Sebastian Ginsberg: Taller de Amereida VIII

De Casiopea


TítuloLa gratuidad del paisaje se antepone a los gestos, tal como un regalo que se expresa a ser intervenido.
Tipo de ProyectoProyecto de Curso
Período2014-2014
AsignaturaTaller de Amereida,
Del CursoTaller de Amereida 2014,
CarrerasArquitectura
Alumno(s)Sebastian Ginsberg
ProfesorJaime Reyes, Manuel Sanfuentes, Carlos Covarrubias

LA GRATUIDAD DEL PAISAJE SE ANTEPONE A LOS GESTOS, TAL COMO UN REGALO QUE SE EXPRESA A SER INTERVENIDO.

Paisaje se hace llamar a lo que nos rodea, sin duda nuestro circundante, aparece de forma gratuita ante nuestros ojos. Lo nuevo, lo usual, lo recurrente, esboza una dimensión que no se aleja a lo magnifico que es el regalo. Esta posibilidad de ver y apreciar con nuestros sentidos aviene lo magno que concurrimos.

Desde tiempos remotos el ser humano se a atrevido a investigar el paisaje y los misterios de un ambiente que se presenta como un sistema pero que es distinto en cada momento. Los griegos se situaban inmerso a la totalidad de este, ellos aprendieron a situar las lejanías y a hacer contexto a lo próximo con la geometría. Estas lejanías se describían por el paisaje que circundaba y aislaba a una polis de otra, un situado geográfico propio del lugar hacia ver su riqueza insostenible. Ellos supieron aprovechar cada uno de los rasgos que se exponen en lo que nos rodea enmarcando lo que ellos llamaban la continuidad del paisaje, supieron expresarlo por Pitágoras de Samos que en su medida abstraía las formas a figuras geométricas perfectas, Tales de Mileto quien dio a entender como concretaban las rectas y Arquímedes de Siracusa que mostro la existente verticalidad presente tanto en las aguas como en tierra.

El mundo occidental es heredero de la geometría del paisaje, de la abstracción para intervenirlo. Esto que viene a ser descubierto de la antigüedad y sin duda desde antes que los griegos, solo que ellos supieron captarlo. El individuo pretende superar la naturaleza en su rol hegemónico de ente racional nos separa de lo que nos rodea pero sin temor alguno es posible asignarse en un intento equivalente al paisaje a esa naturaleza en que estamos inmersos.

A partir de nuestra captación es posible demostrar ciertas cualidades que no nos alejan del entorno y es de esa manera como expresamos nuestras obras. Los griegos supieron llamar estas dimensiones, “Duermen las cumbres de los montes y los barrancos, las alturas y los torrentes, y las tribus de los reptiles que cría la tierra negra, y las bestias salvajes de la montaña, y la raza de las abejas, y los monstruos del abismo del mar espumante; duermen las tribus de las aves de largas alas.”1. Nuestra plena relación con el paisaje es por nuestra razón a superarlo a reeditarlo o mas bien a habitarlo.


La dimensión mas potente es el sentido de extensión, póstumos a descubrir el paisaje existe un vuelo a saber que es lo que viene mas allá. Conocer la extensión es una manera de intervenir el paisaje, de conocer sus intervalos que se muestran separados y distintos ante nuestros ojos pero que se pueden identificar de la misma manera y es por ello que inventamos un lenguaje, para nombrar lo que nos da cabida, para abstraerlo de su forma particular e igualarlo a lo que hemos visto antes. La pregunta es ¿si se nos hace todo igual cual es el distingo de cada parte?

Nuestro consenso genérico de las cosas no nos permite apreciar la cualidad de cada una, existen varias formas en que se presenta el paisaje pero solo una para representarlo, esta manera de representarlo es la copia y las variantes son las que se adentran a superposición de la forma en las que se consigue presentar la totalidad por medio de la intención, de un gesto que busca ser expresado. En el primer caso de representación llamo a una copia ideal de lo que objeta algún estudio del paisaje pero que no da a cabida la gestualidad que muestra este. Se puede apreciar en las obras de Gaudí, por ejemplo, que no busca representar el paisaje sino que se abstrae a sus formas y sombras que muestran una geometría única y capaz de emitir distingos.


La geometría nace en convergente de una intención en mostrar el paisaje y sus cualidades pero también crea las bases de construir el paisaje, que mas allá del regalo que suscita impone cierta tendencia a ser plenamente intervenido mostrando ciertas dimensiones que enseña para ser habitado. Desde los inicios se habla que el hombre habitaba las cavernas, formaciones del espacio que arraigan un cobijo a ser usado, mientras que la intemperie mostraba divergencias para habitarse, sea por las dimensiones de refugio que no se interpretaban; pero llego el momento en que las cavernas no se pudieron seguir habitando por la extensión que conducía el paisaje saliente y la envergadura que el ser humano era capaz de habitar, lo que mostro una cualidad espacial por sobre lo abrupto, lo que fueron los espesores. Espesores que presentaban las mismas cualidades que las cavernas, los cuales fueron siendo intervenidos de diversas formas y cuya materialidad que aparecían de la tierra, hasta que se llego a conocer un medio vertical expresado por las altas montañas que separaban nuestra extensión en la horizontal por un tema de superior de afrontarse a lo ultimo descubriendo un espacio superior del paisaje, la altura que en su momento no se veía bajo las copas de los arboles y que solo esbozaba niveles por el vuelo de los pájaros.

En lo pronto se conectaron los nuevos intervalos de lo habitable como una extensión del paisaje que supera a los gestualidad primera que mostro ser parte; comienza así un desarrollo de las ciudades, que fueron aislándose de a poco a lo circundante creando nuevos sistemas con nuevas cualidades que retraían al ser humano a formar cada vez en ellas y estas de a poco fueron anexando otras disposiciones del paisaje creando los medios naturales al artífice del hombre.

Estas dimensiones que en un instante ofrecía el paisaje a conductiva gratuidad comenzó a crear controversias y a delimitar a la extensión. Cada vez que se aumentaba la extensión se marginaba lo que había dentro de ella. Este espíritu emprendedor y hegemónico del individuo dio a enfatizar un momento discorde en que ni si quiera se intersecaba la disposición del paisaje a las nuevas riquezas y que fue reemplazado de a poco por el medio material, antagónico y conducente a una única apreciación gestual de la materia y no cuya circunstancial que provenía del comienzo de todo.

Es así que el paisaje se tomo como un bien, como el refugio fue reemplazado por un habitáculo y comenzó a industrializarse la forma. A raíz de la revolución industrial se pierde un poco esa llegada inequívoca primera, ese peso que creaba la continuidad que nos rodeaba, creándose medios conectivos totales como la maquina a vapor y bien la materia llego a ser tan manejable que cualquier forma que suspendiera de ella estaba al alcance humano. Gaudí y las crecientes corrientes del modernismo empezaron a incursionar esos logros primeros, y establecer que las ciudades son un paisaje con extensión y volumen que a de ser irrumpido por la forma; una forma que da cabida a su función, que al igual que la naturaleza esboza principios de verticalidad, de altura, de luz y de sombra.


Pero es así como la copia de esta interpretación no ajusta a los cambios reales que buscan presentar el paisaje, y es como se vuelca todo a un ajuste re interpretativo y no inclusivo, desconociendo la expresividad moderna, con lo cual nace la siguiente interrogante ¿será el paisaje que nos define o nosotros somos capaces de definir el paisaje?, la justa cabida de la humanidad en el paisaje nos potencia la cualidad de este como un total que estará sujeto a la intervención del hombre y sus capacidades.

LA OBRA SE IRRUMPE EN LA GESTUALIDAD QUE REGALA EL ESPACIO.

Cada una de las dimensiones que impone el espacio atisba una potencialidad única que otorga a la realidad que objeta, un lugar es sin duda diferente a otro sea por el paisaje que entorna o mas tangencial por el clima u otras entidades cualitativas que lo conforman. La manera de intervenirse se da por medio de la obra que trae consigo algunas de estas dimensiones presentadas y las vuelca a una nueva interpretación que da cabida a un por venir en el lugar propio de una entidad racional, que busca dentro de sus preceptos este trayecto que busca de por si la extensión y esta hegemonía que se da sin temor por la gestualidad de la obra.

El tiempo de obra coincide con la demora, una demora con muestras de completas detenciones que buscan por los medios un ser expresado, no se trata de decisión previa o preconcebida de cómo se debe acotar cada situación, si no que es rotundamente del momento y sus potencias pragmáticas que dan matices de concretar pero que se dan en gratuidad del momento de demora.

La medida del espacio y del paisaje se guía por un termino de planos totales que componen y muestran ciertas relaciones que concluyen con un precepto que objeta la obra. El tiempo muestra que no existe un solo camino para concretar sino que tiene las mismas infinidades del paisaje y las mismas variantes, la irrupción del paisaje se muestra en favorable de un rasgo de este que no sustituye por consiguiente el dilema de realizarse a cambios organizados en la pendiente del tramo propuesto. Tal como los españoles no involucraban el continente americano en su recorrido y la fortuna irrumpió en el encuentro, lo mismo con la obra, existe un estigma que no revela la totalidad y que interrumpe el lapso concreto por un surgir abrumante.

EL PRESENTE EN CONTENDIO DEL PAISAJE.

La divulgación de los ideales han marcado un sello único en lo que interviene el ser humano que a originado sus variaciones por divulgación de una geometría establecida y con arraigo a lo perpetuo del paisaje establecido. Es decir un consenso de los perfiles del espacio concluye ciertas muestras aplicadas a la terminología temporal.

En el Arte, por ejemplo, la pintura a concluido su muestra representativa de los paisajes a un vuelco totalmente inusual al avocar dimensiones aplicables al paisaje pero a su vez abstraídas de la forma que los contiene. En cierto sentido se ha olvidado el espacio natural por un atajo al artífice del hombre, lo que ha impuesto conexiones que obran mas allá de lo que regala el paisaje, llegando a potenciar lo que presenta. Por sobre de la representación se anexa sobre cualquier teorema una libertad que nos nace a ser artífices de la extensión.

Un derrocamiento de las corrientes establecidas abren un nexo por lo permeable que aplican las nuevas teorías al ser presentadas. El gesto se aminora a la gratuidad del espacio pero a su vez se libera de esta para demostrarse por sobre y articular lo que es la obra. La gestualidad de una obra se ofrece a ser interprete y no representada. Por tanto a su vez muestra un sin fin de ocasiones que tienden a interpretar, con el ultimo de mostrar un espacio que se abstrae por una condición netamente moderna. En la Arquitectura, en el Arte, el Diseño, e incluso en la Ingeniería existe esta captación del paisaje por un medio mayor que hace parte pero a la vez retira la obra. Es así como un puente responde a la solución de unir un extremo a otro pero a su vez no se suscribe en totalidad del paisaje sino que presenta una cualidad que lo compone, al igual con la Arquitectura que muestra ciertas dimensiones espaciales y geométricas que responden al espacio pero no crean una copia al situado. Pero bien en la Ingeniería resulta todo igual el tema es una solución al espacio pero no busca la máxima expresión de este medio.

La obra debe estar plenamente vinculada al medio, a la situación del lugar y sobretodo al contexto en que se muestra; así involucrando las constantes que organizan el espacio por una respuesta geométrica. Para entrever así la extensión de América y el paisaje en que se suscribe, ya que es un dialogo entre el habitante y el paisaje.

Citas y Bibliografía

1 http://antiqua.gipuzkoakultura.net/concepto_formas_paisaje_grecia_antigua.php