre la simetría y lateralidad en las artes plásticas, y dice lo siguiente: razonar y reflexionar sobre el quehacer del arte no es hacer arte. Pero yo no puedo hablar de Julieta sin saber como son sus facciones, y lo curioso es que aún en el mero hecho de que me limitara a una pura descripción de sus rasgos, es decir, a tratar de mantener una objetividad instrumental, caería en lo subjetivo, voluntaria o involuntariamente, porque aquí hay que reconocerlo desde ahora, poco tiene que hacer la voluntad en este negocio.[3]

Como bien se espera el arte es un medio para la observación y la contemplación, un representante dinámico, capaz de contener el sentido personificado. Pero ¿hasta que punto podemos saber que es lo que contiene el arte, la obra diseñada por otro, si dependerá de ojos ajenos lo que se traiga a presencia?

Por otro lado en un discurso, Godofredo Iommi el 4 de enero de 1981, en la Ciudad Abierta, a propósito del ingreso de un grupo de personas como ciudadanos abiertos, comenta lo siguiente:

Yo digo que el arte muestra, por la aparición, el retiro que la hace tal. La página blanca ya es la aparición y todo lo que hay en la página blanca es aparición, y es arte en tanto cuanto eso muestra el retiro que hace que la página blanca y lo que hay en ella sea aparición. Me parece que eso es lo desconocido y que siempre se muestra escondido por aquello que da a conocer. Pero no como algo que va a ser revelado, como pensó Rimbaud, sino que va a ser indicado como desconocido y que va a permanecer para siempre como desconocido.[4]

En otras palabras, podemos inferir que por más que una obra cobre un sentido personal, nunca podrá obviarse las sensaciones, emociones y recuerdos que refleje en el otro. Nadie podrá definir la perfección de nuestra obra con parámetros personales, ya que la obra simétrica o asimétrica, en blanco o no será el adecuado reflejo de los ojos que quieran observarla.

Desde la experiencia en la palabra poética

La escritora argentina, Liliana Bodoc (2018), habla sobre la palabra en la poesía y en como esta nos permite lograr una descripción más profunda del mundo.

"Me interesa la palabra poética y esa fenomenal potencia que tiene para atravesarnos. La palabra poética es una palabra que dice lo que no dice, que dice mucho más allá, mucho más adentro del sentido. Es la palabra que derriba muros y que llega hasta el final del sentido. Y sin embargo, como extrañamente, a veces está en el cajón de los repasadores. En el patio de atrás. No parece tan seria [...]El pensamiento poético no parece tan serio como el pensamiento racional. Creo fervientemente que la palabra poética nos sirve para conocer de una manera absolutamente insustituible. Lo que conoce el pensamiento poético no lo puede conocer ninguna otra cosa más. Y no estoy estableciendo categorías ni estableciendo competencia. Me parece que la verdad está repartida entre todas las formas de pensamiento, entonces, qué bueno que los científicos nos expliquen el mundo, que los biólogos, que los físicos, que los químicos nos expliquen este lugar que habitamos. Pero también qué bueno que los poetas nos expliquen el lugar que habitamos[...]porque mi sensación es que cuando salimos a la calle, salimos mucho más a este mundo poético que al mundo racional, salimos a pelear contra fantasmas, contra los gigantes, contra nosotros mismos. Salimos a amar, a llorar y para eso sí que nos sirve el pensamiento poético [...]Hay dos cosas que a mí me gusta decir acerca de la palabra poética. Una tiene que ver con el silencio. La palabra poética es puro silencio. Los poetas hacen que el silencio diga lo que ellos tienen ganas de decir y se acabó. Una poesía es solo un silencio rodeado de las palabras precisas. [...]Hay que entender la palabra nunca como una palabra inocente, nunca como una cosa neutra, nunca como una cosa que se pronuncia y no transforma nada, decir es hacer, decir es transformar."[5]

La palabra nos permite otorgar sentido a nuestra realidad, representan a quienes las escuchan, estas contienen un sin fin de aplicaciones para dar forma perfecta y sentido a la obra, es la manera en que expresamos nuestros objetivos e intenciones. Una obra hablada, una obra interpretada por palabras, transforma y entrega características y criterios personales, las palabras representan, nos representan.

A lo largo de los años la palabra nos permite reconocer y memorizar el sentido que se le da a muchas cosas, tal como comentaba Bodoc, la palabra permite involucrarnos tanto en ámbitos científicos para dar significado a las cosas, como para fantasear con lo que nos rodea, las palabras pueden unificarse para dar la explicación de algo, cómo pueden separarse y otorgar características que fundamentaran la visión que uno puede contener sobre un otro. Las palabras nos pueden permitir a mirar con ojos de desconocido y a volver a no saber, las palabras nos permiten descubrir la composición propia y las habilidades que tenemos para manipular lo que desconocemos, la palabra siempre irá delante de la acción.

Es aquí cuando se encuentra con la obra, la palabra nos permite nombrar las cosas, y en la escuela específicamente se inculca esta capacidad de nombrar/ construir y exponer.

Iommi consideraba que el compromiso de la obra de arte con una causa era la miseria del arte, por dos motivos principales: porque impedía que el arte hallase sus propios contenidos y se concentrase libremente en trabajar en pos de sus propias obras sin que importe el resultado, y porque al cabo las promesas de las causas siempre desembocaban en un desastre mayor, ya sea por incumplimiento o porque derivaban en luchas y guerras terribles. Iommi comprendió que no podía entregar la obra de arte a la acción y la esperanza, supuestamente modificadoras de la realidad. Lo llamaba la “catástrofe de la esperanza” (Iommi, 2016, cap.1. 2a parte) [6]

Picasso que es un genio, un verdadero genio, constructor del mundo moderno, – ¡qué no se le debe a Picasso!– culmina la maravilla de su construcción con esta maravilla que es Guernica, donde se resume casi todo el cubismo. Y lo pone al servicio de un estremecimiento que nos tocó a todos, sin excepción en la tierra: el bombardeo de Guernica en la guerra civil española. Y produce esta maravillosa obra de arte que es la tumba de la realidad, porque a partir de allí todos empezaron la charanga infame de utilizar todos los medios del arte moderno para hablar en lo que se llama mensaje, significado. (Iommi, 1983, cap. 1.2) El intento de Iommi es quitar el significado como la cota privilegiada de la palabra y desde allí liberar también al arte de las ataduras de la dedicación a cualquier clase de causa o doctrina. Declara entonces que la palabra, cualquier palabra, puede liberarse del significado.

Desde la experiencia en la obra

Una obra debe crearse bajo la mirada de aquel objetivo que refleja el sentido del ser, no contener rasgos que lo transformen en un específico, si se planifica se le quita el futuro a su carácter de incognito, el no saber. Al hacer una obra, le otorga componentes propios y habilidades para manipular lo que desconocemos e interpretar a cada quien por si solo. La palabra en la obra permitirá dar conocimiento sobre aquello que no se sabe, para todo aquello que necesite un fundamento y un reflejo digno de interpretación.

Tal como se señala en la carta del errante: Más allá de toda significación la poesía sublima el instante, el acto por el cual y en el cual el hombre se reconoce originariamente. Ella hace surgir del pavor donde el hombre se encuentra, la posibilidad forzada que él es. De un trazo, en un rayo inextinguible. La poesía se encuentra en la raíz de la libertad; en su doble giro de reconocimiento del caos de donde brota el hombre y de la luz con la cual un mundo puede ser ordenado. En este sentido ella es siempre creadora puesto que desvela la condición ‟poética”; del hombre. Es, por lo tanto, constantemente liberadora. Está en el mundo de donde surge pero se encuentra fuera de ese mundo. Por tal vía, ella deviene unidad de medida (nombres, números, danzas, trabajos humanos) y desprende el tiempo.

La palabra otorga el dinamismo a la obra y el artista a través de ella entrega todos sus sentidos para perfilar desde múltiples aristas lo que será un reflejo y caracterización de un todo y de a la vez una nada, la obra es quien la observa, la obra es quien la estima.

Conclusión

Es necesario entender que los oficios son el fruto de la palabra, si bien pueden contenerse como un ente único, esta da significación al ámbito en el que se trabaja, complementa su experimentación y permite dar las libertades para definir la obra. Hay que reconocer que el quehacer en los oficios van ligados estrechamente a la experiencia que se tiene con la obra y en como esta interpretará las reflexiones personales de aquellos que la observen, la palabra permitirá expresar y encaminar el significado pero equivaldrá a la contención de emociones, vivencias y hallazgos reflejados como análisis final. No existe obra perfecta como tal, porque para unos si la habrá pero para otros no, rememorando el significado que le dimos a la perfección, es aquella que logrará contener lo justo de imperfecto y perfecto como representación, estar en obra y hacer obra debe contener los sentimientos de su artista y su propia sensación de obrar, generar una disputa al observar y al traducir los pensamientos en arte. Todos somos seres sensibles, la palabra, nuestros oficios y el obrar nos comunicará y nos conectará de manera que siempre habrá un encuentro común con cada obra que esté presente, siempre al aparecer la obra. la observaremos como una primera vez, desconocida, incógnita, de alguna u otra forma, reconoceremos algo que nos hará sentido y nos interpretará, la obra la definimos los espectadores.

Referencias

  1. Reyes.J (2004) Técnica y Poética, las preguntas de Amereida
  2. Iommi. G (1976) Carta del Errante
  3. Varios Autores(1986) Amereida II, Taller de Investigaciones Gráficas ucv
  4. Iommi. G (1982) Hay que ser Absolutamente Moderno

Notas

  1. Iommi, M. (1980, marzo). La Moral Poética [Clase Magistral de Godofredo Iommi M]. Escuela de Arquitectura y Diseño de la PUCV, Viña del Mar, Chile. https://soundcloud.com/archivo-jose-vial-a/la-moral-po-tica-godofredo
  2. RAE. (2021). Perfecto. En Real Academia Española. https://dle.rae.es/perfecto
  3. Girola, C. (1982). Simetría y Lateralidad en las Artes Plásticas, Taller de América, Instituto de Arte, Escuela de Arquitectura UCV.
  4. Iommi, G. (1981). Vida, trabajo y estudio, Ciudad Abierta, Escuela de Arquitectura PUCV
  5. Mentir para decir la verdad, Liliana Bodoc (2018)https://www.youtube.com/watch?v=qOFyNOYp3MU&ab_channel=TEDxYouth
  6. Iommi, G. (2016). Hay que ser absolutamente moderno. Edición anotada. (J. Reyes, Ed.). Archivo Histórico José Vial Armstrong.