EAD4220-01 Seminario América 2. Belén Flores. Tarea 2

De Casiopea



Título¿Cómo los Talleres dan origen a la hospitalidad en la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV?
AsignaturaSeminario de América
Del CursoSeminario de América II (2021 2º semestre)
CarrerasArquitectura, Magíster
2
Alumno(s)Belén Flores Contreras

¿Cómo los Talleres dan origen a la hospitalidad en la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV?

Dentro del discurso realizado en 1978 por el poeta Godofredo Iommi “El pacífico es un mar erótico”, es posible identificar indicios de cómo la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV ha sobrellevado la hospitalidad como uno de los postulados que rigen la existencia de Ciudad Abierta. Así lo precisa el arquitecto y profesor Patricio Cáraves, al dar cuenta que

"la hospitalidad es uno de los cuatro postulados de la constitución de la Ciudad Abierta de Amereida y es el único positivo.” (Cáraves et al., 2017). [1]


En aquel discurso de 1978, Iommi trae a presencia la definición que da el Arquitecto y profesor Alberto Cruz, a la hospitalidad

“como capacidad de oír a otro con inocencia” (Iommi, 1978)

Aquello, pronuncia Iommi, es la hospitalidad poética.

A partir de dicha aseveración, se pretende profundizar y esclarecer la relación existente entre la hospitalidad inserta en el estudio colectivo decantado en los Talleres, tanto de arquitectura y diseño dentro de la escuela PUCV, entendidos como estructurantes dentro de nuestra formación.

El Taller en la e[ad]

Entenderemos como Taller, a la construcción pedagógica y práctica dentro del proceso de formación colectiva de arquitectos y diseñadores PUCV, el cual afirmamos, contiene en sí mismo un potencial que da lugar a la hospitalidad.

Para llegar a establecer cómo nace la hospitalidad a través del Taller, debemos comenzar definiendo en qué momento surge la hospitalidad en nuestra escuela, lo cual nos llevará a una primera aproximación de la noción colectiva del estudio.

Aquel cuestionamiento sobre el origen de la hospitalidad en la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV (la cual llamaremos “Escuela”), ya ha sido abordado por profesores dentro de la misma. En particular, el diseñador y profesor Jaime Reyes declara

“La Ciudad Abierta y la hospitalidad surgen al unísono y se deben una a la otra. La Ciudad Abierta requiere, para ser lo que es, que la hospitalidad sea su fundamento, y la realización concreta y actual existencia de la Ciudad Abierta es manifestación de la hospitalidad.” (Reyes, 2015) [2]


Sin embargo, al remontarnos al año 1952, específicamente a la fundación de la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV, ya es posible identificar esbozos de hospitalidad, donde a partir de la palabra reunida ya se hablaba de un colectivo. Así lo afirma la diseñadora y profesora Vanessa Siviero al dar cuenta de la historia de la Escuela “Esta trayectoria de más de sesenta años parte desde lo colectivo.” (Siviero, 2018) [3]

De esta manera los Arquitectos Alberto Cruz , Arturo Baeza , Jaime Bellalta , Fabio Cruz , Miguel Eyquem, José Vial; el poeta Godofredo Iommi, el Arquitecto, escenógrafo y pintor Francisco Méndez; y el escultor Claudio Girola, a través de la colectividad, dieron el primer paso a asentar el concepto de hospitalidad en nuestra formación, integrando horizontalmente sus diversas disciplinas. En consecuencia, cada fundador dispone su disciplina por igual, sin jerarquías, abiertos al encuentro con otros.

Según lo que establece Reyes “La Ciudad Abierta nació para dar curso a la hospitalidad y ella está en el origen de todas sus obras.” (Reyes, 2015), es decir, Ciudad Abierta hace visible la hospitalidad mediante las obras. Ahora bien, dicho lo anterior, podríamos formular que la hospitalidad estaba en curso aún anterior a la fundación de Ciudad Abierta. La hospitalidad se establece del momento en que se reúnen estas disciplinas para ponerse al servicio de un “otro”, abiertos a recibir y ser recibidos por y para “otros”, lo que posteriormente dio paso fehaciente a los Talleres. Por lo tanto, un modo de hacer visible la hospitalidad es a través de las obras, y un modo concreto de ejercerla en nuestra formación es a través de los Talleres. Posteriormente profundizaremos en dichas aseveraciones.

Ver con inocencia para dejar aparecer

¿Pero qué es lo que contiene el Taller que da pie a la hospitalidad?. Aquello se vincula al modo en que conformamos el estudio en el Taller. Es decir, como una segunda aproximación, podemos comprender que aquella inocencia con la cual Cruz define la hospitalidad se puede relacionar a la ley del todo o nada, mencionada dentro del discurso de Iommi (Iommi, 1978), la cual propone no pensar premeditadamente, sino a dejar que la cosa emerja como ella es, que en la práctica, como arquitectos y diseñadores trasciende incluso a una manera de ver las cosas.

Así es como, dentro de la etapa inicial de estudio en todos los Talleres, tiempo significativo se dedica a salir a observar la ciudad, actividad que se realiza en cuerpo presente, recorriendo desde un modo donde intentamos atrapar mediante el trazo aquellas particularidades vistas a través del ojo. Desde el inicio de nuestra vida universitaria, se nos invita al encuentro con el desconocido, despojándonos de preconcepciones y reencontrándonos con ver las cosas por primera vez. De esta manera, damos la posibilidad a las cosas de mostrarse realmente como son y no como nosotros pensamos o queremos que sean.

Aquella dimensión de encuentro para dejar aparecer las cosas por sí mismas, es una primera aproximación práctica de hospitalidad, estando abiertos a recibir. Aquello es un ejercicio constante dentro del Taller, que se da desde el primer día, hasta finalizar la etapa formativa.

Dimensión colectiva al oír al otro

Ahora bien, otra condición del Taller es su dimensión colectiva. El estudio es colectivo. Continuando en el discurso, Iommi afirma que “La hospitalidad real entre nosotros es esa, la capacidad de oír al otro. No importa cómo, no importa de qué manera”. Es justamente en esa apertura donde se valida en primer lugar la existencia de un “otro”.

Es pertinente hacer énfasis en la validación de ese otro, porque el primer paso para el encuentro, el cual Cáraves definía como

“aquel acto del hombre, tal vez de los más altos que pueda realizar y que consiste en llegar a oír al otro.” (Cáraves Silva et al., 2008)”[4]

ese primer paso es reconocerlo, reconocer su presencia frente a mi, para posteriormente escucharlo. Tal vez, es precisamente la validación de un otro la que antecede a cualquier disposición de hospitalidad.

El modo en que estudiamos en el Taller, responde específicamente a la vinculación constante con otros. Para dar cuenta de ello, nos referiremos una vez más al modo en que estudiamos la ciudad: salimos a ella, la recorremos, la desciframos, incluso la interrogamos y atrapamos mediante el trazo y la palabra. Posteriormente llegamos al Taller con hallazgos, extractos de ciudad rescatados por cada uno, que son presentados a los demás. Hallazgos que al dar cuenta de ellos, dejan de ser parte de la propiedad íntima de cada uno y pasan a ser parte del colectivo, el Taller.

Es así, como en el estudio se valida cada mirada dentro del Taller, tanto del profesor más experimentado, que lleva años en su encuentro con la ciudad, como el alumno de primer año que comienza inicialmente. (Andrade et al., 2020) [5] Ambas aseveraciones son válidas y valiosas, porque la observación arquitectónica inaugura, y es por eso que otorga un modo horizontal de relacionarnos, cada vez que nos disponemos a observar volvemos a no saber. Que en palabras de Reyes “Volver a no saber es dudar, sin miedo, aún sobre nuestras más íntimas certezas.”(Reyes, 2019) [6] oímos lo que el otro tiene que decir, con atención, atendiendo a su trazo, entonación y discurso. Aquello que el otro nos trae y nosotros estamos abiertos a recibir, de esta manera otorgamos hospitalidad. Y es una segunda insistencia sostenida que se da dentro del Taller, como ejercicio de hospitalidad.

¿Qué ocurre en un Taller?

Según lo señalado anteriormente, el Taller contiene en sí mismo una potencialidad que da lugar a la hospitalidad. ¿cuál es esa potencialidad? ¿es posible reconocerla?. A raíz de mi experiencia, tanto como alumna que cursó 6 años dentro de la escuela el método de formación a través del Taller Arquitectónico, como mi participación en docencia al ser profesora ayudante estos últimos años, es posible evidenciar que el Taller da lugar a un método de inclusión desde una horizontalidad, permitiendo colectivamente ir construyendo el propio aprendizaje.

Siviero hace visible una realidad en la que se encuentra el alumno de primer año, el cual en sus palabras “comienza a formarse integralmente, desarrollándose en 3 dimensiones: el saber pensar, el saber hacer y el saber ser” (Siviero, 2018). De esta manera, el Taller contiene una complejidad que cruza tangencialmente las dimensiones del estudio, trascienden a la mera memorización de conceptos, involucran al estudiante como habitante activo del entorno, y por tanto compromete al aprendizaje como experiencia, que se vive con todo el cuerpo. Otro de los aportes significativos que contiene el Taller es el

“rol protagónico del alumno en su propio aprendizaje y del total. Y dentro de este colectivo se generan también sistemas de valores, comportamiento y actitudes para la convivencia.” (Siviero, 2018)

A raíz de lo anterior vuelve a aparecer la dimensión colectiva en el estudio.

Al profundizar en la relación de taller con la hospitalidad, nos encontramos con una potencialidad que prescinde del espacio, ya que tiene que ver con un modo de relacionarnos. Pero hay ciertos elementos que contiene el espacio que dan lugar a la horizontalidad.

Podríamos comenzar a analizar la disposición del espacio para que se produzca un modo horizontal de relacionarnos. Si observamos el espacio físico de nuestro talleres, nos encontramos con una sala, cada una distinta en la cantidad de metros cuadrados y ubicación respecto a las otras, pero lo común es que en su espacio incorporan sillas, pero sin mesas. ¿Pero no que la mesa era el elemento que daba paso al oír al otro en hospitalidad? Así lo determinaba Caravés y Reyes al establecer los vínculos entre las hospederías que estaban siempre abiertas a recibir y oír a través de la mesa.

Los talleres no cuentan con mesas de trabajo. Es más, las sillas no están ubicadas en un lugar establecido. Dialogan con la flexibilidad, la libre disposición a partir de lo expuesto durante la clase y los momentos que la componen. Es así, como la clase puede comenzar orientando las sillas al profesor, componiendo filas destinadas al oír, como en un momento de exposición, los alumnos se separan de ellas y a través de la ronda, recorren los muros de la sala para dar cuenta de la totalidad del taller. De este modo es el cuerpo quien se orienta hacia lo expuesto de manera móvil, y como taller se forma una semicircunferencia abierto a escuchar al otro.


¿Qué pasa cuando no hay sala pero si hay taller? En el caso de las clases de Amereida, o cuando la escuela va de Travesías, no hay un aula establecida, el aula se extiende al territorio, y aún así es posible hablar de un Taller. Y es porque nos reúne la palabra del oficio, prescindiendo de un espacio, es la palabra del oficio la que reúne los cuerpos. Y así, en lo abierto, se da la hospitalidad al oír lo que el otro tiene que decir. Hay una disposición a oír la palabra, que abre dimensiones más que cerrarlas, interpelando a cada oyente, estableciendo un diálogo que se completa con la visión personal de cada miembro de la comunidad. Entre todos construimos la palabra del oficio. El Taller da lugar para acoger los tiempos que involucran dimensiones de la vida cotidiana, porque el estudio se basa en la cotidianidad. Por lo tanto, abre una dimensión de intimidad que intersecta y posiciona.

Al hacer uso de la palabra desde el oficio, nos sumamos a la narrativa de quien expone. Si es una salida de observación a la ciudad, los dibujos y el escrito nos llevan a realizar el recorrido conjunto a quien lo va narrando, aun cuando el cuerpo no esté presente en dicho espacio. Al oír la palabra poética, nos encontramos en una constante reflexión, donde cada cual tiene algo que decir en cuanto a lo oído. Y es así como cada uno de los lenguajes y formas de expresión establecen un puente para propiciar un diálogo abierto con otros.


Por tanto, podríamos concluir que la hospitalidad no depende del espacio o recurso físico, sino como nos disponemos en cuerpo presente ante el otro. En cuanto al espacio, se considera como una virtud del vacío. El taller regala la exposición, invitando a exponer y exponerse dentro de lo colectivo, reconociendo una singularidad que es fundamental para conformar el colectivo.

Conclusiones

La hospitalidad reúne y mantiene la apertura constante de oír al otro, en una bilateralidad y reciprocidad, estableciendo los cimientos de una forma de relacionarnos, disponiendo la inocencia al escuchar lo que el “otro” tiene que decir sin conclusiones previas, renunciando a establecer una mirada propia sobre las cosas, permitiéndonos una apertura a esa otra mirada. Dicho acertadamente de otra manera por Reyes

“el extremo de la hospitalidad poética va más lejos, no es suficiente permitir la intervención en el propio discurso, sino abrir la posibilidad de que lo otro sea junto con lo propio. Abrirse a una transformación.” (Reyes, 2015)

¿Es posible hablar de hospitalidad sin la figura de un “otro”? La hospitalidad requiere de una comunidad, no es posible hablar de hospitalidad en la unidad, se interpela a un “otro”. Una aproximación real y cotidiana dentro de la formación como Arquitectos y Diseñadores PUCV, es la que se da en el Taller, a través del constante encuentro dentro del estudio con otros. Dentro del Taller ejercemos la hospitalidad de forma sostenida, aun sin ser conscientes de ello. Con la práctica de la observación nos damos cuenta que nuestra mirada sobre las cosas no es una verdad absoluta, estamos dispuestos a recibir la mirada del otro desde una postura que enriquece a ambas partes, esto nos acerca a validar lo que el otro tiene que decir, partiendo desde un modo de ver las cosas, sin preconcepciones ni cuestionamientos previos, una construcción de una mirada en común. Y aquello es un ejercicio constante de hospitalidad que nos acompaña incansablemente en nuestra formación.

Es posible afirmar que la hospitalidad surge sin ser llamada, espontáneamente y el Taller lo que hace es construir día a día, desde un comienzo, ese diálogo y apertura con un otro. Por tanto es una práctica sostenida. Y aquello se adhiere a nosotros mismos, y lo hacemos propio, hacemos propio ser hospitalarios desde la abertura hacia un otro, trascendiendo a nuestra etapa formativa.

La verdadera hospitalidad surge ante lo inesperado, al enfrentar incluso a aquello que no queremos. Cuando debemos recibir a esa visita que no esperábamos, pero lo hacemos con goce. La hospitalidad es la oportunidad donde florece aquella virtud del ser humano que nos permite tomar consciencia de que nosotros también somos el otro, por tanto, estamos abiertos a mirar desde la perspectiva de un otro.

Referencias

  1. Cáraves, P., Andrade, Ó., & Donoso, M. E. (2017). La hospitalidad de la mesa. Revista Acto y Forma 4, 20–27
  2. https://wiki.ead.pucv.cl/El_Pueblo_de_las_Mesas
  3. Orientadora, D., Maria, R., Co-orientadora, S. C., & Ribeiro, F. (2018). Ana Vanessa Siviero Pérez Tese de Doutorado Ana Vanessa Siviero Pérez.
  4. Cáraves Silva, P., Muntañola i Thornberg, J., Universitat Politècnica de Catalunya. Departament de Projectes Arquitectònics., & Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona. (2008). La Ciudad abierta de Amereida arquitectura desde la hospitalidad. In TDX (Tesis Doctorals en Xarxa).
  5. https://wiki.ead.pucv.cl/Salir_a_la_ciudad
  6. https://wiki.ead.pucv.cl/A_la_luz_de_Amereida