Cuaderno de Lectura Hay que ser Absolutamente moderno Natalia Soto, Taller del Hacer visible 2020
Título | Cuaderno de Lectura 2 "Hay que ser Absolutamente moderno" Natalia Soto Vásquez |
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Asignatura | Taller hacer visible |
Del Curso | Taller del Hacer Visible 2020 |
Carreras | Diseño |
Nº | 4 |
Alumno(s) | Natalia Soto Vásquez |
Hay que ser absolutamente Moderno
Segundo cuaderno de lectura
Godofredo Iommi M.
«Tenir le pas gagné; Il faut être absolument moderne». «Mantener el paso ganado. Hay que ser absolutamente moderno». Así dice Rimbaud a los finales de la Temporada en el Infierno. ¿Qué quiere decir moderno? ¿Qué quiere decir absolutamente? Decir «moderno» implica algo que no lo es y algo que lo inaugura. Vamos a tratar de indicarlo anotando la vuelta de llave que al mismo tiempo cierra y abre un campo. Un campo distinto al que estaba vigente. Distinto no supone necesariamente contradictorio. Pero se trata de un campo tal que concierne a la actividad humana. Por diversas vías podría llegarse a mostrar el giro que abre la modernidad. Escogemos uno, el que nos es más familiar -el camino de la palabra poética- y en él va implícita la noción de «poiesis-techne» en su acepción mayor: la de todo trabajo «creativo». Trataremos de mostrar el paso de la armonía como objetivo a lo desconocido como horizonte.
Modernidad como "transición", deja de y se vuelve esto. Conectando con el siguiente destacado completando la idea, no es algo de sí a no, solo y mero cambio. Genera la duda ¿Qué es ser creativo? (1)
Conviene acercarnos a lo que se entiende por palabra y más específicamente
por palabra poética. En vez de preguntamos por el ser de la palabra con
la esperanza siempre fallida de encontrar una definición vamos a preguntarnos de suerte que la función de la palabra se haga presente. Digamos:
¿para qué existe la palabra? Se suele responder que para comunicar algo.
Comunicar supone un emisor y un receptor de quien se presume que
entiende el mensaje transmitido. La palabra como comunicación es el
postulado de toda lingüística.
Este punto deja ver una nueva pregunta; "se presume que se entienden". Una comunicación que se presume ocurre con el mismo sentido de la palabra para ambos o más participantes.(2)
Se puede comunicar algo que el emisor y el receptor conocen por anticipado. Se puede comunicar algo que el receptor no conoce por anticipado,
pero que a partir de algo conocido y por vía deductiva, también conocida,
alcanza a comprender. Es decir, se puede hablar de o acerca de algo. ¿Pero
agotan tales dichos la noción de palabra? No, nos parece que no. De hecho,
la palabra puede referirse a sí misma instituyendo un meta-lenguaje. Pero
la palabra poética no es un metalenguaje. Es el decir que se maravilla de
su decir. Es decir, es la palabra por la palabra misma.
La posibilidad de decir extendida en un dicho y manifestándose como tal
es la palabra poética.
Por cierto que toda palabra sin excepción trae consigo un orden, una emisión o escritura, y una significación. Pero la palabra poética es la que con
todo ello y más nos revela la posibilidad misma de decir. En este sentido
la palabra poética se las ha de haber con el ser propio del lenguaje.
Vamos a señalar dos momentos de esta palabra: el de armonía y el momento de lo desconocido.
La palabra poética se sostiene por sí misma, por tanto las dudas anteriores nos aclaran el qué no es para concebir una idea(3)
¿Cuál es la relación de palabra y armonía? Para discernirla es necesario
recapitular la función de la palabra en el mundo griego que origina poéticamente nuestro lenguaje. Walter Otto recoge el siguiente relato acerca
del origen de la palabra en su función primordial: «Zeus termina la construcción de un mundo. Todos los dioses están presentes. Sobreviene un
admirable silencio, estupor ante la belleza de lo construido. Entonces Zeus
pregunta a los dioses si falta algo para que la construcción sea perfecta.
Los dioses convienen que algo falta. ¿Qué? Falta la palabra, pues sólo la
palabra elogia. Y entonces Zeus crea las Musas».
Este punto nos re-conecta con el tercero; falta la palabra en sí misma; el elogio sin afán, por si sólo.(4)
En el relato la palabra es originaria de las Musas –se trata pues de todas las
artes. En seguida su función primordial es el elogio. El elogio es de suyo el
reconocimiento. En el fondo la vía o método del conocimiento es el elogio
que nace de la admiración. Esta es una con-sonancia, del mundo que se abre
en palabra.
Nos re-conectamos con el primer punto, las artes, la creatividad cuya función es el elogio (5)
La consonancia manifiesta consigo la armonía mundana. De
hecho, la palabra consonante al consonar desvela la armonía, la elogia, la
reconoce y al mismo tiempo se indica a sí misma como función desvelante.
Así, la palabra poética es la consonancia de la armonía esencial.
Los griegos supieron y construyeron esta palabra. Ellos la distinguieron de
la palabra propia del juicio como anterior a él. En la Teogonía de Hesíodo
se expone este origen de la palabra poética: «...éstas pues a mí primerísimamente las diosas, palabras dijeron, Musas Olímpicas, hijas de Zeus
egídeo: —Pastores agrestes, descarados, semejantes a vientres sabemos
falsías muchas decir a verdades semejantes; mas sabemos cuándo queremos
verdades proclamar»
En este caso la armonía se concibe como una consonancia; que elogia y se indica a sí misma como descubridora del elogio, nos conectamos con los puntos 3 y 4 como definiciones premonitorias. (6)
Las Musas dan la palabra a Hesíodo a fin de que los hombres sin cara,
informes aún, se eleven hasta sus propios rostros. Para ello ¿qué palabra le
dan? La palabra poética, la palabra que elogia, la de himno, la que canta.
Es una tal que puede decir verdad o falsedad. Es decir, anterior a ambas,
anterior al juicio, aún no verdad ni falsía. Antes que nada es una palabra tal
que revela, consigo, su propia posibilidad de ser palabra. A ésta los griegos
la llamaron «mito». Boissacq señala que «mito» viene de la raíz «miein» que
implica «misterión» - «mistikos», del verbo «miein» que quiere decir: abrir
y cerrar los ojos –ver parpadeando en un ritmo recurrente. La palabra que
ve parpadeando es «mito». Conviene subrayar que la palabra o «mito» no
lo es porque narra, porque significa sino porque primariamente dice esa
mirada parpadeante o ritmo, Hjalmar Frisk en su diccionario etimológico
de 1960 concuerda con Boissacq.
Se conecta la idea y entendimiento del mito; me resuena a los relatos de la Eneida compartida en el taller de Amereida. (7)
Gaeger en su Aristóteles (México 1946, p. 368) a propósito del fragmento
668 que dice: «cuanto más solitario y aislado estoy, tanto más he llegado
a amar los mitos», escribe, «una cosa es ver elementos filosóficos en el
amor al mito y otra que el filósofo se re-cree como hace Aristóteles en
este fragmento, en volver después de sus largas luces con los problemas
al lenguaje semioculto, ilógico, oscuro, pero sugestivo del mito». Gaeger
subraya: lenguaje ilógico, oscuro, sugestivo –palabra anterior al juicio,
según los griegos.
La poesía occidental se atiene a esa palabra que llamamos poética.
La palabra anterior al sentido,al fin, a la convivencia del entendimiento re-conectando con el primer punto, la palabra de transición.(8)
¿Qué indica primordialmente el mito? El cántico de las Musas. ¿Y éste?
El «Kallos» que se puede traducir por belleza. ¿Y la belleza? Esta se funda
en la armonía, es su resplandor. Este modo de la «poiesis» atraviesa los
siglos manifestándose en múltiples facetas. Para comprender qué significa «armonía» y constatar la persistencia de la noción leeremos a un gran
arquitecto del renacimiento italiano: Leon Battista Alberti. Dice Alberti
en De re Ædificatoria: «Definiremos la belleza como armonía, la armonía
de todas las partes entre sí… de tal modo que no se pueda aumentar, disminuir o cambiar sino para peor... Es el resultado de este gran valor y casi
divino para obtener el cual, es necesario empeñar todo el ingenio y toda
la habilidad técnica de la que uno está provisto».
La belleza; comprende el arte del que se habla en el punto 5 Fundada al mismo tiempo en la Armonía del punto 6(9)
¿Pero, qué quiere decir «armonía de las partes entre sí»?
Alberti aclara: «Es una cualidad resultante de la conexión y unión de los
elementos y en ella resplandece toda la forma de la belleza y que nosotros
llamamos conccinnitas» –agrega– «Es deber y tarea de la «conccinnitas»
ordenar según leyes precisas las partes que por su propia naturaleza serían
distintas entre sí, de modo que su aspecto presente una recíproca concordancia». Dice Alberti que la «conccinnitas» se nutre de la gracia y decoro
–decoro en latín quiere decir esplendor.
Pero ¿por qué es posible la «conccinnitas»? ¿De dónde procede? Alberti
anota «en cualquier cosa que percibamos por vía auditiva, visual o de
otro género enseguida advertimos lo que corresponde a la «conccinnitas».
Por instinto natural aspiramos a lo mejor, a lo óptimo y con voluptuosidad adherimos. La «conccinnitas» se manifiesta en el organismo entero…
Abraza la vida entera del hombre y sus leyes, preside toda la naturaleza»
–Alberti tomó el término de Cicerón que lo aplicaba al discurso. Pero su
transfondo es la palabra griega «kalokagadzia».
La armonía reaparece como concordancia, la concordancia que nos es mencionada en el punto 6(10)
Cristos Clairis, el lingüista griego, se opone a toda traducción del término.
Tiene razón. En nuestras lenguas no existe un vocablo que reúna y funde la
noción de belleza y bondad. Cualquier traducción la equivoca gravemente. Tal vez podamos vislumbrar algo de lo que indica esa armonía griega
a través de un concepto de simetría compleja. Esa armonía sube de los
pitagóricos a Platón. Una concordancia o trama de cosmos-caos patente
en el universo entero, el ser humano incluido.
«Conccinnitas», que Alberti llamará «compañera del ánimo y la razón».
Acoger la palabra poética (oral o escrita, arquitectónica, escultórica, pictórica o musical) es consonar con la armonía cósmica que manifiesta la
obra.
Así se abrió la poiesis-techne y la que Heidegger llama filosofía. Para constatar la fuerza y fecundidad de esa armonía tomaremos un ejemplo que
procede de la relación pitagórica entre música y astronomía. Se trata de la
llamada música de las esferas. Platón la describe en el libro X de la República.
La armonía con la palabra poética que se viene leyendo se junta en la filosofía; conectando nuevamente con el punto 1 como la modernización. (11)
Kepler dio firme base matemática a la teoría heliocéntrica de Copérnico. Ya no más el sol girando alrededor de la tierra sino lo contrario de lo que vemos: la tierra girando en torno al sol. Su obra se llama De Harmonice Mundi (Lo que Concierne a las Armonías del Mundo), publicada en 1619. Los pitagóricos señalaban las notas musicales inaudibles, pero existentes entre planeta y planeta. Kepler creía lo mismo con una variante, que sólo podían ser oídas por el sol. Creía algo semejante a lo que pensaron los teóricos de la música en el Renacimiento. Entre ellos Galilei, el padre de Galileo y Francesco Salinas. «Por intentar relacionar la armonía (musical) con el movimiento planetario, más específicamente entre las distancias de los planetas con el sol» ,escribe Eugene Helm en 1967– «descubre su famosa tercera ley (t2/d3)-k donde t es el período de revolución de un planeta, d es la distancia promedio al sol y k es una constante...». Agrega Helm, «la fórmula parece antiséptica, pero como mucho de la matemática proviene del poder estético natural». El mundo es por armonía y se trata –el hacer mundo– de revelarla, doquier de suerte que con-suene con la que nosotros mismos somos. Esta visión atravesó 27 siglos hasta la irrupción de otro horizonte; el amor a lo desconocido o modernidad.
En otras palabras el nosotros, la palabra poética y su consonancia devela la belleza del mundo y su creatividad solo siento nosotros mismos, solo siento la palabra por ser en consecuencia de las musas(12)