Ciudad Barroca

De Casiopea

Ciudad Barroca

EL URBANISMO EN LA ÉPOCA BARROCA

El barroco se caracteriza por su interés integrador de espacios en un todo unitario, ya sea urbano o paisajístico. En el modo de darle un ordenamiento a la necesidad del desarrollo de las ciudades que se expresan a través de la arquitectura monumental como plazas, edificios, fuentes, jardines, etc. Que expresaban el poder del estado y/o de la iglesia.

De aquí la gran creación del barroco que es del concepto de Estado Nacional, como una forma de monarquía absoluta con la concentración del poder y con esto la aparición de ciudad capital como una forma de represtación y centralización del poder. En este período surgen los planes reguladores de lo que ha venido a llamarse la ciudad capital.

La ciudad capital (del latín caput, capitis, “cabeza”) se refiere a que es una nueva cara representante del poder de un país, centralizando en una ciudad, como una especie de centro de control el poder absoluto. En donde se instaura la cabeza principal del poder, sea el gobernante electo o la máxima autoridad de una monarquía en representación del pueblo custodiado. Es por esto que en la ciudad se ve reflejada a modo de darle un ordenamiento que no existía en épocas anteriores, y de una preocupación para los habitantes de la ciudad. Las mediadas que se tomaron fueron regidas por cuestiones de manifestaciones del poder a través de grandes edificios públicos; tratando la higiene dado las urgencia sanitarias de las anteriores ciudades, como enfermedades mortales, se preocupan de reparar tanto en los servicios básicos como en la vida urbana como la circulación de las aguas y el aire por las calles y edificios; además darle un ordenamiento a una escala urbana a la ciudad a través de elementos arquitectónicos como los grandes bulevares, avenidas, ejes ordenadores, etc. Siempre buscando el bienestar de la sociedad custodiada y la exhibición del poder.

HISTORIA DE LAS CIUDADES

La ciudad no es sólo un objeto de estudio importante de las Ciencias Sociales, sino, sobre todo, un problema que ha ocupado y preocupado a los hombres desde que éstos decidieron asentarse formando agrupamientos estables. Es obvio que los asentamientos humanos, aún en sus formas más simples, requieren de un mínimo de acuerdos sociales para asegurar el equilibrio del grupo, y que de la fragilidad o solidez de dichos acuerdos depende de la estabilidad necesaria para la convivencia adecuada. Es por ello, que la ciudad debe entenderse como un fenómeno vivo y permanente, íntimamente ligado a la cultura con la que comparte la característica de la complejidad.

Son variados los conceptos que se podemos formular sobre ciudad. A lo largo de la Historia, la han destacado con el elemento material (la pavimentación, el cierre amurallado, los equipamientos), mientras que otros han considerado las relaciones sociales o a las visiones utópico-filosóficas del fenómeno urbano. Es así que en las primeras ciudades del mundo antiguo respondían a una concepción simbólica del espacio, propia del pensamiento mágico y del pensamiento religioso. El ordenamiento del espacio debía ser coherente con la cosmología y la orientación astrológica de cada cultura.

Toda la cultura europea durante la Edad Media tiene un acusado carácter agrícola. La ciudad medieval es una ciudad amurallada que aparece como lugar cerrado dentro del paisaje agrícola y forestal, sirviendo de fortaleza defensiva y refugio de sus habitantes y campesinos del entorno, a la vez que constituye el mercado del área de influencia. Durante la Edad Media, caracterizada por las sucesivas oleadas de invasiones que se sucedieron hasta el siglo X (refiérase a germanos, musulmanes, vikingos, húngaros, etc.), continuó el proceso de ruralización que se remonta a la crisis del siglo III e impone el feudalismo.

En cambio la ciudad renacentista el auge del pensamiento racional durante el Renacimiento determinó un resurgir de estas ideas. Se trata ahora de una ciudad señorial donde los hombres se dedican a cultivar las artes y las letras, en la que vuelve a resurgir el ágora como un centro público en donde se puede compartir los conocimientos. Un concepto de ciudad donde el arte urbano adquiere un protagonismo importante, cuyas calles invitan al paseo y a la conversación.

Estas ideas influirían notablemente en el urbanismo de los nuevos territorios americanos. En efecto, la conquista de América, iniciada en el siglo XVI, permitió a los urbanistas llevar a la práctica en un territorio virgen las ideas utópicas del modelo griego, construyendo ciudades conforme al planteamiento aristotélico. Acorde al modelo político de plaza mayor donde las cabeceras eran ocupadas por la iglesia y el Ayuntamiento o el concejo y en los laterales las casas de la gente principal.

En el barroco se produce un cambio radical en el modo de concebir la ciudad. El espíritu de la “ciudad-estado” cerrada en sí misma que de un modo u otro había subyacido en la ciudad medieval y en el Renacimiento, desaparece para dar paso a la ciudad capital del Estado. En ella, el espacio simbólico se concibe subordinado al poder político, cuyo papel sobresaliente tratará de destacar la arquitectura urbana mediante un nuevo planteamiento de perspectivas y distribución de espacios.

En el neoclásico la preocupación de la Ilustración por el escenario donde transcurre la vida del ciudadano, no es más que la aplicación de un ideario plagado de términos alusivos a la comodidad de la comunidad frente al bienestar privado, al progreso de los pueblos, al ornato público, a la salubridad, a una vida más razonable y participativa. Se plasma en los proyectos de construcción de ciudades nuevas y en planes parciales que resolvieran problemas concretos, todo ello perfectamente inscrito en el nuevo interés por el desarrollo de la vida civil.

ARQUITECTURA

La arquitectura barroca es aquella fase de la que vino precedida del Renacimiento y del Manierismo; se concibió en Roma durante el siglo XVII y se extendió hasta mediados del siglo XVIII por los Estados absolutistas europeos.

El término Barroco, derivado del portugués “barroco”, “perla de forma irregular”, se utilizó en un primer momento de forma despectiva para indicar la falta de regularidad y orden del nuevo estilo. La característica principal de la arquitectura barroca fue la utilización de composiciones basadas en líneas curvas, elipses y espirales, así como figuras policéntricas complejas compuestas de motivos que se intersecaban unos con otros. La arquitectura se valió de la pintura, la escultura y los estucados para crear conjuntos artísticos teatrales y exuberantes que sirviesen para ensalzar a los monarcas que los habían encargado.

En algunos países europeos como Francia e Inglaterra y en otras regiones de la Europa septentrional se produjo un movimiento más racionalista derivado directamente del Renacimiento que se denominó Clasicismo barroco.

A lo largo del siglo XVIII se fue desarrollando en Francia un movimiento derivado del Barroco que multiplicaba su exuberancia y se basaba fundamentalmente en las artes decorativas que se denominó Rococó y se acabó exportando a buena parte de Europa.

LAS IGLESIAS

Entre las iglesias, el punto de partida de la arquitectura barroco puede considerarse la Iglesia del Gesù de Roma, construida a partir de 1568 según el proyecto de Vignola. el edificio, que representa una síntesis entre la arquitectura renacentista, manierista y barroca, satisfacía plenamente las nuevas exigencias surgidas tras la Contrarreforma: la disposición longitudinal de la planta permitía acoger al mayor número de fieles, mientras que la planta de cruz latina con numerosas capillas laterales suponía un retorno a la tradición del Concilio de Trento.

Por otro lado, la presencia de una cúpula subrayaba la centralidad del espacio hacia el fondo de la nave, y presagiaba la búsqueda de una integración entre el esquema longitudinal y el centralizado. También la fachada, construida según el proyecto de Giacomo della Porta, anticipaba los elementosmás marcadamente barrocos, comparables a los de los alzados de Santa Susana y San Andrés del Valle.

De este modelo derivaron una serie de iglesias de planta longitudinal centralizada o planta central alargada, caracterizadas por el eje longitudinal y por la presencia de un elemento catalizador de la composición, generalmente una cúpula.

Si los arquitectos manieristas alteraban la composición rigurosa de las fachadas renacentistas añadiéndoles temas y decoraciones caracterizadas por un intelectualismo refinado, pero sin modificar la lógica planimétrica y estructural de la fachada de los edificios, los arquitectos barrocos modificaron tanto la composición en planta como en fachada, generando una concepción nueva del espacio. Las fachadas de las iglesias dejaron de ser la continuación lógica de la sección interna, para convertirse en organismos plásticos que marcaban la transición entre el espacio exterior y el interior. El espacio interior, por tanto, estaba compuesto a partir de figuras complejas basadas en elipses y líneas curvas, y se definía a través del movimiento de los elementos espaciales, diferenciándose radicalmente de la concepción renacentista que generaba una sucesión uniforme de elementos dispuestos de forma simétrica entre ellos.

LOS PALACIOS

En la arquitectura civil del momento se puede distinguir entre dos tipos de construcciones nobles: el palacio, situado generalmente en el interior de la ciudad, y la villa del campo.

El palacio italiano y sus derivados europeos permanecieron fieles a la tipología residencial desarrollada durante el Renacimiento, con un cuerpo edificado cerrado en torno a un patio interno. Se dotó a las fachadas principales de cuerpos centrales resaltados y decorados mediante el uso de órdenes gigantes, que ya habían sido anticipados por Palladio. Se extendieron los ejes de simetría al interior del edificio, donde se abrían el vestíbulo y el patio interno; por ejemplo, el eje longitudinal introducido en el Palacio Barberini de Roma contribuía a la definición de la planta y subrayaba la conexión con el exterior del edificio. Por otro lado, este palacio constituyó un punto importante del desarrollo de la tipología residencial palaciega italiana: la planta se constituía en forma de H, y la entrada se producía mediante un profundo atrio que iba haciéndose más estrecho sucesivamente, hasta llegar a una sala elíptica que servía de centro nodal al palacio entero.

En Francia, no obstante, el palacio urbano de la nobleza, denominado hôtel,recuperó para sí el esquema de los castillos medievales. El clima más duro reclamaba una optimización del soleamiento en las principales estancias, lo que generó fachadas escalonadas y grandes alas laterales. El cuerpo principal se encontraba retrasado respecto a la calle y precedido de la cour d’honneur, un espacio de transición abierto al exterior que al mismo tiempo separaba el palacio de la ciudad. Un ejemplo de este esquema es el parisino Palacio del Luxemburgo, construido a partir de 1615 por Salomon de Brosse. Aquí, a diferencia de otros edificios del mismo estilo y época, los pabellones angulares no fueron destinados a locales de servicio, sino que contenían estancias principales en cada planta.

Fue notable el desarrollo francés de residencias en el campo, los denominados châteaux, que llevaron a la realización de extensos complejos de los que partían los ejes viarios principales que ordenaban el entorno. Entre ellos cabe destacar el Palacio de Vaux-le-Vicomte (1656-1659), proyectado por Louis Le Vau, y el Palacio de Versalles, máximo símbolo del absolutismo francés y cuyas labores de reconstrucción fueron iniciadas por el mismo Le Vau por encargo de Luis XIV.

URBANISMO

Roma es el prototipo de esta ciudad capital su desarrollo urbanístico se había iniciado, de manera efectiva, en tiempos de Julio II, pero su máximo organizador fue Sixto V (1585-1590), ayudado por el arquitecto Doménico Fontana. Su regulación se basa en un entramado de grandes vías que se articulan referenciadas a centros significativos, tanto edificios como plazas. Las siete basílicas quedan entrelazadas entre ellas en base a un centro teórico que es la basílica de Santa María la Mayor, que se convierte en lugar de encuentro y de partida, verdadero paradigma de la espacialidad barroca. A su vez, las plazas, a veces tan sólo cruce de calles, se individualizan a través de elementos simbólicos, como son los obeliscos y columnas que fueron cristianizadas coronándolas con las estatuas de San Pedro y San Pablo, o cruces. Estos obeliscos no eran sólo elementos de decoración, sino que se convertían en ejes para el cambio de dirección de las calles.

En definitiva, la organización de Roma se orientó de Noroeste a Sudeste, teniendo como eje principal la Strada Felice, que fue proyectada desde la plaza de Santa María la Mayor en dirección a la basílica de la Santa Croce in Gerusaleme y a la Plaza del Popolo.


La plaza como elemento urbano tiene un significado distinto en Roma o en París. En la primera se integra en un plan amplio, mientras que en la capital francesa se convierte en lo que podríamos llamar un «episodio suelto». La Plaza del Popolo se relaciona a la famosa tridente que forman las Stradas del Babuino, Corso y Ripetta, vías de acceso a la Roma moderna, con la construcción de las iglesias gemelas de Rainaldi. La solución de Pietro de Cortona en la plaza de Santa María della Pace hace dudar de si estamos ante una obra integrada en un espacio urbanístico o si éste está en función de aquella. La columnata de San Pedro es un espacio de doble significación: potenciador plástico de la fachada de San Pedro y símbolo de la Iglesia.

Por último, en lo que a Roma se refiere, la plaza Navona es el ejemplo más significativo de lo que podríamos denominar urbanismo puntual, y que tiene en los ejemplos de Plaza Mayor, Place Royale las manifestaciones más afines. La unitariedad de sus edificios, la singularidad de la fachada de Santa Agnese y las fuentes de Bernini, crean un todo unitario en el que las arquitecturas parecen más superficies continuas que masas individualizadas.

Esta singularización es la que define el urbanismo de París, que busca el uniformismo de sus plazas y grandes avenidas. En vez de empezar con un sistema. París experimenta una serie de episodios monumentales. Fue Enrique IV quien primero se planteó la construcción de plazas con un claro sentido mitificador del rey. El monumento se convirtió así en elemento polarizador de todo un espacio, en un factor urbanístico alrededor del cual se organizaba todo un entorno. La plaza Dauphine, la de los Vosges en tiempos de Enrique IV, y la de las Victoires y la de Vendome en el reinado de Luis XIV, resumen los cuatro ejemplos de Place Royale de esquema triangular, rectangular, circular y cuadrangular.

No podemos olvidar, en este apartado urbanístico, un hecho importante, en la valoración de la ciudad barroca, cual es la ruptura de las murallas, lo que la convierte en ciudad abierta. París suprimió en tiempos de Luis XIV las fortificaciones, sustituyéndolas por un anillo casi completo de boulevards. El plano ideal de Londres, proyectado por Ch. Wren, pretendía incidir en este carácter abierto. Articulando la ciudad en base a grandes vías transversales. La principal unía la catedral de San Pablo, centro religioso, con el Royal Exchange, centro económico. Se creaban sistemas radiales y una cuadrícula que unía el centro con el sector comercial situado junto al río. El carácter práctico no impedía la realización de grandes perspectivas y la singularización de los nudos de las calles con la construcción de 51 iglesias, verdaderas arquitectura - monumento.

El urbanismo de jardines tiene en el barroco su máximo representante en André le Notre. Iniciado en la planificación paisajística de Vaux-le-Vicomte, tuvo en Versalles y las Tullerías sus máximas posibilidades creativas. Le Notre rompe con el jardín renacentista, de clara organización estática, e introduce un sistema de ejes y diversidad de espacios. Sin embargo, la ordenación es simple. Parte de un eje longitudinal que tiene como final del recorrido la percepción de un espacio infinito. A este eje se subordinó el palacio, en el caso de Versalles, que divide el recorrido separando el mundo urbano del paisaje infinito antes aludido, compuesto de parterres, bosquecillos y naturaleza libre y desordenada. Se introducen ejes transversales y esquemas radiales, con lo que la idea antes aludida de integración y dispersión está presente. Las fuentes, estanques y canales dan variedad al espacio.

Es, en definitiva, un urbanismo abierto en contacto con la naturaleza y que busca la integración de las partes en un todo organizado.

Pero los sistemas de defensa continuaban siendo esenciales. Sebastián le Preste de Vauban, arquitecto militar francés, proyectó una serie de ingeniosas fortificaciones y ciudades, acordes con la nueva estrategia militar. Su influencia fue capital durante el siglo XVIII, tanto en Francia como en España. Neuf Brisach (1698), ciudad proyectada por Vauban, se convierte así en la excepción dentro de un concepto de ciudad de carácter abierto.


Abstrac

En el barroco la principal manifestación fue en la arquitectura y en el modo de darle un ordenamiento a la necesidad del desarrollo de las ciudades, que a la vez se expresan a través de una arquitectura monumental como plazas, edificios, fuentes, jardines, etc. Como forma de enaltecer el poder del estado o de la iglesia.

El término Barroco, derivado del portugués “barroco”, “perla de forma irregular”, se utilizó en un primer momento de una manera despectiva para sugerir la falta de regularidad y orden en este nuevo estilo. La característica principal de la arquitectura barroca fue la utilización de composiciones basadas en líneas curvas, elipses y espirales, así como figuras policéntricas complejas compuestas de motivos que se intersecaban unos con otros. La arquitectura se valió de la pintura, la escultura y los estucados para crear conjuntos artísticos teatrales y exuberantes que sirviesen para ensalzar a los monarcas que los habían encargado. Pero esta situación se le da nuevos valores a las artes, siendo la expresión más característica del peso de la religión en los países católicos y del gusto burgués en los países protestantes. Se desarrollan nuevos géneros como los bodegones, paisajes, retratos, cuadros de género o costumbristas, así como se enriquece la iconografía de asunto religioso. Existe una tendencia y una búsqueda del realismo que se conjuga con lo teatral y lo efectista. El color, la luz y el movimiento, son los elementos que definen la línea. Incluso, la profundidad, perspectiva y volumen se consiguen más con los contrastes de luz y de matices del color que con las líneas nítidas y definidas del dibujo, a luz para la pintura barroco se trasforma en un elemento fundamental.

Volviendo al punto sobre la arquitectura barroca, entre las iglesias, el punto de partida de la arquitectura barroco puede considerarse la Iglesia del Gesù de Roma, construida a partir de 1568 según el proyecto de Vignola, el edificio, que representa una síntesis entre la arquitectura renacentista, manierista y barroca, que satisfacía plenamente las nuevas exigencias surgidas tras la Contrarreforma: la disposición longitudinal de la planta permitía acoger al mayor número de fieles, mientras que la planta de cruz latina con numerosas capillas laterales suponía un retorno a la tradición del Concilio de Trento.

Por otro lado, la presencia de una cúpula subrayaba la centralidad del espacio hacia el fondo de la nave, y presagiaba la búsqueda de una integración entre el esquema longitudinal y el centralizado. También la fachada, construida según el proyecto de Giacomo della Porta, anticipaba los elementos más marcadamente barrocos, comparables a los de los alzados de Santa Susana y San Andrés del Valle.

Roma es el prototipo de esta ciudad capital su desarrollo urbanístico se había iniciado, de manera efectiva, en tiempos de Julio II, pero su máximo organizador fue Sixto V (1585-1590), ayudado por el arquitecto Doménico Fontana. Su regulación se basa en un entramado de grandes vías que se articulan referenciadas a centros significativos, tanto edificios como plazas.

En definitiva, la organización de Roma se orientó de Noroeste a Sudeste, teniendo como eje principal la Strada Felice, que fue proyectada desde la plaza de Santa María la Mayor en dirección a la basílica de la Santa Croce in Gerusaleme y a la Plaza del Popolo. Por último, en lo que a Roma se refiere, la plaza Navona es el ejemplo más significativo de lo que podríamos denominar urbanismo puntual, y que tiene en los ejemplos de Plaza Mayor, Place Royale las manifestaciones más afines. La uniformidad de sus edificios, la singularidad de la fachada de Santa Agnese y las fuentes de Bernini, crean un todo unitario en el que las arquitecturas parecen más superficies continuas que masas individualizadas. A su vez, las plazas, a veces tan sólo cruce de calles, se individualizan a través de elementos simbólicos, como son los obeliscos y columnas que fueron cristianizadas coronándolas con las estatuas de San Pedro y San Pablo, o cruces. Estos obeliscos no eran sólo elementos de decoración, sino que se convertían en ejes para el cambio de dirección de las calles.

Esta singularización es la que define el urbanismo de París, que busca el uniformismo de sus plazas y grandes avenidas. En vez de empezar con un sistema. París experimenta una serie de episodios monumentales. Fue Enrique IV quien primero se planteó la construcción de plazas con un claro sentido, el de la exposición del poder del rey. El monumento se convirtió así en elemento polarizador de todo un espacio, en un factor urbanístico alrededor del cual se organizaba todo un entorno. La plaza Dauphine, la de los Vosges en tiempos de Enrique IV, y la de las Victoires y la de Vendome en el reinado de Luis XIV, resumen los cuatro ejemplos de Place Royale de esquema triangular, rectangular, circular y cuadrangular.

No podemos olvidar, en este apartado urbanístico, un hecho importante, en la valoración de la ciudad barroca, cual es la ruptura de las murallas, lo que la convierte en ciudad abierta a diferencias de épocas anteriores ésta. En la ciudad se ve reflejada a modo de darle un ordenamiento que no existía, y de una preocupación para los habitantes de la ciudad. Medidas que se tomaron regidas por cuestiones de exhibiciones del poder a través de edificios públicos; de la higiene dado las urgencia sanitarias de la anteriores ciudades como enfermedades mortales, en estos puntos se trata de reparar tanto en los servicios básicos como en la vida urbana; darle un ordenamiento a escala urbana a la ciudad a través de elementos arquitectónicos como los grandes bulevares, avenidas, ejes ordenadores, etc.

La herencia que nos ha dejado esta época es de suma importancia dado que hasta el día de hoy se sigue el modelo barroco implantado en las ciudades y también la ciudad, como un plan urbano de ordenamiento y de la centralización del poder en una ciudad representativa, que en la actualidad la seguimos denominando ciudad capital.






Fernando Chueca Goitia, Breve Historia del Urbanismo, 1980.

Fernando Chueca Goitia, Mumford, Breve Historia del Urbanismo,1980.