EAD4220-01 Seminario América 2. Maximiliano Olea. Tarea 1

De Casiopea



TítuloTarea 1
AsignaturaSeminario de América
Del CursoSeminario de América II (2021 2º semestre)
CarrerasArquitectura, Magíster
1
Alumno(s)Maximiliano Olea


Rigor y Placer para sostener el Quehacer de una Obra

Avance Entrega

Introducción

La discusión del presente ensayo, nace a partir de la clase magistral titulada “La Moral Poética” dictada por el poeta Godofredo Iommi en 1980 en la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV. En esta clase, Godofredo se dirige al total de alumnos de la escuela, con énfasis a los entonces titulantes a punto de egresar, y en ella expone a modo de discurso, un mensaje que acompañe el futuro de sus vidas personales y profesionales.

A partir del contenido de esta clase se espera abordar de manera más profunda lo que el poeta expone como elementos necesarios para hacer frente a las dificultades que se presentan en el quehacer del oficio. En este sentido se abre la pregunta: ¿cómo se sostiene el quehacer de una obra perteneciente al campo creativo? ¿es una actitud que compete tanto a lo racional como a lo emocional?


Desarrollo

|1| Qué entendemos por la Moral

Primera dimensión: La apertura y el quehacer de la obra

En el contenido del discurso, Godofredo inicia refiriéndose a lo que nombramos por una moral, no sólo concebida como un mero conjunto de normas, sino más bien entendida como un “Ethos”, que en griego quiere decir, “una apertura del ser” (Iommi, 1980). Una apertura la cual permite el esplendor de cada persona, de su esencia y así también de cada obra, oficio o actividad ejercida. Esta apertura sería la primera dimensión de la moral que expone Iommi.

Esta definición, se complementa con lo expuesto por el autor Patricio de Azcárate, filósofo e historiador, que desde la obra de Aristóteles y su libro “la gran moral”, expone que la moral - y por tanto el ethos - guarda relación con la ética y la conducta porque “resulta de los hábitos y de las costumbres” (Azcárate, P. d. 2005). En este sentido, podemos vincular esta concepción del ethos a lo que llamaremos como el “Quehacer”(1) de la obra, que en el oficio de la arquitectura y el diseño, además de significar una ocupación, se puede extender a la acción del hábito y de la conducta, que va a permitir sostener esta moral como una actitud para ejercer y hacer frente a las actividades del oficio.


Segunda dimensión: El placer que alienta a la moral

Luego, Iommi expone una segunda dimensión de la moral que tiene que ver con el placer. Un placer que nos permite acceder ante esta apertura que permite la moral, como una llave a través de la cual se puede vivenciar y alcanzar la plenitud de la acción. Esta plenitud permite luego amar y por tanto, sostener la actividad, que en nuestro caso vendría a conformarse a través del hacer obra, tanto en su proceso como en su culminación(2). Para complementar esta dimensión, Azcárate, que nos indica acerca del placer:

“Cuando se obra con placer es uno virtuoso, y se cesa de serlo, si sólo se hace el bien con dolor. El dolor no se encuentra más que en las cosas que se hacen por necesidad, y si se experimenta dolor al obrar bien, es porque se ejecuta bajo el imperio de la necesidad. Pero desde el momento en que se obra por necesidad, ya no hay virtud. La razón es que no es posible practicar actos de virtud sin experimentar pena o placer; no hay otro remedio”. (Azcárate, 2005)

En este sentido, el autor entiende que el placer está ligado íntimamente con la felicidad, sin una no existe la otra. Al mismo tiempo, la felicidad está vinculada a la virtud en el hacer de las cosas. (Azcárate, 2005). Por tanto, el placer y la virtud tienen y comparten un estrecho vínculo en el quehacer y sostener virtuoso de las cosas. Así también, expone que en el camino del obrar van a existir percances, donde no sólo nos encontraremos con la felicidad sino también con la pena, el dolor, el miedo o incluso la necesidad.

En este sentido, podemos relacionar aquel momento del obrar por necesidad a lo que Godo expone sobre el dinero, entendido como la “tentación máxima del abandono” (Iommi, 1980) , pues tanto la carencia como la abundancia de este puede llevar al escenario de perder la moral y por tanto a desistir del hacer de la obra. En este sentido, Iommi recalca que no importa si los recursos no permiten llegar a la totalidad para finalizarla obra, sino que, lo que importa es esta actitud de la moral que nos permita sostener el ímpetu para continuar con el oficio pese a las dificultades que se presenten.


|2| El Rigor como vínculo para sostener la Moral Poética

Sin embargo, tanto placer como apertura no son suficientes por sí mismos. Es necesario según el poeta, un orden que permita la cohesión de estas dimensiones. Es aquí donde entra el componente del Rigor. "Si yo me propongo tener un máximo placer con el hacer obras entro al rigor de la obra; al verdadero rigor de la obra y nada —nada— puede traicionarla. Porque si yo desciendo de ese rigor pierdo placer y consecuentemente pierdo apertura, no dejo ser la obra en su propia plenitud.” (Iommi, 1980). A partir de aquí, podemos inferir que ambas dimensiones, tanto apertura como placer, pueden convivir y coaccionar ya que están de alguna manera ordenadas, dirigidas a través del Rigor, el cual va a dirigir tanto los placeres como las dificultades y por tanto, las consecuentes necesidades que se puedan atravesar en el camino. Se trata entonces, de un círculo virtuoso, donde si se descuida este rigor, se pierde placer y por tanto, apertura. La obra luego, pierde su apertura y plenitud. Para Godo, esto conforma el ABC de la escuela, algo fundamental, pues enmarca “el camino de la plenitud de la obra”(Iommi, 1980). Y es este camino el que se entiende como la moral poética, donde indica:

“La moral poética significa algo muy claro y transparente. Yo parto de la base que la obra se funda en una disputa secreta que tengo que descifrar mediante la observación y en las otras artes de otro modo. Pero es una disputa secreta que no puedo ignorar porque si no partiera de eso, la obra partiría de cánones preestablecidos que aseguran un buen resultado” (Iommi, 1980)

Con esas palabras, Godo devela que el rigor al cual se refiere tiene que ver con la fidelidad a este principio, que podemos entender como la moral poética. Además podemos observar la relación entre este principio y la práctica de la observación arquitectónica, que va a permitir acceder a descubrir esta disputa secreta a través del dibujo y la palabra. Es en este desconocido a descifrar que está contenido el destino de la obra y cuyo ritmo va a sostener el ejercicio de la moral poética.


Tercera dimensión: Enfrentar las dificultades

Lo hasta aquí expuesto, nos lleva a enfrentar una tercera dimensión que expone sobre las dificultades y desafíos ante las cuales podemos vernos envueltos en el desarrollo de una obra, ya sea en el inicio de su estudio, proceso o definición. Estas dificultades pueden aparecer a través del miedo, el dolor o la necesidad.

Paulo Freire, educador y escritor brasilero, en su segunda carta dirigida a quienes pretenden enseñar, presenta un pasaje acerca de cómo evitar que el miedo a no entender algo (un texto muy complejo por ejemplo) nos paralice y nos haga renunciar. En esta carta expone que:

“Estudiar es un quehacer exigente en cuyo proceso se da una sucesión de dolor y placer, de sensación de victoria, de derrota, de dudas y alegría.” (...) O nos adherimos al estudio como un deleite y lo asumimos como una necesidad y un placer o el estudio es una pura carga, y como tal, lo abandonamos en la primera esquina. (Freire, P. 1994)

Para Freire, el estudio no es una tarea automática, sino más bien un proceso no exento de percances y desafíos necesarios para acceder y formar conocimiento, el cual “implica una disciplina rigurosa forjada por el cuerpo consciente” (Freire, 1994). Este encuentro con el cuerpo consciente, nos lleva a enfrentarnos a diversas emocionalidades y sensaciones. Al contrario de Azcárate, tanto dolor como placer, e incluso la necesidad son parte del accionar para poder sostener la actividad o desafío, es una manera de no abandonar. De esta manera, la disciplina puede ser entendida como un rigor que no actúa de forma separada del cuerpo, el cual nos va a permitir sentir y traspasar por diversos estados emocionales donde el placer es clave para sostener una actividad exigente y desconocida como la que significa estudiar algo nuevo y complejo. Así también, podemos extrapolar este proceso hacia una obra, ya sea arquitectónica, de diseño u otra índole creativa donde el resultado no esté dicho de antemano. Esto implica un cierto miedo y resistencia, para lo cual será necesario sostener la actitud. En este punto volvemos a la moral poética de Godo, que justamente nos anuncia que esta combinación de rigor y placer es clave para sostener el quehacer de nuestro oficio.

A ello, podemos sumar un último ejemplo. Germán Bannen, Arquitecto egresado como primera generación de la escuela PUCV, estuvo a cargo de un sin fin de proyectos en la comuna de Providencia, siendo el más emblemático la Av. Nueva Providencia, proyecto de largo aliento, el cual tuvo diferentes dificultades y desafios a lo largo del tiempo. En dicho documental expone:

“Un problema de arquitectura, como todo problema que nos involucra esencialmente exige una toma de decisión. Toda toma de decisión significa un cambio, sino no se ha decidido nada nuevo. Sólo se continua en lo mismo. Todo cambio conlleva un riesgo, pero pareciera que nadie quiere correr un riesgo, todos quieren primero asegurarse. Eso es no querer crecer. Correr un riesgo implica un abandono y todo abandono trae un dolor. Evitar el sufrimiento es otra manera de no querer crecer. Pero sólo los logros que implican un riesgo y un dolor producen las verdaderas alegrías, y son esas alegrías las que nos aseguran que avanzamos o que crecemos como persona.” (Bannen, G. 2019 en "La Ciudad de Germán Bannen")

En este sentido, Bannen resume que el camino del hacer obra no está exento de dificultades, pero es la actitud que sostenemos frente a esas dificultades la que permite continuar y poder trabajar con la obra. A partir de su discurso podemos extraer que el problema que plantea la arquitectura tiene que ver con una dimensión vivencial, a través de la cual tenemos que transitar en cuerpo y espíritu tanto placer como dificultad, en otras palabras, tiene que ver con el habitar y sus sentidos. En palabras de Heidegger, “La esencia del construir es el dejar habitar (...) Sólo si somos capaces de habitar podemos construir” (Heidegger, 1951, p. 8).


Conclusiones

(pendiente)


Notas

(1) Quehacer: m. Ocupación, negocio, tarea que ha de hacerse. Fuente: RAE.

(2) “Entonces la sed de placer infinito es también el fundamento del rigor moral. (...) “el rigor es inherente a la posibilidad de que esplenda en toda su plenitud el propio ser: nuestro, del universo y de las cosas.”” (Iommi, 1980)


Referencias

  1. Azcárate, P. d. (2005). "La gran moral." Obras de Aristóteles, 2011, en http://www.filosofia.org/cla/ari/azc02a.htm
  2. Del Favero, G (Director), (2019). Documental "La Ciudad de Germán Bannen". Chile
  3. Freire, P. (1994). Cartas a quien pretende enseñar. Siglo veintiuno
  4. Heidegger, M. (2015). Construir Habitar Pensar (Bauen Wohnen Denken), Barcelona: La Oficina.
  5. Iommi, G. (1980). “La Moral Poética”. Transcripción de la clase magistral del poeta Godofredo Iommi M., de marzo de 1980.