EAD4220-01 Seminario América 2. Belén Flores. Tarea 1

De Casiopea



TítuloTarea 1
AsignaturaSeminario de América
Del CursoSeminario de América II (2021 2º semestre)
CarrerasArquitectura, Magíster
1
Alumno(s)Belén Flores Contreras

¿Qué es ser hospitalario y cómo un espacio puede llegar a serlo?

La hospitalidad y la ley del todo o nada en nuestra formación

Dentro del discurso realizado en 1978 por Godofredo Iommi “El pacífico es un mar erótico”[1], el poeta da indicios de cómo la escuela ha sobrellevado la hospitalidad como uno de los postulados que rigen la existencia de Ciudad Abierta. Incluso, en palabras de Patricio Cáraves precisa que la hospitalidad “es uno de los cuatro postulados de la constitución de la Ciudad Abierta de Amereida y es el único positivo.” (Cáraves et al., 2017)[2].

En aquel discurso, Iommi trae a presencia la definición que da Alberto Cruz “como capacidad de oír a otro con inocencia” (Iommi, 1978). Aquello, dice Iommi, es la Hospitalidad poética.

Lo anterior establece los cimientos de una forma de relacionarnos, disponiendo la inocencia al escuchar lo que el “otro” tiene que decir sin conclusiones previas, renunciando a establecer una mirada propia sobre las cosas, permitiéndonos una apertura a esa otra mirada. Dicho acertadamente de otra manera por Jaime Reyes “el extremo de la hospitalidad poética va más lejos, no es suficiente permitir la intervención en el propio discurso, sino abrir la posibilidad de que lo otro sea junto con lo propio. Abrirse a una transformación.” (Reyes, 2015) [3]

Aquella inocencia que define la hospitalidad se puede relacionar a la ley del todo o nada, mencionada dentro del discurso de Iommi, la cual propone no pensar premeditadamente, sino a dejar que la cosa emerja como ella es, que en la práctica, como arquitectos y diseñadores trasciende incluso a una manera de ver las cosas. Por ejemplo, al salir a observar la ciudad, desde el inicio de nuestra vida universitaria, se nos invita al encuentro con el desconocido, despojándonos de preconcepciones y reencontrándonos con ver las cosas por primera vez. De esta manera, damos la posibilidad a las cosas de mostrarse realmente como son y no como nosotros pensamos o queremos que sean.

La apertura a la validación de un “otro” y la dimensión colectiva de la Hospitalidad

Continuando en el discurso, Iommi afirma que

“La hospitalidad real entre nosotros es esa, la capacidad de oír al otro. No importa cómo, no importa de qué manera.” (Iommi, 1978)

Es justamente en esa apertura donde se valida en primer lugar la existencia de un “otro”.


Es pertinente hacer énfasis en la validación de ese otro, porque el primer paso para el encuentro, el cual Cáraves definía como “aquel acto del hombre, tal vez de los más altos que pueda realizar y que consiste en llegar a oír al otro.” (Cáraves Silva et al., 2008)[4]”, ese primer paso es reconocerlo, reconocer su presencia frente a mi, para posteriormente escucharlo. Tal vez, es precisamente la validación de un otro la que antecede a cualquier disposición de hospitalidad.


Ahora bien, a raíz de lo anterior, podemos identificar que en la actualidad, como sociedad tendemos a invisibilizar lo que nos incomoda ver, como si por ignorarlo dejase de existir, apartando a ese “otro” de lo que consideramos similar, acentuando aún más aquello que nos distingue. Una selección a priori que condena las diferencias sin siquiera un encuentro, donde el rechazo antecede toda posibilidad de reconocimiento.


En concreto, una visión crítica nos entrega Bauman, al plantear a los desplazados como desechos humanos en contexto de la modernidad. Tal planteamiento establecido por Bauman es recogido por Constante, mencionando, “No en vano la modernidad, en ese acontecimiento, lo que nos ha traído son las nociones de desechabilidad, de sobrante o de residuo, conceptos que les fue aplicado más tarde a los seres humanos, como si con esas nociones se encontrara una razón de ser a los diversos procesos en los que el hombre se ha acomodado al discurso de la modernidad.” (Constante, 2017) [5] . Aquello sería contrario a lo que la hospitalidad nos regala en materia de encuentro, más bien representaría un modo hostil de relacionarnos. ¿Es posible hablar de hospitalidad sin la figura de un “otro”?


Retomando lo anterior, ¿cómo se vincula la validación de un otro con la hospitalidad? . Para dar respuesta, ejemplificando la cabida que se le da desde la disciplina, una vez más recurrimos al modo en que estudiamos la ciudad: salimos a ella, la recorremos, la desciframos, incluso la interrogamos y atrapamos mediante el trazo y la palabra. Posteriormente llegamos al taller con hallazgos, extractos de ciudad rescatados por cada uno, que son presentados a los demás. Hallazgos que al dar cuenta de ellos, dejan de ser parte de la propiedad íntima de cada uno y pasan a ser parte del colectivo, el taller.

Es así, como en el estudio se valida cada mirada dentro del taller, tanto del profesor más experimentado, que lleva años en su encuentro con la ciudad, como el alumno de primer año que comienza inicialmente. (Andrade et al., 2020)[6] Ambas observaciones son válidas y valiosas, porque la observación arquitectónica inaugura, y es por eso que otorga un modo horizontal de relacionarnos, cada vez que nos disponemos a observar volvemos a no saber. Que en palabras de Reyes “Volver a no saber es dudar, sin miedo, aún sobre nuestras más íntimas certezas.”(Reyes, 2019) [7]Oímos lo que el otro tiene que decir, con atención, por tanto lo escuchamos. Atendiendo al trazo, su entonación y su discurso. Aquello que el otro nos trae y nosotros estamos abiertos a recibir, de esta manera otorgamos hospitalidad.


Precisamente aquí es donde se puede ejemplificar cómo se reúne la dimensión de lo colectivo con la hospitalidad. La hospitalidad congrega y mantiene la apertura constante de recibir y ser recibido, en una bilateralidad y reciprocidad. Se oye a un “otro” con todo el cuerpo, poniendo en valor su presencia. Por tanto, respondiendo a la pregunta anterior, la hospitalidad requiere de un colectivo, no se da hospitalidad en la unidad, se requiere de un “otro” ya que como afirmamos anteriormente, responde a un modo de relacionarnos.


¿Cuándo surge la Hospitalidad en la escuela de Arquitectura y Diseño PUCV?

Anteriormente, consideramos como se ha abordado el concepto de Hospitalidad dentro del Taller en nuestro proceso de formación. Pero ¿en qué momento surge la hospitalidad en nuestra escuela?.

Aquel cuestionamiento ya ha sido abordado por profesores dentro de la escuela. En particular, Reyes declara que la “Ciudad Abierta y hospitalidad surgen al unísono y se deben una a la otra. La Ciudad Abierta requiere, para ser lo que es, que la hospitalidad sea su fundamento, y la realización concreta y actual existencia de la Ciudad Abierta es manifestación de la hospitalidad.” (Reyes, 2015). Sin embargo, al remontarnos al año 1952, específicamente a la fundación de la Escuela de Arquitectura y Diseño PUCV, ya es posible identificar esbozos de hospitalidad, donde a partir de la palabra reunida ya se hablaba de un colectivo. “Esta trayectoria de más de sesenta años parte desde lo colectivo.” (Siviero, 2018) [8]

De esta manera los Arquitectos Alberto Cruz , Arturo Baeza , Jaime Bellalta , Fabio Cruz , Miguel Eyquem, José Vial; el poeta Godofredo Iommi, el Arquitecto, escenógrafo y pintor Francisco Méndez; y el escultor Claudio Girola, a través de la colectividad, dieron el primer paso a asentar el concepto de hospitalidad en nuestra formación como arquitectos y diseñadores, integrando horizontalmente sus diversas disciplinas para dar paso a lo nuevo. De esta manera, cada fundador, desde su disciplina, pone a disposición su vida, trabajo y estudio frente a otros. Se disponen las disciplinas por igual, sin jerarquías., abiertas al encuentro con otros.

Según lo que establece Reyes “La Ciudad Abierta nació para dar curso a la hospitalidad y ella está en el origen de todas sus obras.” (Reyes, 2015), es decir, Ciudad Abierta hace visible la hospitalidad mediante las obras. Ahora bien, dicho lo anterior, podríamos formular que la hospitalidad estaba en curso aún anterior a la fundación de Ciudad Abierta. La hospitalidad se establece del momento en que se reúnen estas disciplinas para ponerse al servicio de un “otro”, abiertos a recibir y ser recibidos por y para “otros”, lo que posteriormente dio paso a los Talleres. Por lo tanto, un modo concreto de ejercer la hospitalidad en nuestra formación es a través de los Talleres, y un modo de hacerla visible es a través de las obras.


El Taller como método concreto de ejercer la Hospitalidad

Según lo señalado anteriormente, el Taller contiene en sí mismo una potencialidad que da lugar a la hospitalidad. ¿cuál es esa potencialidad? ¿es posible reconocerla?. A raíz de mi experiencia, tanto como alumna que cursó 6 años dentro de la escuela el método de formación a través del taller, como mi participación en docencia al ser profesora ayudante estos últimos años, es posible evidenciar que el taller da lugar a un método de inclusión desde una horizontalidad, permitiendo colectivamente ir construyendo el propio aprendizaje.


Vanessa Siviero hace visible una realidad en la que se encuentra el alumno de primer año, el cual en sus palabras “comienza a formarse integralmente, desarrollándose en 3 dimensiones: el saber pensar, el saber hacer y el saber ser” (Siviero, 2018. De esta manera, el Taller contiene una complejidad que cruza tangencialmente las dimensiones del estudio, trascienden a la mera memorización de conceptos, involucran al estudiante como habitante activo del entorno, y por tanto compromete al aprendizaje como experiencia, que se vive con todo el cuerpo. Otro de los aportes significativos que contiene el Taller es el “rol protagónico del alumno en su propio aprendizaje y del total. Y dentro de este colectivo se generan también sistemas de valores, comportamiento y actitudes para la convivencia.” (Siviero, 2018). A raíz de lo anterior vuelve a aparecer la dimensión colectiva en el estudio.


Al profundizar en la relación de taller con la hospitalidad, nos encontramos con una potencialidad que prescinde del espacio, ya que tiene que ver con un modo de relacionarnos. Pero hay ciertos elementos que contiene el espacio que dan lugar a la horizontalidad.


Podríamos comenzar a analizar la disposición del espacio para que se produzca un modo horizontal de relacionarnos. Si observamos el espacio físico de nuestro talleres, nos encontramos con una sala, cada una distinta en la cantidad de metros cuadrados y ubicación respecto a las otras, pero lo común es que en su espacio incorporan sillas, pero sin mesas. ¿Pero no que la mesa era el elemento que daba paso al oír al otro en hospitalidad? Así lo determinaba Caravés y Reyes al establecer los vínculos entre las hospederías que estaban siempre abiertas a recibir y oír a través de la mesa.


Los talleres no cuentan con mesas de trabajo. Es más, las sillas no están ubicadas en un lugar establecido. Dialogan con la flexibilidad, la libre disposición a partir de lo expuesto durante la clase y los momentos que la componen. Es así, como la clase puede comenzar orientando las sillas al profesor, componiendo filas destinadas al oír, como en un momento de exposición, los alumnos se separan de ellas y a través de la ronda, recorren los muros de la sala para dar cuenta de la totalidad del taller. De este modo es el cuerpo quien se orienta hacia lo expuesto de manera móvil, y como taller se forma una semicircunferencia abierto a escuchar al otro.


Aquí nos podemos detener para reconocer los elementos que permiten dar lugar a la exposición. En los muros de cada sala, se establece un horizonte de exposición, que tiene un primer encuentro con el ojo, con una altura que apela directamente al lector; donde las láminas, una a continuación de la otra, dan cuenta del trabajo cada alumno y a su vez muestran la totalidad taller de un solo golpe de vista. De este modo, las láminas circundan el espacio, y las clases se desarrollan con sus alumnos en el centro. Por tanto el modo de exponer el material también es hospitalario, ya que deja en equivalencia el trabajo realizado como unidad.


Asimismo, al exponer nuestras maquetas de trabajo, las ubicamos en el centro de la sala, una al lado de la otra. Aquellas son las que requieren atención. El taller las envuelve con sus cuerpos, con atención a la particularidad dentro del colectivo.


Por tanto, podríamos concluir que la hospitalidad no depende del espacio o recurso físico, sino como nos disponemos en cuerpo presente ante el otro. En cuanto al espacio, se considera como una virtud del vacío. El taller regala la exposición, invitando a exponer y exponerse dentro de lo colectivo, reconociendo una singularidad que es fundamental para conformar el colectivo.


La hospitalidad en la fiesta. La importancia del reconocimiento singular dentro del colectivo

Uno de los temas relevantes respecto a la hospitalidad y cómo se ha abordado en la escuela, da cuenta de la importancia de los actos que se realizan. La celebración que acoge la fiesta, tanto de ciclos iniciales como término, a través de la hospitalidad. Algunos de los actos que podríamos identificar son el acto de bienvenida a los alumnos de primer año; la semana de farándula/ pasacalles; Fiesta de San Francisco; ceremonias de titulación; entre otros.


Como es habitual, durante la ceremonia de bienvenida a los alumnos de primer año, tanto de arquitectura como de diseño que se integran a la escuela, hay un momento colectivo, donde se reconoce la hospitalidad en el acto de recibir. Así es como en una instancia del acto, se toma la palabra de cada integrante para conformar en conjunto un poema colectivo. Cada alumno participa y da voz a la conformación del acto a través de los poetas. De esta manera, mediante la participación de cada individuo dentro de la totalidad del primer año, se logra una aproximación a un recibir hospitalario.


Otra de las instancias de acto es la semana de farándula. Semana dispuesta para recibir y celebrar en la escuela, realizando juegos y actividades que vinculan a la totalidad de la comunidad universitaria. El programa incluye un torneo, donde se realiza el juego y culmina con el momento del pasacalles, donde se recorre la ciudad de Valparaíso que finaliza con un banquete. En ese banquete se invita a un compartir colectivo a través de la mesa. Nos encontramos con la ciudad para encontrarnos entre nosotros mismos.


De manera similar, la mesa se establece como respuesta a la hospitalidad en Ciudad Abierta. Aquella mesa dispuesta en las hospederías recibe abiertamente y propicia el encuentro. “Mesa pensada para el encuentro; no más de 120 personas, porque el encuentro es con rostro y voz. No una multitud.” (Cáraves et al., 2017).


En la celebración, nos relacionamos a través de la fiesta, el compartir colectivamente y hospitalariamente. Hay una dimensión que permite dicha hospitalidad en la conformación del cuerpo de la escuela: el reconocimiento singular dentro del colectivo.


Al preguntarnos sobre el encuentro, es ineludible no referirnos a la persona, en singular, ya que finalmente lo que compone una sociedad no es más que un conglomerado de ellas, y para entender qué sucede dentro de ese conglomerado es pertinente analizar lo particular, sólo desde ahí, desde esa particularidad, podremos llegar a comprender los fenómenos que afectan multidimensionalmente a un individuo y la cultura en la cual está inserto. Como nos menciona Maturana en su libro El árbol del Conocimiento, “El conocimiento humano (experiencias, percepciones) sólo podemos conocerlo desde sí mismo”(Maturana Romesín et al., 2006)[9]. Y dentro de esto expone el proceso de aprendizaje dentro de este aprender colectivo.

“proceso de aprendizaje como parte de la naturaleza biológica del ser humano (…) la respuesta a tal pregunta es vital para nuestro propio desarrollo, pues nos permitiría guiar con más acierto nuestra evolución cultural y humana dado que ella nos haría comprender la naturaleza de la formación de una sociedad como conjunto, y nuestro rol individual en ella.” (Maturana et al., 2006)

Por tanto, podemos concluir la importancia de reconocer el rol individual dentro de un esquema colectivo, si lo llevamos a nuestra enseñanza en la escuela, por ejemplo ponemos en valor la participación de cada integrante para la conformación del taller, la riqueza del taller es la adición que revela una multiplicidad de miradas. Extrapolando dicha relación, de manera similar ocurre en la sociedad, siendo imprescindible reconocer nuestro rol dentro de ella. Al efectuar dicho reconocimiento, podemos establecer medidas hospitalarias que incluyen al “otro”.


Recibir y ser recibidos

Una arista convergente incorpora la condición del recibir y ser recibido. Presente en nuestra escuela a partir del Taller, la Ciudad Abierta, las Travesías y las Misiones. Aquellas instancias se desarrollan en un tiempo presente, a través de la invitación. Y es otra aproximación a la hospitalidad, que se ve desde dos caras: el recibir y el ser recibidos.


Según menciona Cáraves “Han pensado la hospitalidad como aquel acto que el hombre realiza a partir de un encuentro. Así como lo primero de un encuentro entre dos personas, es saludarse, cruce de palabra y gesto que crea lugar.” (Cáraves Silva et al., 2008). Se puede afirmar que el saludo ocurre al encontrarnos.

En nuestra Escuela nos rige el concepto de Hospitalidad, tanto para recibir como para ser recibidos.

En el recibir encontramos al Taller, que como anteriormente mencionamos, propone un modo de relacionarnos desde una horizontalidad para conformar el estudio colectivo. Por otra parte, Ciudad Abierta, la cual intenta aparecer como expresión que encarna dicho acto de recibir mediante la mesa, aquella mesa que se dispone abierta para el diálogo y el encuentro. Lo mismo con sus terrenos, siempre abiertos a recibir y reunir.

En ser recibidos hallamos las Travesías en un encuentro con el Continente Americano, donde la triada de vida, trabajo y obra cobran real magnitud y plenitud. Llegamos a una comunidad, habitamos junto a ellos, los escuchamos para descifrar su identidad y regalamos la obra.


Y finalmente las Misiones, donde somos nosotros quienes llegamos a visitar y ser recibidos en la intimidad de cada hogar a través de la palabra. Todas estas experiencias son en cuerpo presente, un cuerpo dispuesto para oír y encontrarnos con el “otro”.


Conclusiones: ¿Qué es ser hospitalario en un encuentro con el otro? ¿cómo se da esa hospitalidad?

Podemos concluir, de acuerdo a lo anterior, que la hospitalidad responde a un modo de relacionarnos con otros, poniendo delante la horizontalidad, escuchando sin preconcepciones. La hospitalidad trae consigo un constante recibir y ser recibido, disponiéndose abierto al otro.

Considerar que la hospitalidad es una virtud que se puede llevar al espacio no es dar por sentado una relación que no requiere construcción; por el contrario, es intentar descifrar cómo hacer aparecer esta virtud en nuestros espacios para dar lugar al encuentro. Al oír a un otro con inocencia, es necesario detenernos a reconocer en nuestro día a día que es lo que permite construir una visión colectiva que congregue.

Ser Hospitalario requiere de un colectivo, porque se piensa y uno se pone en el lugar de “otros”.

Referencias bibliográficas

  1. https://wiki.ead.pucv.cl/El_Pacífico_es_un_mar_erótico._Edición_anotada
  2. Cáraves, P., Andrade, Ó., & Donoso, M. E. (2017). La hospitalidad de la mesa. Revista Acto y Forma 4, 20–27
  3. https://wiki.ead.pucv.cl/El_Pueblo_de_las_Mesas
  4. Cáraves Silva, P., Muntañola i Thornberg, J., Universitat Politècnica de Catalunya. Departament de Projectes Arquitectònics., & Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona. (2008). La Ciudad abierta de Amereida arquitectura desde la hospitalidad. In TDX (Tesis Doctorals en Xarxa).
  5. Constante, A. (2017). De refugiados a parias, en la modernidad líquida. Revista Mexicana de Ciencias Politicas y Sociales, 62(230), 383–392. https://doi.org/10.1016/S0185-1918(17)30032-6
  6. https://wiki.ead.pucv.cl/Salir_a_la_ciudad
  7. https://wiki.ead.pucv.cl/A_la_luz_de_Amereida
  8. Orientadora, D., Maria, R., Co-orientadora, S. C., & Ribeiro, F. (2018). Ana Vanessa Siviero Pérez Tese de Doutorado Ana Vanessa Siviero Pérez.
  9. Maturana Romesín, H., Varela, F. J., & Behncke C, R. (2006). El árbol del conocimiento: las bases biológicas del entendimiento humano. In Fuera de serie: Vol. 18* (Issue Book, Whole, p. 171 p.).