Lydia Huerta Madariaga, Etapa VIII, Taller de amereida

De Casiopea



TítuloEl encuentro con América y su desconocido
AsignaturaTaller de Amereida Vlll, Taller de Amereida 2014
Del CursoTaller Amereida 2014, Taller de Amereida VIII
CarrerasArquitectura
Alumno(s)Lydia Huerta Madariaga

El encuentro con América y su desconocido

En tiempos de travesías, encontramos claves que nos hacen comprender nuestra búsqueda hacia lo desconocido a partir de los años. El gratuito juego de ir sin objeto, y de solo partir, sin un objetivo que explique el rumbo de la búsqueda hacia la que nos enfrentamos. Tal sin objeto desvela realmente el continente, ese inalcanzable norte el que todos llevamos dentro y el de forma extraña logra mantener un temple que permite viajar y sobreponerse al ánimo de una travesía sin objetivo.

El hacer sin objeto, es el ir sin un objetivo sin un motivo claro que de certeza de lo que pasara en el lugar, por lo que la interrogante de la travesía se mantiene expectante, en el propio descubrimiento con el continente. Recorrer América es la posibilidad de un encuentro con el continente sin haberlo buscado, ya que cada vez que se vive una nueva travesía, se aprende algo distinto y nuevo, que da la constancia del sentido americano.

El sentido americano se va dilatando a medida que habitamos América y la comenzamos a comprender con todos nuestros sentidos encontrando un olor, un gusto, un tacto, un sonido y una visión esplendida y real de la experiencia que se forma en el ir. Se manifiesta la condición de ser americanos, de darnos cuenta de una gran América que nos contiene y nos hace parte a cada uno, de un total mayor y diferente en el cual los límites se hacen pequeños cuando nos encontramos con aquella magnitud que nos invita y nos acoge en su extensión.

La gratuidad es la manera en la que surge la travesía, porque al obrar en gratuidad, uno tiene la posibilidad de que surja lo inesperado, lo que se escapa de lo establecido y lo que nunca pudo preverse en los diseños de los objetivos, de manera que surge una manera de habitar en la gratuidad en la que aparece el regalo del presente y la experiencia de encontrarse con lo desconocido. América es un regalo con un presente que vive en las travesías en el que logramos gracias al oficio llevar a cabo una obra que es muestra de lo que atrapamos del continente a través de la observación.

El objetivo se manifiesta en algo que nos conduce y nos atrapa para ir en rumbo de una idea fija, en el que se nos revela una búsqueda del conocimiento. Sin embargo la escuela nos conduce a ir por otro lado, por una idea contraria, el poema propone el camino de la gratuidad, ya que es la manera de obrar dejando surgir lo inesperado, el ir sin objeto es vivir en el presente y por el contrario el objetivo se piensa para un futuro. La gratuidad es el medio mediante el cual nosotros podemos habitar y vivir en la gratuidad, en la gratuidad de América.

La obra que se hace en gratuidad de alguna manera practicando el oficio y entregado al gusto de hacer las cosas, nos va a permitir obrar, y que esa obra, esplenda, brille y se habite como un regalo. La travesía es un acto de libertad y realidad pura en el que el desconocido, aparece como una motivación para ir.

¿Es el hombre en su pensar y actuar un ser espiritualmente libre, o se encuentra sujeto al dominio de una necesidad absoluta, de acuerdo con las leyes de la naturaleza? Pocas cuestiones se han tratado con tanta sagacidad como ésta. La idea de la libertad de la voluntad humana cuenta tanto con un gran número de partidarios vehementes, como de adversarios obstinados. Hay hombres que en su apasionamiento moral consideran de escasa inteligencia al que llega a negar un hecho tan evidente como la libertad. Frente a ellos existen otros para quienes el colmo de lo científico es creer que las leyes de la naturaleza quedan interrumpidas en el dominio del actuar y del pensar humano. La misma cosa se considera como el bien más preciado de la humanidad y, al mismo tiempo, como la más grave ilusión. Se ha empleado infinita sutileza para explicar cómo la libertad humana es compatible con los procesos de la naturaleza, a la que también el hombre pertenece.

David Friedrsh Strauss “La antigua y la nueva fe”

Al nombrar la travesía como un acto de libertad, me refiero a esto, como un modo de vivir el presente y entregarnos al gusto de ejercer el oficio en la libertad de cómo nos enfrentamos a la obra y vivimos la naturaleza del desconocido; aquel valor que permite abarcar el abismo del continente americano.

La búsqueda de lo que no conocemos llevando una interrogante que permite encontrarse al borde de esa respuesta en la aventura de partir de travesía en donde aparece el tiempo y le espacio a nuestro goce, porque se está en un momento presente que es estar regalado en la plenitud de América.

La travesía es el arrojo que permite la ruta, aquello que solo se trata de ir partiendo siempre, e ir en rumbo abierto hacia lo que no se conoce; implica que el fin de la obra es menos importante que la ruta hacia ella, aun alcanzando la belleza de la obra, porque en el fondo no se va de travesía en post de una obra considerada como objetivo, ya que no se alcanza su razón de ser, y los artista persiguen esta belleza a través de la armonía, ya que cualquier cosa de la obra que se le agregue o le quite, será para peor; a la vez la modernidad cambio la armonía como objetivo en el desconocido como horizonte, para seguir este horizonte que nos permite mantener el rumbo abierto.


El rumbo va en la ruta poética, que es el “atravesar” mismo que se ejecuta una y otra vez en el presente y permite descubrir lo que se nos revela el regalo. El recorrido se genera obrando, en donde no es otra cosa que mantener el rumbo abierto a través de la gratuidad, que nos conduce hacia el ser, por lo que se trata de un modo de ser, la obra de travesía debe ser un modo de ser y una realidad sin plazos.

El oficio tiene como fin una entrega en donde no se fijan plazos, se hacen las cosas por gusto y con amor, ya que este no posee objetivo, porque este se comienza sin tener un fin por delante, a la vez el amor es un comienzo sin fin, que se relaciona con el estar siempre creando y volviendo a nacer a través del obrar.

El ir tras un inalcanzable inaudito, es lo que buscamos en travesía aferrarse al desconocido inefable para conseguir todos los conocimientos y aprendizajes en un infatigable valor, para seguir esperanzado en la búsqueda de la interrogante de América.

La obra y el otro, vinculadas poética mente por la “O”, es parte de la condición poética dar cuenta de las coincidencias para referirse a las dos señales de travesía, no hay travesía sin obra, ya que la obra no es un objetivo a alcanzar, sino que es modo de ser y en el nosotros andamos de travesía, es parte de nuestra condición poética al andar. Hay que estar en un estado de lucidez y abertura interna para vislumbrar el ocio que necesita una obra para aparecer, el otro es la instancia distinta que habita próximo a nosotros, por lo tanto se debe tomar conciencia y claridad de que en cada uno de nosotros habita el otro y el yo.

Para Sartre, es el hombre en el mundo y uno de los problemas que trata, es el de las condiciones que hacen posible la relación entre el hombre y el mundo. En este sentido reconoce la tarea de Heidegger al procurar caracterizar la realidad humana como una realidad que implica necesariamente al otro, desde el punto de vista de su constitución misma como tal. De algún modo el hombre no es otra cosa que el resultado de su relación con el otro y, por ende, con el mundo. Creemos importante destacar que para Sartre toda conducta humana constituye una realidad objetiva y no una afección subjetiva, por lo tanto, como realidades objetivas las conductas son captables.

En travesía, la realidad humana da sentido a la obra y el otro, en una relación reciproca del reconocimiento y de búsqueda que muestra el continente cuando nos encontramos en un estado de abertura hacia el mundo para poder recibirlo y verlo como si fuese la primera vez, observarlo de forma inesperada, para que el encuentro con el lugar se transforme en un maravillarse por la espacialidad en la que se está habitando.

En el caminar y en el atravesar América, nos vamos encontrando con el otro de nosotros, entonces muchas veces esa manera de ser y el oficio se puede eludir el encuentro con el otro, una experiencia en que el ser revela el hallazgo de lo nuevo y ese encuentro que comienza en ese instante de las personas que aparecen este recorrer, en este ir en nuestra regalada América.

A partir del ir, cada cosa que sale de nosotros es otra cosa, es algo nuevo y algo que podemos interpretar y ver, en un aquí y allá que se relaciona con el individuo, en donde admitimos que ese otro, se encuentra también en uno mismo que es intransferible y su único fin es encontrarse con esta dimensión que permite conocer y entender la manera en el que aparece ese otro y el ser mismo en una dualidad.

Se plantea lo adverso como una forma de enfrentarse a la travesía. En un conjunto de adversidades en donde no siempre las condiciones son favorables, ya que los obstáculos de la vida, son las verdaderas bellezas de esta, porque parece ser que en lo adverso se esconde la profunda libertad que cada uno lleva consigo. En travesía debe aparecer un riesgo para que aparezca la generosidad, es decir para que así la obra pueda convertirse en un regalo, para nosotros mismo, para el continente y para el oficio.

Las travesías acometen riesgos en distintos frentes, pero así se nos desvela el continente mismo, un continente sin países ni fronteras, unificado y desvelado por lo común por la palabra de la poesía y la obra regalada por los oficios. La adversidad es algo que nos acompaña en la ruta de la búsqueda desconocida a la que abordamos con la palabra poética. Aquello que queda es lo que los poetas han fundado, nuestro decir y fundamento son palabras textuales de lo que hemos visto, de manera que el quehacer del oficio es con la palabra poética, habitando un espacio engrandeciendo a través de la poesía.

Al enfrentarse a una existencia no se sabe que orientación va a tener, y la poesía logra sustentar la orientación que logra unir todo y darle un sentido poético, que va mas allá del objetivo que uno piensa tener, es el fundamento de la obra y las observaciones reales que se obtienen al estar abierto. Ir de travesía es un constante devenir que nos permite ver y encontrarnos con distintas realidades, dejando atrás el yo para poder comprender el otro que aparece en la situación no habitual.

En lo adverso se esconde la profunda libertad del cuerpo y el alma que cada uno de nosotros lleva consigo mismo, la obra es mero reflejo del propio ser. La modernidad desvela un aspecto de la condición humana lo cual el oficio nos permite indagar un rumbo que va en comprensión de nuestro propio ser y América. La obra cuando se logra expresar a través de un fundamento poético, esta logra hablar por sí sola, es aquello con lo que nos sentimos vinculados y conmovidos por nuestros sentidos que perciben la obra, como un elemento que habla por sí solo.

Cuando logramos atrapar manifestaciones de lo desconocido en el quehacer, empieza aparecer nuestra nueva manera de ver y de oír un lugar, al lograr esta contemplación plena obtenemos algunas respuestas de las miles de interrogantes que nos llevan a recorrer América y de cierto modo de descubrirla, quitándole un poco su misterio para albergar en su majestuosidad.